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Opinión 23 de junio de 2020

Cuesta entender que a los marplatenses se los encuadre en la misma lógica del conurbano

Una de las protestas del sector gastronómico frente al municipio.

por Gerardo Gómez Muñoz

No se entiende mucho por qué el gobierno de Axel Kicillof niega y reitera la negativa a habilitar la gastronomía en la ciudad, pese al cumplimiento de los protocolos consecutivamente ampliados por la conjunción del gobierno municipal, el gremio y el empresariado para adecuarse a las normas provinciales y nacionales.

Tal vez sea la pavura que podría estar ganando a un gobierno sobrepasado día día por un avance del diabólico virus que comienza a sobrepasar las previsiones más negativas. En ese caso habría que investigar una primicia maldita que abarque a un centro tan lejano, como es nuestra ciudad del AMBA, escogido por motivos muy distintos, a nuestra realidad reforzada con retenes, un cerrojo severo encarado por el gobierno de Guillermo Montenegro.

La persistencia del pedido local no sólo se basa en la extrema necesidad de poner en marcha uno de los instrumentos vitales de la economía de la ciudad y supervivencia de miles de familias de trabajadores. Entonces la dureza superior sino hay explicaciones más concretas aparece como una impensable necesidad de plantar una demostración de poder político.

La frialdad con que el, empoderado, presidente del bloque de concejales del Frente de Todos, Marcos Gutiérrez, según afirmó, se basa en la decisión de afirmar su fidelidad a los gobiernos nacional y provincial. Y hasta llega a mencionar, casi en tono de revancha, que en su momento el intendente Guillermo Montenegro no respondió a su inquisitoria vinculada al destino de las donaciones.

El otro argumento en que se embandera el ex jefe de la aguerrida agrupación “Descamisados” es el de la alineación tras el gobernador y el Presidente. Su vocación popular pareciera naufragar allí, mal que les pese a las miles de familias de trabajadores, mayormente peronistas.

Claro que hay una precisa disposición que establece que el pase de la cuarta a quinta fase que habilita el ingreso a la liberación exige que durante tres semanas no haya contagios.

Ese requisito “sine qua non” está establecido y nadie lo niega, pero hay argumentos que también pesan a favor de los gastronómicos marplatenses. El dinámico secretario de Gobierno, Santiago Bonifatti, tiró un argumento incontrastable al escenario que se precia de justo y lógico. Mar del Plata está lejos del conurbano tanto geográficamente como de su cantidad de habitantes y se podría agregar: de constitución social. Tiene unos 800 mil habitantes y que eso no es detalle que pese a su nerviosismo el gobernador debería considerar como dato clave en la búsqueda de soluciones. El conurbano o el AMBA suma unos 11 millones de pobladores, muchos de ellos -un gran porcentaje- afincado en los hoy calificados como “barrios populares” porque el complejo de culpa de gobernantes y políticos, que se sientan, tal vez acusados, por la denominación antigua de “villas miserias”. Es decir un mal que nadie cura desde hace décadas. Sus conglomerados son caldo de cultivo de múltiples y variados virus y males.

Un panorama que movió a Bonifatti a señalar aunque lesione el verticalismo del Frente de Todos: “No entiendo cuáles son los parámetros con que se mide a Mar del Plata”.

Hablando de donaciones

Volvió a plantear su inquietud por las presuntas donaciones y aportes que recibiría el gobierno municipal, el concejal Marcos Gutiérrez. Fue en las discusiones para plantear una nueva solicitud de habilitación en la ciudad, de los restaurantes en las que el Frente de Todos se negó a pedir esa consideración solicitada por el oficialismo local.

Esta página tenía una respuesta, desde la semana pasada, a través de una voz que “off the record”, porque involucra a terceros, brindó un informe al respecto.

” El tema, apenas comenzó el aislamiento por la pandemia, tomó cuerpo la idea, entre los sectores partidarios y de otra gente allegada y, consecuentemente, se organizó un esquema de trabajo de emergencia en el que participaron diferentes actores”. Y allí se constituyeron “importantes empresarios y comerciantes de la ciudad en busca de lograr la transversalidad que requería una problemática tan compleja”. El objetivo fue claro: brindar pronta respuesta a las necesidades, desde el inicio de la cuarentena. De tal modo “los aportantes se pusieron a disposición del gobierno municipal, comprometiendo la donación de mercaderías y dinero para dar apoyo a la gestión local ante la pandemia”. Asegura la fuente fidedigna que “este trabajo conjunto se viene dando desde el primer día, permitiendo ampliar la gestión habitual de áreas como Desarrollo Social y Salud”.

No menos significativo lo que se ha logrado con este operativo “es la logística de la ayuda alimentaria con un trabajo conjunto con la participación conjunta de diversas áreas municipales y empresas privadas que pusieron a disposición sus vehículos y su personal para el reparto de las mercaderías”. También se cuenta con vecinos autoconvocados, sindicatos, clubes barriales, sociedades de fomento, organizaciones sociales y cooperativas. Esta permanente comunión en aras del bienestar común nos ha permitido llegar tener una ágil llegada a cada convocatoria. Es evidente que la participación de las organizaciones intermedias nos permite cumplir con los propósitos que inspiraron esta gestión en favor de los más necesitados y en momentos tan duros”.

Menos partidismo y más comunidad

Los recientes cruzamientos en el Concejo, cuando se trató el posible apoyo al pedido marplatense de que Kicillof revea la repetida negativa a la rehabilitación de una de las actividades económicas de la ciudad mostraron lo difícil que es discernir entre interés general y mandatos partidarios. Pero, casi simultáneamente y en el mismo escenario los mismos protagonistas, (con las intenciones por ahora) exhibieron con claridad que entienden cuáles son los objetivos que reclamarán la atención central. Nada menos que un plan central para la pospandemia marplatense.

El primero que hace unas semanas dio el paso inicial fue el concejal Alejandro Carrancio que siguiendo los pasos que su jefe en Crear, el senador provincial Lucas Fiorini. Tiene sus particularidades, casi un salón entero para los eventuales consejeros, consultivo y archiburocrático a primera vista.

El viernes el experimentado, desde la militancia, el sindicalismo, la legislatura y el concejo Daniel Rodríguez -siempre peronista- presentó otro plan en la misma dirección.

Quizás sea muy difícil lograr acuerdo o ensamble final en las propuestas, pero es la constancia inicial de que la responsabilidad de los actores empieza a verse en el escenario que espera la gente, porque a ella deben atender los elegidos por ella y a lo mejor exige más veces de lo que suelen creer los políticos.



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