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Cultura 22 de agosto de 2016

Sebastián Valdivia: “La generación post módem no entiende los límites que teníamos los analógicos”

El trayecto de lo analógico a lo digital, lo bueno y malo de cada modelo, más la fusión de saberes, los cyborg, la escuela punk y la búsqueda permanente con el diseño como disparador... el entramado de la charla con Sebastián Valdivia, "Acampante", uno de los creadores de Trimarchi.

por Paola Galano
@paolagalano

Diseñador gráfico, músico, dibujante, gestor cultural, curador, editor, acaso bisagra entre la generación digital y la analógica, Sebastián Valdivia es, junto a Pablo González Díaz, creador de Trimarchi, la reunión de diseño gráfico que todos los años se realiza en el Estadio Polideportivo “Islas Malvinas” y que congrega a miles de participantes de Argentina y América latina. Este año se realizará el 14, 15 y 16 de octubre.

Fruto de los propios intereses de los organizadores, que se mueven en el campo de lo artístico y de lo profesional, el Trimarchi no se agota en el diseño gráfico. Teóricos de la comunicación, artistas, filósofos, músicos, grafiteros, cineastas, videastas y hasta antropólogos de todo el mundo disertaron en Mar del Plata. Y sus aportes fueron seguidos por un público que sabe que la búsqueda es permanente y que lo tecnológico abre puertas infinitas para infinitos puntos de interés. Así, el evento es sinónimo de la gestión independiente, de lo autogestivo, de la filosofía anarco punk cuyo lema es “hazlo tú mismo”, de la comunión de saberes y del movimiento de arte y creatividad emergente. Todo confluye, en una gran ceremonia.

“Lo que forja Trimarchi es el diálogo de nuestras propias inquietudes, las que tenemos con Pablo, sobre lo que queremos indagar o ver, y bueno, esto es lo que lo hace tan sentido, o tan estimulante, porque a veces el evento termina económicamente abajo y no tenemos los apoyos que se necesitan para llevar adelante un evento así. Al otro año la dudamos, pero sabemos que no podemos dejarlo, por lo que genera en nosotros y en el público. Y retomamos y vamos de nuevo. Si no nos interesaran las temáticas de las conferencias rápidamente las dejaríamos de lado. Pero hay acá una cuestión romántica”, explica a LA CAPITAL.

Y además de lo romántico, flota el desafío, la necesidad de superar al evento anterior. Las ganas de encontrar a los referentes de la comunicación y charlar cara a cara con ellos. Exprimirles la experiencia.

Seba y Pablo tenían 19 años cuando empezaron a gestionar Trimarchi. Recién salidos del secundario, en el primer año de la carrera de Diseño Gráfico de la Escuela de Artes Visuales “Martín Malharro”, los amigos sintieron cierta decepción. “El evento nació para complementar lo que la Malharro no nos daba, por culpa de los planes de estudio, esa fue la meta en su momento”, recuerda Seba, quien tuvo su banda punk y aprendió de la gran escuela del punk y cuyo seudónimo artístico es hoy “Acampante”.

“Escribí un cuento una vez, la historia de un pájaro que anidaba en el cuerpo de un gigante, el pájaro se llamaba Acampante -recuerda-. Era un cuento audiovisual, me invitaron a presentarlo en Berlín, en un festival que se llama Pictoplasma y ahí me presentaron como Seba Acampante, por el personaje. Y quedó. Me gustó”.

– ¿Por qué Trimarchi es más que un evento de diseño gráfico?

– Trascendió. Pasa un poco por el público que se va ampliando cada vez y por nuestra búsqueda personal con Pablo. Nuestra búsqueda fue muy de raíz en el diseño gráfico, la misma que la del público y eso hizo que el evento fuera una gran búsqueda colectiva de muchos nerds, en cierta manera, que están tratando de saciar dudas y aprender un poco más. O sea que al principio Trimarchi fue tratar de equilibrar el sistema académico con información que todavía no estaba en los programas de estudio, de a poco empezamos a saciar eso. Pero nosotros egresamos y entonces nuestra búsqueda empezó a ser dentro del diseño gráfico y empezó a abrirse en nosotros la búsqueda. Entre las personas que se anotaban, vimos -porque entregamos encuestas para conocer mejor con quienes estábamos interactuando- que había antropólogos, periodistas, fotógrafos, publicistas, ilustradores, las doctrinas satélitales del diseño gráfico, pero a la vez había gente interesada en el pensamiento, en lo contemporáneo. De a poco nos fuimos permitiendo charlas un poco mas antropológicas, entendiendo a los pioneros de diferentes movimientos y a la vez charlas más futuristas o con proyección de qué es lo que vendrá. Cuando trazamos los conferencistas del evento de cada año nos basamos en un árbol y tratamos de que siempre estén contemplada las diferentes instancias del árbol. El árbol tiene raíces y ahí traemos a los conferencistas que fueron los iniciadores de algo o gente que trazó las rutas por las que transitamos en el diseño gráfico.

– ¿La raíz es el diseño?

– Sí y no. Justo en este año traemos a Chris Daze Ellis, un diseñador grafitero de los años ’70 de Nueva York que pintaba con Madonna y Basquiart. El se quedó en la calle haciendo grafitis, y mucha gente lo tiene como uno de los originales y consecuentes artistas callejeros que no se fue de la calle. Fue un personaje difícil de encontrar y dimos con él y lo traemos para una charla. Hace unos años trajimos a una antropóloga del National Geographic, Martha Cooper, que estudia el nacimiento del hip hop, el break dance y el grafiti y ella hablaba de Chris Daze Ellis como alguien original. Ahí empezamos a buscar. Siempre continuamos las búsquedas de otros también. Y al ampliarse un poco el público nosotros ampliamos nuestra búsqueda. Empezó a hacerse un ida y vuelta muy interesante con la comunidad que va conformando el evento, porque ellos mismos nos hablan de sus inquietudes, se alimentan las nuestras, y vamos dialogando. Desde hace unos seis años, el evento se desprendió del diseño gráfico y vemos actualmente que vienen cocineros, por ejemplo. Es decir personas que potencian su manera de pensar a raíz de los sistemas de pensamiento de los que habla cada conferencista.

– ¿La gran vedette de Trimarchi es la creatividad?

– No me animo, no sé, nosotros decimos que la vedette es el campo visual. Los límites del campo visual y cómo se va expandiendo y las posibilidades que permite. La creatividad es una palabra fuerte, hay muchos diseñadores que dicen que no se puede ser creativo en el diseño, hablan de que crear es otra cosa, el diseñador reorganiza elementos existentes para suplir una respuesta a un problema, por eso es que tratamos de no hablar de creatividad cuando hablamos de diseño, porque sabemos que hay ortodoxos que se sienten tocados.

– Es polémico.

– Claro, la creatividad es para el arte, el diseño es plan mental, esa es la etimología de diseño, un plan mental.

– ¿Por eso hablás tanto de los sistemas de pensamiento?

– Tal cual, el remate de “gráfico” alude al campo visual, entonces el diseño es un plan mental y el diseño gráfico es un plan mental aplicado al campo visual, en cierta manera. Eso nos abre el espectro: por eso traemos a directores de cine, porque se va ampliando cada vez más, incluso a artistas visuales.

– ¿Qué sistema de pensamiento domina en esta contemporaneidad?

– Hay una cuestión sináptica de empezar a linkear muchas cosas neuronales y cosas que nosotros solemos separar… por una cuestión académica estamos acostumbrados a segmentar y etiquetar especializaciones, carreras y demás y actualmente lo que se está viendo es que en este plan mental se aplican todas las herramientas de las que puede hacer uso un diseñador. Esto involucra instalaciones, fotografía, dibujo, arquitectura y un sinfín de herramientas que antes solían estar segmentadas y entonces uno entendía que si eras fotógrafo no podías ser diseñador, si eras fotógrafo no podías dibujar… Pero la mayoría de los diseñadores que están viniendo traen una visión mucho más holística de la actitud hacia el campo visual y lo toman como un gran todo. Esa destrucción de barreras o de límites, en cierta manera, también se lo atribuye a las cuestiones digitales que estamos viviendo. Antes cuando uno estudiaba una carrera llegaba cierta información, tenía ciertos libros afines, en cambio internet con esto del hipervínculo y del metalink todo esta linkeado, todo te lleva a otra cosa y todo se va ramificando y se va ramificando y el cerebro se acostumbra a trabajar con esa lógica.

– ¿Cómo llevan eso los más jóvenes?

– Muchos de los diseñadores que nacieron con esa lógica, yo los llamo “la generación post módem”, vienen con toda una mermelada muy incorporada, de mezclar las cosas, no entienden los límites que teníamos los analógicos. Eso se ve en la mayoría de los conferencistas jóvenes y en la gente que está viniendo.

– En el arte contemporáneo se habla de fusión de disciplinas…

– Tal cual, va por ahí. Nosotros propiciamos mucho el hecho del cruce de doctrinas que se potencian. De hecho editamos un libro el año pasado e invitamos a dos artistas que no hayan hecho nada juntos a que hagan una obra en conjunto. Y el libro te presenta a un artista, te presenta al otro y aparece una página desplegable con lo que hicieron juntos.

– ¿Qué te parece que tiene de bueno la generación analógica, que empezó a trabajar en tiempos en que no estaba internet?

– Muchos de la era digital están sufriendo un desencanto con lo digital y están volviendo a las técnicas más viejas, sobre todo a la posibilidad de error que te permitía lo analógico. La falta de “control z”, de la función de deshacer (de los programas). En la era digital todo se puede volver atrás, vos constantemente podés errar y volver, errar y volver. En la era analógica era muy difícil que exista un deshacer, pero en cambio la técnica se perfecciona mucho. El oficio, la labor porque vos estás ahondando en una manera de llevar a cabo algo, en un camino, en una perfección y vas midiendo cada error porque no podés volver atrás. Esa pavada que fue el “control z”, que en su momento fue muy práctico, marcó toda una desprofesionalización del oficio y de ciertas cosas que ahora están buscando los nativos digitales. Se vuelve a la fotografía analógica, al dibujo tradicional, al diseño en tablero, al vinilo y a otras cuestiones que lindan con otras maneras de hacer que demanda un oficio y que se revalora con el tiempo, después del desencanto digital.

– Más todo lo ambiental que se pierde en lo digital, ¿no?

– Lo analógico tiene mucha cuestión sensorial que lo virtual va perdiendo, el tacto, el olfato, hay más interacción sensorial que nos conecta más con lo que estamos haciendo, el papel, la tinta, el tablero, al faltar eso que un programa sintetiza muy bien el resultado se homogeiniza, al tener todos las mismas herramientas o las mismas limitaciones digitales hace que un chico acá tenga un resultado parecido a alguien en Suiza o en Holanda, porque el software que usan es el mismo. En cambio cuando uno se encuentra limitado por las tintas, por el color que tenés, por los papeles o los pinceles llegás a resultados cada vez más personales y tiene una autenticidad el trabajo que es también parte de ese trabajo digital. Es una linda generación la que estamos viendo.

– ¿Será el cyborg Neil Harbisson la estrella de este próximo Trimarchi?

– Es posible, él tiene una cuestión mediática por ser el primer cyborg en la Tierra. Todos tenemos intriga por lo que puede contar Neil, porque además es alguien absolutista en su manera de expresarse. Conversamos con él y no comprende a la gente que no amplifica sus sentidos mediante la tecnología. Nos ve a todos viviendo en una edad de piedra mientras todo apunta a lo biomecánico. Es interesante ver a alguien tan convencido y tan seguro de estar en el futuro. Neil nació con acromatopsia, ve blanco y negro. Y desarrolló ese ojo virtual que es una antena que le incrustaron en el cráneo y que le hace ver los colores mediante notas musicales. Estableció una escala de equivalencias entre sonidos y colores y con esa escala tiene dos tipos de audición: la exocranial y la intracraneal y lo que escucha por afuera sabe que son sonidos y lo que escucha por adentro está sistematizado a su cerebro para saber que son colores. Su antena detecta infrarojos y ultravioletas, entonces ve cosas que nosotros no y las describe y por eso está muy familiarizado con científicos que se le suman a su percepción.

– ¿La antena la desarrolló él?

– Con un equipo de técnicos. Tiene una fundación que se llama The Cyborg Foundation, que queda en Nueva York y que la dirige Moon Ribas, una española que viene a Mar del Plata con él. La fundación propone tres sistemas de ampliación de sentidos y ya no es la tecnología para equilibrar falencias del cuerpo o problemas, que es el origen del cyborg, sino para ampliar lo que ya tenemos. Esa propuesta es lo radical dentro de la fundación: propone a las personas que amplíen funciones con la tecnología y está orientada a artistas contemporáneos. No puede ir nadie que quiera implantarse un rifle en el brazo, por ejemplo. Todo tiene que tener un trasfondo artístico y una justificación que habilite una intervención. Es decir, un fin que potencie una obra. Ese es el manifiesto.

– Es decir, buscan que los cyborgs tengan su bioética.

– Sí, empezaron a trazar los derechos de los cyborgs y su bioética. Moon Ribas también es cyborg, estudió danza en Inglaterra, donde lo conoció a Neil. Se instaló en los codos unos censores sísmicos que están conectados a unos satélites de la Nasa. Uno detecta los terremotos en la luna y el otro en la tierra, entonces sus coreografías y su danzas las escribe a raíz de los movimientos que repercuten en su propio cuerpo cuando hay actividad sísmica en la luna o en la tierra.

– Una experimentación con su propio cuerpo a partir de algo de la naturaleza y de un dispositivo tecnológico…

– Sí, y lo siente como una conexión con la tierra superfuerte a partir de algo tecnológico. Eso lo usa como punto de partida para explicar esta evolución natural de lo biomecánico. Será tremendo.



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