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Interés general 22 de agosto de 2018

Avanza el analfabetismo en Mar del Plata

En los barrios periféricos hay chicos entre 7 y 12 años que no saben leer ni escribir. El sistema escolar público está colapsado, aumenta el abandono y carece de recursos para hacerle frente a la situación.

por Agustín Marangoni

El ejercicio consiste en escribir con letras un número. Después a la inversa: pasar a números lo que está escrito con letras. El sol de la tarde cae detrás de las ventanas del comedor infantil del barrio Las Canteras. El número es el 250.000. Una nena de nueve años mira el papel sin soltar la birome. Pasa un minuto, tal vez dos, y desvía su atención hacia lo que hacen sus compañeros de la clase de apoyo escolar. Uno de los profesores le pregunta cómo va. Encuentra la hoja en blanco.

Ella sonríe, no quiere decir mucho. Sabe que en el papel hay escrito un número, pero no sabe cómo pasarlo a letras. Porque no sabe leer ni escribir. Ni siquiera conoce el abecedario. La nena está en quinto grado de la escuela primaria.

El comedor de Las Canteras trabaja con la población que recupera residuos en el predio de disposición final. Ahí se sirve comida, se reparte ropa y se dan clases para los chicos. Buena parte de los recuperadores, adultos todos, no tiene el primario completo. Y cerca de treinta –de los casi quinientos que se buscan la vida entre la basura– son analfabetos. Lo mismo pasa con sus hijos, abandonan la escuela consecuencia de su contexto familiar y económico. Hay, ahí, al menos cinco chicos analfabetos.

En el barrio Parque Palermo se presenta el mismo cuadro de situación, con la gran diferencia que los chicos están todos escolarizados. El problema de base es que no aprenden. Según la ONG Casa de Veinte, encargada de los planes de apoyo escolar, hay más de diez casos. Igual que en Villa Lourdes, donde detectaron tres casos. “El analfabetismo es una condena. Todo lo demás, a pesar de que sea un espanto, guarda una chance. Pero sin lectoescritura no hay opción a nada”, explica la presidenta de la ONG, Lucía Bonifatti.

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Los chicos que reciben apoyo tienen entre 7 y 13 años. Los más castigados por esta realidad son lo que tienen entre 9 y 11. En la escuela no hay recursos para darles contención, lo cual genera un nivel de ausentismo que, en los casos extremos, alcanza hasta dos trimestres completos. Los profesores se comunican con las familias, intentan poner en movimiento alguna estrategia, pero casi siempre es en vano.

Otra situación común es la de los chicos que no son analfabetos, pero que escriben con gran dificultad, sin dominio de las pautas gramaticales y sintácticas básicas. Por ejemplo, alumnos de sexto grado que dominan la lectoescritura en forma y contenido con un nivel de segundo grado. Esos chicos se niegan a asistir a las clases de apoyo escolar porque les da vergüenza exponerse.

Además, los problemas de siempre: los días de lluvia es imposible transitar los lodazales en plena calle, entonces ni siquiera pueden salir de sus casas. A veces los profesores intentan acercarse a los chicos con mayor ausentismo, pero no siempre se pueden concretar esos encuentros fuera de los espacios habituales. “Ni los chicos ni los padres son conscientes de la gravedad del problema. Son chicos que van con su cuaderno a la escuela todos los días y que pasan de grado, pero no les sirve de nada. Lo que falla es el sistema. Esto es una falla estructural de sistema educativo”, dice Bonifatti.

Tal vez los chicos saben hacer sumas y restas simples. Pero las hacen de memoria, sin entender el procedimiento. Y al momento de volcar el esquema en un papel se les hace imposible. Sólo escriben los números sin sentido aritmético, sin el razonamiento. “Se habla de crisis, del contexto, del ajuste. Esto va más allá. Algo no está funcionando bien. Es un mensaje terrible que les estamos dando como sociedad. Los docentes están dispuestos a trabajar, pero el sistema es viejo, tiene doscientos años, y está colapsado. Es para pensarlo. Se puede modificar la situación, no es imposible. Pero no en estas condiciones”, agrega la presidenta de la ONG.

docente_alumno_3Según Bonifatti, el municipio, alertado de esta situación, no ha mostrado voluntad de poner manos a la obra. Por el contrario, comprimió el acceso a la secretaría de educación, la encerró en un microsistema hermético que no articula con ninguna otra área. Hasta cerró las carreras terciarias de formación para Analistas de sistemas y todas las tecnicaturas tecnológicas gratuitas.

Hasta 2015 existían las horas PEBA (Plan educativo barrial) que junto a los talleres culturales y de formación desarrollaban actividades en los barrios con mayores necesidades. Eran una herramienta de Estado. En el inicio de la gestión de Cambiemos, el plan completo fue pulverizado con las políticas de ajuste, junto con los talleres que integraban a más de 15 mil chicos. “El Estado no tiene que agrandarse ni achicarse, hay que hacerlo eficiente. Es falso pensar que si se achica el Estado la situación va a mejorar”, apunta Bonifatti.

Casa de Veinte ofrece clases de apoyo escolar con dos profesoras de matemática, un estudiante de Ciencias Económicas, un estudiante de Medicina, un profesor de Construcción de la ciudadanía y Ciencias políticas y un estudiante de Magisterio. A veces se mueven en sus autos, otras veces cuentan con voluntarios que los llevan y los van a buscar para garantizar la jornada de dos horas semanales que imparten en los barrios.

El analfabetismo avanza en Mar del Plata y no son casos aislados. Las escuelas públicas son víctimas dentro de un contexto de desfinanciación y ausencia total de recursos actualizados para ponerse al frente de este escenario, con la exigencia de los tiempos que corren. El apoyo escolar, que se supone es para trabajar sobre una dificultad puntual, termina enfrentándose a un obstáculo gravísimo. El peor para construir futuro.