CERRAR

La Capital - Logo

× El País El Mundo La Zona Cultura Tecnología Gastronomía Salud Interés General La Ciudad Deportes Arte y Espectáculos Policiales Cartelera Fotos de Familia Clasificados Fúnebres
Policiales 17 de junio de 2016

Cada vez son más los hombres que denuncian a mujeres por maltrato

Un 25% de los 900 casos que se dan a conocer mensualmente en Mar del Plata son registrados por personas de sexo masculino. La concientización creciente sobre judicializar la problemática y la lucha contra el machismo propician el aumento de las causas.

por Bruno Verdenelli

El viernes 23 de octubre de 2015, María Albarracín le dio una puñalada en el abdomen a su ex marido. Estaban en un taller mecánico del Puerto, donde era reparada la camioneta que había sido de la pareja, cuando la mujer atacó al hombre enfurecida por su decisión unilateral de concluir la relación.

Es cierto, en la mayoría de las veces ocurre a la inversa. Pero en los últimos tres años la cantidad de denuncias por violencia conyugal realizadas por hombres también se incrementó de manera sorprendente: en un 25 por ciento de los 900 casos que de promedio se registran por mes en Mar del Plata, las víctimas son de sexo masculino.

Los operadores que trabajan en la temática no dudan en expresar que es cada vez mayor la conciencia social que existe al respecto. Inclusive, hacen hincapié en las marchas bajo la consigna “Ni Una Menos”, que generaron la instalación masiva de la cuestión y el reconocimiento de la comunidad sobre la problemática.

Pero esto no sólo alcanza a las mujeres, que casi siempre son las principales damnificadas. También provoca en diversos hombres la pérdida de la vergüenza que significaba, antaño, denunciar este tipo de hechos. Es que, socialmente, era el mismo machismo que deriva en la violencia de género el que no permitía hacer públicos los maltratos que también podía y puede sufrir un marido o un novio, dentro de una pareja.

Por tercera vez, y las que haga falta, vale aclarar que no es el objetivo victimizar a los hombres ni justificar su accionar en la infinidad de casos de violencia de género donde las que sufren las consecuencias son mujeres. Sí es necesario no dejar de soslayar que ha crecido el número de denuncias de hombres y esto llama la atención de los operadores judiciales y policiales, y hasta de los propios especialistas interdisciplinarios que abordan la cuestión.

Es menester diferenciar: 300 de las 900 denuncias mencionadas son penales. El resto, son investigadas en la Justicia de Familia, porque su gravedad es menor.

Las del primer fuero pueden incluir lesiones, amenazas, abuso sexual y desobediencia a una orden judicial, por ejemplo, de restricción de acercamiento o impedimento de contacto. En tanto que las acusaciones del segundo grupo, y mayoría por cierto, se corresponden con violencia psicológica, económica y simbólica.

En la Comisaría de la Mujer y la Familia existen entre 20 y 30 denuncias al día por algún tipo de violencia en el hogar. Al menos cuatro, y hasta ocho, son realizadas por hombres. Las fuentes coinciden en resaltar que, en casi todos los casos, las agresiones se producen “en momentos históricos de la pareja”. Dicen, por ejemplo, que casos como el de Albarracín, cuyo ex marido sobrevivió y ella fue procesada, se repiten en momentos claramente marcados.

“Ocurren cuando hay una separación, en el posparto, en el puerperio o si se descubre una infidelidad”, repite uno de los informantes consultados. También insiste en destacar que, en general, las mujeres son las víctimas, y causas como la mencionada antes son excepciones, aunque en evidente ascenso.

La palabra de una especialista

Al ser consultada sobre el tema, la socióloga e investigadora del Conicet, Malbina Silba, considera pertinente expresar que “estos casos no pueden encuadrarse en la ‘violencia de género’ justamente porque sus víctimas no son destinatarios de la misma en base a su género”. “En términos de género, los varones ocupan la posición dominante, digamos, mientras que las mujeres, la subalterna; esto, claro está, hablando de estructuras sociales y no de individuos particulares”, agrega.

Y de inmediato cita la definición de Naciones Unidas: “El término ‘violencia de género’ es utilizado para distinguir la violencia común de aquella que se dirige a individuos o grupos sobre la base de su género”. Por eso, insiste en que “hay que ser cautos en ese punto para no caer en comparar la violencia de género con casos que, a pesar de ser muchos, no dejan de ser infinitamente menores a los perpetrados contra las mujeres”.

Cuando el machismo afecta a los hombres

Además de estudiar la problemática a fondo desde su condición de doctora en Ciencias Sociales, Silba fue víctima de violencia de género. Con gran coraje, narró su historia en una nota publicada por la revista digital Anfibia, bajo el título “Te juro que no te pego más”.

Esos motivos le son suficientes a la investigadora para ser cuidadosa a la hora de hablar de las denuncias de violencia de pareja realizadas por hombres. Sin embargo, por el título que detenta admite que, de alguna manera, el machismo también afecta la masculinidad.

Para Silba, que una mujer no pueda ser vista con la suficiente capacidad de dañar física o psíquicamente a un hombre radica en la construcción que se hizo de ella. “Frágil, débil, maternal, romántica, dulce, refinada y pasiva sexualmente”, son algunas de las características que reconoce en dicha concepción.

“En ese sentido es imposible pensar que pueden cometer acciones de ese tipo, ya que a las mismas se las considera propias de los varones”, explica. De esa forma, se las describe “complementariamente al mito de la mujer-madre virginal, delicada y opuesta al varón como macho, proveedor de bienes materiales, simbólicos, eróticos, entre otros; educado para ser responsable de la familia, para someter y controlar a las mujeres y a los miembros de la familia a su cargo y, sobre todo, para ocultar sus emociones, auto reprimir la posibilidad de mostrarse como un ser vulnerable, desbordado o sufriente”.

Para Silba en esa construcción del imaginario colectivo que “por suerte ha entrado en crisis ya desde hace un tiempo”, el varón “debe mostrarse como el macho que todo lo puede, mientras que la mujer debe ser y mostrarse como el ser sumiso que busca, necesita y desea esa protección”.

Ese es precisamente el modelo que se altera mientras una mujer no es sumisa y se atreve a más, pero también cuando el varón se muestra vulnerable o débil. Y la incipiente ruptura de ese esquema se demuestra con el aumento de las denuncias mencionadas.

“Muchas veces, por parte de otros miembros de la sociedad aparece la ridiculización y la condena por no poder cumplir con ese mandato de género”, indica Silba, y señala que la reacción de cada hombre “puede derivar en mil formas distintas, según la combinación de su forma particular, su historia y sus emplazamientos de clase, edad, cultura, territorio, religión, entre otras”.

“Con sus experiencias subjetivas y la forma en la que su estructura psíquica, el varón puede hacerse cargo de tramitar o transitar esas ridiculizaciones, sanciones y demás”, añade la investigadora.

Para finalizar, Silva piensa que “por un lado es necesario analizar las estructuras sociales que produjeron y propiciaron, por ejemplo, el tipo de dominación patriarcal y androcéntrica”. Y por el otro, resulta clave “evitar esencializar a los sujetos individuales, presuponiendo que todas las mujeres son buenas (o sea víctimas) y todos los varones malos; es decir, violentos o golpeadores”.

“En medio de ambas cuestiones, hay un sinfín de matices que es necesario señalar en el análisis de estos temas de tanta relevancia en el contexto actual”, concluye.