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Cultura 9 de diciembre de 2018

César González: “Tuve la fortuna de que la sociedad me reciba y no me vuelva a expulsar”

Pasó por Mar del Plata para presentar su última película, "Lluvia de jaulas", en la que intenta contar cómo se vive en la villa, sin romantizar ni dejar de lado la violencia.

César González, autor del filme "Lluvia de jaulas".

por Paola Galano
@paolagalano

“Puente es un lindo halago”, expresa. César González ejerce ese rol: acerca, une dos realidades que se desconocen y se temen. La villa ahora, la cárcel antes. Y del otro lado toda una sociedad, a veces prejuiciosa, a veces receptiva de esas otras historias crudas, dolorosas, de encierro y búsqueda de salvación.

A César se lo conoció hace cerca de una década por el seudónimo de Camilo Blajaquis, nombre que eligió para firmar sus primeras poesías. Precoz, talentoso, poeta de literatura dura, empezó a escribir mientras estaba preso. Fue con los libros y con el arte en general que logró transformarse. Y cambiar el destino que le estaba asignado por nacer en una villa del conurbano bonaerense, la villa Carlos Gardel, la misma en la que vive hoy.

“La venganza del cordero” (2010), “Crónica de una libertad condicional” (2014) y “Retórica del suspiro de queja” (2015) son sus libros. Y ya trabaja en el cuarto, que verá la luz el año entrante, adelanta a LA CAPITAL.

Esa poesía urgente no la ejerce sólo en el papel. Encontró en el cine otro lenguaje para poder canalizar todo su profundo universo personal. En su canal de Youtube aparecen tres de sus películas –“Diagnóstico esperanza”, “Qué puede un cuerpo” y “Exomologesis”- y sus cortometrajes, incluso “Corte rancho”, un trabajo que hizo para Canal Encuentro.

“Conviven tranquilamente la escritura con el cine”, señala en Mar del Plata, ciudad a la que llegó recientemente para presentar “Lluvia de jaulas”, su nuevo filme. El estreno fue en el marco de las Jornadas de Pensamiento Crítico, que organizaron las facultades de Ciencias de la Salud y Trabajo Social y Humanidades de la universidad local.

“Me sentí un poco muerto”, cuenta, cuando supo que una de las paredes del barrio Centenario iba a gritar una de sus poesías, pared que firmó. “Uno trabaja y quizá desde afuera parece que es fácil hacer películas y libros pero para mí es más fácil el trabajo en relación de dependencia, donde tenés todo seguro, en tal fecha tal plata… y yo vivo en la incertidumbre total, he puesto mi vida al servicio de mi arte y desde que salí de la cárcel no hice otra cosa que trabajar, que crear, que pensar de qué manera sumar para un cambio en nuestra sociedad, así que cuando se es retribuido de esa forma (por la poesía en el Centenario) uno siente que quizá un poco de sentido tiene todo lo que uno hace”.

A sus 29 años, César dice (en el papel, en la pantalla, en una charla) esas verdades que pocas veces se quieren escuchar, pero que de tan ciertas se tornan irrefutables. “Qué sucede en esos cuerpos que van acumulando todas esas violencias, qué resonancias van teniendo esas imágenes en los cuerpos, en las memorias que habitan en la villa, ¿qué devuelven esos cuerpos, devuelven más violencia, devuelven sumisión?”, se pregunta en relación al planteo que hace su nuevo filme.

– ¿Qué cuenta “Lluvia de jaulas”?

– Lluvia de jaulas es una especie de documental con poesía visual sobre la vida de los y las jóvenes en particular que viven en las villas del conurbano bonaerense y cómo trata de reflejar los distintos elementos que hacen a esa vida cotidiana en las villas para esos jóvenes que están atravesados por un montón de violencia, algunas más concretas otras más simbólicas y cómo en el medio de eso y a pesar de eso igual subsisten elementos poéticos, elementos de solidaridad y de amor pero en el medio de esa violencia. Por un lado no romantizo el hecho de vivir en una villa pero tampoco niego la violencia, obviamente que es el público el que tiene que decir qué se lleva de la película, pero mi idea era tratar de plasmar en una imagen la heterogeneidad que implica vivir en una villa, que es un lugar mucho más complejo y diverso de la versión más mitológica, más cerrada, o del discurso uniforme con el que la sociedad piensa a la villa.

– ¿De qué manera te mantenés ecuánime, sin romantizar y sin negar la violencia?

– Es difícil, pero es lo que intente hacer, acercarme a mi idea, como es un documental que está mezclado con elementos poéticos, es un documental sin guión previo, sin ningún tipo de antelación. Salía a filmar y me encontraba con situaciones de violencia con la Gendarmería o con la policía que yo no había previsto pero que sucede. Te cruzás con esas cosas a pesar de que uno no quiera, porque quizá salía con la intención de filmar algo bello, cómo se jugaba un partido de fútbol en medio de una lluvia torrencial, que es una escena de la película, y en el preciso instante estaba entrando la policía a los balazos, por otro sector de la villa, en simultáneo. En simultáneo se vive así. Y qué sucede en esos cuerpos que van acumulando todas esas violencias, qué resonancias van teniendo esas imágenes en los cuerpos, en las memorias que habitan en la villa, ¿qué devuelven esos cuerpos, devuelven más violencia, devuelven sumisión? No solamente es una mirada que yo llevo para el afuera, para que el afuera mire la villa sino para que la villa misma se mire a sí misma y reflexione sobre la propia realidad que vivimos.

– ¿Lograste comunicar para ambos lados?

– Está de mi parte como autor de la película, como línea, no dejo librado al azar ciertos temas, en ciertos momentos aparece una voz en off que va sacando algunas ideas, va dando un marco más conceptual, filósofos y filósofas que tienen relación con la violencia, qué pasa con esa violencia que uno va naturalizando, porque uno la naturaliza, qué consecuencias tiene naturalizar la violencia y cómo se hace para derrotar esa naturalización, cómo se hace para crear algo distinto en medio de algo que ya está tan plasmado como determinante.

– Vos hablás de la villa: ¿son todas las villas la villa? ¿Son todas iguales?

– Es un gran error creer que todas las villas son iguales, es de una vagancia intelectual muy grande y es algo que denota cierto sesgo ideológico que a veces emerge, cada una tiene sus particularidades porque no hay dos personas iguales. Hay distintas cosas que se repiten, que son similares en cuanto a condiciones materiales y a lo que representa en el imaginario de la sociedad la villa. Eso pasa en Buenos Aires, en Mar del Plata, en villas de cualquier parte del país. La villa es el mal, es lo feo, es lo de baja calidad, la villa es el salvajismo, la brutalidad, eso se replica como idea por más diferencias que haya en los detalles más microscópicos.

– ¿Cómo se viven en la villa en la que vivís las políticas neoliberales? ¿Notás más violencia o más gestos solidarios entre los mismos vecinos?

– Lo que organiza la vida de una persona es tener ciertas condiciones básicas garantizadas, eso nunca se llegó a pleno en la Argentina, bajo ningún gobierno, pero hoy están menos garantizadas esas condiciones materiales. Cada vez está más en peligro, y cada vez estoy volviendo a ver imágenes que creía que no iba a volver a ver, que creía agotadas. Veo que se están multiplicando la cantidad de personas desocupadas, cada vez hay menos trabajo precario y más demanda, más gente volviendo a salir con el carro a cirujear y eso trae aparejada la tristeza y la tristeza se ensambla con la depresión y la depresión estalla en situaciones de violencia intrafamiliar, el neoliberalismo por el costado económico va determinando un montón de cuestiones existenciales, sociales de las personas. Y el neoliberalismo deja que emerja lo peor de la condición humana, o lo más oscuro, lo más brutal. Nos somete a una competencia cada vez más feroz, cada vez menos oferta laboral y cada vez más competencia feroz, eso es lo que más me preocupa del neoliberalismo, los valores que transmite, los valores humanos que instala en la sociedad. Si fuera lo económico… justifica los asesinatos por parte de las fuerzas de seguridad, alienta a las fuerzas de seguridad a que salgan a cazar y usa a las fuerzas de seguridad, porque no son autónomas ni autárquicas, utiliza a mucha gente que honestamente decide trabajar en una fuerza de seguridad y bueno le alimentan un costado atroz, a mi entender. Lo interesante o lo oscuro de una sociedad… el Estado siempre va a tener un peso para alentar o desalentar, me preocupa porque no es sólo el problema económico, sino que está todo lo otro que va de la mano.

– ¿Qué te da el arte?

– Lo he dicho muchas veces y no se me ocurre algo mejor, encuentro una forma de resistir a la muerte, una forma de resistir a la tristeza, una forma de resistir a esos poderes que nos quieren tristes, como decía Delleuze, no lo decía sobre el neoliberalismo pero yo lo llevo para ese lado, el neoliberalismo necesita de hombres y de mujeres tristes, con pasiones destructivas y creo que en ese sentido el arte es una puerta espiritual y abstracta pero cuando se involucra con lo real, con los problemas de la actualidad puede surgir algo muy potente, soy de los que no separan el arte de la vida, no aíslan el objeto artístico de la vida.

– ¿Cuál es tu objeto artístico? ¿Es la villa tu tema?

– Mi objeto artístico es la vida, la sociedad, la condición humana, el misterio que por suerte sigue existiendo en la vida. Si bien Lluvia de jaulas transcurre y es una reflexión de la villa, yo no hablo solamente de la villa sino de cuestiones estructurales, del capitalismo. Aparece mucho la ciudad de Buenos Aires, para mostrar el contraste. Yo he hecho una película como Exomologesis que no tiene nada que ver (con la villa), fue en un departamento, es otro tipo de historia. No me interesa quedarme, no tiene nada interesante hacer de la villa un objeto artístico, lo uso cuando tengo algún problema que me urge porque vivo ahí, porque lo sufro, porque veo a los pibes que se mueren y la vida que se nos ofrece es una vida muy muy fea y tampoco puedo ser indiferente. Vivo ahí y me entra aunque yo no quiera, pero no me interesa como artista ni como director de cine que sólo sea la villa, si bien parto de ahí, soy de ahí y eso es inevitable, trato de que la cuestión sea más grande, más abarcativa.

– ¿Considerás que son casos positivos los de tantos futbolistas que lograron salir de la villa y alcanzar el éxito afuera, por ejemplo Carlos Tévez?

– Tengo una mirada crítica, no con el nombre propio de Carlos Tévez, sino por el hecho de que haya miles y miles de jóvenes detrás del sueño de ser Carlos Tévez cuando no hay lugar para que todos sean Tévez. Hay un montón que quedan en el camino y viven ese fracaso como una desolación. Los padres obligan a los chicos de 5 y 6 años a que sean los próximos Tévez porque esa va a ser la salvación de la familia y así van a poder irse de la villa y que el resto se cague. Entonces cuidado, hay una trampa en ese sueño. A la población villera en su mayoría no le cambia mucho la vida, la mayoría de los futbolistas se van de la villa y vuelven de visita y no tiran ni unas migajas, vuelven para sacarse una foto. Entonces no se cuánto sirve realmente en lo estrictamente tangible: es una salvación personal. Además los valores que transmite el fútbol, ¿tan interesantes son? Por lo menos en el fútbol más comercial, el de masas. Me niego a pensar al fútbol como salvación.

– ¿Cómo lográs financiar tus películas?

– El financiamiento ha sido siempre nulo. Opero la cámara yo, edito yo mis películas, con lo cual me ahorro un montón de plata. Estas películas se han hecho con un grado de libertad y de autogestión muy grandes y está a la vista. No hago de eso una virtud tampoco, no hago una épica de la precariedad. Al no estar movilizada por la cuestión monetaria y al tener otra motivación uno puede ser más libre, pero surgen otros problemas porque es un medio que está totalmente determinado por la cuestión del dinero, porque las herramientas son caras, hasta las cosas que son baratas son caras, hasta las películas más independientes necesitan miles y miles de pesos. Mis películas están hechas con un grado de artesanía y de una forma muy personal, entonces no necesité de tanto. Están hechas de una forma muy íntima, yo filmando, alguien haciendo el sonido y no mucho más y esa intimidad me ayudó a poder profundizar cuestiones de la puesta en escena, del trabajo con los actores, del montaje. Al hacer la edición yo, me doy franco los días que quiero, hago horas extras los días que yo quiero. Han sido siempre realizadas de forma independiente y a veces con casi nada.

– ¿Cómo sentís que te ve la sociedad, como artista cómo es la recepción que tenés?

– Siempre estuve muy agradecido con la sociedad argentina en su amplia diversidad porque a pesar de ser el estigma, de tener la marca en la frente de ser villero y de haber pasado por la cárcel, a pesar de que eso significa que puedo ser poseedor de un mal absoluto, a pesar de que los medios fogonean todo el tiempo como los pibes chorros como si fueran el diablo en persona, a pesar de ser una sociedad acribillada por esos signos yo no puedo negar que la sociedad argentina escuchó lo que tenía para decir, lo que tenía para contar, es una amplia gratitud, a pesar de que muchos no están de acuerdo, no tengo más que palabras de agradecimiento, tuve la fortuna de que la sociedad me reciba y no me vuelva a expulsar.



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