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Chapadmalal, destino natural que crece con surfistas y emprendedores

La localidad vive su mejor temporada. El turismo "estalló". Abundan las propuestas gastronómicas y los alojamientos de calidad. La pasión por el surf convoca a gente de todo el país. Hay un potente pero cuidado desarrollo inmobiliario pese a la falta de servicios. Historias, emprendimientos y un destino que tiene todo para seguir creciendo.

La Ciudad 8 de febrero de 2021

Por Gonzalo Gobbi | @gonzalogobbi

Fotos: Mauricio Arduin

En silencio, Chapadmalal vive su mejor temporada. Históricos pero también jóvenes emprendedores coinciden en que “el turismo estalló” este verano y “se trabaja muy bien”. Cada vez más amantes del surf y la playa eligen este tranquilo destino amigable con el medioambiente para descansar y desconectarse, mientras que los habitantes estables crecen y apuestan al barrio, que de a poco se vuelve autosustentable en varios aspectos pese a la ausencia de servicios esenciales. “Chapa” crece y de a poco se está convirtiendo en un oasis turístico con enorme potencial.

Innovadoras propuestas gastronómicas conviven con renovados espacios que hicieron historia en la zona gracias a sus fundadores. Alojamientos de primera calidad registran la misma demanda plena que los hospedajes más rústicos. La tranquilidad le gana al lujo y el éxito se comparte: nadie habla mal de otro emprendimiento, por el contrario, abundan las recomendaciones y la invitación a conocer y probar otras experiencias.

Es mucho más que “Luna Roja“, su balneario más “cool”. Algunos se aventuran a comparar a “Chapa” con pequeños aunque fuertes destinos de Brasil. Otros afirman que este verano reciben a turistas que solían viajar a Punta del Este “gracias” a la pandemia.

Un público, en general, con buen poder adquisitivo elige este oasis a minutos de Mar del Plata, pero también familias “laburantes” descubren el encanto de un punto para muchos aún recóndito.

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Desarrollo urbano

Según el último censo vivían unas 8.000 personas entre Chapadmalal, Playa Los Lobos, San Eduardo del Mar y Santa Isabel en un mapa todavía desdibujado. Hoy, por el movimiento y la construcción, creen que la cifra se duplicó.

En la inmobiliaria Alonso Chapadmalal (presente desde 1974), hace cinco años registran “cada vez más construcción”. No solo en el “centrito”, sino hacia adentro: donde parece no haber nada, hay cada vez más. Una casa de té de encanto superlativo celebra su éxito. Modernas cabañas “perdidas” y totalmente equipadas, un emprendimiento de permacultura sensacional (Lapai), de todo.

En algunas partes “ya no hay lotes”. El Plan Procrear marcó un antes y un después. La demanda de terrenos y propiedades “es constante”, mientras aumentan los alquileres de 24 meses, una rareza hasta hace poco.

“Hay una tendencia a cambiar el estilo de vida. Los que vienen suelen construir de manera consciente y sustentable respecto al impacto ambiental. La naturaleza es central”, remarcan desde la inmobiliaria, aunque advierten las deficiencias en los servicios.

Servicios

No hay gas, agua potable ni fibra óptica. La luz no está subvencionada y se corta “cada dos por tres”, y falla la señal de internet. Muchos se calefaccionan a leña, otros con sistemas eléctricos. Varios instalaron paneles solares.

Algo similar ocurre con el transporte: la gente depende del Costa Azul, la empresa que monopoliza el “precario” servicio y no entra a los barrios. Caminar mil metros entre calles embarradas cuando llueve es una realidad cotidiana para la gente de Chapadmalal.

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Cada vez son más los vecinos que pueden trabajar dentro del barrio o en la zona y ya no más en Mar del Plata gracias al desarrollo de pequeños y medianos emprendimientos que generan trabajo y atraen a surfistas y turistas, muchos de ellos marplatenses y miramarenses, pero también de Capital Federal y otras grandes ciudades. El invierno es crudo, pero de a poco también empieza a moverse.

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Sin embargo, no todos opinan lo mismo en torno a los servicios. Algunos vecinos reclaman “más infraestructura” para que la zona crezca y se desarrolle. Otros reconocen estar “mejor así”: temen que si el lugar gana “más comodidad” se instale más gente y se pierda la esencia tranquila de Chapadmalal.

Las calles, otro asunto. Varios vecinos no demandan más asfalto -no lo quieren- sino mantenimiento de las calles de granza -algunas de pasto- para poder transitar mejor. Mantener cierta condición natural es un asunto que genera debate muchas veces, pero por sobre todo -dicen- es una necesidad.

Apostar adentro

Con una sonrisa y un exquisito olor a café dentro de su pequeño y acogedor local, Luisina Varisto recibe a LA CAPITAL. Es su “primer verano” para la joven marplatense que apostó a Chapadmalal con “Luva”, una cafetería de especialidad que a diario tiene sus pocas mesas llenas de locales y turistas.

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“Estamos trabajando excelente. Desde el primer día explotó, viene mucha gente. Queremos seguir todo el año, estamos muy contentos”, dijo. Sus clientes destacan la calidad del café y las exquisiteces con las que se acompaña. El lugar a está a escasos metros de la ruta 11, en el acceso a Playa Chapadmalal.

“Luva” convive con “La Herrería”, está adentro del histórico taller que hace tres décadas fundó Roberto Ristevich donde antes había un lavadero industrial de dos ancianos que lavaban la ropa del complejo RCT y los hoteles de Chapadmalal con los que Juan Domingo Perón potenció el turismo social.

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Luisina Varista en su café temático junto a Pablo Ristevich, a cargo de “La Herrería”.

Hoy Pablo Ristevich, su hijo, está a cargo como herrero y escultor del negocio que envuelve al café temático y además alquila locales linderos, como el surf shop “NH” -de Nicolás Hermida, talentoso surfista, shaper y entrenador-, o la heladería artesanal “Mamma mía”, con Mariela Frías al frente del negocio, quien luego compartirá su historia.

Ristevich “apuesta a Chapa”, celebra que enfrente -hace poco- haya abierto “Cosas nuestras”, que deleita a todos con sus ravioles y variedades de pasta y está orgulloso de sostener el taller de su padre, donde pronto volverá a haber una cava de vinos con degustaciones.

“La gente empezó a venir de todos lados. Acá es todo surf, es la cultura del mar y las tablas. Las mejores olas están acá”, contó Pablo entre fotos, herramientas y esculturas de Mafalda, Néstor Kirchner y Chaplín hechas por su padre.

En cada rincón de “La Herrería” hay un pedazo de historia de “Chapa”. Pablo comparte con quienes llegan su historia, la de su emprendimiento, la del cambio que registra la localidad, su pasión por el surf, su deseo de que el lugar crezca y al mismo tiempo conserve su calma y entorno tranquilo.

“Hay cada vez más emprendimientos y ya no queda lugar para alquilar. Creo que es el mejor verano, el tema pandemia potenció mucho todo pero el crecimiento viene desde hace unos años”, dijo y celebró el crecimiento de Chapadmalal -suena simple, pero antes no era una opción- donde hoy en verano o invierno es posible comprar comida hecha, pagar los servicios, salir a comer de todo, desde pizza al horno de barro hasta sushi, aprender surf en un paisaje natural o disfrutar de buena cerveza artesanal. Falta una farmacia, afirman los lugareños.

Cerca del taller de Pablo están el bar de playa y hostel “La Hostería” -a cargo de Mauricio Dura- y la cervecería “Las Cuevas”, que se destacan por sus cálidos entornos y su variedad gastronómica.

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En “Las Cuevas” sirven múltiples variedades de cerveza artesanal en un ambiente cálido y distendido.

“Los chicos de Las Cuevas (Esteban e Ignacio) son lo más. Tienen la mejor onda, son de acá y te atienden de lujo todo el año. Se come bárbaro y la cerveza es riquísima”, comentó Gabriela, vecina de la zona.

A la vuelta, Mariela Frías le da vida hace seis años a “Mamma mía”, una heladería artesanal de primera calidad en un entorno ideal para relajarse y disfrutar de los sabores refrescantes quizás después de almorzar en el Club Social y Deportivo Costa Azul o en la emblemática “La casa del abuelo”.

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Jardín y deck de la Heladería “Mamma Mía”

Hasta hace poco, “en Chapadmalal no había heladería”. “Empezamos con delivery de una marca de Mar del Plata y el dueño de La Herrería (Pablo) nos ofreció el local. Nos tiramos a la pileta en el momento justo y hoy estamos felices“, contó.

Su marido trabajaba en la elaboración de otra heladería y aprendió el oficio desde adentro. Consiguieron las máquinas gracias al “amigo de un amigo”, desarrollaron sabores y le dieron su toque personalizado: Mariela sirve algunos helados en pequeñas vasijas que hace a mano -como la que sostiene para la foto Agustín, empleado del local-, pero por sobre todo los sabores y las salsas son una fiesta en el paladar.

Hoy “Mamma mía” es un paso obligado por Chapadmalal, de día y de noche, porque su apertura no solo dotó al lugar de una heladería, sino que además hizo crecer al circuito nocturno, igual que el food truck que comparte el espacio. Hoy la noche de Chapa, más que nada en verano, tiene una vida que antes no había.

Los helados cremosos, de múltiples sabores, son una delicia y captan a gente de paso, a turistas y por supuesto a los vecinos de todo el año. El local de Mariela y su marido se volvió en poco tiempo parte de la comunidad y no hay quien no hable de este emprendimiento. “Pasen por la heladería, son como los mejores de Mar del Plata”, comenta un turista a otros.

Pero a su vez, muchos llegan de otras partes del país y apuestan al presente y el futuro de Chapa. Una de las últimas inversiones fue “Casa Pampa”, con 16 cabañas, un spa y un restaurante, cargo de Liliana y Roberto Fioca.
Otro emprendimiento que ya es un clásico es “Lo de López”, con una muy buena calidad gastronómica.

El choque existe. Entre los que “vienen de afuera” y los locales. Entre los que “van a hacer la temporada” y apuestan todo el año al lugar. Pero conviven e incluso se recomiendan entre sí. Con el tiempo, quienes se instalan en la comunidad en general son valorados por aportar desarrollo y generar trabajo y aprenden de la gente que allí vive hace tiempo. Lo nuevo, lo clásico, lo sencillo y lo diferente se complementa.

“Samay Huasi”, una casa de té lejos

de todo para conectarse con el placer

“Samay Huasi” significa “casa de descanso”. El nombre le queda perfecto a este emprendimiento en el que una encantadora casa de té con productos de primera calidad se complementa con las modernas cabañas que administran con una sonrisa Ezequiel Arca y su pareja y socia Marisa Sguerra.

“Vinimos con el objetivo de disfrutar lo que hacemos y no volvernos locos”, contó Ezequiel, un experimentado paisajista de Buenos Aires que soltó hace años su empresa de renombre para emprender en un rincón de Chapadmalal primero la hostería y luego la casa de té.

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Ezequiel Arca y Marisa Sguerra, en el jardín floreado de su emprendimiento.

El entorno es cautivador. El jardín y la casa parecen extraídas de un libro de cuentos. Pero no, salieron de la imaginación de Ezequiel y su compañera. Lo planearon por años. Su negocio, sin demasiada publicidad ni carteles en la ruta (jamás tendrán uno, afirman), es un éxito: hay que reservar para degustar alguna de las 14 variedades internacionales de té o alquilar una cabaña, porque suele estar todo ocupado.

Hace 12 años eligieron una pequeña casita “perdida” en el extremo oeste de Chapadmalal -era parte de la estancia- y la “pelearon” para levantar las primeras cabañas. Con el tiempo, unos tres años después, pudieron avanzar y concretar la pintoresca casa de té. Las propuestas de Ezequiel se complementaron incluso mejor de lo que esperaba a metros de las playas en las que surfeaba en su adolescencia.

“Dejé atrás mi empresa con 25 empleados y fui feliz desde el primer momento, nunca miré para atrás. Producimos todo lo que vendemos con una calidad que no va a bajar nunca. Eso es una condición sine qua non”, contó junto a Marisa, a cargo de la exquisita pastelería que convive con dulces de calidad superlativa producidos en forma exclusiva en Mendoza.

La cafetería, también, está perfectamente cuidada y pensada. La estrella es la máquina, un “caño” que aprendieron a dominar .

La carta de té, igual que el blend especial “Samay Huasi”, fueron diseñados especialmente por la destacada teablender Inés Bertón, quien además ha destacado en múltiples oportunidades la calidad y el entorno de este espacio sinceramente único. “Ella nos eligió a nosotros y nosotros a ella”, comentaron los emprendedores.

“Cada vez más gente joven descubre esta casa. La gente nos encuentra. Abrimos todo el año los fines de semana y en verano de lunes a lunes. Somos felices y nuestro negocio es un éxito”, dijo Ezequiel Arca en una de las mesas ubicadas en el jardín, entre flores y pequeños detalles que invitan a relajarse durante la estadía.

En tiempos de pandemia, para ir primero es necesario reservar lugar. Hay dos turnos diarios. Luego de la temporada, debido a la creciente a la cantidad de clientes, es probable que este año ofrezcan un mayor servicio durante el invierno, con más días abiertos. La demanda viene en alza, pero mantener esa calma a la que invita el entorno es una necesidad para la pareja al frente del espacio.

Costa Azul, toda una

vida junto a “Chapa”

En 1947 se fundó el Club Social y Deportivo Costa Azul. El espacio nació del esfuerzo de un grupo de amigos que se reunían a jugar en una cancha de bochas que no solo sigue de pie y ha sido modernizada, sino que Daniel Martínez, nieto de uno de los fundadores, Dionisio Martínez, se encuentra hoy a cargo del club, su actividad deportiva y una amena cantina familiar.

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Club Social y Deportivo Costa Azul, fundado en 1947.

Una pintura en la entrada recuerda a aquellos “viejos” fundadores que apelaban a la voluntad de la comunidad para levantar el club que con los años se techó, sumó un skatepark, un salón de juegos (hoy tiene videojuegos “retro” y una mesa de ping pong) y mesas para jugar a las cartas junto al salón de comidas.

Aquella pintura resume la esencia de una historia. Y esa historia es lo primero que marca y cuenta Daniel. El origen del club social y deportivo.

“Hace unos años nos juntamos y decidimos levantar el club, que se había venido abajo. Queremos seguir poniéndolo de pie, hacerle la losa en un sector para poder hacer recitales y peñas, pedimos poner una oficina de Anses para los mayores, volver a poner una barra para que los baquianos no se sientan desplazados por el turismo y en fin, cuidar el lugar“, contó Daniel, orgulloso del club que guarda historias y misterios dignos de ir a descubrir y conocer.

No fue fácil hacerse del lugar. Daniel se había ido a vivir unos años fuera del país y al regresar, el club no era lo que era antes. Había perdido mucho de lo que alguna vez había sido.

Pero con esfuerzo y amigos, tal como hicieron sus abuelos, lo recuperaron. Hoy ofrece una gastronomía de calidad con precios accesibles frente a la heladería “Mamma mía”, atiende cálidamente a los locales y los turistas y por sobre todas las cosas cumple y prioriza un rol social fundamental para los jóvenes y las familias de Chapadmalal, brindando lugar para el deporte y la contención social.

“La casa del Abuelo”una parrilla que se

remonta a las raíces de los fundadores

Buena parte de la historia de Chapadmalal nació en el salón de lo que hace años es una de las mejores parrillas de la zona, “La casa del abuelo”. En ese lugar funcionó en 1937 la primera estafeta postal. De allí, el nombre con el que se conoce al barrio, “La Estafeta”. Hoy todavía puede apreciarse un buzón de antaño pero como buenos anfitriones, sus actuales responsables comparten y mantienen vivas esas raíces.

La actual parrilla -lindera al supermercado frente a la ruta 11- funcionó como el primer almacén de ramos generales de la zona cuando Dionisio Martínez y su compañera Teresa llegaron al despoblado terreno del barrio que hoy se erige como un pujante destino turístico.

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Gerónimo Fulao, bisnieto del fundador, está a cargo de la parrilla junto a Alejandra Mazza, su mujer y encargada de las delicias a la hora del postre y la cocina en general.

La fachada se ha conservado, pero la magia está adentro. Entre las paredes de ladrillo hay un verdadero museo con fotos, historias y reliquias de la antigua Chapadmalal.

La parrilla "La Casa del Abuelo" fue el primer almacén de ramos generales y hoy es atendida por el bisnieto del fundador, Gerónimo Fulao, y su pareja Alejandra Mazza.

La parrilla “La Casa del Abuelo” fue el primer almacén de ramos generales y hoy es atendida por el bisnieto del fundador, Gerónimo Fulao, y su pareja Alejandra Mazza.

Gerónimo comparte la historia de Dionisio y Teresa con los clientes, señala con orgullo y pasión las fotos, revive en su relato la nostalgia de ese tiempo pasado mientras la carne al asador toma color y sabor bajo la atenta mirada de Silvia, la parrillera de “La casa del abuelo”.

Silvia, la parillera al asador de "La casa del abuelo".

Silvia, la parrillera al asador de “La casa del abuelo”.

“Abrimos todo el año. Este verano hemos trabajado muy bien, con mucha gente de todos lados que viene a comer y a conocer este pedazo de historia”, contó Gerónimo, de 41 años y cuarta generación de emprendedores en Chapadmalal.

“Mi abuelo paterno en su entonces estaba encargado de Asuntos Agrarios acá enfrente. Se hizo cargo de la forestación de los siempre verde. Había una gran huerta donde hoy está la delegación municipal”, indicó, recordándose de niño sobre los pisos del salón en el que hoy atiende su restaurante donde funcionó la estafeta postal.

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El buzón de la estafeta postal sigue de pie junto a la parrilla.

“El negocio es sagrado, fue el primero del barrio en 1937 y hay que cuidarlo. No había asfalto, no había nada. Mi bisabuelo vino con mi abuelo cuando era muy joven”, contó al señalar una foto en el que con un viejo y pequeño sulky recorrían la zona repartiendo el pan y la correspondencia. Las historias se suceden entre las paredes, mientras la parrillada deleita a los comensales.

Influencia internacional en

la gastronomía y hotelería

Parte de la más moderna gastronomía y hotelería que desembarcó en Chapadmalal estos años trajo férreas influencias de países como Brasil e Indonesia. Tal es el caso del emprendimiento que comparten el hotel “Geko” y el restaurante “Cachalote”.

Richard Johnson trasladó sus vivencias y experiencias por todo el mundo a su hotel ubicado frente al balneario “Luna roja”, donde el lujoso espacio para alojarse convive con el local gastronómico que su sobrino, Agustín Deforonda, administra junto a su pareja, la surfista profesional Loli Lanusse, y su pequeño hijo Manú.

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Hotel “Geko” y restaurante “Cachalote”

“Mi tío fue uno de los primeros en tener la visión de que Chapadmalal iba a crecer. Trajo buenas ideas, con la onda de Praia do Rosa y decoraciones de Indonesia para armar el hotel al que luego se sumó el restaurante”, contó Agustín.

Las pizzas al horno de barro, las carnes y los pescados, todo con un toque gourmet, son la especialidad de la casa. Los ingredientes más tenidos en cuenta son los de la zona: los pescados de pescadores locales, los postres que prepara una mujer de Playa los Lobos, verduras orgánicas y quesos de productores regionales, entre otros.

Agustin Deforonda, Loli Lanusse y su hijo Manú, amantes del surf, están a cargo del restaurante "Cachalote", sobre la ruta 11.

Agustin Deforonda, Loli Lanusse y su hijo Manú, amantes del surf, están a cargo del restaurante “Cachalote”, sobre la ruta 11.

“Trabajé mucho en gastronomía afuera y traje mis ideas también. Le dimos una impronta surfera y priorizamos los productos locales. También alquilamos tablas, tenemos una galería de arte, brindamos clases de surf y nos acompaña Bernardo Lahitte que tiene un pequeño local de manufacturas de cuero y lana al lado”, agregó.

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Los cocineros y camareros son “amigos” de ambos vinculados al surf. Todo está vinculado a este deporte y “cada vez viene más gente”.

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“Uno de los cocineros, Fede “El manguera” tiene una empresa de eventos en Buenos Aires y es un gran gastronómico. Trabajamos con gente joven, piola, amigos. Se ha poblado de muchos jóvenes a los que les gustó el lugar y se vinieron a vivir. Esto está creciendo”, siguió.

“La gente que le gusta el surf, el mar, elige este lugar. Viene gente de todos lados. No recuerdo un febrero con tanto trabajo en todos estos años”, agregó Agustín, otro de los emprendedores más que conforme con el éxito de Chapadmalal esta temporada.