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Cultura 12 de febrero de 2024

Con tener talento no te alcanza: El poder de la literatura en acción

En una nueva clase, Marcelo di Marco analiza minuciosamente una oración de "Los restos" de Ana Luz Arrieta, novela que se presentará este sábado 17 en el Centro Cultural Villa Victoria, desde las 17.

Ana Luz Arrieta. Ilustración de Jorge Estefanía.

A la hora en que la hija de la mañana, la aurora de rosados dedos, recalentaba la verde cruz de la farmacia de Marina, despertábase Pukkas, el sufrido discípulo de Tío Marce. Pukkas se levantó de la cama, se duchó, se vistió, colgó del hombro la mochila con su notebook dentro, y semejante a un dios salió del cuarto y encaminose a desgastar con las suelas de sus borcegos el umbral de la casa de su personal trainer literario.

¡Me partió la cabeza el reportaje que le hizo a mi amiga en Contracara, maestro! —declarole, una vez instalado en su pupitre—. Lo vi ayer en su canal de YouTube @TallerCyC, y acá les dejo el link a nuestros lectores: https://youtu.be/u1pCHKkZpkM. Y se nota que los dos conductores de Contracara quedaron muy impresionados por la calidad literaria y humana de Ana Luz.

—Y no es para menos, Pukkitas. ¿Vos viste la potencia expresiva del capítulo que leí completo ante el micrófono, en un momento mágico del reportaje? Ojalá que sean legión los miembros de mi teleaudiencia que puedan aprovecharlo y difundirlo. Y que compren y lean el libro de Ana Luz. A mí me puso la piel de gallo ese capítulo, porque radiografía sin piedad la psicología del hermano de la protagonista y sus consecuentes acciones. Acciones futuras, contadas por un narrador suprasciente que habla en términos proféticos acerca de tales hipotéticos hechos. En cuanto al estilo, ¿vos viste que el texto tiene la fluidez de un poema en prosa, podríamos decir? Una elegía entre narrativa y poética que llora el fracaso y la pérdida del sentido de la vida. “Hijo pródigo” se titula el capítulo.

—¡Precisamente de él quería hablarle hoy, Tío Marce!

—Excelente, Pukkas, y me alegra que estés tan entusiasmado. Pero intuyo que la gran mayoría de nuestros lectores estará preguntándose de qué demonios venimos hablando vos y yo esta mañana, ¿verdad?

—Ah, claro, maestro. No venimos hablando de ningunos demonios, sino del reportaje que usted le hizo a fines del mes pasado a Ana Luz Arrieta en el programa Contracara, conducido por los premiados Alejandro Chaya y Adrián Roediger. Usted conversó con la autora acerca de “Los restos”, nouvelle estereoscópica, como la llamó, recientemente publicada por Vinciguerra. Y vi en Facebook que Ana Luz quedó muy agradecida “por el análisis tan rico de ‘Los restos’, por tus palabras y generosidad, Marcelo”. Y tampoco en Instagram se quedó corta: “Una exquisitez tu análisis y lectura”. Le confieso que me puse… un poco celoso.

—¿Celoso, decís? ¡Cortá de entrada esos sentimientos oscuros, Pukkas! Los celos pudren el alma. Y la envidia, ni que hablar. Mejor será que conviertas cuanto antes esa energía negativa en celebración: la buena literatura merece toda la apoyatura que uno pueda darle. Y la literatura de tu amiga es buenísima.

—Es verdad, maestro, lo haré. Y lo haré ahora mismo, si le parece bien, porque quiero que le prestemos mucha atención a una partecita del capítulo que usted puso bajo la lupa. Me interesó una zona muy precisa que viene a ejemplificar lo que estamos trabajando en nuestros encuentros quincenales desde que La Capital empezó a publicarlo.

—Me parece perfecto, Pukkitas, pero antes recordá que nos debés cierta información a nuestros lectores y a mí. Y lo prometido es deuda. Hay algo sobre la presentación…

—¡Ah, cierto! Antes de despedirnos, la vez pasada yo había quedado en revelar el lugar y la fecha de la presentación del libro de Ana Luz. Será el sábado 17 de febrero, a las 17:00, y nada menos que en el Centro Cultural Victoria Ocampo. Todo el mundo sabe dónde queda Villa Victoria, pero por las dudas dejo la dirección: Matheu 1851.

—¿Y los presentadores son…?

—Dos amigazos suyos, máster: Evangelina Aguilera y Dante Galdona.

—¡Genial!

—Y ahora, si me permite, me gustaría mostrarle algo que descubrí hacia el final del capítulo que estamos comentando.

—Adelante, Pukkitas.

—Espere que saco de la mochila mi ejemplar, acá lo tengo. La última frase del anteúltimo párrafo dice exactamente… Acá está, página 31.

—Epa, mi querido mindundi, qué riguroso y preciso que te viniste hoy.

—Es que me estoy contagiando de su sentido de la disciplina, maestro, qué quiere que le haga.

—Exmindundi entonces. ¿Y qué querías mostrarme de lo que escribió Ana Luz?

—Esta imagen, Tío Marce, que dice así: “Será un hombre errante de mirada vacua, a lo lejos no se podrá distinguir dónde empieza él y dónde termina su padre”.

—¿Y qué te llamó la atención de esa imagen?

—Y… Y que se da el caso de que me gustaría que me hablara de ella.

—Ah, mirá qué bien. ¿Sabés que, desde mi posición, se da el caso de que me gustaría que vos mismo me hablaras de ella a mí?

—Lo intentaré, máster. En primer lugar, puedo decir que la entiendo, y que al mismo tiempo no la entiendo.

—Seguro que con “no la entiendo” no te estarás refiriendo a eso de “Será un hombre errante de mirada vacua”.

—Tal cual, maestro. Eso no me representa ninguna dificultad de comprensión. Muchos amigos míos andan errantes por la vida, y con los ojos vacíos.

—Vacíos de qué, Pukkitas. ¿Son tuertos?

—Qué sé yo vacíos de qué, máster. Pongámosle que vacíos de esperanza. Hoy mucha gente anda así.

—¿Y lo de andar errantes? ¿Tenés amigos que se lo pasan caminando por la costa desde el Mirador Waikiki hasta el Parque Camet, ida y vuelta?

—A veces usted es bastante chistoso, maestro.

—Chistoso pero socrático, Pukkas. Dale, hablá. ¿Qué evoca en vos eso de “errante”? ¿Te gusta Wagner, El buque fantasma?

—No me joda con cosas de las que todavía no tengo ni idea, maestro. En mi colegio jamás me hablaron de esa película, o serie o lo que sea eso de Wagner que usted dice. Lo que sí puedo asegurarle es que, de acuerdo con el contexto que va armando Ana Luz Arrieta en su nouvelle, errante vendría a significar, por lo menos para mí, algo que le pasa mucho a la gente de mi generación. El otro día me lo dijo mi abuela, que es una sabia. Me dijo: “Ustedes andan como bola sin manija, Paquito”.

—Lo cual entraría en los dominios del lenguaje poético, esta vez disfrazado de comparación abuelística.

—Mire que tuve que meterme en la web para entenderla.

—¿A quién? ¿A tu abuela, o a la comparación?

—A las dos, maestro.

—Valga entonces tu involuntaria anfibología, Pukkas.

—¿Mi anfi… qué?

—Nada, nada. Ya hablaremos algún día de ese viejo truco de la anfibología. Más me interesa ahora seguir tu razonamiento, que va muy bien encaminado. Evidentemente, Ana Luz disparó una poderosa imagen poética que en su primera parte vendría a significar esto, dicho en lengua utilitaria: el hermano de la protagonista será un fracasado carente de esperanzas o ideales.

—Eso, Tío Marce. Yo hice la misma lectura que usted.

—Pero fijate qué curioso: en mi interpretación agregué una palabra nueva.

—¿Cuál, maestro?

Vos hablás de falta de esperanzas, y yo sumé falta de ideales.

—Es verdad. Y además le sumó la idea del fracaso.

—Y puede venir otro lector que, también inducido por el desarrollo del capítulo en cuestión, agregará en su lectura otros componentes. Ese lector puede asumir que un “hombre errante de mirada vacua” es un depresivo, o bien un suicida en potencia. ¿O no?

—O bien un sádico en potencia, Tío Marce. O un resentido. O un envidioso. O todas esas cosas juntas.

—Exacto, Pukkas, semejantes lacras suelen ir de la mano. ¿Y por qué te parece a vos que Ana Luz no lo dijo así, con esas palabras? ¿Por qué dijo “Será un hombre errante de mirada vacua”, en lugar de “Será un fracasado, un depresivo y un potencial suicida sádico y envidioso y carente de esperanzas o ideales”?

—Porque es una artista.

—¡Eureka, Pukkas! Dale, seguí.

Ana Luz Arrieta no se mandó todo ese rollo, porque optó por escribir una obra literaria y no un informe psicológico. Porque prefirió jerarquizar el lenguaje de todos los días. Porque decidió darle lugar al lector, sin explicarle lo que él puede dilucidar por sí solo. Por eso le decía que esa imagen que tanto nos impactó nos sirve muy bien para ejemplificar todo lo que venimos compartiendo desde hace meses con nuestros lectores.

—Es así, Pukkitas, y me alegra que eso lo hayas descubierto prácticamente solo. Cuando la palabra poética exprime la lengua funcional como si fuera una naranja jugosa, logra proponerle al lector una cantidad infinita de significados, dentro del contexto.

—Y eso que solamente analizamos la primera parte de la imagen, máster. Nos falta la segunda, que es más compleja. Compleja pero no complicada, como le gusta aclarar a usted. ¿Dejamos para la próxima eso de “a lo lejos no se podrá distinguir dónde empieza él y dónde termina su padre”?

—Claro, Pukkas, porque ahora tenemos que lustrarnos los borceguíes para ir a la presentación de “Los restos”. A seguir comprobando, entre otras cosas, que “Con tener talento…

—… no te alcanza”.



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