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Cultura 1 de diciembre de 2023

Crónicas marplatenses: Estaciones

La ciudad que los turistas disfrutan quince días en verano no es la de sus habitantes de todo el año. Así, en esta crónica. vemos la metamorfosis que provoca un frío que nunca se va, aquel que en verano solo se esconde en el mar.

Por Ana Luz Arrieta

Familias que ahorran todo el año para vacacionar quince días en Mar del Plata. El mar que sirve para refrescar, ¿cuántas veces? Pocas porque expulsa.

En una familia de seis integrantes, cuatro ingresan a puntitas de pies. El primer contacto corporal con el agua fría deben ser las extremidades para prevenir paros cardíacos, no sé si lo recuerda el turista pero de todos modos su avance al mar es lento, dedos del pie engarrados y ante la primera ola que rompe y llega con su espuma blanquecina a tocarlo, el reflejo principal es retirarse, ir para atrás, volver a la arena seca; el sudor corporal ya se secó, ya no hay deseo de meterse, el mar lo echa, pero el turista no puede irse sin la experiencia de zambullirse. Entonces vuelve al punto de inicio: puntitas de pie, respiración contenida, se nota en la primera inhalación, el ombligo como si buscara la columna vertebral, el pecho se hincha, pero avanza firme. Firme en hacer valer los ahorros y la experiencia. Firme en poder refrescarse a pesar de que no lo necesita porque ya olvidó el calor. Solo quiere meterse y nadar para que el cuerpo olvide la piel de gallina.

Mientras los otros dos integrantes de la familia solo acercan sus pies y aceptan la propuesta. A las orillas está bien. Un poco más sería un despropósito.

De todas formas, la experiencia del turista es la misma para el local. Los únicos que aprovechan el mar en las cuatro estaciones suelen ser los surfers.

Cuando el turista vacaciona en esos quince días, el clima le es indistinto. Con lluvia, viento o sol sus planes no son arruinados. Incluso, los acomodan según el día, pero no negocian quedarse en el departamento u hotel. Sin embargo, eso se permite quince días. El resto de los meses vivir con las cuatro estaciones en cuestión de horas es fatigoso.

Los que vivimos acá todo el año, en enero y febrero intentamos escapar del ruido, embotellamiento y a la imagen de una ciudad que quedó chica. Marzo y abril suelen ser los meses para aprovechar playas despobladas, si lo permite el trabajo. En mayo, ya sabemos que es el mes del anticipo. Anticipo a la crudeza que se avecina, sabremos que el frío nos mostrará su cara hostil, una vez más. Sabremos que la ciudad comenzará a olvidarse de las leyes de la naturaleza e impondrá las suyas.

La ciudad iniciará su juego con los habitantes que se quedarán viviendo el resto de los meses. Las lluvias impredecibles, repentinas y molestas. El sol apenas nos calentará. Sabremos que el mar comenzará a odiarnos y entonces nos traerá a él: quien nos alejará de la costa y nos obligará a dejar la ciudad en silencio por meses. Me gusta pensarlo como un invitado no deseado que se niega a marcharse. Perturba, molesta, causa hasta un poco de repulsión: el frío.

Dejar expuesta una parte de la piel es proporcionarle una tajada. Hará con ella lo que mejor sabe: grietas y sequedad. Los labios siempre están expuestos junto con las mejillas, no queremos tocarlas porque ya sabemos su dureza. Es la transformación a una piedra.

Los guantes sirven como protección para no sufrir dedos inmóviles porque cuando se los olvida proteger, entonces ya no son parte del cuerpo. La transformación a dedos de hielo.

La nariz, no siendo suficiente la bufanda que servirá por algunas cuadras, cubrirá mentón, labios y nariz, hasta que sea necesario hablar con alguien y se deba abandonar la poca protección. Otra vez el color rojo resaltando y si se intenta tocarla con los dedos de hielo provoca molestia, aparece la sensibilidad. El riesgo a que el goteo de la nariz se convierta en estalactitas.

El resto del cuerpo intenta responder al frío con vestimenta térmica. Los pies con medias de lanas, varias capas de ropa y por encima la mejor campera que se pueda poner.

Ya estamos abrigados con nuestra mejor armadura, le cedemos algunas partes del cuerpo pero también nuestros planes porque se vuelve difícil la salida de la casa si no es por la obligación del trabajo.

Cuando ya sentimos que el frío nos da tregua, conocemos sus variantes, reconocemos sus horarios donde quiere ser centro de la escena, creemos que ya pudimos, entonces aparece su compañía: el viento.

No se le desea ni al peor enemigo el día de frío y viento en Mar del Plata. Y me permito hablarles como si fueran entes porque así los siento. Se adueñan de la ciudad sin permiso.

Si el frío ya nos transformaba partes del cuerpo, el viento nos deja inmóviles. Permite alargar esa mutación, ya no es tan fácil llegar a un lugar calefaccionado y que el calor se adueñe rápidamente de nosotros.

El viento nos pone otra dificultad: el cansancio. Caminar con viento implica que cada pisada cueste el doble, empuja para atrás y uno pone el cuerpo para seguir avanzando. El cuerpo atrapado en capas de ropa, manos que intentan cubrirse en los bolsillos, gorro que sostiene el pelo y si no lo hay, son pelos que se meten en el rostro e imposibilitan la mirada, hay que sacarlo con los dedos de hielo, pero vuelven a moverse y como si fueran ajenos al cuerpo empiezan una danza con el aire, entonces es una batalla que se prefiere renunciar y caminar siendo cuerpo pelo.

El cansancio porque se entra en calor, aparece la agitación y a veces se comete el error de abrir la boca, entonces el viento ya no es solo exterior, es propio, interno y cada célula del cuerpo lo recibe y entonces vacila ante el enfriamiento interno y la respiración agitada.

Viento y frío, ambos forman una cápsula que nos encierran. Quedamos a merced y esos días aparece el pensamiento fugaz de que vamos a morir con este clima, no tiene fin, es interminable. Viento y frío, ahuyentan a los habitantes, devoran reuniones sociales, no hay lugar para las súplicas y tampoco la salida es desafiar porque no hay con qué. Simplemente, es resistir.

Me permito la repetición de la palabra “entonces” porque resume la experiencia climática de Mar del Plata:
Es un día soleado y entonces aparecen las nubes.
Es un día templado y entonces aparece el viento sur.
Es un día gris y entonces aparece un rayo de sol.
Todo en un día.



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