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La Ciudad 30 de julio de 2023

Cuando el legendario “Cachafaz” bailó con la muerte en Mar del Plata

Pasó a la historia como el mejor bailarín de tango. Pisó los principales escenarios del país y actuó en París y Nueva York. Fue amigo de Gardel. La muerte lo sorprendió en Mar del Plata, mientras actuaba en un restaurante. Fue el 7 de febrero de 1942, fecha instituida como el "Día Nacional del Bailarín de Tango".

Ovidio José Bianquet, "El Cachafaz", una leyenda de la vieja guardia del tango.

por Gustavo Visciarelli

“El Cachafaz” pudo haber muerto mucho antes, en cualquier sitio de aquel universo tanguero donde relumbraban dagas y balazos, pero el destino quiso que fuera en Mar del Plata a las 23.15 del sábado 7 de febrero de 1942 en el patio de un establecimiento de La Perla que ya no existe, que nadie recuerda y que en nada se parecía a los escenarios que conoció en la calle Corrientes, en París o en Nueva York.

Ovidio José Bianquet -así se llamaba- pudo haber muerto, por ejemplo, una noche de 1915 en Balvanera, cuando se batió con un cochero moreno de Barracas apodado “El Rengo Cotongo” en un reducto donde el violinista Francisco Canaro y dos más -bandoneón y piano- tocaban por cuatro pesos.

No hubo en aquel duelo puñales ni bufosos, al menos al principio. “El Cachafaz” y “El Rengo” -quien, según Canaro, encubría al milonguear la cojera de su diestra- se midieron en la pista, pero el triunfo de Bianquet caldeó la atmósfera y los amigos de uno y otro arrancaron a los tiros.

“Las balas -contó Canaro en sus memorias- pegaban en las chapas de hierro que cubrían la baranda del palco y nos tuvimos que echar cuerpo a tierra hasta que amainó el escándalo con la presencia de la policía que arreó con todos a la comisaría”.

Bianquet, vale aclararlo, no usaba revólver. “De un cachetazo los dejaba dormidos. No era buen mozo, era feo como noche oscura… y esa cara picada de viruela… Pero su forma de ser era suave y simpática. Todas se enamoraban de él. Ahora, cuando se enojaba, temblaban todos”. Así lo recordaba Carmencita Calderón, la bailarina que lo acompañó desde 1932 hasta el último tango en Mar del Plata.

El señor Benito

Bianquet nació el 14 de febrero de 1885 en un conventillo que su difusa biografía ubica en Boedo. Allí ganó, siendo niño, el alias de “Cachafaz” – en jerga lunfa, descarado- y un falso nombre, Benito, sobre cuyo origen solo existen versiones indocumentadas.

Con música de organito, “los chicos bailábamos entre nosotros en las veredas de ladrillos. A los 11 años ya era un fenómeno para el tango con corte y barquinazo y los mayores hacían rueda para verme”, contó Bianquet en una entrevista, tres años antes de morir.

“El Cachafaz” ya era renombrado en el circuito milonguero porteño cuando en 1911 venció en un concurso a los mejores bailarines de su época. Desde entonces, brilló en los escenarios de la calle Corrientes, tuvo academias, conoció París y Nueva York, recorrió el país, participó en giras internacionales, apareció en escenas de películas y acuñó la marca que lo perpetúa como el mejor bailarín de todos los tiempos.

Artífice de la estilización del tango, “El Cacha” descubrió un filón cuando se hizo profesor de la aristocracia porteña que deseaba darse dique en París, donde el dos por cuatro hacía furor.

“Les enseñó a los Anchorena y los Roca” -dice Francisco García Jiménez en sus “Estampas tangueras”- y lo “hacía con singular mesura” en aquellos palacetes donde “nadie le decía Cachafaz, sino señor Benito”.

Sus finanzas, sin embargo, flaqueaban al ritmo de una vida dispendiosa y eso explica que figure como coautor del tango “Tras Cartón”. Según el periodista José María Otero, los verdaderos creadores de esa pieza lo sumaron para que se ganara unos mangos y, con idéntico propósito, otros dos amigos de Bianquet lo grabaron en 1929: Francisco Canaro y Carlos Gardel.

El restaurante donde murió "El Cachafaz" estaba en Salta al 200, dirección que desapareció con el ensanche de la avenida costera.

El restaurante donde murió “El Cachafaz” estaba en Salta al 200, dirección que desapareció con el ensanche de la avenida costera.

El escenario final

“El Cachafaz” murió después de bailar el tango “Don Juan” en “El Rancho Grande”, un restaurante “con anexo hotel familiar frente al mar” que estaba en Salta 281-89, entre French y Beruti, 50 metros al norte de la actual planta de Havanna y 150 al sur del Unzué.

Tal dirección fue borrada del plano marplatense por el ensanche de la avenida costera y hoy miles de autos pasan sobre el sitio donde estuvo, rodeado de baldíos, “El Rancho Grande” con su techo de paja.

Eso sí: el establecimiento tenía teléfono y soporte publicitario en diarios y guías turísticas veraniegas. Su dueño, Juan Cuniberti, contrataba también orquestas típicas para promover reuniones danzantes que se alargaban hasta la madrugada. Gracias a los avisos comerciales, sabemos que el lugar estaba abierto “toda la noche” y ofrecía “gran parrillada” y “platos típicamente criollos” en un “ambiente familiar”.

Bianquet bailó su último tango al compás de una orquesta marplatense, cuyo pianista tenía 18 años y sería un símbolo de la ciudad: Armando Blumetti. Aquel pibe no conocía a “El Cachafaz” y el bandoneonista tuvo que aleccionarlo de apuro. Quizás sea comprensible: reinaba ya la nueva guardia y, con ella, el tango entraba en su década de oro.

El aviso publicitario que anunció la última presentación de Bianquet parece querer rescatarlo de los tiempos que se iban: “El alma del tango de antaño en las piernas brujas del más fiel intérprete de la guardia vieja: el famoso bailarín El Cachafaz actúa nuevamente en el más típico y agradable lugar de esparcimiento. El Rancho Grande”.

Ni un tuteo

“Esa mañana lo vi preocupado. Le pregunté si tenía algún problema y me respondió que no”, diría tiempo después Carmencita Calderón, quien bailó diez años con “El Cachafaz” sin que mediara un tuteo.

Bianquet había tenido como parejas a Emma Boveda, Elsa O’Connor, quien después echó buenas en el cine, e Isabel San Miguel.

Carmencita Calderón -en realidad, Carmen Micaela Risso de Cancelieri, una maestra de 27 años que había aprendido a bailar el tango con su hermano y solo lo hacía en reuniones familiares- conoció a Bianquet en 1932 en el club “Sin Rumbo” de Villa Urquiza. Inmediatamente, pasó a trabajar en su academia de Lavalle entre Callao y Rodriguez Peña y una semana más tarde debutaron profesionalmente en el teatro San Fernando con la orquesta de Pedro Maffia, convirtiéndose en la pareja más taquillera de su época.

“Muchos creían que andábamos juntos, pero no era así. Don Benito tenía esposa, que era francesa. Siempre fue muy respetuoso y nunca nos tuteamos. Fue el mejor bailarín de tango y, además, un caballero. Con él gané mucho dinero porque ‘El Cacha’ se desvivía por cumplir con sus obligaciones”, sostuvo Carmencita hasta el fin de su vida centenaria.

Aviso publicitario anunciando la que fuera la última presentación de Ovidio José Bianquet.

Aviso publicitario anunciando la que fuera la última presentación de Ovidio José Bianquet.

“Bien picadito”

En 1942 Mar del Plata tenía cerca de 120 mil habitantes y dejaba de ser la villa balnearia del patriciado para abrirse a la clase media. El Casino Central brillaba en su tercera temporada y la Ruta 2 cumplía cuatro años.

Los diarios, que costaban 30 centavos y dedicaban sus primeras planas a la Segunda Guerra Mundial, anunciaban el partido que aquel 7 de febrero jugarían las selecciones de Uruguay y Argentina en el Estadio Centenario de Montevideo desde las 21.50.

La Coca-Cola estaba por llegar al país a 20 centavos la botella chica, el equivalente a los 5 centavos de dólar que costaba en Estados Unidos. Esto nos sirve para saber cuánto significaban los 900 pesos que Carmencita y algunos amigos tuvieron que reunir para trasladar el cuerpo de “El Cachafaz” a Buenos Aires.

En la noche del 7 de febrero se hallaban en “El Rancho Grande” dos amigos de Bianquet que Carmencita mencionó como “El Muñeco” y Antonés. También estaba el “gerente de Malta Mamita”, popular producto de la Nueva Cervecería Argentina, quien les había conseguido el contrato para bailar en el restaurante.

“En la primera presentación bailamos tres tangos y fuimos ovacionados”, dijo Carmencita. Al maestro Armando Blumetti le quedó grabado un recuerdo: “El Cachafaz” le pidió “Don Juan”, un clásico de la vieja guardia, con la recomendación de que lo hiciera “bien picadito” para bailarlo canyengue.

Después, Carmencita se fue a su habitación para escuchar el partido que Uruguay ganó 1 a 0, consagrándose campeón sudamericano. “El Cacha” se asomó con la intención de decirle algo pero ella, pegada a la radio, lo despachó con un gesto. Minutos más tarde, volvió a asomarse. “Señora, cuando termine el partido, la espero a tomar medio whisky con mis amigos”, le dijo, y se fue a conversar en el patio con el gerente de “Malta Mamita”.

“Al ratito vino la mucama, gritando que Don Benito estaba tirado en el patio”, contó Carmencita. Los músicos notaron el ambiente revuelto y creyendo que se había armado una trifulca, activaron su protocolo. “En todos esos lugares nocturnos -recordaba Blumetti-, cuando pasaba algo, arrancábamos con ‘La Cumparsita’”, a sabiendas que atraía bailarines y aplacaba las broncas.

Carmencita creyó que Don Benito había sufrido una simple caída, pero al acercarse vio que “apenas respiraba. Llamé a sus amigos ‘El Muñeco’ y Antonés pero ya no había nada que hacer”.

La orquesta seguía con “La Cumparsita” y Bianquet, a solo una semana de cumplir 57 años, expiraba al son del himno del tango.

"El Cachafaz" y su última pareja de baile, Carmencita Calderón, quien fue testigo de su muerte en Mar del Plata.

“El Cachafaz” y su última pareja de baile, Carmencita Calderón, quien fue testigo de su muerte en Mar del Plata.

Domingo triste

El médico José María Esquerdo, que vivía en Mitre 1783, certificó que Bianquet falleció a las 23.15 de un “síncope cardíaco”.

Quizás nunca sepamos por qué en el acta de defunción labrada en el Registro Civil el domingo 8 de febrero con el número 112, “El Cachafaz” figura como “empleado”. Posiblemente, el contrato con “El Rancho Grande” haya sido suficiente para encuadrarlo así o acaso la burocracia de la época no consideraba como tal el oficio de bailarín.

Cierta leyenda que le adjudica a “El Cachafaz” un padre francés se ve rebatida en el documento, donde consta que era hijo de “Antonio Bianquet, uruguayo, fallecido” y de “Petrona Celestina Cabral, argentina, domiciliada en Capital Federal”. La esposa de “Don Benito” solo figura como “Edelmira Bianquet”; y el domicilio del legendario bailarín quedó registrado con una vaguedad: “Capital Federal, accidentalmente en esta ciudad”.

Antonés se llamaba Eugenio Américo, tenía 47 años, vivía en Guido 1135 y fue testigo del acta junto a un empresario fúnebre de 39 años: Félix Piovano, hijo del fundador de la firma.

“Entre varias personas juntamos 900 pesos para llevar el cuerpo de ‘Don Benito’ a Buenos Aires. Los primeros en hacerse presentes fueron el director de orquesta Ricardo Tanturi y el cantor Alberto Castillo”, aseguró Carmencita Calderón, quien falleció en Villa Lugano en 2005, a los 100 años.

Ella siguió bailando esporádicamente con otras parejas, al tiempo que daba clases y exhibiciones. Con el renacer del tango bailado, las nuevas generaciones la reivindicaron como precursora femenina del estilo canyengue y como escuela de un estilo que sin Carmencita se habría perdido. Fue homenajeada en la Legislatura Porteña y en el Teatro Colón y bailó el último tango al festejar sus 100 años, tres meses antes de partir.

Los restos de “El Cachafaz” descansan en el Panteón de Actores de La Chacarita y la fecha de su muerte quedó instituida como el “Día Nacional del Bailarín de Tango”.

Sabiendo que Bianquet aprendió a bailar en las veredas, bien podría Mar del Plata recordarlo los 7 de febrero con una milonga callejera. Seguramente, habrá un lugar donde aquellos que acepten el convite puedan bailar a cielo abierto, no muy lejos del sitio donde “El Cacha” le sacó viruta a un piso que hoy no existe. Para no incordiar a los vecinos, el fin será puntual: 23.15. Y eternizando el pedido que hiciera “Don Benito”, debe ser con “Don Juan”, bien picadito.
………….

Fuentes: Archivo LA CAPITAL y Archivo Museo Histórico Municipal Roberto Barili. Revista Así, marzo de 1972 (entrevista a Carmencita Calderón) y documental “Un piano y el mar, la vida de Armando Blumetti” de Javier De Silvio.

Agradecimientos: Hemeroteca del Museo Roberto Barili, Miguel Rosarno y Juan Miguel Alvarez.

 

 



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