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Opinión 28 de marzo de 2021

Cuando hay dos comandantes, manda el desorden

Cristina Kirchner.

por Jorge Raventos

Una semana atrás, el presidente Alberto Fernández apeló a una cadena nacional para sincerar lo obvio: el país no recibe las vacunas que él mismo anunció con pronunciado optimismo el 10 de diciembre (aseguró entonces que a fines de febrero habría 10 millones de argentinos inoculados: a fines de marzo sólo se ha vacunado a la quinta parte de esa cifra).

Mejor que argumentar es vacunar

Fernández tiene argumentos ante esa situación: las farmacéuticas que fabrican las vacunas (y en algunos casos, los estados que las sostienen) no cumplen ni los contratos firmados ni las promesas reiteradas; y Argentina no es el único país que sufre esa conducta: pasa en las mejores familias.

Es bastante cierto: Europa se queja de lo mismo y reclama con urgencia porque se encuentra en el vórtice de una tercera ola de pandemia, mientras los países disputan el acceso a las vacunas, convertidas en un bien escaso. La India ha anunciado que no exportará dosis de Covid Shield, versión de Astra Zeneca producida localmente por el el Instituto Serum, hasta no asegurar la provisión doméstica. Es decir, hasta fines de abril como mínimo. Los millones de dosis que llegarían de Rusia viajan en cómodas cuotas de algunas decenas de miles por semana, y las de China “están en China”, como explicó la ministra de Salud. Por lo demás, las dosis chinas recién ahora están autorizadas en Argentina para mayores de 60, con lo que hasta el momento no eran una solución para esa población más expuesta y por eso se empleaban con preferencia para el personal docente.

De todos modos, los argumentos no consiguen ocultar las deficiencias propias; tampoco sirven para -lo fundamental resolver: las vacunaciones.

Con el número dos…

La épica antipandemia empinó al Presidente, durante algunos meses del año último, a altas cúspides en las encuestas de opinión pública; la esperanza de éxitos en ese campo se ha convertido ahora en el único recurso que va quedando a su disposición para revertir una extensa caída y una situación de creciente debilidad.

Cuando resignó a su ministra de Justicia, Fernández terminó de perder el control sobre la agenda judicial, que ahora queda sólo contenida por las relaciones de fuerza (institucionales o fácticas).

En cuanto a los objetivos de su agenda económica -que en el gabinete encarna el ministro Martín Guzmán-, se ven condicionados por los reparos que inspira (o que alienta) la vicepresidenta. Ella ha sido muy clara: mientras Guzmán acordaba en Washington con el FMI “ un programa que nos permita refinanciar los u$s45.000 millones de deuda que tomó el gobierno de Juntos por el Cambio”, la señora declaraba que Argentina no puede pagar si no se extiende a veinte años el plazo de repago y no se bajan sustancialmente los intereses. El Fondo dió dos señales simultáneas: acordó la mayoría de las propuestas de Guzmán ( “el equipo del FMI y las autoridades argentinas continuarán trabajando juntos con miras a profundizar los entendimientos en estas áreas clave”) y, a través de su vocero descartó que se estuviera pensando en estirar plazos o bajar la tasa de interés.

Desde el territorio K llegó fuego graneado: “El señor presidente y el ministro Guzmán nos estuvieron engañando todo el tiempo- declaró Hebe de Bonafini, habitual lanzadora de exocets del arsenal K-. “Ayer el presidente y el ministro hicieron un acuerdo con el Fondo. El presidente dijo que iba a honrar la deuda… Señor presidente, sabe usted que la va a honrar con una gran deshonra, con el hambre de los hambrientos, ¿A qué le llama honra usted, señor presidente? ¿A ponerse de rodillas con el Fondo?”. Y concluyó lapidariamente: “No se acostumbre a mentir, señor presidente”.

La autoridad de Fernández se ve persistentemente erosionada por los avances del ala K en su gobierno (o los desplantes sobre su gobierno).Por eso, si Fernández quiere recuperar poder y juego propio, tiene que apostar todos sus ahorros a resolver con eficacia y limpieza el tema de la vacunación.

El tono de quien Fernández llama “querida Hebe”, se corresponde con un cambio de sintonía de la propia señora de Kirchner. El discurso evocativo-doctrinario que la vice (presentada como “presidenta” por la locutora oficial) pronunció el último miércoles en Las Flores evidencia que ella abandona el discreto segundo plano que había preferido hasta ahora y no vacila ya en mostrarse en el centro del escenario.

Napoleón Bonaparte decía que era mejor tener un mal general que dos buenos generales. La duplicidad puede tener malos resultados electorales y, como consecuencia, costos políticos y existenciales. Como advirtió poéticamente Marechal: “Con el número dos nace la pena”,

¿De aquí no se va nadie?

En las últimas semanas circuló un rumor que ascendió hasta llegar a distinguidas columnas periodísticas. La versión aludía a un diálogo a solas que habrían mantenido Fernández y la señora de Kirchner en Olivos, tres jueves atrás. Efectivamente, el 11 de marzo el Presidente y su vice comieron en la residencia presidencial, ese es un dato objetivo. Por esos días se prolongaba la incógnita sobre el reemplazante de Marcela Losardo en Justicia, de modo que es plausible suponer que ese fue un tema de la charla. Hasta se puede conjeturar que lo “discutieron”.

Ahora bien, ¿es cierto que él le ofreció a ella “irse” (es decir, dejar la presidencia) y que ella le respondió “lo mismo que le había respondido años atrás a Julio De Vido” (de aquí no se va nadie)? La única fuente posible sobre el contenido de una conversación de esa naturaleza entre ellos son los mismos protagonistas.

Un rumor elevado a noticia se acerca al barrio de las “fake news” no solo si se trate de una conjetura (esto, en realidad, ya se ha naturalizado, como dicen), sino si, además, se basa en una presunción arbitraria o interesada.

Es cierto que entre Fernández y la señora hay perspectivas contrapuestas en varios puntos, y también es cierto que la influencia de ella eclipsa al Presidente (así como los momentos de relativa autonomía de Fernández, cuando se aproxima a fuerzas ajenas, oscurecen el ánimo de la vicepresidente, que pretende monopolizar el vínculo con el titular del Ejecutivo). Pero de esas circunstancias no se deduce razonablemente que ninguno de los dos tenga la voluntad de disolver el contrato que los une. Cualquiera de ellos que lo hiciese actuaría como el escorpión de la fábula porque sellaría el hundimiento de ambos. Si la vicepresidenta tuviera que hacerse cargo de la presidencia se generaría un escenario de ingobernabilidad que ella misma entrevió y trató de evitar cuando buscó a Fernández como candidato. Por cierto, ese suceso decretaría además la derrota electoral de la coalición en octubre.

Pero que ese accidente sea así de improbable deja en pie el dilema de la duplicidad y el riesgo de que sea esta circunstancia objetiva la que provoque el naufragio o lo determine, si el poder se debilita y en esas condiciones la coalición “afronta el ceño de la mar tonante”.

La tormenta tiene varios nombres posibles: pandemia, inflación, inseguridad.

Los desafíos mayores

La pandemia se enfrenta con organización (sanitaria, logística) y vacunación. Pero ero requiere una autoridad política que hoy está menguada en general y también en este punto específico (porque el virus del “vacunatorio vip” se reproduce en las noticias en proporción directa con la lentitud en la obtención de vacunas o con la necesidad potencial de aplicar medidas restrictivas de la circulación o la producción).

La inflación está relativamente contenida: los anuncios apocalípticos que vaticinaban hiperinflación tuvieron que ser archivados y hasta los pronosticadores más pesimistas admiten que la de 2021 será inferior a la del año anterior. Pero, a la inversa, los más optimistas prometen una inflación todavía alta para el standard mundial y regional y -dato imprescindible para analizar la atmósfera social y electoral- los rubros de mayor alza son los de alimentos y artículos de primera necesidad; es decir, los que más afectan a los sectores vulnerables.

El aleteo de una mariposa

Un tercer nombre de la tormenta es la inseguridad. Más allá de las exhibiciones y desfiles que ofrece, por ejemplo, el ministro bonaerense del área, Sergio Berni, el gran Buenos Aires, el sufrido conurbano, ve agravarse la situación vertiginosamente. Esta semana, en La Matanza, la Iglesia envió una carta al intendente Fernando Espinoza y a autoridades policiales para advertir que el problema “se ha agudizado en estos últimos meses”.

La carta, suscripta por el obispo de San Justo, Eduardo Garcia y varios sacerdotes de su diócesis, expresa “nuestra grave preocupación en torno a los sucesivos y violentos actos criminales que de forma habitual se están sucediendo en las jurisdicciones de nuestras respectivas parroquias”. Así, relatan que “prácticamente debemos acoger y escuchar historias de mujeres violentadas en la vía pública, robo a mano armada, ladrones en moto, inhibidores de puertas de autos, parroquias víctimas de actos delictivos (San Pío X, Stella Maris, catedral, María Auxiliadora, San Alberto, San Roque IC, San Pantaleón y otras más) y hasta los penosos hechos de víctimas fatales fruto de intentos de robo”.

La descripción de los sacerdotes es muy vívida: “todas estas situaciones han hecho que tengamos miedo de ingresar a nuestras casas por las así llamadas entraderas, muchas familias han tenido que cambiar sus hábitos de vida, no podemos caminar tranquilamente por la vía pública por temor a sufrir algún acto de violencia en cualquier hora del día y las parroquias deben permanecer cerradas durante gran parte del día”.

El miedo al que alude la carta no es exclusividad de La Matanza: se extiende a todo el conurbano y a menudo se convierte en protestas frente a comisarías o municipios. Las redes sociales ayudan a enlazar las reivindicaciones de distintos barrios y eventualmente a coordinar medidas y movilizaciones. Con la autoridad central decaída o desarticulada, los cuadros políticos locales pierden capacidad para dar respuesta o canalizar las demandas.

Estimulados por el adelgazamiento de la autoridad, los procesos de disgregación se extienden y eso termina pagándose, sea electoralmente sea de modo más ruidoso, porque el aleteo de una mariposa en el conurbano, en la Patagonia o en Formosa termina ocasionando temblores en el centro del poder.



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