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Arte y Espectáculos 15 de mayo de 2017

De Gershwin a Piazzolla: un pasaje de excelencia en el piano de Stefano Bollani

Stefano Bollani se presentó en el Teatro Coliseo. Foto: Prensa / Enrico Fantoni

Si en ocasiones la cultura conversa “por lo alto” y “por lo bajo”, desde el estudio formal y desde el impulso más plebeyo, influyéndose mutuamente, el estadounidense George Gershwin y el argentino Astor Piazzolla resultan dos ejemplos extraordinarios de esa posibilidad: sus obras, pletóricas de relaciones, fueron interpretadas en el Teatro Coliseo por un pianista excepcional y promotor de esas y otras conversaciones musicales, el italiano Stefano Bollani.

Bollani, que se deslizó por los mundos del jazz y de la música clásica, no estuvo solo en esa aventura: eligió un socio local con pericia para transitar la altura de sus riesgos, el argentino Diego Schissi.

Además, el apoyo de la Orquesta de la Asociación de Profesores de la Orquesta Estable del Teatro Colón pues la propuesta incluía, entre otros conceptos, la presentación sinfónica de obras que no necesariamente asumen ese temperamento en su escucha regular.

La figura de Gershwin, bien se sabe, fue un modelo que inspiró los trabajos de Piazzolla, que tuvo una infancia neoyorquina en contacto con músicas también influidas por el pianista estadounidense; Bollani es un intérprete por excelencia de aquella música conversacional (grabó la “Rhapsody in Blue” y en Concierto en Fa en su álbum “Platinium”), mientras que Schissi es, acaso, el más lúcido de los “tagueros” que construyen un lenguaje luego de la eclosión post-piazzolleana.

Como Bollani, Gershwin es la figura que atizó el ambiente musical a través de una síntesis de la música folclórica estadounidense -el jazz- con la tradición clásica. Su obra más conocida, “Rhapsody in blue” (1924), escrita para piano y orquesta, se inscribe en esa procedencia, con la mezcla de lo “serio” y lo “ligero”.

Ese impulso modernista de los años veinte tardó en llegar a Buenos Aires. Piazzolla lo terminará expresando, en otro lenguaje, claro, tres décadas después.

El programa en el Coliseo se inauguró con un formato de piano solo para asegurar -de entrada- que se trataba de un concierto de excepción con “Variaciones sobre Gershwin”, a la que siguió, ya en versión orquestal -bajo la dirección de Carlos Vieu- “Obertura cubana” y la “Rhapsody in Blue”.

Luego el protagonismo pasó a la Orquesta, que encaró una selección que incluyó la “Milonga triste”, de Homero Manzi y Sebastián Piana; “Cafetín de Buenos Aires”, de Mariano Mores y Enrique Santos Discépolo y “Libertango”, de Piazzolla. La traslación del tango -y su lenguaje no escrito- al formato sinfónico siempre resulta un desafío arduo en el que fracasaron músicos de jerarquía. El mejor resultado lo tuvo “Libertango”, que logró escapar a sus resonancias más repetidas.

El segmento final fue otro lujo. Composiciones propias de Diego Schissi, que habitualmente ofrece en el formato de quinteto, arregladas para orquesta, piano solo o dos pianos, en sociedad con Bollani, que mostró un compromiso con el repertorio inusual para un artista visitante.

Schissi viene trabajando desde hace años en la deconstrucción del lenguaje del tango, en su sentido amplio. Su álbum “Tongos. Tangos improbables” fue una punta de lanza en ese sentido, luego profundizada en sus discos posteriores.

De aquella usina se desprendieron la mayoría de las obras interpretadas en el desenlace, aprobado, de pie y con todos los pergaminos del caso, por una sala felizmente repleta.