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Opinión 7 de diciembre de 2019

Deseo y decepción

Mauricio Macri.

por Emiliano Rodríguez

La frase, tristemente célebre a estas alturas del gobierno de Mauricio Macri, quedará para la historia: “El mejor equipo de los últimos 50 años”.

Así presentaba el ahora jefe de Estado saliente a su grupo de colaboradores más cercanos tras vencer al kirchnerismo en las elecciones de 2015 y llegar al Poder.

En esa nómina figuraba incluso el considerado Lionel Messi de las finanzas, Luis Caputo, que promediando la gestión de Macri cayó en desgracia -como otros hombres de confianza del Presidente- y se le perdió el rastro desde entonces.

Eran momentos de algarabía. El macrismo paladeaba las mieles de un estado de nirvana al que había ascendido tras vencer primero en los comicios presidenciales y luego en la votación de medio término de 2017.

Se agigantaba el deseo de ir por más en medio de la excitación generada en especial por el triunfo sobre la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner en la provincia de Buenos Aires hace dos años, pero al Gobierno se le nublaron los ojos y terminó equivocando el camino.

Macri finalmente mordió el polvo en las últimas elecciones y fracasó como jefe de Estado de acuerdo con los parámetros de ponderación de su gestión que él mismo determinó.

Aquel eslogan de campaña “pobreza cero” se constituyó en la principal promesa con la que el líder del PRO defraudó a quienes le habían confiado el voto tanto en 2015 y 2017 como semanas atrás, en los comicios de este año.

Según datos del Observatorio de Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) del tercer trimestre de 2019, poco más de cuatro de cada 10 personas son pobres en el país (el 40,8 por ciento de la población).

Una devaluación extraordinaria

A este flagelo se le suma una inflación que rondaría el 55% cuando finalice el año y una agobiante postración de la matriz productiva doméstica, que acumula 18 meses consecutivos de retroceso, de acuerdo con mediciones oficiales.

Además, Macri traspasará el mando presidencial a Alberto Fernández el martes después de cuatro años de gestión en los que el dólar registró una suba del ¡539%!, desde aquellos 9,85 pesos del 10 de diciembre de 2015, para concluir 2019 encorsetado en un fuerte cepo cambiario.

El ex jefe de Gabinete porteño también falló en su misión de evitar el regreso del kirchnerismo al Poder, en especial, de Cristina, la vicepresidenta electa.

Una porción significativa de esos 10,8 millones de votos que obtuvo el 27 de octubre pasado (40,28%), y que lo envalentonan para convertirse en el líder de la oposición a partir del 10 de diciembre, obedece indudablemente a esa premisa, de igual modo que Fernández se benefició con el respaldo en las urnas que le brindaron los “anti-Macri”.

Como suele suceder en política, son varios los factores que explican la derrota de Juntos por el Cambio y la victoria del Frente de Todos, entre ellos, la crisis económica, la unidad del peronismo y una desacertada estrategia electoral del oficialismo al enfocarse casi únicamente en exacerbar la “grieta”.

De cualquier modo, Macri termina defraudando -también- a esos sectores que en las tres últimas elecciones le brindaron su apoyo con la ambición de establecer un punto final para el kirchnerismo en la historia política argentina, en especial, a partir de sus políticas erráticas desde 2017 a la fecha, con las que allanó el camino de vuelta de Cristina y compañía a la Casa Rosada.

Con el diario del lunes bajo el brazo, claramente la designación de Fernández como candidato presidencial se trató de uno de los mayores aciertos políticos de la “Jefa” del que se tenga memoria en años recientes, al constituirse en el puntapié inicial de un proceso de unificación del peronismo coronado con el sólido triunfo de octubre.

Tras la asunción del ex jefe de Gabinete kirchnerista como primer mandatario el martes que viene, estará por verse, de todos modos, cómo se articulan las relaciones palaciegas de este matrimonio por conveniencia que dispuso Cristina con el objetivo de frustrar las aspiraciones de reelección de Macri.

Amigos son los amigos

En lo inmediato, da la sensación de que Fernández procuró satisfacer a los distintos ámbitos que contribuyeron con su éxito en los comicios al designar a los integrantes de su Gabinete, ya que incluyó a dirigentes cercanos al massismo, al kirchnerismo, al peronismo más tradicional, al movimiento obrero, a intendentes bonaerenses y a gobernadores.

También se permitió convocar para que colaboren con él desde el próximo 10 de diciembre a por lo menos seis “amigos”, a quienes incluso presentó como tales (Claudio Moroni, Gabriel Katopodis, Felipe Solá, Agustín Rossi, Carlos Zannini y Julio Vitobello), además de a su ex pareja Vilma Ibarra.

Cuando tomó las riendas el Estado nacional, Macri nombró en puestos estratégicos de la función pública a empresarios y CEOs que luego fueron regresando a la actividad privada o bien retornarán en los próximos días. Lógicamente, los consideraba sus “amigos”, aunque no lo reconocía en público.

Cuatro años después, la vuelta del peronismo al Gobierno supone una luz de esperanza al final del túnel para los argentinos a quienes la crisis los ha golpeado duro últimamente, en especial, a ese casi 41% de pobres que deja el macrismo como “pesada herencia”.

Se trata ésta de la primera derrota que sufre Macri en unos comicios en casi 25 años, desde que asumió la conducción del club Boca Juniors en 1995, y a decir verdad, resulta una incógnita qué postura adoptará cuando tenga que desempeñarse en el novedoso rol -para él- de opositor.

¿Su estilo de conducción será la de un líder con perfil conciliador, de diálogo y consenso hacia adentro, o de imposición de estrategias, por ejemplo, en el polarizado Congreso de la Nación? De movida, viene de tildar de “traidores” a los diputados provinciales Pablo Ansaloni, Beatriz µvila y Antonio Carambia que abandonaron el bloque del PRO y les exigió que “devuelvan” sus bancas.

No se ha caracterizado Macri por su “cintura política” en todos estos años en la gestión pública. Y en el Palacio Legislativo, ya lo decía el denostado -por el ala dura del PRO- Emilio Monzó, la “rosca” es parte esencial del noble ejercicio parlamentario de cada día.

(*): Especial para NA.