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Deportes 5 de julio de 2018

Diez días que estremecerán el Mundial

por Vito Amalfitano

Neymar quiere ser el rey. Pero también están Mbappé o Hazard.

Desde Moscú, Rusia

De lejos y rápido, pero se pudo pasar por la tumba de John Reed, el periodista norteamericano “militante” que contó cómo nadie la Revolución Rusa en ese extraordinario libro que es Diez Días que Estremecieron al Mundo.

Está en el mausoleo de Lenin, junto al resto de los revolucionarios. Militante y brillante profesional, las dos cosas, el mejor cronista en tiempo real de aquella época increíble. ¿Qué dirían de Reed hoy los “independientes” de academia?

El Mundial de fútbol empieza a extinguirse cuando alcanza el ardor más fuerte. Cuando el fuego más se enciende, es en realidad cuando comienza a apagarse todo. Pasa en todas las Copas del Mundo. Se siente nostalgia de algo que no terminó, cuando ya pasaron 56 partidos, solo restan 8, pero justamente los más importantes, los que quedarán en la historia, más allá de las sorpresas y las marcas que antes dejaron otros encuentros en este Rusia 2018.

Periodistas que se van, hinchas que se vuelven con sus selecciones, otros que igual se quedan para contar o vivir la fiesta de otros. En la Plaza Roja se siguen cruzando camisetas de todas las nacionalidades. Argentinos revenden entradas para Rusia – Croacia, ¡en la fila para llegar al Mausoleo de Lenin !. Ese partido le tocaba a la Selección si terminaba primera en su grupo. Ahí se va el joven moscovito feliz con su ticket, acá en la fila se queda el argentino feliz con su negocio, rumbo a la tumba del líder de la Revolución …

Al cabo, la pelota de fútbol pasa a ser un símbolo pagano en un lugar tan emblemático de la historia, de la religión, de la humanidad. Desde lo alto de la Catedral de San Basilio, belleza desde adentro y desde afuera, varias iglesias en una, se ve a los pibes que juegan a la pelota. Y la cancha armada por la FIFA al borde de una de las fachadas del Kremlin, dónde hace pocas horas finalizó el festival que organizó el marplatense Federico Addiechi, con la participación de equipos de todo el mundo de comunidades desprotegidas.

Parece que se termina pero todavía falta lo mejor. Los rusos quieren volver a llenar las calles de Kitay Górot, dónde se produjeron los mayores festejos tras las victorias de la selección local en el Mundial. Ya se cargaron a España, nada menos, sienten que pueden con Croacia, cuyo mediocampo de categoría ya lo padeció Argentina.

Entre esos dos y Suecia e Inglaterra saldrá un finalista de este Mundial. Nadie estaba en condiciones de ni siquiera avizorarlo antes del comienzo de su disputa. La otra llave se destraba este viernes, con tres históricos, Uruguay, Francia, Brasil, y con una selección que ya no es revelación como Bélgica, que llegaba con antecedentes serios a esta Copa.

Es, por ahora, un Mundial de algunos muy buenos partidos,-México 1 – Alemania 0; el 3 a 3 de España y Portugal; el 4 a 3 de Francia a Argentina; el 3 a 2 de Bélgica a Japón-, pero todavía no un certamen de grandes equipos. Pero si uno de estos cuatro de esta llave, Francia, Uruguay, Brasil, Bélgica, gana tres partidos por delante, sin dudas será una gran selección. Porque ya llegaron muy bien hasta aquí. En Bélgica solo con las dudas de su endeblez defensiva. Entre los otros cuatro será mucho más difícil encontrar un gran equipo, al menos que haga historia, incluso con resultados favorables hasta el final.

Algo parecido ocurre con el trono vacante para el mejor jugador del mundo. Ya no lo es Messi desde hace largo rato. Lo es por ahora Cristiano Ronaldo por todo lo hecho en los últimos tres años pero corre el riesgo de dejar la corona para uno de los que sigue en carrera que se destaque en el último “sprint”. Si Neymar “la rompe” de acá al final y conduce a Brasil al título, pues será el nuevo “rey”. Pero también está Mbappé. O Hazard. A Kane y Lukaku por ahora habrá que considerarlos ahí, pero en rol de goleadores. Alguno que no sea ninguno de estos cinco puede ser gran figura en tres partidos y transformarse en el gran futbolista del momento. Pasó así con Zidane en el 98. Solo los tres últimos partidos le alcanzaron para ser monarca.

Pasa que fue brillante y decisivo, nada menos que con dos goles en la final con Brasil.
En diez días sabremos si hay un campeón inédito y si hay una nueva majestad en el fútbol. Tanto, en tan poco tiempo. Y en el país más grande. Con muchos kilómetros aun por recorrer en la recta final del Mundial.