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Opinión 29 de julio de 2022

Dolarización, la salida del laberinto inflacionario

Por Alejandro Carrancio

La gran preocupación que tiene la sociedad argentina en la actualidad es la crisis inflacionaria que atraviesa a nuestro país. En estos momentos nos encontramos ante una súbita aceleración de los precios que genera una fuerte inestabilidad de la actividad económica. El impacto directo de esta dura realidad es la gran pérdida del poder adquisitivo que tenemos todos los argentinos.

En los tiempos que corren entender cuál es el concepto de moneda es fundamental para comprender lo que nos pasa y trazar un camino a seguir que resuelva este mal que parece endémico en nuestro país.

Se conoce como moneda a un instrumento que cumple con tres características al unísono.

1) Medio de pago: es decir cuando un actor económico acepta pesos a cambio de vender un bien.

2) Unidad de cuenta: los precios de los bienes se cuantifican en pesos. Hoy eso solo pasa para operaciones pequeñas, no así con las grandes transacciones, los inmuebles por ejemplo se cuantifican en dólares.

3) Reserva de valor: debería permitir trasladar el consumo del presente al futuro sin que se degrade, por ende, sí guardo $ 1000, que dentro de cuatro meses pueda comprar lo mismo que hoy.

Si cotejamos estas tres características con la realidad en la que está inmerso nuestro país vemos que, por ejemplo, en diez cuadras a la redonda nos encontramos con diferencias de precios sustanciales en mercadería de similares características, o la cotizan en otra divisa. Todo esto se da porque no hay unidad de cuenta y si además, ahorramos en otra moneda es porque tampoco hay reserva de valor.

Agreguemos que Argentina tiene un riesgo país de más de 2900 puntos básicos y hay un déficit del PBI del 9%. Además, hay que tener en cuenta que este año, para cumplir las metas del acuerdo del FMI, solo se puede emitir hasta el 1% del PBI, algo que parece muy difícil de cumplir. En conclusión, no tenemos moneda; con las consecuencias que ello implica. Hasta la actual vicepresidenta hizo alusión a esta problemática, al afirmar que en la Argentina tenemos una economía bimonetaria. Este bimonetarismo blue, ya que no hay una convertibilidad como la que tuvimos en los ’90 genera incertidumbres económicas y políticas. Acá empieza a jugar la gran falacia de que el peso es soberanía y relatos de estilo. Tengamos en cuenta que en 2001 100 pesos valían 100 dólares, hoy 100 pesos valen aproximadamente 30 centavos de dólar, perdimos casi el 100% del valor de nuestra moneda.

Siguiendo la lógica de que el peso es soberanía, ¿perdimos casi el 100% de nuestra soberanía?. Seamos serios y hablemos en términos económicos, el sistema de emisión nacional, dándole constantemente a la “maquinita” desde el Banco Central solo genera inflación que al final del camino termina perjudicando en mayor medida a los que menos tienen, haciendo todavía más grande la brecha de injusticia en nuestro país.

La emisión monetaria se da por varias razones, no surge únicamente de la necesidad del Gobierno de cubrir su déficit fiscal, con la modalidad de imprimir cada vez más dinero para pagar una parte del gasto público. La emisión tiene también otro origen, como es la deuda del Banco Central, que cada vez gasta más en intereses para retirar pesos del mercado. Claramente en nuestra economía la principal causa de emisión es el déficit fiscal, pero el déficit que se produce para cubrir los intereses del Banco Central va ganando terreno. La deuda del Banco Central ya equivale al 170% de la base monetaria, por lo que avizoramos mayor emisión. De una forma o de la otra, el inevitable efecto es mayor índice de inflación.

La dolarización es un proceso por el cual un país adopta de forma oficial la divisa estadounidense como moneda de curso legal. En América Latina el primero fue Panamá, luego Ecuador y por último El Salvador como condición a un tratado de libre comercio (TLC) con EE.UU.

Podemos ver el caso de Ecuador, donde en el período de marzo de 1999 y enero de 2000 se produjo una crisis sin precedentes luego de años de decadencia; la inflación trepó al 300%, el PBI cayó un 7,5% y el dólar se vendía a 2500 sucres. Ahí el presidente del Ecuador tomó una determinación drástica, el 9/1/2000 dolarizó su economía. En 2002, la inflación bajó al 40%, y al siguiente año al 15%, siendo actualmente la inflación más baja de América Latina. El PBI en ese año 2001 creció un 5,4%.

En el caso de Venezuela con características similares, tuvo hiperinflación 3 años y comenzaron a revertir esta situación cuando, en un claro ejemplo de bimonetarismo, los venezolanos pudieron empezar a utilizar el dólar con la anuencia de su gobierno.

Con la dolarización se lograría estabilidad de precios, se terminarían las corridas bancarias, las supuestas especulaciones de los exportadores y la fuga de capitales. Al fin y al cabo, los argentinos son los mayores tenedores de dólares fuera del territorio de los EE.UU. A su vez, Argentina sería el primer país dentro del G20 en dolarizar su economía, por lo que quedaría en una posición de estrategia geopolítica muy ventajosa.

Para generar ese contexto, Argentina debería tener una banca libre, donde el Banco Central no regule más. Ahí tendríamos la posibilidad de lanzar la competencia de monedas. La realidad es que daría lo mismo si son dólares, euros, libras, yuanes, etc., aunque claramente los argentinos ya elegimos la moneda y seguramente sea el dólar. Y ahí es donde se toman los activos del banco central, las leliqs, y la base monetaria y una vez hecho eso se elimina el peso y la banca central derivando como consecuencia la inmediata salida del laberinto inflacionario.

La gran mayoría de los argentinos está a favor de la dolarización, hasta un ex presidente consolidó su presidencia teniendo como slogan 1 peso 1 dólar, combatiendo con éxito la inflación, pero si la dirigencia política no está convencida hagamos un plebiscito y que la gente elija libremente.