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Deportes 17 de enero de 2019

“Dormía con la pelota abajo del brazo”

Fue una estrella del karting marplatense. Pero eligió el fútbol. Sus primeros compañeros le pedían que se cortara el pelo para que pudiera jugar la Liga de varones. De los torneos del Emder y de Affeba saltó a Buenos Aires. Hoy está a un paso del Mundial de fútbol femenino.

Milagros Menéndez promete esforzarse mucho para jugar el Mundial de Francia. "A los sueños hay que trabajarlos", dice.

Por Sebastián Arana

“No caigo. Jamás había subido a un avión y este 2018 me la pasé viajando con la Selección. Fuimos a Estados Unidos, a Puerto Rico y a Uruguay a jugar amistosos, después a Panamá a definir la clasificación al Mundial. Cuando volví, esa misma noche, tuve que irme a Brasil con la UAI Urquiza para jugar la Libertadores…Estoy muy feliz por todos los logros con la Selección y con la UAI. Y voy por más”.

Así habla Milagros Menéndez (21), la futbolista marplatense de la poderosa UAI Urquiza, la que integró la Selección Argentina que consiguió una histórica clasificación para el Mundial que se disputará en Francia entre el 7 de junio y el 7 de julio, la primera mujer en ganar el premio Lobo de Mar en fútbol, una piba todavía, que aúna tanta sencillez como determinación para perseguir sus objetivos.

Recientemente vino a Mar del Plata de vacaciones por las Fiestas. A horas de llegar aceptó una entrevista para el programa “Dame Fútbol”, que se emite todos los miércoles, de 20 a 22, en Radio Residencias. En esa charla reveló la película de su vida y cómo su pasión por el fútbol la fue empujando a lugares y situaciones inimaginables.
“Me acuerdo que cada vez que jugaba un partido en Mar del Plata, terminaba y me comía un choripán y me tomaba una Coca…¿Sabés el tiempo que hace que en Buenos Aires no pruebo un choripán? Pero no me arrepiento. Hace tres años que me fui de la ciudad y en este tiempo logré muchos objetivos”, recuerda.

-¿Cómo aprovechas tus vacaciones?
-Jugando “picaditos” con mis amigas. Extraño mucho el fútbol de barrio. Siempre que vengo me pongo a organizar partidos con las chicas. Disfruto mucho la familia, que es lo que más necesito.

-¿Qué significa el barrio para vos?
-En un entrenamiento, competís por un puesto. Jugar en el barrio es otra cosa. Extraño mucho jugar con mis amigas, tirarnos un caño, hacer esas “joditas” en los partidos que te llenan el alma. Pero, al terminar de jugar, cuando las chicas me invitan a ir a tomar una “birra”, ya no puedo.

-¿Cuál es tu cancha en Mar del Plata? ¿El lugar al que siempre querés volver?
-La cancha de Urquiza, en el Barrio Las Heras. De ahí salí. Todavía estoy en el grupo de whatsapp con las chicas del club y desde ahí organicé partido contra Aldosivi. Urquiza-Aldosivi es un clásico local. Organizo estos partidos porque los extraño y, además, porque nenas de los dos equipos me querían conocer.

-¿Es fuerte para vos eso de ser una referencia para las chicas que jugaban con vos o para las más pequeñas?
-Muchas me mandan mensajitos cuando juego en Buenos Aires para la UAI o la Selección. Siempre les digo que yo jugaba en el torneo de Mar del Plata igual que ellas y que se tienen que tomar este fútbol profesionalmente, aunque no lo sea. Que no falten a los entrenamientos, que no dejen el colegio y que nunca dejen de soñar. Ya me llevé a la UAI a una chica de 16 años y está creciendo un montón. Quiero abrirles las puertas a más. Cuando me preguntan si conozco jugadoras de tal o cual edad en determinado puesto, siempre pienso en darle una mano a alguna de Mar del Plata. El fútbol femenino se desarrolló mucho acá.

-Hace algunos años no había ni cien jugadoras federadas en Mar del Plata. Hoy son más de mil. ¿Qué te pasa por la cabeza cuando escuchás esos números?
-Siento mucho orgullo. Cuando me escapo a Mar del Plata un fin de semana y voy a algún partido, veo nenas de cinco años con la pelota en los pies. El otro día fui a dar una charla a Buenos Aires a una escuelita de fútbol y había más de setenta nenas de ocho años jugando y haciéndolo con varones. Es increíble cómo está creciendo el fútbol femenino en Mar del Plata y en todo el país.

-¿Cómo surgió tu pasión por el fútbol?
-Es algo loco. Yo corría en karting. Mi papá fue automovilista, mi hermano también. Me bajaba del karting, me sacaba el casco y, con el cuello y el buzo puesto todavía, me iba a jugar a la pelota afuera. El karting es un deporte muy individualista. Jugué también cuatro años al tenis, lo mismo. Me di cuenta que lo individual no me gustaba. Me gusta más el juego en equipo. De chica dormía con la pelota abajo del brazo. A los doce años jugaba con varones en “Los Maguitos”, la “escuelita” de Racing. Pero no podía pasar con ellos a la Liga. Mis compañeros me decían que me cortaban el pelo para que pudiera seguir jugando con ellos. Hasta que me pasé a un equipo de barrio que entraba en los torneos del EMDER, Deportivo Cristal. Terminaba de jugar y nos daban a todas un “sanguchito”…De ahí con todas las chicas de Deportivo Cristal y el cuerpo técnico nos pasamos a General Urquiza. Finalmente, al tiempo, salí para Buenos Aires.

-¿Corrías en karting un poco para continuar la tradición familiar o te apasionaban los dos deportes?
-Me apasionan los dos. Me gustan mucho los autos y las motos. Soy hincha de Chevrolet y fanática de Guillermo Ortelli. El automovilismo es hermoso, pero no tanto como el fútbol.

-¿Delantera siempre?
-Casi siempre. Una vez en la Selección de Mar del Plata me pusieron de defensora central. Les pedía por favor que no, no estaba acostumbrada a salir jugando de abajo. Y se agarraban la cabeza cada vez que lo hacía. Pero ahora en la UAI estoy jugando de mediocampista por derecha o izquierda. Soy derecha, pero si tengo que tirar un centro de zurda me perfilo bien y me sale. No me sale naturalmente tirar un centro con la pierna izquierda, tengo que insistir mucho. Pero dos de ocho son buenos. Es todo determinación y entrenamiento. La zurda no la tenemos nada más que para apoyar.

-Recibiste una distinción histórica, el Lobo de Mar en fútbol. Años atrás habías recibido la misma distinción en karting. ¿Cómo fue tu historia con el karting y por qué le pones un punto final?
-Gracias a mi papá, había cumplido mi sueño máximo con el karting, que era correr un Argentino. Pero tal vez haya sido un punto y aparte. El karting es un deporte o un hobbie caro. Si no tenés buenos sponsors, no lo podés bancar. Es hermoso, podés ir creciendo, pero a base de plata. El fútbol, en cambio, es corazón y transpirar la camiseta para ganarte las cosas. Pero tal vez algún día vuelva al automovilismo. En el momento de elegir, yo quería jugar al fútbol. Me gusta más el equipo.

-En los deportes colectivos tal vez desarrollás más lazos de amistad que en los deportes individuales. ¿Tuviste en cuenta eso a la hora de elegir?
-Jugando al fútbol la mayoría somos amigas. Pero, ojo, nos matamos por un puesto. Para la lista del partido del fin de semana es “vos o yo”. Por otro lado, también hice amigos en el karting. Incluso, chicos con los que peleamos campeonatos. Por ejemplo, Marcos Siebert, que está en una categoría apenas inferior a la Fórmula Uno y le ganó al hijo de Michael Schumacher. Lo encontré en los Lobo de Mar y me prometió que me iba a ir a ver a Francia en el Mundial. Me pone contenta su crecimiento y el de todos los chicos con los que corrí. Hoy algunos están en Turismo Nacional, TVR6 o TC Pista Mouras. Cada uno siguió su camino y yo me fui para el fútbol.

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El Chueco, primer DT, siempre presente

No pasa mucho en la charla sin que “Mili” nombre, y con mucho cariño, al “Chueco”. El Chueco es Marcelo Acosta, su técnico en Deportivo Cristal y General Urquiza, el que guió sus primeros pasos en el fútbol femenino.

“Si le tengo que agradecer a alguien es al ‘Chueco’. Podía faltar a entrenar cualquier jugadora, pero a mí no me dejaba. Por ahí volvía del colegio cansada y tenía ganas de dormir una siesta. Nosotras nos juntábamos a entrenar después de las seis de la tarde atrás del estadio. Y le ponía cualquier excusa. Excusas que él ya conocía, por otra parte. Me decía: ‘Fenómeno, después no te quejes el fin de semana’. Entonces me cambiaba e iba. Finalmente me entró en la cabeza que no tenía que faltar a entrenar. Si hay una persona a la que debo mucho, es a él. Me formó como jugadora y mucho más como persona.

-¿Qué consejos recordás del “Chueco”?
-Uh…muchos. Recuerdo que por entonces me decían “Chancho”. En un partido estaba caminando y me gritó: “‘Chancho’, si querés caminar, te vas a la Peatonal. Acá me tenés que correr”. Me acuerdo que lo miré toda asustada y empecé a correr. Le debo mucho a ese hombre, es como un padre para mí. También me hice muy amiga de su hija, jugábamos juntas. Hoy nos acordamos de esas cosas y se me larga a llorar. Está hecho un maricón. “Mirá a donde llegaste Mili”, me dice siempre.

-¿Te empujó a irte?
-Sí. Yo entrenaba en la Plaza Rocha y un día me llegó un mensaje con la propuesta de irme a la UAI Urquiza. Estaba con él. Se lo mostré y me dijo: “Andate Mili, no lo dudés”. Y me cambió la vida.

Alvarado, la otra pasión

Ni de River, ni de Boca. Bien marplatense, se define como hincha de…Alvarado. “Cuando fue a jugar la Copa Argentina a Lanús frente a Boca, viajé. Terminé seis y media de entrenar en Ezeiza y me fui volando a la cancha. Mis compañeras me preguntaban qué era Alvarado. ‘Al único que conocemos de Mar del Plata es a Aldosivi, que está en primera’, me cargan. Yo les digo que nosotros no somos hinchas de una categoría. Es una pelea constante. Pero ya les vamos a demostrar quiénes somos”, se ilusiona.

Un Mundial en su cabeza

“El próximo partido está en tu cabeza hasta cuando te dormís. Te cuento una historia: un día me desperté sobresaltada, le dije a mi mamá que me tenía que llevar a la cancha y eran apenas las dos de la mañana. Todavía me pasa. Imaginate en el Repechaje para el Mundial o en la Copa Libertadores. La cabeza trabaja todo el tiempo”, relata. Las noches de Milagros Menéndez, hoy, tienen sueños de Mundial, dado que fue convocada a la Selección repetidamente durante el último año.

-¿Cómo fue la primera convocatoria?
-Antes de la Copa América y no quedé en la lista definitiva. Pero no fue un bajón. ¿Por qué tenía que quedar en la primera convocatoria si recién entraba a la Selección? Me intentaban consolar y yo estaba tranquila. Para mí fue tomar fuerzas para seguir. A la siguiente convocatoria, para ir a jugar los amistosos, quedé. Y después quise estar en la lista del Repechaje y lo logré. Y ahora voy a trabajar mucho para llegar al Mundial.

-¿Ya lo soñas?
-Sí, será difícil, pero no imposible. Me preguntan por el grupo que nos tocó y es bravo. Pero es bravo para todos. Todos los países son fuertes. Inglaterra es un rival muy poderoso, también Japón, subcampeón del mundo, y Escocia. Debutamos con Japón en el Parque de los Príncipes, todavía no lo puedo creer. Pero somos argentinas. Jugamos con los pies y el corazón. Al que venga le vamos a dar pelea hasta el final.

-En el fútbol de varones, un jugador de veintiún años en una selección es muy chico. ¿En mujeres es igual?
-Los parámetros son parecidos. Soy una de las más chicas. La mayor de la Selección es la arquera, Vanina Correa, que tiene 36 años.

-A esa la tratas de señora…
-Sí, con Vanina no podemos joder. “Conmigo no”, te dice. Es otra generación. El técnico nos dice que le preguntemos a ella lo que es jugar un Mundial. Está bueno tener referentes así.

-¿Cómo ves la chance de quedar?
-Mi cabeza está un cuarto en Mar del Plata y el resto piensa en fútbol, en el torneo que viene, en la Selección, en el Mundial. Los sueños se trabajan. Hay que esforzarse día a día para estar dentro de las veintitrés, luego dentro de las dieciocho. No quiero que las cosas me caigan del cielo, quiero que sean una consecuencia del trabajo, de superarme a mí misma.

-Más allá de jugar el Mundial, ¿cuál es tu sueño, que quisieras conseguir como futbolista?
-En dos años me quisiera ir a jugar al exterior. La mujer es diferente al hombre. Recién a los veinticuatro años, más o menos, está formada como para irse del país. A mí me falta todavía, tengo mucho por aprender. Hoy mi objetivo inmediato es estar en la lista del Mundial. Afuera recién pienso irme después del 2020. A vivir del fútbol.

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Buenos Aires y la UAI, un cambio radical

-Con dieciocho años te llega la chance de ir a Buenos Aires. ¿Cómo surge? ¿Quién te vio, en qué lugar y cómo continúa la historia?
-La UAI vino a jugar a Mar del Plata un amistoso con la Selección. Originalmente, llamaron a otra chica. Y después me mandaron ese mensaje. Me fui un 28 de febrero, casi un mes antes de cumplir los dieciocho años. Inmediatamente hablé con mi mamá y me preguntó si era lo que quería. Cuando le respondí que sí, me dijo que vaya. Mi papá igual. Me preguntaban a dónde iba a vivir, con quién iba a estar. Fui a un departamento que compartí con cuatro chicas.

-¿Qué les dan los clubes a las chicas que reclutan del interior?
-En primer lugar, colegio. Acá estábamos organizando la fiesta de egresados y el último año del secundario lo tuve que terminar allá. Fue nuevo colegio, nueva vida y nuevos amigos. El estudio es muy importante, sobre todo para las mujeres futbolistas, que no viven del fútbol. Con un secundario hecho es otra cosa. La UAI tiene varias jugadoras del interior. De Córdoba, de Misiones, de Formosa, de Entre Ríos, de todo el país. Y tiene tres departamentos grandes, en cada uno vivimos cinco o seis chicas. Somos veinticinco jugadoras en el plantel y dieciocho del interior.

-¿Cómo fueron esos primeros meses en Buenos Aires?
-Los sufrí. Extrañaba mucho a la familia. Me costó adaptarme también en lo futbolístico. En un año tuve que bajar doce kilos.

-¿Cómo hiciste?
-Entrenando y comiendo sano. No más gaseosas, me lo paso tomando agua. Dejé de comer frito, ahora todo al horno. Y se entrena tres o cuatro veces más. Las primeras prácticas las terminaba agotada. Es una hora de físico, más otra de táctico. Las “pasadas” son eternas. Hoy cuando vengo a Mar del Plata por algún motivo, voy a entrenar con las chicas de Urquiza para no perder ritmo. Me sorprendo de lo rápido que terminan las prácticas y las chicas terminan “muertas”. En lo futbolístico en sí me costó alrededor de un año ponerme a tono. Allá juegan a uno o dos toques. Cuando recibís la pelota, ya tenés que tener decidido qué hacer y estar perfilada. Acá tenía tiempo de parar la pelota, mirar y después ejecutar.

-La UAI es un equipo referente en el fùtbol femenino. ¿Entraste directamente a primera?
-No había más que primera. Hoy armaron una categoría Sub 17, una especie de Reserva. Los primeros partidos iba a verlos a la tribuna. Con el tiempo, despacito, empecé a ir al banco de suplentes. Y, de a poco, a ganarme minutos, a demostrarle al entrenador que puedo estar al mismo nivel de la jugadora que sale.

-En el actual torneo la UAI de veintisiete puntos, ganó veinticinco. Las delanteras con las que peleas por un lugar en el equipo, son las de la Selección Argentina. No es fácil ganarse un lugar ahí, ¿no?
-Somos ocho jugadoras de la UAI en la Selección. La competencia es muy fuerte. Peleo por el puesto con las mejores jugadoras del país. En cuanto al torneo, hay cuatro equipos fuertes: nosotras, Boca, River y San Lorenzo. Sin desmerecer a nadie, no hay equipo que nos haga frente. La mayoría juega a que les hagamos pocos goles. Se nos meten todas atrás. Cuando pierden 2-0, festejan. Nuestro técnico, en cambio, es muy crítico. Si el equipo no juega bien, no se va satisfecho.

-Tu equipo es una vidriera, ¿qué países vienen a buscar jugadoras a Argentina?
-Menos nosotros, todos los países que tienen fútbol femenino buscan extranjeras. Estados Unidos tiene la mejor liga del mundo, Brasil tiene una competencia muy fuerte. Las chicas de la selección brasileña, antes de la Copa América, estuvieron seis meses encerradas entrenando. Nosotras, un mes; todas juntas, una semana. La diferencia de organización es grande. En Argentina todas las jugadoras tenemos que trabajar y rendir en el trabajo y en el entrenamiento. Hasta tanto no cobren un buen viático, cada vez que aparezca una oferta del exterior las chicas se van a ir. Hoy hay una que juega en China y gana una fortuna. Seis o siete en España y pueden vivir tranquilamente del fútbol. En Colombia pagan muy bien. En muchos países se apuesta al fútbol femenino. Pero a Argentina ya entraron representantes. En Buenos Aires hay muchas chiquitas que tienen un potencial bárbaro. Y acá creo que hay entre veinte y treinta jugadores que tranquilamente pueden estar en AFA. Pasa que después le preguntas mano a mano a cada una si quiere hacer el sacrificio y por ahí prefiere quedarse y seguir saliendo a bailar. Yo me acuesto a las diez de la noche si al día siguiente juego.

-¿Hoy qué te da tu club?
-Estudio, trabajo y un viático. A la mañana trabajo en limpieza en la Universidad. Almuerzo en el comedor universitario y de ahí me voy a entrenar. Para resumirte mi día: salgo del departamento a las siete de la mañana y regreso a las ocho de la noche. Las distancias te matan. Para entrenar me tomo tren y subte. Salgo a la una y media de la tarde y llego a las tres. Pero no me quejo. Me tomaría diez mil trenes y diez mil subtes porque amo el fútbol.