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La Ciudad 19 de junio de 2016

“El Campito”, uno de los refugios para personas en situación de calle

Quienes pernoctan al aire libre tienen la posibilidad de dormir abrigados y bajo techo en el albergue municipal. La estadía es voluntaria y deben cumplir con las reglas de convivencia.

por Natalia Prieto

Desde hace unos 5 días, el joven cumple con la misma rutina: cuando empieza a caer el sol, poco antes de las 18, espera al utilitario blanco en la misma esquina céntrica de siempre, la aborda y un rato después llega a “El Campito”.

Allí, se reencuentra con algunos compañeros de noches anteriores, merienda y después encara la ducha. Al rato, es trasladado junto a los demás colegas hasta un parador instalado en una sociedad de fomento, donde cenan y duermen hasta el otro día. Desayunan y él vuelve a encarar su día en la calle.

La situación se puede repetir, ya sea en hombres o mujeres, que viven en la calle y ahora prefieren dormir en el interior del hogar de acogida que depende de la comuna local.

“Tenemos capacidad para 50 personas, pero hemos tirado colchones en el piso para alojar a más personas”, explicó a LA CAPITAL el jefe de área de la división Promoción Social, Carlos Epulef, que tiene su sede en “El Campito”.

El hogar funciona para alojar a las personas mayores en situación de calle, que de 18 a 8 encuentran un lugar donde descansar, comer e higienizarse a través de la motorización del programa “El Puente”, que depende de la Secretaría de Desarrollo Social de la Municipalidad de General Pueyrredon.

Si bien el programa de contención existe durante todo el año, ésta es la época en que más asistentes tienen debido a las condiciones climáticas. “Lo que más influye es el frío”, confirmó Epulef, que en las últimas semanas contó con un promedio de 50 asistentes por noche.

Convivencia

Una vez que la persona en situación de calle, sea hombre o mujer, llega al lugar debe cumplir con un protocolo: es revisado por los operadores, porque a la propiedad no se puede entrar “ni con alcohol, drogas o elementos cortantes”. La otra condición que deben cumplir obligatoriamente es bañarse.

“A veces es complicado, porque muchos llegan muy enchufados de la calle y no pueden calmarse ni acatar las reglas básicas de convivencia que tenemos”, detalló Epulef.

Y también les pasó que la persona en cuestión “no se quiere quedar, porque tienen que cumplir reglas y ellos en la calle están acostumbrados a hacer lo que quieren. Se sienten en completa libertad afuera”, explicó el jefe de los operadores.

Entonces se van, porque nadie está obligado “a quedarse en contra de su propia voluntad, aquí todo es voluntario, pero hay reglas que cumplir”, añadió.

Los albergados, ya sean hombres o mujeres, tienen entre 18 y 60/65 años y en la mayoría de los casos tienen un historial de adicciones. “Entre los 18 y 35 años tienen, por lo general, adicciones cruzadas, mientras que los mayores de 40 tienen problemas con el alcohol”, describió.

Además, estimó que el 50 por ciento de la población en situación de calle están indocumentados aunque si ellos lo desean desde la misma dependencia oficial les hacen iniciar el trámite para obtener el DNI.

No recomendable

Mientras come las galletitas de la merienda, Guillermo (35 años, oriundo de Junín) contó a LA CAPITAL que pernocta en “El Campito” desde hace “7 días” y que llegó al lugar gracias al accionar de la secretaria de Desarrollo Social, que lo encontró en la calle y lo invitó a sumarse al programa.

“La verdad que estar en la calle no se lo recomiendo a nadie -aseguró, tímido-. Estar acá es reconfortante, es un lugar de acogida, es un buen refugio”. Cada mañana, después de desayunar, abandona el lugar y vuelve a la calle pero “para buscar trabajo” y hace pocas horas encontró “una changa”, confesó con una sonrisa.

En “El Campito” trabajan alrededor de 35 personas, entre operadores telefónicos, enfermeros, choferes, operadores de calle y acompañantes terapéuticos.

“Anoche -contó la enfermera- pusimos 83 vacunas, contra la gripe, hepatitis y tétano”. Aunque a veces la persona llega en tal estado de abandono (con sarna, por ejemplo) que deben ser derivados al hospital. También cumplen con el mismo operativo con personas con problemas psiquiátricos.

“Muchas veces luchamos contra el sistema -dijo Epulef-. Nosotros no somos una ONG o Cáritas, el Estado tiene la obligación de sacar a la gente de la calle y trabajamos para que esto se transforme en una política institucional”.

Variedad

El programa de contención para gente en situación de calle funciona desde 2009, dependiendo de la Municipalidad, y aunque cambió de nombre, la función es siempre la misma.

Ya sea a través de los llamados telefónicos -que reciben al 102 o al 4-650443- realizados por vecinos, la policía o la persona misma, o porque los divisan en la calle los operadores que recorren la ciudad a bordo de un vehículo, los indigentes llegan al refugio.

Si bien trabajan desde hace 7 años con la problemática, éste último tiempo el programa ganó notoriedad debido a la muerte de un indigente. “A mí me duele que se me muera una persona, o fracasar porque no se quiere quedar, pero hay que seguir intentando”, señaló el funcionario.

Aunque los alojamientos nocturnos son de 18 a 8, existen casos excepcionales en los que por pedido mismo del interesado se quedan en el hogar y comienzan a realizar diversas tareas de colaboración en el mismo, como limpiar el lugar.

Incluso, un grupo de amigos del fallecido pidieron “quedarse para rescatarse de las drogas”, por lo que fueron derivados a distintas ONG y al Centro de Prevención de Adicciones (CPA) para iniciar tratamiento de rehabilitación.

“Ahora también tenemos una huerta -describió Epulef- y como nos donaron conejeras queremos armar un gallinero”. Además, destacó que “por orden de la secretaria (de Desarrollo Social) Vilma Baragiola atendemos los llamados las 24 horas” y agradeció “la colaboración y buena predisposición de la policía, tanto bonaerense como Local, que nos ayudan mucho y hasta han traído a gente hasta acá porque estábamos complicados”.

Entre las 19.30 y 20.30 es la hora en que se concentran la mayoría de los llamados telefónicos pidiendo asistencia. Luego el operador recibe “pocas llamadas y después de la medianoche llaman una o dos veces, como mucho, y en la mayoría de los casos es la policía”.

Frío invernal

Lucas, de 38 años y nacido en Mar del Plata, contó que hace “un año” que vive en la calle debido “a la falta de trabajo”, Entonces optó por deambular por las diversas arterias marplatenses y “dormía donde podía, donde encontraba lugar para tirar un cartón y así te acostumbras a dormir donde sea”.

Pero hace diez días, lo encontró Defensa Civil y lo trasladó, con su consentimiento, hasta “El Campito”. “La verdad es que está bueno, es una experiencia única”, relató y aseguró que cada día vuelve a la calle pero para trabajar: “Vendo pañuelos de papel en las esquinas”.

A su lado, consumiendo las últimas galletitas que quedan en el plato, Miguel aseguró escuetamente que “por un rato está bueno quedarnos acá, porque este año vino antes el frío”.

Si bien están alojadas algunas mujeres, la mayoría son hombres y por ley no pueden alojar a menores. “Nosotros somos como un nexo -detalló Epulef- porque nucleamos el trabajo de todas las áreas de la secretaría. Si hay niños, los derivamos a un hogar de menores y los padres vienen acá. Pero después se vuelven a juntar, porque no hay familias en la calle, sino personas solas”.

Y, como el clima es una de las mayores problemáticas que enfrentan las personas en situación de calle, este invierno fue particularmente duro. “El cuerpo del marplatense -describió- está acostumbrado a tener frío en julio, pero este año en mayo ya tuvimos bajas temperaturas, entonces tuvimos más gente”.

Si bien en el refugio cuentan con lo básico, se aceptan ayudas de la comunidad en cuanto a ropa -preferentemente masculina-, calzados, abrigos y comida que será compartida entre todos los asistentes.

Muchos, aunque sea por una noche, duermen calentitos en “El Campito”. Algunos repiten, otros optan por no volver.