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Opinión 26 de junio de 2021

El Informe Rattenbach, la investigación más profunda sobre la actuación de las Fuerzas Armadas en Malvinas

Foto ilustrativa.

 

Por Martín Balza (*)

Después de la derrota en el Conflicto del Atlántico Sur, la nueva Junta Militar —constituida por el general Cristino Nicolaides, el almirante Rubén Franco y el brigadier Augusto Hughes—conformó la Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades Políticas y Estratégicas en el Conflicto del Atlántico Sur (CAERCAS), que fue aprobada por el presidente Reynaldo B. Bignone por la Resolución del 2 de diciembre de 1982. Su finalidad era evaluar el comportamiento de los miembros de la Junta Militar, otros altos jefes militares y miembros del Gabinete Nacional durante la Guerra de Malvinas.

Esta comisión estuvo integrada por dos oficiales superiores en situación de retiro de cada Fuerza: por el Ejército, el teniente general Benjamín Rattenbach y el general de división Tomás A. Sánchez de Bustamante; por la Armada, el almirante Alberto P. Vago y el vicealmirante Jorge A. Boffi; por la Fuerza Aérea, el brigadier general Carlos A. Rey y el brigadier mayor Francisco Cabrera.

La Comisión es conocida por el nombre de su presidente, Rattenbach, quien egresó del Colegio Militar de la Nación en diciembre de 1916 con el grado de subteniente de Artillería y pasó a retiro en 1957. Ocupó los cargos más jerarquizados en la Fuerza. En 1933 fue destinado a la Escuela Superior de Guerra de Alemania. Allí coincidió con el advenimiento de Hitler como Canciller del Reich, a quien desde entonces repudió como dictador y nunca pudo ocultar su total desprecio. En su gestión al frente de la Comisión, impuso su reconocida capacidad académica, política y profesional, exigió celeridad, sin detenerse en aspectos históricos sino exclusivamente en la campaña, haciendo hincapié en los altos niveles estratégicos y no en los niveles tácticos. También renunció a la remuneración que se asignó a todos los integrantes.

Personalmente considero el trabajo de la CAERCAS como el más serio y profundo de todos los que analizaron las responsabilidades de los mandos superiores de las Fuerzas Armadas (FFAA) relacionados con el Conflicto.

Las conclusiones del mismo son conocidas como el Informe Rattenbach; fueron elevadas al jefe del Ejército, pues no tuvo alcance jurídico ni capacidad de juzgamiento, ya que no era un órgano jurisdiccional. Eso estuvo a cargo del Consejo Supremo de las FFAA y, en segunda instancia, de la Cámara Criminal y Correccional de la Capital Federal. La CAERCAS se impuso como absolutamente necesario aclarar en forma total y veraz lo acaecido en el Conflicto, en resguardo de la dignidad de la República y del honor de las FFAA. Asimismo, quiso que se aplicara el máximo rigor a quienes hubieran procedido por negligencia o impericia en lo político y militar. En su momento, presté declaración informativa en la Comisión y posteriormente lo hice como testigo en la citada Cámara.

La Comisión evaluó que la conducta de los máximos responsables era susceptible de ser examinada en distintos campos. En lo político: porque la Junta Militar, en un acta del 18 de junio de 1976 determinó “que tomaba para sí la responsabilidad de considerar la conducta de aquellas personas que hubieran ocasionado perjuicio a los superiores intereses de la Nación o lo hicieran en el futuro”.

En lo penal militar: recomendó que los delitos tipificados en el Código de Justicia Militar (Ley 14029) “deberán ser sometidos al Consejo Supremo de las FFAA (CONSUFA), presidido por el general Horacio A. Rivera”, lo que se concretó en su oportunidad. En lo disciplinario militar: “recomendó a la Junta Militar aplicar las que correspondieran”. En lo relacionado con el honor, la Comisión no apreció transgresiones al mismo.

Fueron evaluados, entre otros: general Leopoldo F. Galtieri, almirante Jorge I. Anaya y brigadier Basilio Lami Dozo (miembros de la Junta Militar y comandantes de cada Fuerza); general Osvaldo García (Comandante del Teatro de Operaciones Malvinas); almirante Juan J. Lombardo ( Comandante del Teatro de Operaciones del Atlántico Sur); brigadier Hellmut Conrado Weber (Comandante Aéreo Estratégico); general Mario B. Menéndez (Comandante de la Guarnición Militar Malvinas); general Oscar Jofre (Comandante del componente Ejército en las islas); general Omar E. Parada ( Jefe de la Agrupación Litoral en las islas); vicealmirante Leopoldo Suárez del Cerro (Jefe del Estado Mayor Conjunto de las FFAA); y el canciller Nicanor Costa Méndez.

De todos los juzgados por el CONSUFA, los únicos condenados fueron los miembros de la Junta Militar, que recibieron una pena de reclusión con la accesoria de destitución y baja; al almirante Anaya a catorce años, al general Galtieri a doce años y al brigadier Lami Dozo a cuatro años.

La sentencia fue apelada ante la instancia superior, que modificó parcialmente la sentencia: “Doce años de reclusión para los tres miembros, más la accesoria de reclusión y baja”. Solo cumplieron cinco años de la misma, pues fueron indultados por el presidente Carlos Menem por Decreto N° 1005 del 6 de octubre de 1989. Murieron manteniendo sus grados y estado militar. Ninguno efectuó la más mínima autocrítica. Por el contrario, Galtieri expresó: “La sociedad me debe un desfile”; Anaya: “No tengo que arrepentirme de nada (…) La alternativa militar resultaba la más apta para el fin político perseguido”; Lami Dozo: “Nunca hubo una definición entre nosotros (…) Para mí, la rendición fue una sorpresa muy grande”. Cualquier autocrítica brilló por su ausencia.

Como máximo órgano del Estado, la Junta Militar y sus asesores condujeron a la Nación a una guerra con el Reino Unido, sin estar debidamente preparada para un enfrentamiento de semejante magnitud, pues se trataba de una potencia miembro del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que recibiría apoyo de los más importantes países, y llevó a nuestro país a una crítica situación política, social y económica.

El Informe Rattenbach no obvió incursionar en el nivel táctico para resaltar el comportamiento de algunas unidades: “Es importante señalar que hubo unidades que fueron conducidas con eficiencia, valor y decisión. En esos casos, ya en la espera, en el combate o en sus pausas, el rendimiento fue siempre elevado. Tal el caso, por ejemplo, de la Fuerza Aérea Sur, la Aviación Naval, los medios aéreos de las tres Fuerzas destacados en las islas, el Comando Aéreo de Transporte; la Artillería del Ejército (Grupos de Artillería 3 y 4) y de la Infantería de Marina 5; la Artillería Antiaérea de las tres FFAA, el Batallón de Infantería de Marina 5, el Escuadrón de Caballería Blindada 10, las Compañías de Comandos 601 y 602 y el Regimiento de Infantería 25. Como ha ocurrido siempre en las circunstancias críticas, el comportamiento de las tropas en combate fue función directa de la calidad de sus mandos”.

Esta Comisión ha colaborado para que la verdad no sea la primera víctima de la guerra. ¿Será una constante en nuestro país la ausencia de la autocrítica ante la incompetencia o, peor aún, del delito?

(*) Ex Jefe del Ejército Argentino. Veterano de la Guerra de Malvinas y ex Embajador en Colombia y Costa Rica