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Cultura 26 de septiembre de 2020

El mensaje en “Don Quijote y Sancho Panza” de Miguel de Cervantes Saavedra

Una reflexión sobre los personajes de la obra de Cervantes.

Por EugenioTait

Hablaremos de arte.

A modo abreviado, podemos entonces diferenciar dos cuestiones: el arte y la estética. El primero es la comunicación del artífice y el segundo la impresión sensorial que poseemos; son ambas cosas diferentes y no se precisan para nada la una de la otra, son excluyentes totalmente.

Pueden coexistir hermosas obras artísticas como también las feas. Una comunicación de algo está excento de belleza o fealdad, no posee necesariamente ninguna estética.

Cuando el mensaje que plasma el autor es correctamente interpretado hablamos del arte propiamente dicho, pero cuando objetiviza una información destinada al inconsciente del percipiente tenemos entonces aquí la “obra de arte”, que no es lo mismo.

Todo mensaje subliminar así logrado fascina y da perpetuidad a la obra, ya sea ésta plasmada en una tela, escultura, literatura, etc., como asimismo en las artes de la Naturaleza por medio de los animales y vegetales en sus conductas.

Por lo común esta obra de arte, en un ser humano, florece del inconsciente del autor tal cual la mayéutica socrática. Se plasma en la obra uno o más datos que expresan algo más de lo que se percibe sensorialmente.

La denominada disciplina “hermenéutica del Lenguaje” que acuña la filosofía expresa en una sintaxis y semántica oscuras toda la pragmática de la semiótica que estamos explicando. Esto tanto en lo escrito, plasmado o lo hablado. Igual es siempre en toda expresión artística.

No ajeno a esto se halla el cuento de “Don Quijote y Sancho Panza”. Muchos han pensado que su trascendencia se encuentra en la imaginería y ocurrencia del escritor, o bien en su correcta lingüística española, o en su cuño narrativo histórico, pero en verdad yo no veo eso hegemónicamente y es lo que deseo brevemente compartir con ustedes.

Lo que observo es una afinidad con nuestra propia vida, con la de cada uno de nosotros: de la suya y de la mía. Que todos tenemos ideales, reales o ficticios, y que acompañan a los mismos siempre alguien de “jerarquía” inferior que nos palma los hombros diciendo en voz suave y baja: “Tenés razón, seguí participando…”

Grande puede ser nuestra fantasía, nuestro anhelo o sueño, pero, por más difícil, extravagante o disparatado que éste sea, siempre habrá alguien que con templanza y paciencia estará dispuesto a apoyar el emprendimiento.

En otras palabras, la obra de arte de Cervantes expone nuestra realidad inconsciente de tener siempre intereses sobre cuestiones políticas, religiosas, familiares, económicas, físicas, etc, que son y en verdad, utópicas y ucrónicas, fuera seguramente del marco de realidad universal y compartible por todos.

Así, todos nosotros siempre tenemos un “Don Quijote” dentro nuestro en algo… y, como si fuera poco, también a alguien de jerarquía inferior, puesto que es sirviente y monta en asno sin brillar por sus luces, que apoya nuestros ideales aunque no está de acuerdo. Los sostiene por amor y a su vez tendrá los suyos ajenos a la temática que compite.

Ése entiendo es el verdadero mensaje que trasciende, ése es el dato que brinda Cervantes en su obra de arte; y quizá, como todo artista y escultor, ni él mismo fue consciente de brindarlo.