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Deportes 19 de junio de 2018

El monumental subte de Moscú, “pesada herencia” de la Unión Soviética

Una red de 339 kilómetros y nueve millones de pasajeros por día. Patrimonio de la Humanidad. Con bellas historias para contar con los argentinos. Entre ellas la de Valeria, quien “le salvó” el Mundial a un periodista desesperado.

por Vito Amalfitano
@vitomundial
Desde Moscú, Rusia

La red de subtes de Moscú es monumental. Mejor y mucho más grande y abarcativa que incluso las de Nueva York y París. Apuntan, quien conocen, que también que las de Tokio y Londres. Aquí se combina la majestuosidad y la practicidad, la belleza artística y el alcance. Una red circular capaz de llevarte a Burzaco, Castelar, Morón, Lanús, Florencio Varela, si nos ubicaramos, como una referencia, con el subte de Capital Federal que solo tiene alcance justamente ahí, en la CABA, y no precisamente en todo el distrito ni mucho menos. Y con promesas incumplidas, como tantas otras, en los últimos años de construcción de más kilómetros.

La comparación, que no tiene ningún sentido, solo sirve para graficar hasta dónde llega esta red. A que Gran Moscú alcanza. Y está monumentalidad fue construida en tiempos de la Unión Soviética. Una gran “pesada herencia” que le dicen… Ahora, en tiempos post caída del Muro, se modernizaron incluso algunas líneas y ahora para el Mundial se puede ver en el subte ¡Los partidos en directo!. De todos modos, ya antes de la Copa del Mundo se podía ver TV en directo en las formaciones.

Eso sí, no hay una sola publicidad, ni en las paredes, ni dentro de los convoy. Quienes estuvieron en tiempos de la Unión Soviética, como el colega Roberto Fernández, recuerdan que en eso están tal cual entonces. Sin contaminación visual. Con respeto extremo por los usuarios de parte de un servicio del Estado que funciona a la perfección, con una pasada cada 40 segundos. Aun en horas picos y en el Mundial, se viaja con comodidad.

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Pero a la majestuosidad y la monumentalidad hay que agregarle el corazón, la calidez de los rusos, más allá de los prejuicios que se puedan tener. La red es inmensa, y muy práctica, como es circular, tarde o temprano vas a llegar a destino, aunque te podés perder varias veces en el camino. Podés aparecer en el Tigre e igual llegar a Lanús si ese era tu cometido.

Pero quedará mucho tiempo perdido en el medio. Pasa hasta que te adaptás. El difícil entender los carteles, claro, sobretodo porque aparecen en cirílico. Pero siempre habrá una rusa o un ruso dispuestos a ayudar e incluso a cambiar sus rutas si es necesario para acompañarte y que llegués a dónde querías.

Es increíble como incluso lo hacen aunque no se lo pidas, o no se lo sepas pedir, por el lenguaje. No bien nos ven con cara de preocupación mientras observamos mapa, aplicación del metro en el teléfono, carteles indicadores (en cirílico), enseguida se acercan y buscan la forma de ayudar. Incluso al punto de acompañarnos algunas y algunos hasta el punto dónde debemos ir, aunque eso signifique el cambio sustancial de sus propias rutas. Era mentira, entonces, aquello de que si los saludás en inglés y no en ruso te ignoran. Todo lo contrario. Saben que estás en problemas, te ayudan enseguida. Y ellos son los que se preocupan más por superar la barrera del idioma, más que nosotros mismos. Hay qu considerar, quizá, sin embargo, que el Mundial y la credencial predisponen mejor. Pero da la sensación que es una actitud con el turista en general.

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Una muy linda historia de tantas de esas la protagonizó el colega Juan Carlos Ferrari del Diario Hoy de La Plata, y la cuenta el periodista Guillermo Blanco: “Mareados de transbordos. Juan Pablo pierde mochila en un tren repleto. Una pasajera se apiada. Hasta el pasaporte tenía allí JP. Desesperación total. La piba nos acompaña hasta la policía subterránea. Dificil todo. Pero ella, solidaria “al palo”, explica, insiste. Se movilizan todos con sus pantallas de todos los ramales. Se nos acorta el tiempo para viaje de 400 km en tren. Casi llanto. Juan Pablo que pide perdón. Lo calmamos. Y Valeria que es llamada por los policías para informarle que ¡apareció! la mochilaaaaa. Moscú popular. Nadie se la llevó. Juan Pablo ha ido no sabemos donde, para recuperarla. Valeria no solo no se va, sino que lo acompaña. Historia real, reciente. Esto también es Mundial”.

Después, entre el propio Guillermo Blanco y el periodista de Dolores Ezequiel Suárez nos completaron la historia con algún detalle más. Valeria no habla una palabra ni de inglés ni de español. Pero igual se las ingenió para ayudar. Incluso se peleó y se puso firme con sus conciudadanos policías para que lo dejen ir a Juan Pablo rápido para que no pierda el tren a Nizhny. Los agentes del orden, ahora, querían investigar minuciosamente el contenido de la mochila que nadie tocó en una bajada de subte, y los “antecedentes” de Juan Pablo. Hay muchas Valerias en Moscú. Muchos Andrew, quien perdió su convoy en Spartak para explicarnos como salir de nuestro intríngulis y llegar a Park Kultury, por ejemplo.

Otros detalles de los subtes. Entre la historia y la modernidad. En la estación de Kiyevskaya se nos presenta de repente toda la majestuosidad arquitectónica y belleza de la antigua construcción, con una imponente imagen de Lenin en una de las paredes de fondo.

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Es realmente el Palacio del Pueblo,-como escribe Juan José Panno en CCCPMundial.com , tal como se lo presentaba en los tiempos de la Unión Soviética: obras de arte, lujoso mármol, fastuosas lámparas, sorprenden a cada paso en las estaciones antiguas que mantienen nombres históricos: Revolución, Barricadnaya, Spartak, Partizanos…

De las estaciones de subtes de Moscú, 42 fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. La red fue creada en 1935, es decir 22 años después que el de Buenos Aires.
Tiene una extensión de 339 kilómetros. Son 13 líneas, 212 estaciones, cada una de las cuales tiene más de 100 metros de largo.

Cada formación tiene ocho vagones que llegan a cada estación con una frecuencia de 40 segundos, menos de un minuto si se llega a demorar… Circulan a una velocidad promedio superior a los 40 kilómetros por hora. Si uno, después de bajarse camina de punta a punta del andén, enseguida ve venir otro tren.

Esta red transporta a más de nueve millones de pasajeros cada día. El subte de Moscú funcionó como refugio antiaéreo durante la guerra. Permitía almacenar alimentos para tres meses, En esas épocas hubo allí 212 nacimientos.

Solo una vez dejó de funcionar,. Fue el 15 de octubre de 1941, cuando se creía inminente la toma de Moscú por parte de los nazis. Pero fue una falsa alarma y al otro día volvió a correr normalmente.

Cuenta la leyenda que circula otro subte debajo de este, que fue construido por Stalin y que conecta el Kremlin con otros puntos.

El pasaje individual cuesta menos de un dólar. El sueldo promedio de un habitante de la capital de Moscú es de 1500 dólares.

En cada parada por los altavoces se escucha “uballeine pashagere”, que se traduce como “estimado” o “querido pasajero”. Después vienen recomendaciones del tipo “cuidado cuando se cierran las puertas” o “denle el asiento a las mujeres embarazadas, o con niños, a los discapacitados y a las personas mayores”.