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Cultura 30 de julio de 2022

El Museo Nacional de Bellas Artes exhibe obras de Deira que se creían destruidas

La muestra reúne una serie de siete pinturas en las que el artista argentino buscó trazar una crónica sobre algunos de los hechos más violentos sucedidos en la década del 60 en América Latina.

Por Claudia Lorenzón

La muestra “Ernesto Deira. Identificaciones“, que reúne una serie de siete pinturas en las que el artista argentino buscó trazar una crónica sobre algunos de los hechos más violentos sucedidos en la década del 60 en América Latina, puede visitarse en el Museo Nacional de Bellas Artes (Buenos Aires) luego de que las pinturas arribaran al país en marzo pasado desde Chile, donde se vieron por última vez en 1971 y se presumían destruidas por la dictadura pinochetista.

La muestra de fuerte contenido político que se exhibe en la sala 33 del primer piso del museo está integrada por una serie de pinturas de 1971, en blanco y negro, de acrílico sobre tela, y estilo naturalista, que Deira denominó “Identificaciones”, centradas en el asesinato de Ernesto “Che” Guevara -sucedido cuatro años antes en la selva boliviana- como hilo conductor de este “breviario de la violencia”, según definió la directora artística del Bellas Artes y curadora a cargo de la obra, Mariana Marchesi.

“La intención de Deira por entonces era trazar una crónica sobre algunos de los acontecimientos más violentos sucedidos en el mundo desde los años 60: la pobreza en el Tercer Mundo, los procesos de descolonización, la invasión estadounidense a Vietnam y, en el caso de la Argentina, los primeros actos represivos que inauguraron la década del 70″, destacó la curadora.

Para realizar estas pinturas, en su mayoría de cuerpos dolientes o cadáveres mutilados, Deira “se basó en fotografías aparecidas en periódicos y revistas de divulgación científica y como muchos artistas de aquel momento también se referenció en imágenes de la historia del arte, como el Cristo muerto de Mantegna o la lección de Anatomía de Rembrandt, entrelazadas con sucesos contemporáneos, lo que le da un plus de significado muy fuerte a la obra”, dijo Marchesi.

En el centro de la sala, cobra especial dimensión, una obra en alusión directa al asesinato del Che: un cuerpo desnudo con las piernas y brazos en cruz, que remite a las posiciones del “Hombre de Vitrubio”, de Leonardo da Vinci, con las manos mutiladas y, en la zona pélvica, la imagen de un ranger boliviano, miembro del grupo militar entrenado por los Estados Unidos, que capturó y ejecutó a Guevara. Y, como en varias de las series, cobra un especial simbolismo una mano guardada en un recipiente rectangular, a un costado del cuerpo.

Ernesto Deira 2

Muy cerca de esta obra, los torsos y rostros de dos niños paquistaníes desnutridos que evocan el genocidio de Bangladesh, impactan por su crudeza. Estas imágenes iniciaban el recorrido de la muestra realizada en la galería Carmen Waugh de Buenos Aires en 1971. Para estos retratos, Deira se basó en fotografías de la prensa internacional, que daban cuenta del conflicto bélico originado por la independencia de Bangladesh, que enfrentaba a las regiones de Pakistán oriental y occidental.

La violencia de esa década vuelve su mirada hacia la Argentina en una obra que reproduce los cuerpos desnudos de Juan Pablo Maestre y Mirta Misetich, integrantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Las fotos del cadáver de Maestre habían ilustrado las portadas de la prensa en aquel momento, ya que fue uno de los primeros casos en los que hubo conocimiento público sobre la participación de las fuerzas de seguridad en un operativo de secuestro, según la información que acompaña el cuadro. “Con esta obra sobre el secuestro y asesinato de Maestre y su esposa, ella aún desaparecida, Deira, como otros artistas, se hace eco de las denuncias que los equipos de derechos humanos hacían sobre las desapariciones”, agregó la curadora.

Las denuncias sobre experimentaciones con armas químicas, por parte de Estados Unidos en la guerra de Vietnam también captaron la atención del artista, quien toma de la revista Ciencia Nueva, de divulgación científica, que denuncia “las atrocidades de la guerra”, señaló Marchesi. La obra con la que se hace eco de esta situación está representada por un rosto de perfil -en pequeño formato- deformado por gruesas pero precisas incisiones, efecto del napalm. Deira se basó en impactantes imágenes de los soldados heridos en Vietnam -presentes en la exhibición- que acompañan la carta de renuncia al cuerpo médico del Ejército de los Estados Unidos que había escrito el neurocirujano Murray H. Helfant al presidente Richard Nixon.

Otras tres obras del cuerpo desnudo de un hombre de frente, espalda y perfil acompañados por manos amputadas, completan la muestra, que tiene una octava pintura desaparecida.

Además de estas siete obras, se exhibe un conjunto de documentos de época provenientes del archivo del artista y material de prensa en el que Deira se basó para la realización de esta serie como un ejemplar de la revista El Siglo, Arte Latinoamericano y un recorte de diario sobre la primera visita de Fidel Castro a Chile.

Durante la presentación de la muestra, el director del Museo, Andrés Duprat, narró los hechos que marcaron el derrotero y recuperación de las obras y recordó que en noviembre de 1971, Deira presentó las siete pinturas en el Instituto de Arte Latinoamericano (IAL) de la Universidad de Chile, un novedoso espacio académico y cultural donde se ensayaron diferentes proyectos orientados a conformar una nueva cultura chilena, tras la llegada de la Unidad Popular al gobierno en 1970.

Allí permanecieron las obras tras el cierre de la exposición. Luego del golpe de Estado que derrocó al presidente Salvador Allende en 1973, el artista y su entorno las dieron por perdidas, pues supusieron que, dado su contenido político explícito, habían sido destruidas durante la dictadura militar.

En 2003, a instancias de Luis Felipe Noé y de la galerista y gestora chilena Carmen Waugh, se supo que las obras se hallaban, en perfecto estado, en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) de la Universidad de Chile, donde las había resguardado el personal de la institución.

Entonces se iniciaron gestiones diplomáticas para recuperar las obras, que culminaron en octubre de 2021 con un acuerdo entre los herederos del artista y las autoridades del MAC.

Duprat destacó que el regreso de las pinturas al país, en abril de este año “fue posible gracias a la colaboración de los gobiernos de Argentina y Chile, después de casi dos décadas de tratativas para la devolución de las obras a la familia Deira”.

Ernesto Deira 1

Asimismo, agradeció al ministro de Cultura, Tristán Bauer, por las gestiones realizadas en la repatriación, así como a las embajadas de ambos países y a Interpol. En tanto los hijos del artista, presentes en la ceremonia, Silvina y Martín, expresaron su alegría por la recuperación de las obras y porque, como dijo su hijo, haya habido “un final feliz” al poderlas recuperar y exhibir en Argentina.

La muestra, que abrirá mañana al público, a las 19, podrá visitarse de manera gratuita hasta el 4 de septiembre en la sala 33 del primer piso del Museo Nacional de Bellas Artes, ubicado en Av. del Libertador 1473, de martes a viernes, de 11 a 20, y sábado y domingo, de 10 a 20.

Deira y su historia junto a la pintura

Ernesto Deira, que había nacido en Buenos Aires en 1928, tras recibirse de abogado en la Universidad de Buenos Aires inició su formación en pintura con Leopoldo Torres Agüero y más tarde con Leopoldo Presas.

A comienzos de la década del sesenta, Deira conformó junto a Luis Felipe Noé, Rómulo Macció y Jorge de la Vega el grupo que se presentó por primera vez en 1961 en la exposición “Otra Figuración” en la Galerí­a Peuser. La muestra fue emblemática de una actitud que dominó la década: la de negar tanto la abstracción como las formas tradicionales de representación. La intención de los artistas de reintroducir la imagen del hombre en la pintura se realizó a través del collage, las chorreaduras y el énfasis en la expresión. Tras exponer en el Museo Nacional de Bellas Artes, el grupo se separó definitivamente en 1965.

En 1966, Deira obtuvo el segundo premio de pintura en la III Bienal Americana de Arte, en Córdoba, conocida como Bienal IKA. En 1967 se hizo acreedor del prestigioso Premio Palanza, otorgado por la Academia Nacional de Bellas Artes y posteriormente del Premio Konex y del primer premio de pintura otorgado por la Fundación Fortabat.

El artista falleció en Parí­s el 1º de julio de 1986, dejando como legado una vastí­sima producción, compuesta por más de 900 obras, entre óleos, acrí­licos, y dibujos.

Télam.



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