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Todas las noches, el payaso Bombilla se asomaba desde el coreto al escenario, por un agujero en el telón.
En el centro de la pista, bajo un haz de luz, el presentador hablaba, hasta que era interrumpido por Bombilla: “buenas noooches”. Haciéndose el sorprendido, el presentador se daba vuelta y saludaba al payaso: “¡Ah! ¡Hola Bombilla!, ¿cómo está usted?” y se acercaba a buscarlo.
Bombilla salía de detrás del telón y tomado del brazo del presentador, avanzaba hacia el centro de la pista, donde bajo la luz, ambos comenzaban un diálogo desopilante.
Después, siempre tomados del brazo y siempre hablando, los dos se iban alejando de la luz y volvían al coreto, donde se quedaba Bombilla. El presentador regresaba a la pista, para seguir su rutina.
Todas las noches, durante años.
Y ni una sola noche de todos esos años, el público se dio cuenta de que el payaso Bombilla era ciego.
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