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Opinión 21 de febrero de 2019

El uso de recursos digitales en la educación y su impacto en nuestro cerebro

por Gustavo de Elorza Feldborg

“La educación no es la respuesta a la pregunta, la educación es el medio para encontrar la respuesta a todas las preguntas”. William Allin

La sociedad de la información y del conocimiento vive el desarrollo de las innovaciones, que en palabras de Palamidessi (2006), sostiene que la denominada “Revolución Tecnológica impulsa procesos globalizadores en la economía, mundialización de las comunicaciones y digitalización de la cultura”.

A partir de esto, otras categorías de espacio y tiempo ordenan la vida de las comunidades que se enfrentan a desafíos constantes para responder a los cambios en algunos sectores que conforman la vida en sociedad (trabajo, educación, política y economía entre otras).

El centro de esta transformación que estamos experimentando en esta revolución en marcha, se encuentra en dos pilares claves, por un lado el desarrollo de las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación, cuya principal característica es su utilización como herramienta de mediación tecnológica para la generación y construcción de conocimientos, y por el otro nos encontramos con investigaciones y el desarrollo de aportes que hoy las neurociencias y en especial la Neuroeducación suman al concepto de mediación didáctica y pedagógica dentro del campo educativo.

Estos contextos de escenarios con soporte en lo virtual, requieren de innovación y creatividad casi inmediata. Para ello creemos en la teoría sociocultural, en la que la conformación de nuestra mente – cerebro cambia gracias a la utilización – exposición de mediaciones, ya sea por la intervención de acciones que utilizan diversas herramientas físicas como simbólicas, las cuales modifican las operaciones mentales a través de la creación y configuración de nuevas redes neuronales, los cuales podemos identificar como esquemas de conocimiento.

La revolución digital – que se caracteriza por el desarrollo de las nuevas tecnologías – con expresión en un mundo de pantallas en su rol de mediadores digitales visuales, han dado lugar a otros lenguajes y formas de establecer los procesos comunicativos, donde los entornos resultantes demandan de los docentes nuevas capacidades y competencias digitales y según Rheingold (2002): “las oportunidades más poderosas para el progreso del proceso de enseñar y de aprender, no están en las tecnologías electrónicas sino en las prácticas sociales”.

Por ende, los procesos de enseñanza y de aprendizaje que se den en la escuela, según Prieto Castillo deben ser capaz de promover y acompañar el aprendizaje en estos nuevos escenarios culturales, sociales y tecnológicos que experimentan los niños y jóvenes, a la vez de habilitar nuevas respuestas tan necesarias hoy en día como es la necesidad de un cambio urgente en el modelo educativo, en cual se integren los aportes que en la actualidad nos brinda la Neuroeducación, es decir un modelo centrado en el desarrollo de competencias, donde prima el saber hacer y al que hemos denominado como modelo NEURO-TECNO-PEDAGOGICO-DIGITAL y SOCIAL.

Una educación que intente promover la inclusión tecnológica, debe organizar los contenidos básicos en función de que los sujetos puedan adquirir los conocimientos, realizar las acciones que los involucre y superar las brechas digital y cerebral que hoy distancia a generaciones, donde su consecuencia inmediata: el analfabetismo digital – informacional, que podemos observar por medio de una tercer brecha que denominamos brecha edugeneracional.

Internet no solo está transformando todas las dimensiones sociales, espaciales y temporales, sino que además hoy la nube digital, a la que todos accedemos, se encuentra alterando nuestro cerebro. Hoy podemos percibir que la exposición a herramientas de mediación tecnológica, sumado a la construcción de acciones de mediación didáctica que utilizan diversas posibilidades que los instrumentos digitales brindan, fortalecen y construyen nuevos circuitos neuronales. Por lo tanto hoy Internet puede convertirse en un aliado de la educación, en la cual se logre atenuar la degradación de la mente provocada por el avance de la edad en las personas.

En este sentido y siguiendo a (Gary Small, 2010), podemos decir que esto ocurre sólo cuando tenemos un uso moderado y equilibrado de esta tecnología, ya que la sobreexposición a las mediaciones tecnológicas tienen un efecto nocivo para nuestro sistema neuronal, ni hablar cuando los adultos de manera inconsciente, en reuniones sociales, ponen a sus hijos en modo “piloto automático” convirtíendolos en una suerte de zombies digitales, mediante el secuestro atencional que produce un smartphone.

En cuanto al rol docente y en especial a la generación de materiales didácticos con expresión en lo digital, debemos conocer de qué manera nuestro cerebro trabaja y cuáles son las mediaciones que necesitamos para facilitar por medio de un andamiaje dotar a los dispositivos neuro-tecno-pedagógicos-digitales para que cumplan su función estratégica de favorecer la construcción de conocimientos sin infoxicar a nuestros estudiantes, y mucho menos llevarlos a extremos de saturación cognitiva por el exceso de respuesta de nuestros sentidos al medio ambiente como mediador y contextualizador.

En el terreno de las mediaciones didácticas, los docentes son agentes de transformación, tanto en las influencias que ejercen desde las posturas teóricas, como así también desde las prácticas que desarrollan. Por lo tanto su formación, su capacitación y el desarrollo de sus competencias para el desarrollo de procesos educativos innovativos reales y con un gran impacto en la dimensión de construcción de conocimientos, deben buscar anclar sus prácticas en las bases sólidas de aportes e investigaciones que alumbran el camino de la cognición bajo el faro de la Neuroeducación.

Una de las cuestiones que intentamos presentar por medio de este artículo, tiene que ver que en la actualidad la escuela en muchos casos se encuentra desconectada de la realidad del afuera de la sociedad que la rodea. Los estudiantes pasan mucho tiempo en conexión a través de dispositivos mediadores y con formas mediacionales que han cambiado la lógica que la escuela tradicional, está hoy no puede llegar a dar respuesta y mucho menos producir la focalización de los procesos de atención, procesamiento, registro, conservación y evocación de información y conocimientos, ya que en su gran mayoría los docentes no están capacitados en aportes básicos que nos brinda la Neuroeducación.

Esta construcción de la que estamos hablando, es precisamente por el uso y la aproximación de los jóvenes a ellas; ellos aprenden a utilizarlas en la cotidianeidad, por ensayo y error, desde el juego, a diferencia de muchos adultos, ellos entienden rápidamente el idioma y se manejan con soltura en las redes, como dicen Jesús Martín Barbero y Germán Rey (1999), están dotados de lo que ellos llaman: “plasticidad neuronal y elasticidad cultural”.

La utilización de las mismas, tiene que ver con un símbolo de pertenencia de ciertos grupos, es decir, más allá de la facilidad de su uso, hay una especie de estímulo a usarlas por ser fuente de diferenciación social; el uso de la amplia gama de medios y aparatos hablan de la capacidad que tienen de hacerlo al mismo tiempo entendida y denominada como “multitarea”, este concepto desde la neurociencia se lo conoce como “alternancia continua de la atención”.

Siempre pensando en esta construcción, es importante analizarla en el marco de la cultura y la sociedad donde los estudiantes se desarrollan, es decir, las mismas se llevan a cabo en otros contextos diferentes del escolar y nosotros nos relacionamos con ellas también en otros ámbitos; ellos nos permitirá entender que al tener en cuenta la dimensión social, cultural e histórica de los cambios que se viven, las tecnologías son un cambio social profundo y estructural en las formas de conceptualizar y concebir al mundo en que vivimos, y en las formas de acceder, aprender y conocerlo. Teniendo en cuenta ello, tendremos elementos nuevos para repensar nuestros supuestos pedagógicos y las decisiones sobre qué, para qué, por qué y cómo, que guían la inclusión de las TIC en la enseñanza.

Podemos concluir entonces, que esta autonomía de los alumnos respecto de la institución escolar, consecuencia del uso de las TIC, va creciendo y a pesar que puede llegar hacer un atributo de la minoría, ello no le quita la importancia ni el mérito, pero sí generará que sólo los docentes que posean una cultura informacional podrán interactuar con ellos.

Volviendo a lo que decíamos al comienzo que el desafío de la educación, es poder comprender que el futuro de la misma no depende tanto de estructuras o contenidos curriculares, sino de cambio en las “actitudes de las personas”, quedará en cada docente e institución la decisión de formar parte de esta nueva “cultura informacional” en un siglo que podemos denominar como el siglo de la neurociencia, en el que se incluyan el desarrollo y puesta en práctica de estas “competencias digitales”, con un fuerte basamento de la relación entre cerebro y aprendizaje.

(*) Profesor e investigador universitario, especialista en Neuroeducación, y en Educación y Nuevas Tecnologías.



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