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Arte y Espectáculos 9 de diciembre de 2018

Entre la ingeniería y la danza, estrena obra sobre el vínculo persona-máquina

La coreógrafa Elizabeth Delfabro y el ingeniero Esteban Lozada unieron sus universos creativos en una pieza de danza y performance que indaga en los límites del poder tecnológico actual.

Los dispositivos biomecánicos fueron creados por Lozada.

H+ más que humano” es el espectáculo que debutará el próximo martes 18 de diciembre en el Teatro Roxy (San Luis 1750) y que luego tendrá una función más el 6 de enero en El Club del Teatro (Rivadavia 3422). Entre la danza, el teatro, la performance y la indagación tecnológica, la propuesta es una idea de la bailarina y coreógrafa Elizabeth Delfabro y del ingeniero y artista Fernando Lozada.

“Empezamos a conversar con Elizabeth acerca de mezclar tecnología y danza”, recordó Lozada sobre el origen de la pieza, que no tiene diálogo y sobre la que vienen trabajando hace más de un año. A esas conversaciones sumaron el elemento ideológico. “No existe tecnología separada de la ideologías“, agregó.

Así nació este espectáculo, que se mueve en los límites de los géneros artísticos: un grupo de bailarinas y un bailarín interactúan con unos dispositivos biomecánicos, realizados por Lozada e inspirados en los “animaris” del artista holandés Theo Jansen.

Esos artefactos mecánicos están fijados al cuerpo de las bailarinas y del bailarín, a través cinturones que se colocan en la cintura y en los tobillos. El resultado es una obra sobre el movimiento y que habilita todas las preguntas de parte de espectadores y espectadoras, sin que sus autores quieran cerrar el sentido.

“Queremos que el público le ponga su propia impronta, que vea qué le pasa cuando ve a un ser humano interactuando con un dispositivo mecánico que representa el conjunto de los dispositivos tecnológicos que nos rodean”, observó el ingeniero, conocido a su vez por ser parte de la Asociación de Librepensamiento y de Ateos Mar del Plata.

Para Delfrabo, en tanto, la obra no supone un espectáculo futurista, sino que “es una obra de la realidad actual”.

“Nuestra cotidianidad es la ciencia ficción de Asimov o algún cuento de Bradbury. Los tutores tecnológicos que se acoplan al cuerpo humano, teléfonos celulares, marcapasos o prótesis se vuelven órganos propios. Este híbrido cuerpo-máquina nos da una nueva perspectiva del ser”, reflexionó la artista, que trabajó junto a Lozada en tres etapas diferenciadas del proceso artístico.

“La primera etapa fue de investigación técnica. El encuentro con el mecanismo, explorar las posibilidades de movimiento del aparato, de mi cuerpo y del ensamble. Paralelamente este trabajo me iba provocando muchas sensaciones e ideas que fui nutriendo con lecturas y así se fue generando un concepto, imágenes cinéticas y visuales”, dijo.

“La segunda etapa fue el proceso de los datos, pensar las coreografías y la composición general. Y la tercera etapa fue el montaje, usando como lenguaje principal la danza”, narró.

También para Lozada, un ingeniero que trabaja en la creación de implantes quirúrgicos, el trabajo con Delfabro le generó una devolución que no suele tener. “La ingeniería trabaja con cuerpos aislados que no sienten”, dijo.

“Lo que me pareció más interesante de este proyecto es que con los prototipos que armé Elizabeth empezaba a experimentar y ahí hacíamos el intercambio, veíamos cómo se sentía, si le dolía, qué pasaba cuando tenía que caminar con los dispositivos, qué tipo de sensaciones tenía, si era opresión… Lo que ella iba sintiendo hacía que yo tuviera que modificar el mecanismo. Eso fue nuevo en el ámbito de la ingeniería: crear en base a la decodificación que hizo otra persona” de ese dispositivo. Es decir, una suerte de humanización de la máquina.

Para la bailarina, el desarrollo tecnológico (celulares, uso de PC, etcétera) obliga a pensar en que “la frontera ya no está en la piel”. Sin embargo, “el eje de la obra está en la piel como lugar de conexión real”.

En “H+ más que humano” participan Andrea Canela, Juliana Lizardo Villafañe, Laura Selman, Iván Lenz, Cecilia Paterlini y la misma Delfabro. Y la música orginal es de Luis Obeid.