Dedicado a Maruquiroga

Por Oscar Muñoz

La gente siempre está yendo de visita a la casa de M.

Los recién llegados pasan al living y tras los saludos de rigor, se instalan en el balcón.

Donde es casi seguro que ya están instaladas otras visitas previas, o de larga data, incluso.

Así que sería más apropiado decir que la gente concurre al balcón de la casa de M y ahí se demora, dejando pasar el tiempo, compartiendo el rato, manteniendo conversaciones y debates sin ningún fin específico.

Uno conoce siempre gente nueva, visitando a M, se me da por pensar.

También se me da por pensar qué historias escucharíamos si el balcón contase su propia historia, como otros tantos balcones, domésticos o famosos, públicos o privados.

Es muy argentino eso de asomarse al balcón o pararse debajo, por eso suceden tantos lamentables accidentes en esta ciudad.

Cuando un balcón cualquiera se cae, por defecto de construcción o falta de mantenimiento, no sólo puede arrastrar a sus ocupantes al vacío más o menos mortal o causar lesiones al transeúnte ocasional y tal vez hasta su muerte misma, sino también arrojar sus historias sobre personas igualmente del todo desprevenidas, con las desconcertantes consecuencias del caso.

Debería legislarse más exhaustivamente al respecto.

Ahora, volviendo al balcón de M, que era el motivo de esta discreta disquisición.

Si el balcón de M contase su historia tendríamos de primera fuente muchos secretos e infidencias, o la confirmación otros tantos rumores: se especula que a lo largo de sus tertulias se tejieron romances y se convinieron separaciones, se facilitaron reconciliaciones y se pactaron negocios de toda índole.

Tal vez sea otra de las características de los balcones porteños: cierta propensión a la intimidad y a la sociabilidad.

Aunque el balcón de M contiene y favorece esos condiciones de manera particular: tal vez conserve ecos de pasados más amables, quizás se regocije en la preferencia de las visitas que se suceden, se alternan, se renuevan.
No me malinterpreten, no es que esté intentado hacer una discursiva de la espiritualidad new age ni menos todavía, un panfleto de las relaciones humanas.

Porque también podría pensar, como a menudo lo pienso, que tanta comodidad, subrayada por su situación geográfica (ese Palermo Pacífico) y su plus inmobiliario (primer piso a la calle), cobija no pocas iniquidades del mundo en que vivimos un día sí, y al otro día, no se sabe.

De cualquier manera.

Uno siempre termina volviendo a la casa de M.

Como tantos otros, que se caen por ahí.

Igual que ahora.

El balcón de M me espera.

Oscar Muñoz es periodista y escribe en la histórica revista Caras y Caretas. Con décadas de experiencia en medios gráficos nacionales, se desempeñó en todos los rubros posibles, desde la confección del horóscopo hasta la entrevista política en profundidad. Pergeñó guiones de historieta y los textos para sendos documentales: Abril/ Norte (Mundial de Cortos de Fútbol 2014) y Calesitas porteñas, una vuelta más (Selección Oficial Festival Internacional de Cortos Tandil 2017) y el corto de ficción Después de función (Primera Semana del Cine Marplatense, 2019). Publicó Los ex -Historias con separaciones, separados & separadores-. Viajado y viajero por los cinco continentes, sus crónicas de color o actualidad, aparecieron en los diarios BAE Negocios, La Nación, La Prensa y La Capital (Mar del Plata); las revistas GABO, Maxim, R.S.V. P. y Foto Imagen. Comparte imágenes y vivencias en su cuenta de IG: @elinfinitoviajar