Por Elena Stapich (*)
Este libro mereció ser incluido en el prestigioso catálogo White Ravens, que selecciona cada año los títulos más destacados entre los destinados a niños y adolescentes.

A través de palabras e imágenes una narradora en primera persona cuenta la historia de un ¿niño?, de quien nunca llegamos a conocer su nombre, ya que siempre lo nombra como “el alumno nuevo”. Lo conoció en 6° año de la escuela primaria y sintió por él una mezcla de fascinación y rechazo: era demasiado perfecto y –además- se podía percibir un tic-tac cuando se aproximaba lo suficiente. Por si fuera poco, el compañero parecía espiarle el cuaderno, a pesar de que su desempeño escolar era extraordinario. ¿Para qué lo hacía, entonces?

Un día la narradora descubre el secreto del alumno nuevo…

Este cuento podría formar parte de otros libros de De Santis, como Trasnoche, y está emparentado con El verdadero negocio del señor Trapani, entre otros textos del autor: relatos fantásticos, que responden a los códigos de los géneros populares y en los que es posible encontrar elementos que nos resultan conocidos: lo siniestro (como lo definía Freud, algo extraño y, a la vez, con resonancias de algo familiar), el tema del Golem –algo que tiene vida pero que ha sido fabricado con elementos inanimados-, la novela Pinocho, con ese padre que fabrica a su hijo, las historias de ciencia ficción que tocan el tema de la inteligencia artificial…

En fin: uno de los placeres de este tipo de literatura consiste en este ir reencontrándonos con historias ya conocidas y poder anticipar lo que va a pasar, aunque, de todos modos, siempre nos espera alguna revelación al final. El alumno nuevo gira sobre una idea que había puesto en juego Graciela Montes en El club de los perfectos. A veces la perfección se torna intolerable.

El alumno nuevo está ilustrado por Cristian Turdera. Las ilustraciones son digitales y se destacan por la creación de una atmósfera muy particular: la de la escuela, con colores levemente apagados, con un aire retro, llena de detalles que merecen una observación detenida que permita registrar los útiles escolares, las láminas didácticas, los pizarrones, los pisos y mobiliario. Escenarios ordenados de los que parece emanar silencio y algo de soledad.

No es un libro para los más pequeños. Tampoco requiere de lectores muy experimentados. Sumergidos en la cultura pop, púberes y adolescentes tienen herramientas para disfrutar de esta historia.
(*) Integrante de la ong Jitanjáfora.