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Cultura 12 de febrero de 2023

Hugo Alconada Mon: “Creo que el éxito de la novela no es por La Plata ni por la Generación del 80, sino por los inmigrantes”

"La ciudad de las ranas", la primera novela histórica del reconocido periodista, narra desde diversas perspectivas sociales la fundación de su ciudad: La Plata. En entrevista con LA CAPITAL, el autor habla sobre las contradicciones de la Generación del 80, las históricas pugnas entre Provincia y Capital, los diálogos entre la corrupción del pasado y del presente y su salto del periodismo a la ficción.

Hugo Alconada Mon estuvo en Mar del Plata para presentar su novela en el ciclo Verano Planeta.

Por Rocío Ibarlucía

“¡Esta ciudad será la ciudad de las ranas!” es la tajante frase utilizada por Julio Argentino Roca para caracterizar de forma despectiva a La Plata cuando el proyecto urbanístico recién comenzaba. El vaticinio esconde su enemistad con Dardo Rocha, quien planeó y construyó la ciudad como parte de un plan estratégico -y frustrado- para acceder a la presidencia. Pero esta expresión algo de verdad tiene: La Plata, el paradigma de ciudad moderna y símbolo del progreso, se edificó sobre un pantano, donde habitaban cientos de ranas, patos y mosquitos, susceptible a constantes inundaciones. La ciudad entonces nace con una naturaleza adversa, a la que se suma otra adversidad que es la política. Su fundación sufre el acoso del poder central, siempre latente, que no la deja crecer. Sin embargo, La Plata pudo levantarse de su propio barro, adaptarse y resistir.

Nacido y criado en La Plata, el prestigioso periodista de investigación, abogado y ahora escritor de ficción Hugo Alconada Mon recuerda que de niño jugaba en el barro. El croar de las ranas sintetiza, para el autor, tanto su memoria personal como los complejos entramados políticos y sociales que atravesaron el origen de la ciudad.

A pesar de que no quiso contar la historia de su familia, porque considera que hubiese sido “un gran ejercicio de megalomanía”, la escritura de su primera novela le permitió entender a sus antepasados. “Yo tengo una parte de mi familia, la Alconada, que es más, si se quiere, tradicional, a diferencia de la parte Mon, en la que mi bisabuelo vino de Asturias, se instaló en Pehuajó y tuvo que dormir sobre la barra de la pulpería que durante el día tenía que limpiar. Entonces, para mí reconstruir esta historia fue en parte entender a mi propia familia”, cuenta el autor a LA CAPITAL.

Alconada Mon cuenta que la novela es el resultado de una investigación que le llevó por lo menos 20 años, desde que trabajaba en el diario El día de La Plata.

Alconada Mon cuenta que la novela es el resultado de una investigación que le llevó por lo menos 20 años, desde que trabajaba en el diario El día de La Plata.

Su novela surge, en palabras del periodista, “por el cariño a mi ciudad pero también como excusa para contar una generación, que es la Generación del 80 y, al mismo tiempo, para contar la historia de mis abuelos, tus abuelos, de tanos y gallegos que vinieron al Río de la Plata a ver si podían encontrar un futuro para ellos y su familia”.

Ese cruce entre la clase dirigente y los trabajadores anónimos que hicieron posible la construcción de la ciudad puede verse en la estructura de la obra, que va y viene entre Dardo Rocha y la historia de Íñigo Rocamora, un inmigrante italiano que logra convertirse en líder a partir del trabajo, la educación y la lucha reivindicativa.

El trazado urbano platense le permite al autor poner en escena tanto las disputas entre Roca y Rocha, entre conservadores y radicales, entre católicos y masones como entre criollos e inmigrantes, pugnas que desencadenan en dos hechos no tan recordados, como la batalla de Ringuelet y la Masacre de San Ponciano.

Consagrado como periodista de investigación, con siete libros publicados -entre ellos, “Los secretos de la valija”, “Las coimas del gigante alemán” y “La Raíz (de todos los males)”-, Hugo Alconado Mon ahora dio el salto por primera vez a la ficción y lo ha hecho con un éxito rotundo. En entrevista con LA CAPITAL, piensa los motivos por los cuales la novela conmueve a sus lectores y analiza los orígenes de su ciudad en diálogo con nuestro presente.

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-¿Por qué elegiste narrar la fundación de La Plata como novela histórica? ¿Qué es lo que te permitió la ficción que no te ofrecía la investigación periodística?

-Las piezas del rompecabezas que me faltaban. En realidad, este libro arrancó con la idea de escribir no ficción. El punto máximo sería “A sangre fría” de Truman Capote. Pero a medida que iba investigando, iba armando un rompecabezas y había piezas que faltaban. Te doy un ejemplo: cuando muere Julio Argentino Roca, sus tres hijas se pasaron dos años limpiando todo el archivo de lo que fuera incómodo en lo político, lo patrimonial o de polleras. Las hijas podían destruir la carta que tenían pero no la del destinatario y fui en búsqueda de eso. Algunas piezas pude reconstruir pero el resto no. Como periodista, no podía publicar lo que no tenía chequeado. Ahora, en un momento me pregunté qué pudo haber pasado y, después, qué me hubiera gustado que pasara. Y así surgió la novela, la verdad es que yo la pasé genial, me divertí como un nene. El último tramo de escritura fue en la pandemia; mientras otros pasaban tiempo mirando una serie en Netflix, mi pasatiempo fue escribir.

-¿A qué creés que se debe el éxito de tu novela, que está primera en ventas en todo el país?

-Yo creo que el éxito no es por La Plata y no es por la Generación del 80. Mi sensación es por los inmigrantes. Me ha pasado de ir a Córdoba, a Paraná, a Rosario y encontrar lectores emocionados con la novela. Ahora estuve de vacaciones en Valeria del Mar y mi mujer me hace ver que había muchas personas leyendo la novela en la playa. Un señor de 83 años, cordobés, se acercó, se me emocionó y me dijo “es como si hubiera estado con mi abuelo italiano”. Ese señor nunca había pisado La Plata, pero le pegó por el lado de los inmigrantes. Entonces, pasé de Truman Capote a una especie de limbo parecido -no me quiero comparar ni borracho- a Tomas Eloy Martínez cuando escribió “La novela de Perón” y “Santa Evita”. Que después algunos terminaron tropezando y pensando que Perón había dicho tal cosa y tuvo que salir a explicar que eso era ficción. Me ha pasado que gente ha googleado a Íñigo Rocamora para saber si realmente vivió, aunque por supuesto hay otros personajes entre los inmigrantes que sí existieron.

“Encontré la carta que Dardo Rocha le manda a Faustino Jorge en la cual establecen las palabras en clave para aludir a Roca, a Sarmiento, al financiamiento de campaña. Explicame cuál es el motivo para que vos con un amigo tengas que establecer palabras en código si no es porque sabés que te están interceptando el telegrama. No cambiamos nada”.

-La ficción también te permite narrar el hecho desde distintos puntos de vista: incluís la voz del poder pero también la voz de los inmigrantes. ¿Te preocupaba contar la historia desde una sola perspectiva social?

-Sí, lo que vos tenés es la octava versión de la misma novela, o sea, la escribí ocho veces. Empecé escribiéndola en tiempo presente y no funcionaba, me pregunté si narraba en primera o en tercera persona, en un momento escribí solo desde la perspectiva de Dardo Rocha. Y de repente yo sentía que eso era demasiado en la élite. Y me dije si voy a narrar la historia de la fundación de la ciudad, no puedo contar esto sin contar sobre los italianos. El primer censo de La Plata dio que eran 10.000 habitantes, de los cuales el 40 % eran italianos; el 20 %, españoles; 20 %, inmigrantes de otros países y solo el 20 % restante era criollo. Entonces, si yo voy a contar desde la élite, me estoy comiendo el 80 % de los que estaban. Ahí puse el freno de mano y empecé a consultar a investigadores del Conicet sobre la vivencia de los italianos y llegué a una investigadora, (Edith Carmen) Debenedetti, que recopiló cartas de los italianos. Yo quería contar los dos niveles, el de la élite y el del inmigrante que la vino a remar. Si solo escribía desde la perspectiva de Dardo Rocha, sentía que me hubiera contado la mitad de mí mismo, la mitad Alconada y no la Mon.

Igualmente, como me dedico a la investigación periodística, como la expresión “El que es martillo ve un clavo en todo el mundo”, inmediatamente empecé a buscar la corrupción, quién era el testaferro. Y encontré la carta que Dardo Rocha le manda a Faustino Jorge en la cual establecen las palabras en clave para aludir a Roca, a Sarmiento, al financiamiento de campaña. Explicame cuál es el motivo para que vos con un amigo tengas que establecer palabras en código si no es porque sabés que te están interceptando el telegrama. Y yo me reía leyendo estos archivos porque pensaba que no cambiamos nada.

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-Ese es uno de los grandes temas de la novela: las contradicciones de la Generación del 80, que es capaz de promulgar la ley 1420 pero al mismo tiempo desvían los fondos públicos para financiar sus candidaturas políticas, compran periodistas, se espían entre ellos. ¿Hasta qué punto tu novela dialoga con el presente?

-Eso es algo que no busqué, pero también tiene una enseñanza, de derribar esa idea de todo pasado fue mejor, del ojalá fueran todos como Sarmiento, Mitre, Pellegrini. Ellos también tenían mal aliento, olor a transpiración, sus amoríos, sus traiciones. Si te quedás con eso, también está mal, porque es un reduccionismo. Incluso con esos defectos, también fueron capaces de cosas muy positivas. Pero al mismo tiempo eso te puede llevar a un punto de referencia para hoy. Si aquellos que dirimían a las piñas y con fusiles Mauser sus diferencias fueron capaces de la ley 1420, eventualmente nosotros también podemos intentar llegar a algunos consensos que nos permitan salir adelante en lugar de estar como unos estúpidos discutiendo por Twitter.

-Las ficciones históricas, por más de que se sitúen 140 años atrás, suelen responder al presente de la escritura. ¿Qué te reveló el estudio del origen de La Plata sobre la política actual?

-Sí, varias veces tuve que frenarme para no caer en anacronismos, o sea, no quería juzgar con parámetros de hoy lo que ocurrió hace 140 años. Por ejemplo, ¿me gusta todo lo que hizo Roca? No. ¿Creo que fue un santo varón? Ni loco. Ahora, al mismo tiempo, aplicarle los parámetros de hoy a lo que hizo, por ejemplo, en la conquista del desierto también está mal, porque, por ejemplo, el concepto de genocidio es producto de lo que vivimos sobre todo en la Segunda Guerra Mundial. Aplicarle a Roca por la conquista del desierto el término que nosotros establecimos sesenta, ochenta años después es por lo menos discutible. En un momento, yo le decía a uno de los académicos que me ayudó: “¿Te das cuenta de la corrupción galopante que había entonces?” Ahí él me frenó y me dijo: “Estás aplicando el Código Penal actual a lo que ellos hicieron aquellos tiempos donde no regían las mismas figuras penales actuales. Vos estás planteando algo que en aquellos tiempos ni se les ocurrió, no estaba prohibido”.

-¿Pedro Benoit sería la contracara de esta corrupción? En la novela recuperás que dona sus honorarios para que se puedan comprar los materiales de la Catedral, algo similar sucedió con la Catedral de Mar del Plata.

-Es cierto, yo mientras iba investigando, le empecé a tomar mucho cariño a Pedro Benoit, que es como si fuera la mano derecha y motor ejecutor de la construcción de la ciudad de La Plata. Rocha decía “tenemos que hacer las diagonales” y Benoit se ponía el casco. Hasta yo creo que a Rocha le dio vergüenza ajena lo que laburó Pedro Benoit y, por eso, le ofrece un sobresueldo aprobado por la Legislatura y Benoit lo rechaza. Y era una fortuna. En otro momento, ya cuando se está jubilando, le ofrecen otro pago extraordinario y lo rechaza también. En el Archivo de la Provincia de Buenos Aires, en el último piso del Pasaje Dardo Rocha, están los expedientes escritos a mano por Pedro Benoit de la fundación de La Plata, están todas las rendiciones detalladas por él, están todas las facturas, pone uno por uno todos los gastos, hasta están las boletas de cómo compró la urna para la piedra fundamental de La Plata.

“Rocha, ya sin ambiciones políticas, llegó a la conclusión de que en realidad se equivocó de lugar, Mar del Plata hubiera sido una gran capital de la provincia de Buenos Aires”.

-¿Cómo fue pensada La Plata antes de nacer y por qué creés que fracasó el proyecto político de la ciudad?

-Creo que las dos preguntas están atadas a Dardo Rocha. Dardo Rocha idea, funda, construye la ciudad de La Plata como el trampolín para llegar a la presidencia. ¿Por qué? Porque vislumbra la necesidad y la oportunidad. Venías de la federalización de la ciudad de Buenos Aires, la provincia de Buenos Aires se queda sin capital. Entonces, hay una necesidad: tenemos que darle una capital; y una oportunidad: “si la hago bien, si la construyo bien, este es mi trampolín, mi vidriera, mi plataforma para llegar a la presidencia. Con esto que hice en tres años con la capital de la provincia de Buenos Aires, imaginen lo que yo puedo hacer con una presidencia. Vótenme”. Entonces, la ciudad nace a partir de eso.

¿Y por qué quedó trunco? Entre otros muchos motivos, porque Rocha nunca llegó a la presidencia. Entonces sus aspiraciones casi que mueren al mismo tiempo que nacieron. De hecho, cuando Rocha muere, Fray Mocho en el cementerio lo despide como el último porteño y no como el último de la fila, sino el último por antonomasia, porque en definitiva cuál era el plan estratégico de Rocha: llegar a la presidencia, federalizar La Plata, convertirla en la capital de la República Argentina y ser él el porteño que le devuelve la ciudad de Buenos Aires a los bonaerenses. Gana por todos lados. Ahora, Roca, que comprende esto pero al mismo tiempo había participado en múltiples batallas en las cuales sangraron los argentinos -unitarios contra federales, la rebelión de Carlos Tejedor-, piensa que si Rocha gana la presidencia, volvemos al desbalance entre provincia y ciudad de Buenos Aires. Entonces, se pregunta para qué sangramos. ¿Para que vuelvas a hacer lo mismo?

Ahora bien, sobre el final de sus días, Rocha, ya sin ambiciones políticas, llegó a la conclusión de que en realidad se equivocó de lugar, Mar del Plata hubiera sido una gran capital de la provincia de Buenos Aires, por su puerto, por su clima, por la distancia de Buenos Aires. Pensemos el contexto, recordemos que llegar de Buenos Aires a Lomas de Ensenada eran cuatro horas. Cuando empezaron a construirla, modificaron las redes ferroviarias, ya eran dos horas, y para cuando levantaron y fundaron la ciudad, será una hora y cuarto. Ya te cambió la ecuación por completo, que es lo mismo que pasa con Mar del Plata. Cuando arrancaron, eran doce horas en el tren nocturno, ya después pasaron a hacer ocho horas, hoy tenemos de Mar del Plata a La Plata la misma cantidad de horas de la que había de La Plata a Buenos Aires cuando se fundó.

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-¿Creés que la maldición de los gobernadores bonaerenses de no llegar a la presidencia se explica en parte a partir de estos enfrentamientos históricos entre Provincia y Capital?

-No sé si viene de ahí, pero es inherente a la puja de poder que hay entre el que es presidente y el que tenés al lado que es el gobernador del principal distrito del país. Y es también inherente a la naturaleza humana que el número dos quiera ser el número uno. El presidente se sienta y automáticamente el que está al lado está mirando su silla. Naturalmente cruje, ahora crujió con Roca y Rocha, crujió con múltiples gobernadores y presidentes a lo largo de todo el siglo XX, podés verlo entre Perón y gobernadores de la provincia de Buenos Aires, entre Menem y Duhalde, Macri y María Eugenia Vidal, Kirchner y Scioli, Alberto y Axel, todo el tiempo. Es lógico, la ambición es propia de la naturaleza humana, o sea, ninguno nació para cardenal, todos ellos nacieron para Papa. Ahora a Papa llega uno solo, el resto muere cardenal.

“Es llamativo que en los últimos, por los menos, 20 años los bonaerenses no hemos sido capaces de elegir a un gobernador bonaerense”.

-¿Por qué creés que gran parte de los gobernadores de la provincia de Buenos Aires no viven en la residencia oficial de La Plata?

-Y demos otro paso adicional: en los últimos mandatos ni siquiera son bonaerenses. Esto de que no viva en la ciudad de La Plata en parte es entendible, porque, otra vez, como las distancias eran tan grandes que para poder volver a tu ciudad de origen, te tenías que recorrer la mitad de la provincia y eventualmente podías llegar a tardar horas o días o semanas, es lógico. Ahora, hoy que múltiples gobernadores se mueven en helicópteros y en 45 minutos están en donde quieran, es necesario quedarse en La Plata. Algunos decidieron que sí, otros que no. De hecho, Axel Kicillof se queda bastante en La Plata y su mujer y sus hijos también. Pero también es llamativo que en los últimos, por los menos, 20 años los bonaerenses no hemos sido capaces de elegir a un gobernador bonaerense. Axel no lo es, María Eugenia Vidal tampoco, Scioli tampoco, Felipe Solá era por lo menos vidrioso. El único que doy fe que era bonaerense 100% era Duhalde. Desde 2003 como mínimo que no. Han pasado 20 años…

-Elegiste como título de tu novela “La ciudad de las ranas”, apropiándote de la frase despectiva de Roca que esconde su rechazo al proyecto de Dardo Rocha. Pero, ¿tiene para vos otros significados esa frase?

-Sí, ahí ya entrás en lo que son las vivencias. A lo largo de la novela yo incluyo múltiples guiños a la ciudad que yo conozco o a la ciudad que yo conocí y la ciudad que yo amo. Porque es la ciudad donde yo tuve mi primer amor, de donde es mi mujer, de donde dos de mis chicos nacieron y eso te queda. Yo nací en una zona de La Plata donde la calle era de barro, había una zanja y yo escuchaba el croar y jugaba con mis amigos a cazar las ranas. Lo mismo el olor a tilos, todavía está. Entonces hay múltiples guiños que aunque vienen de aquellos tiempos, yo también lo viví. Además, cuando yo estaba investigando, leo “la ciudad de las ranas” y dije acá está, porque es una expresión que sintetiza a mi ciudad.

-¿Cuánto influyó la masonería en la construcción de un proyecto cultural para La Plata?

-Mucho. Por ejemplo, el primer presidente de la UNLP era masón. Hicieron infinidad de museos, teatros, templos masónicos. De hecho, el Teatro Princesa, que es otro guiño a mi infancia porque para mí era una obsesión entender qué había sido ese teatro, era la sede de la Unione e Fratellanza italiana y al mismo tiempo era templo masónico. Entonces, las obras de teatro impulsaban muchos de los ideales masónicos; por ejemplo, “La Flauta Mágica” de Mozart es una misa masónica. Mucho de la masonería también se entiende desde el contexto histórico: como no había escuela pública, la forma de transmisión de conocimiento era o tenías un fraile o una educación privada o tenías que depender del hermano masón que te explicaba. La masonería la ves también en el diseño arquitectónico -diagonales, avenidas anchas, parques públicos cada seis cuadras- y en las políticas públicas que se impulsaron en la ciudad. Lo primero que hicieron fue colocar escuelas e incluso crear un cementerio. Recordemos que en aquellos tiempos, la Iglesia tomaba la decisión sobre todo. Ellos minimizaron el poder de la Iglesia al proponer el Registro civil y la enseñanza pública, obligatoria, gratuita y laica, construyeron un cementerio abierto para todos. Hoy nos beneficiamos de lo que ellos diseñaron 140 años antes. Eso es visión de Estado, visión de futuro.

-Dado el éxito de esta novela, ¿se viene otra?

-Estoy ahí, empezando la investigación histórica y el recorrido del camino que podría llevarme a otra novela, pero no lo sé, son recorridos.

-¿Qué aprendizajes te llevás de haber escrito ficción?

-Difícil decir hoy, seguramente me va a llevar años. Sí te diré que el meterme en este campo que es el de la ficción de la mano de Paula Pérez Alonso, que es una excelente editora, fue como tener una introducción acelerada a la escritura y edición de ficción. Para mí fue un aprendizaje brutal, que eso me lleva ahora a mí, por la positiva y por la negativa, a leer de otro modo la ficción.

-¿A leer como escritor?

-Sí, que obviamente no lo soy, pero de la mano de Paula hay trucos que antes no veía y ahora sí. Un ejemplo, leí en Valeria del Mar “Camille” de Pierre Lemaitre tres veces: la primera vez como lector, la segunda como escritor, para entender los trucos, y la tercera fue como editor, pensando por qué acá lo puso en pasado, por qué está narrado desde tal persona. Y al final empecé a escribir el guion, el esqueleto de la novela y son cosas que Paula me enseñó. Seguramente, agarré solo la décima parte y si la agarré, solo fue posible a partir de todo este recorrido que tuve con Paula de escritura y edición.