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Cultura 13 de mayo de 2025

José Scasserra y una novela sobre los puentes que unen a la Iglesia con el activimo LGBT: “Tenemos mucho en común”

Pandemia, fe y homoerotismo se entrelazan en “San José dormido”, la primera novela de Scasserra que resultó ganadora del premio Futurock 2024. Una obra luminosa en tiempos de "orfandad de sentido y crisis de religiones" que propone una tregua entre mundos aparentemente opuestos.

José Ignacio Scasserra es profesor y doctor en Filosofía, diplomado en Educación Sexual Integral y magíster en Estudios Interdisciplinarios de la Subjetividad. Foto: Darío Monti.

Por Rocío Ibarlucía

¿Qué pasaría si una pareja gay tiene que convivir con un grupo de monjas en un convento? José Ignacio Scasserra lo imagina en “San José dormido” (Ediciones Futurock), una novela que narra los catorce días que pasan juntos, aislados por la pandemia de Covid-19. Lo que a primera vista parece una convivencia tensa irá transformándose en un diálogo con profundas afinidades entre dos mundos que suelen pensarse opuestos.

El convento en el que pasan la cuarentena los protagonistas, Lucas y Javier, es el de las hermanas de San José de Pinerolo, en Jovita, un pueblo perdido en la pampa cordobesa. Afuera, la amenaza del virus y un padre que agoniza. Adentro, la rutina rigurosa de las monjas, los rezos y el roce cotidiano de la pareja confinada en una misma habitación, donde afloran heridas del pasado y preguntas sobre la muerte, la fe y la familia.

La figura de San José –el patrono de la familia y la buena muerte– atraviesa el relato como símbolo de contención tanto para Lucas y Javier como para las monjas y todos los rechazados por la sociedad. Olvidado en el panteón de los santos, San José es quien le ofrece un hogar a María, estando embarazada y sin casarse. “Eso me parece sumamente queer y me parece sumamente cristiano –analiza el autor en entrevista con este medio–. Insisto, tenemos más cosas en común de las que pensamos”.

La novela, que nació como un cuento en el taller de El Cuaderno Azul coordinado por Juan Sklar, fue distinguida con el Premio Futurock 2024. El jurado, integrado por Alan Pauls, Carla Maliandi y Julián López, la definió como una “ficción crítica y esperanzadora”, ya que, como explica el autor, en este convento de Jovita es donde se “saca adelante un proyecto de colectividad” en tiempos de individualismo.

Docente, investigador y doctor en Filosofía, Scasserra conversa con LA CAPITAL sobre el proceso de escritura de su novela, su vínculo con la religión y los puentes que unen –aunque a menudo se nieguen– a la Iglesia católica con las militancias por la diversidad sexual.

"Yo aspiro a una tregua donde la convivencia con el otro no sea una pesadilla", dice Scasserra sobre el futuro de la Iglesia y su relación con las diversidades sexuales. Foto: Darío Monti.

“Yo aspiro a una tregua donde la convivencia con el otro no sea una pesadilla”, dice Scasserra sobre el futuro de la Iglesia y su relación con las diversidades sexuales. Foto: Darío Monti.

-La novela reconstruye un horror muy reciente que es el de la pandemia. ¿Cómo fue escribir sobre ese trauma tan cercano en el tiempo y tan colectivo?

-En algún punto, la pandemia es la excusa que el texto necesitaba para encerrar a una pareja gay en un convento. Podría estar cayendo la nieve de “El Eternauta” afuera. Pero también la pandemia particularmente funciona, porque en algún punto fue un gran desafío para cualquier tipo de instancia colectiva y comunitaria. El gran problema del Covid es que se le pidieron muchísimas actitudes colectivistas a un sujeto que no está entrenado para eso. Somos personas que estamos educadas en un individualismo radical. El ser humano en Occidente en los últimos cien, cincuenta años se ha dedicado solamente a subir el volumen al individualismo. Entonces, se le pidió a este sujeto, que somos todos, que colabore en redes colectivas de apoyo y solidaridad y no estamos para nada acostumbrados a eso. Y me parece que eso también marida con la novela, porque piensa mucho el problema de la comunidad, se pregunta si esta pareja gay puede ser parte de la comunidad de las monjas. Entonces, la pandemia en algún punto constela con todos estos problemas que quise trabajar en la novela del individuo y la colectividad.

-Pensando en estos temas de la novela y en tu formación en filosofía, ¿qué lecturas te acompañaron mientras la escribías?

-Al dedicarme a la filosofía, siempre está de fondo. Es un texto, en algún punto, profundamente nietzscheano. Yo me dedico a Michel Foucault, que también está ahí, por toda la parte de la espiritualidad. Y tanto Nietzsche como Foucault tienen algo que decir sobre este problema de la individualidad y lo colectivo. Ambos son pensadores no liberales, que es la bandera que defiende este individualismo. Entonces, en ese sentido, ambos están presentes, por más de que Nietzsche tampoco va a ser un colectivista.

-¿Y cómo creés que dialoga la filosofía y la ficción en vos? ¿Qué papel juega la filosofía en tu escritura?

-El de nunca aparecer de manera obvia, te diría. Creo que es un mal texto literario si necesita explicitar las ideas filosóficas que lo sustentan. Las ideas filosóficas que sustentan un texto literario para mí son casi los hilos que mueven a las marionetas, no se tienen que ver. Si se ven, el show está mal. Hay muchos textos donde los personajes se ponen a filosofar y dicen sus ideas. Y me pregunto, ¿esto es literatura o es una excusa para que el autor me diga todas sus ideas? Para mí, eso es mala literatura o es literatura que a mí no me gusta. Porque me parece que si el texto sostiene una idea, esa idea no tiene que decirse jamás de manera explícita. La idea tiene que contarse a través de una historia. Eso es casi una obsesión que yo tengo.

En “San José dormido”, en ningún momento Lucas, el protagonista, dice “no defendamos el individualismo, defendamos la comunidad”, para nada. Además, porque la literatura trabaja con conflictos, con tensiones, con problemas. Y la filosofía, si bien parte del problema, tiene que ensayar ahí respuestas posibles. Entonces, yo no sé si “San José dormido” o los textos de literatura pueden ensayar respuestas posibles a estos problemas. Ya con mostrar una tensión es suficiente. Al menos lo que intenté hacer yo es mostrar una tensión y un problema.

“Creo que la Iglesia católica tiene una estética muy marica”

-Religión y homoerotismo es una de esas tensiones en la novela, que no se muestran como polos opuestos, sino que se fusionan en una misma liturgia. ¿Hubo, además de mostrar esta tensión, una intención de transgredir lo sagrado? ¿O más bien encontrar una continuidad entre ambos mundos?

-100% la respuesta es continuidad. No hay ningún tipo de intención ni de transgredir, ni de profanar, ni mucho menos de ofender. En primer lugar, no neguemos que la Iglesia católica es una institución sumamente gay, desde su iconografía, sus íconos, su arquitectura, las prácticas de los seminaristas. Es innegable. Pensemos todo el erotismo en el arte cristiano, desde el éxtasis de Santa Teresa al mártir San Sebastián, penetrado por flechas, con una expresión puramente de placer pasivo. Y se lo viene retratando de esa manera a San Sebastián desde siempre. San Sebastián es un ícono gay. Y no es que nosotros nos lo apropiemos.

También la Iglesia católica ha sido refugio para los homosexuales. Yo he escuchado miles de historias de gente de pueblos de Argentina que dicen “porque no podía llevar a una chica a mi casa me metí en el seminario”. El seminario es un modo de escape cuando sos homosexual en una comunidad muy pequeña. Y en el seminario pasás a vivir con un montón de hombres, se te cumple el sueño. Eso es el lado más estético, creo que la Iglesia católica tiene una estética muy marica. Bueno, la sotana es parte de eso.

Pero también hay un lado más ético y político. La Iglesia católica predica estructuras de solidaridad y de cooperación entre sus miembros. Yo las aprendí en la Iglesia católica y luego las vi reproducirse casi de manera idéntica en los activismos y las militancias de diversidad sexual. Entonces son más los puentes que nos unen que las murallas que nos dividen. Luego, habrá gente que interprete y tenga ganas de armar lío y diga que entonces a Dios no le gustan los homosexuales, no sé en qué lugar de la Biblia lo encontraron. Pero independientemente de eso, lo importante es, me parece, que hay cierta matriz ética y de construcción de comunidad que yo creo que tiene más continuidades que rupturas.

José Ignacio Scasserra, recibiendo el Premio Futurock 2024.

José Ignacio Scasserra, recibiendo el Premio Futurock 2024.

-Sin embargo, la Iglesia ha sido históricamente una institución que ha excluido a las disidencias sexuales. ¿Cómo manejás en lo personal y en lo literario esa contradicción entre una institución que margina pero al mismo tiempo que comparte su espíritu solidario con la comunidad gay?

-En términos literarios, es un pase amigo en el área, por usar una metáfora futbolera muy chonga, muy masculina. Es una ayuda del cielo que viene. Porque vos necesitás trabajar con conflictos, entonces qué mejor que dos sectores sociales que se parecen más de lo que ambos están dispuestos a admitir y encima dicen odiarse. Viene bárbaro para trabajar literatura.

Y, en términos personales, a mí me gusta pensar que si “San José dormido” puede colaborar a que nos calmemos todos un poco en ese debate, yo me doy por hecho. Porque para mí claramente la violencia histórica hoy en día está pasando por otro lado, por otros sectores sociales, por otros discursos. Y ante eso la Iglesia católica parece casi como un aliado estratégico por momentos. No estoy diciendo que tenemos que estar de acuerdo en todo. Hay una tendencia mucho más aterradora naciendo en el mundo a la que me parece que le tenemos que dar mucha más atención que a si el párroco dijo A o B en la Iglesia de mi barrio.

“¿Es deseable desembarazarse de ciertas prácticas cristianas, ante, insisto, un movimiento planetario que es mucho más aterrador?”

-¿Y cómo ha sido tu relación con la religión y con la Iglesia católica?
-Bueno, yo fui criado católico y creo que es un poco inocente decir que dejé de ser católico o me fui del catolicismo. Es un poco inocente porque uno gesta e incorpora determinadas matrices de comportamiento y no te las podés sacar por una decisión ideológica o por una decisión mental de haber entendido que Dios existe o no existe.

Yo, por haber estudiado filosofía, te imaginarás que no es que sostenga una creencia muy fuerte, pero existen determinados pilotos automáticos que tengo incorporados a mi vida de los cuales no puedo desembarazarme por una decisión intelectual. No sucede de esa manera, la vida no es tan sencilla. Un poco como cuando con los feminismos se hablaba de desarmar las prácticas masculinas y claro, es un proceso, no es que uno se levanta un día y dice “me he deconstruido, ya está, no voy a hacer más esto”. Con la religión, es un poco lo mismo, no es tan sencillo desembarazarse de una educación cristiana. Pero quizás lo que “San José dormido” invita a pensar es: ¿es deseable desembarazarse de ciertas prácticas cristianas, ante, insisto, un movimiento planetario que es mucho más aterrador? Quizás la orfandad de sentido que da la crisis de las religiones está generando otras cosas.

“Son más los puentes que nos unen que las murallas que nos dividen”

-En estas semanas, con la muerte de Francisco y la elección de un nuevo Papa, volvió al centro del debate la relación entre la Iglesia y la comunidad LGBT. ¿Ves posible, como en tu novela, una reconciliación entre ambos? ¿O sos más bien escéptico?

-Yo aspiro a una tregua donde la convivencia con el otro no sea una pesadilla. Principalmente, teniendo en cuenta que tenemos más valores en común de los que estamos dispuestos a admitir. O sea, la Iglesia católica es una estructura armada a partir de la idea de comunidad. Y las minorías LGBT molestamos al establishment porque nos organizamos, porque tejemos redes de solidaridad, porque salimos a la calle a manifestarnos. Eso es lo que molesta. La narrativa de las diversidades sexuales del “yo me hice a mí mismo, mirá que original que soy”, que es una narrativa muy norteamericana aparte pero no es propia de todos nosotros, y mucho menos acá en Argentina, esa narrativa no entra en conflicto con el establishment de hoy en día, porque el establishment de hoy en día defiende el individualismo radical. Entonces, ¿qué les puede molestar la competencia entre maricas para ver quién está más divina? No, eso es parte del establishment. Lo que sí molesta es la organización popular y colectiva, las redes de solidaridad y los modos de disputar sentidos. Y ahí sí es donde nos pegan.

Yo soy bastante escéptico de todo y no estoy muy esperanzado con nada. Ahora bien, la muerte del papa Francisco sí coloca a la Iglesia en un lugar de interés político, porque la elección de un Papa es netamente política. Francisco fue una figura sumamente importante para todo esto que estamos hablando. De hecho, la figura de San José dormido la popularizó él. Él tenía a San José dormido al lado de su cama y le ponía intenciones abajo para que San José soñara sus intenciones, y ahí comenzó un poco el culto a San José dormido, y la gente se empezó a comprar sus estampitas para tener al costado de su cama. Ahora, ¿qué se vendrá? ¿Se viene una tregua posible? Bueno, está por verse.

San José Dormido

-¿Cómo llegaste a San José dormido y qué simboliza para vos y para el universo narrativo de tu libro?

-Fue una sugerencia de mi hermana, que es muy católica y además le gusta mucho la literatura. Le pregunté qué figura podía iluminar algunos sentidos de mi texto, me contó de San José dormido y me gustó muchísimo. Es una figura medio apagada, no muy importante, que está ahí para completar a la familia, la Virgen María se lleva todo el estrado y él queda a un costado. Así que me interesaba traer de vuelta a este padre que recibe en su hogar a una chica que si no lo hubiera hecho, iba a ser una escoria social, porque es una joven embarazada y no casada. O sea que nuevamente encontramos en San José el puente entre religión y diversidad sexual o minorías sexuales. La Virgen María podría haber sido apedreada por su conducta sexual y San José decide darle un hogar, casarse con ella y de esa manera hacer legítimo eso que estaba pasando. En algún punto, tenemos una historia de una persona que por determinada conducta sexual o no sexual, aunque los cristianos creerán que no y que hubo una paloma involucrada, los no cristianos entendemos que hubo alguna conducta sexual, que condena a una persona a determinada situación social de precariedad, de expulsión, de miseria. Y San José es el que actúa ahí y dice “yo te recibo”. Eso me parece sumamente queer y me parece sumamente cristiano. Insisto, tenemos más cosas en común de las que pensamos.

-Como docente de Educación Sexual Integral (ESI) e investigador en temas de género, ¿cómo leés el momento actual que estamos atravesando en Argentina y el mundo? Antes decías que la violencia histórica pasa por otros discursos más allá de los religiosos, ¿cuáles serían?

-Cuando trabajo con ESI, siempre lo digo, no está bueno ser estadocéntrico. Quiero decir, la ESI es más que una política de Estado, como cualquier política, y siempre es muy interesante ver lo que va sucediendo a nivel subterráneo, principalmente en estos momentos adversos. De hecho, en los momentos de adversidad es cuando suceden las cosas más interesantes a nivel subterráneo. Digo esto porque se peca a veces de “ahora ya está, ahora no hay más ESI”. No, eso es falso. Y si se llegara a abolir la ESI mañana, seguiría habiendo ESI. Porque de hecho ESI había antes que la ESI existiera. Había ya docentes queriendo hacer algo de ese estilo. Entonces, me parece que a veces hay visiones catastróficas, porque son visiones estadocéntricas, que entienden que desde el Estado se está digitando y decretando cómo la realidad es. Y eso no es así, nunca ha funcionado así y nunca va a funcionar así.

Entonces, sí me preocupa más la ola cultural, sí me preocupa más el regreso a los discursos de odio, los crímenes de odio que suceden en la calle. Sí comprendo que hay un correlato directo entre la legitimación de los crímenes de odio en lugares de poder que luego se reproducen en situaciones micropolíticas. Por eso, a nivel macropolítico hay que combatirlo. Pero también llamo un poco a la reflexión, no sé si esperanzadora, pero tampoco desesperemos en sentido de que la realidad es más compleja que lo que se hace o se deja de hacer desde el Estado.

-¿Y qué lugar creés que ocupa la literatura frente a este escenario?

-Mirá, ese modelo del intelectual del siglo XX que intervenía en el debate público por medio de un libro y lo publicaba y eso cambiaba la realidad, pienso en Sartre, Camus, o acá en Sarmiento, Martínez Estrada, o sea, ese intelectual comprometido creo que quedó lejano. Hoy en día, con lo acelerado que está el proceso del mundo, se dice mucho sobre cómo el espacio de expectativa se divorció de nuestra vida cotidiana. Ya no sabemos si mañana viene una tecnología nueva por medio de la cual podamos viajar a la luna. La inteligencia artificial hace un año no la usábamos, hoy en día está totalmente integrada en nuestra vida. Sobre esto hablábamos en una charla en una biblioteca popular y pensábamos la idea de que hoy en día un tuit modifica más la realidad que un libro y no es culpa de la literatura. Surgió esta idea porque veníamos charlando de lo difícil que es publicar. Yo tengo una idea, escribo un texto, que para que sea un buen libro, hay que sentarse un par de años por lo menos. De ahí, a conseguir que te lo publiquen, pasa tiempo. Por ejemplo, “San José dormido” lo empecé a trabajar en el 2019, o sea, por supuesto la pandemia no existía, lo que tenía trabajado era el arco de Lucas. Ahora bien, yo qué sabía que iba a terminar interviniendo en una Argentina libertaria en el marco de la muerte del papa Francisco. Se dio el diálogo con este contexto, pero yo no tenía idea, y entonces esta cosa del escritor que tiene una intención y quiere intervenir en el campo intelectual se ha diluido un poco y sucede más por azar que otra cosa.

Dicho todo esto, yo te digo que tengo intenciones más módicas. Si mi novela sirve para dar un respiro y hacer pie un ratito y distenderse, que es algo que yo le pido a la literatura, sin redundar en la cultura del entretenimiento, si la literatura puede dar un respiro en esta realidad tan atroz que estamos viviendo, yo me doy por hecho.