CERRAR

La Capital - Logo

× El País El Mundo La Zona Cultura Tecnología Gastronomía Salud Interés General La Ciudad Deportes Arte y Espectáculos Policiales Cartelera Fotos de Familia Clasificados Fúnebres
Cultura 20 de junio de 2017

La cabeza de Anastasia

por Odda Schumann

Varios viajes de cabotaje hacia la cocina. Los ruleros del pelo de Adalberta y una cuchilla que se presenta violenta en el lomo del gato. Parece la máquina de peluches, que enfila garras blindadas pero de bajo filo. Ahora nos amontonamos en el vértice del vértice de la unión de un pre-hall del living y tomamos agua del florero. No da para mucho, somos tres. Pero cuatro o cinco horitas más y de cabeza al filo de la piedra del hogar para animar a Robertito con que Papá Noel puede seguir en la chimenea y por fin le va a hacer cosquillas. Pero nada puede ser más gracioso que el terremoto cerebral de Anastasia.

Esas ideas locas de loca que nos sustrae y nos lleva a ese antipático dormir, tan particular de ella y de nadie más. Es el secuestro sustancial de todo lo que resta del cuerpo que sigue ahí, en su cama, pero cuyo interior ahora se sustrajo y se ajetrea en una casa sacudida, en un pelotero de basura y con las reglas de Anastasia, hereje y dueña de su sueño. ¿¡Por qué no sueña con una cascada en Rumania o un paseo en balsa por un lago de Lesoto!? Caen los cuadros de Roberta. Se va el del caballo de seis cabezas y los de las malabaristas desnudas. Adalberta me agarra de la pierna, casi se fractura la nariz con el portalámparas de la pared. Otra sacudida. Cae Anastasia, pero no sufre.

Tiene cierta inmunidad por ser la anfitriona del sueño. El resto no. Podés morir por aplastamiento de koalas diminutos o por trituración a causa de un gato bengalí. La casa tiembla como gelatina y se nos viene el gato con el cuchillo. Ahora tiene manos y lo sostiene queriendo apuñalar a Adalberta. Pero Adalberta desaparece y apuñala a Robertito. Quizá Adalberta haya despertado. O quizá Anastasia la sacó. No tuvo gran intervención. Diría que hasta fue aburrida. El gato también desapareció con Robertito. Quedamos el living y yo. Vuelan los pedazos de macetas y almohadones, caigo dentro del bajo escalera. Si todo sale bien, puedo esperar acá hasta que todo termine y despertar al lado de Anastasia. O quizá pase por gato y la apuñale a ella. Después de todo, la cama es demasiado chica para las dos.

(*): www.paramatarlapoesia.com