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La camiseta de Boca original de casi 100 años que atesora Mar del Plata

Es la que utilizó Ángel Tazza, el primer jugador local en defender los colores del “Xeneize”, entre 1925 y 1926. Después de algún tiempo en el que pasó por distintas manos, la casaca quedó en poder de sus nietos, quienes quieren prestársela al club para que sea exhibida en el museo. Una verdadera reliquia.

Deportes 30 de agosto de 2020

Por Bruno Verdenelli
[email protected]

 

En su lecho de muerte, Osvaldo Tazza tuvo un último deseo:

-Hijo, traéme la camiseta del nonno.
-¿Cuál, papá? ¿La de Boca?
-Sí, hijito. Quiero verla una vez más, quiero tenerla acá…

El periplo que debió seguir Andrés Tazza en ese frío invierno de 2003 para rastrear aquel viejo tesoro, recuperarlo y cumplir con el pedido final de su padre, lo llevó a la casa de Mario Trucco. Por distintas vicisitudes, tras su exhibición en un antiguo negocio de deportes, la camiseta requerida había quedado en poder del respetado periodista.

Como luego lo revelaría en su libro “Mi pueblo se llama Mar del Plata”, a Trucco no le gustó nada tener que desprenderse de la prenda, la cual conservaba en perfectas condiciones adentro de un placard, junto a sus camisas de uso cotidiano. Sin embargo, comprendió que correspondía devolverla a su heredero natural y, con amargura pero destacable sentido de justicia, le hizo entrega inmediata de la misma a Andrés, quien felizmente pudo llevársela a su padre. También recuperó entonces una especie de capota que, se supone, habrá servido como abrigo de entrenamiento en el pasado.

No era menor el significado de aquél último deseo, ni tampoco el lamento de Trucco: la camiseta marca St. Margaret (importada de Inglaterra por la firma Barbera&Matozzi) es una verdadera reliquia. Se trata de la que utilizó Ángel Tazza, una leyenda del fútbol marplatense y el primer jugador local en llegar a Boca Juniors, allá por agosto de 1925. Si bien el valor sentimental de ese objeto de tela azul y oro resulta incalculable, y sus dueños aclaran que jamás la venderían, es menester destacar que hoy en día un coleccionista podría pagar hasta 10 mil dólares por su adquisición.

La casaca fue confeccionada en Inglaterra e importada a la Argentina en 1925.

La casaca fue confeccionada en Inglaterra e importada a la Argentina en 1925.

 

Actualmente, a exactos 17 años de la muerte de Osvaldo, el hijo de Ángel, las dos prendas están en poder de su familia, junto a una pelota de tiento confeccionada hace un siglo, y cientos de recortes de diarios y fotografías en blanco y negro. Los nietos de aquel nueve goleador que supo integrar plantel con glorias boquenses como Roberto Cherro, Domingo Tarasconi, Ludovico Bidoglio y Américo Tesoriere, muestran aquellos viejos recuerdos con orgullo y felicidad a LA CAPITAL.

Ángel Tazza integró plantel con varias glorias "xeneizes".

Ángel Tazza integró plantel con varias glorias “xeneizes”.

 

En esta oportunidad, a Andrés lo acompaña su hermano Alejandro, juez e integrante de la Cámara Federal de Apelaciones de Mar del Plata, y su hija Ernestina, la bisnieta de Ángel. Del encuentro también participa Alejandro Veiga, prosecretario general de Boca Juniors, convocado especialmente para la ocasión.

Luego de los saludos de rigor, Veiga regala a los Tazza los barbijos que la institución lanzó exclusivamente en el marco de la pandemia del coronavirus, con el objetivo de cuidar a sus socios. En determinados momentos, los descendientes del afamado futbolista -cuyo nombre llegó a sonar como uno de los posibles para el bautismo del estadio que acabó llamándose “José María Minella”– se emocionan al hablar de su abuelo. Sobre todo Alejandro, quien por ser el mayor de los nietos logró compartir más tiempo con él, y hasta recibió algún que otro consejo de cómo se le debe pegar al balón.

“Cuando mi abuelo Angelito murió yo tenía 17 años y Andrés 8. Lo primero que se me viene a la memoria es estar jugando a la pelota con amigos del barrio en la calle, en la Plaza Mitre, y que él apareciera caminando y me dijera: ‘Mirá, Alejandro, dale así, con esta parte del pie’. Y nosotros lo mirábamos sin entender nada”, se ríe el juez mientras hace un ademán con la mano, en pos de representar el empeine derecho.

Claro, para los niños Tazza su abuelo no era una leyenda vernácula del fútbol, sino un hombre mayor al que no emparentaban con sus ídolos futbolísticos de entonces. Cuando el tiempo pasó, y ambos intentaron jugar a nivel local en distintos clubes, comprendieron a su padre Osvaldo, quien le huía al verde césped siempre que podía.

“A papá lo volvían loco con mi abuelo, por eso nunca quiso jugar. Todos le decían: ‘A ver si sos tan bueno como tu viejo’, y él se calentaba. Le metían mucha presión”, rememora Alejandro. Y Andrés agrega: “Imagínense que a mí, que hoy tengo 51 años, hace poco más de 20 estaba en una cancha haciendo un precalentamiento y se me acercó un viejo de 80 y pico gritando: ‘¿¡Quién es Tazza!? ¿¡Quién es el nieto de Tazza!?’. Y cuando le dije que era yo, me contestó: ‘¡A ver si jugás como tu abuelo!’. Se dio vuelta y se fue”. Pero no, yo jugaba de cinco (risas)”.

 

Un poco de historia

La madre de Andrés y Alejandro, Dora, está encerrada en su vivienda. Es una mujer mayor y lógicamente debe cuidarse del covid 19, por lo que no participa de la reunión. Aunque de alguna forma se hace presente: “Mamá dice que a la camiseta le falta lavado”, advierte uno de los hermanos. Cuando finalmente la extraen de la bolsa en la que está guardada, en la oficina donde se produce el encuentro hay un silencio de misa. Dura pocos segundos, y es interrumpido por las exclamaciones de admiración de Veiga: “¡Pero esta no hay que lavarla nunca! Mirá lo que es, lo bien cuidada que está… Le tengo que sacar una foto para mandarle a Jorge (Ameal)”.

Acto seguido, los hermanos también muestran la pelota y la capota de entrenamiento de su abuelo, además de los recortes de notas de El Gráfico, los diarios y las fotografías. La historia de la familia está reflejada en ellas.

El delantero marplatense hace jueguitos con la pelota durante una práctica en la rambla Bristol, en 1922.

El delantero marplatense hace jueguitos con la pelota durante una práctica en la Rambla Bristol, en 1922.

 

Mi abuelo nació en Mar del Plata en 1901. Su papá, mi bisabuelo Nicolás, había venido de un pueblo de Italia que se llama Solopaca, en la provincia de Benevento -a 45 kilómetros de Nápoles– a fines del siglo XIX. Conoció a mi bisabuela en Buenos Aires y después vinieron para acá, donde tuvieron tres varones y una nena: Alfredo, Alberto, Ángel y Anita”, señala Alejandro. También cuenta que hace dos años, junto a su hijo Matías y su hermano Andrés, visitaron a sus parientes en la tierra de sus ancestros, donde viven 2500 personas y hay una calle con su apellido: la Via Tazza.

“Mi abuelo Ángel empezó a jugar al fútbol de chico, en 1914 o 1915, en Mitre. De hecho, en 2015 en el club nos entregaron una placa y ahí entendimos lo que había sido mi abuelo para ellos”, prosigue Alejandro, emocionado, aunque confiesa que en la familia nadie sabe con exactitud cómo fue su paso a Boca.

 

Amateurismo: la era del honor

Desde que se fundó el club de la Ribera, en 1905, sólo 14 jugadores oriundos de Mar del Plata llegaron a jugar en su primer equipo. Ángel Tazza fue el pionero: acordó su arribo al “Xeneize” en agosto de 1925 y debutó oficialmente el 1 de septiembre de ese año, cuando el fútbol era amateur y todavía no se cobraba dinero por representar a una institución.

El traspaso fue desde Banfield, donde el marplatense ya había debutado en torneos de AFA, y se dio exactamente un mes después de que Boca volviera de su mítica gira por Europa. Inclusive, los hermanos Tazza coinciden en que su abuelo estuvo a punto de viajar al “viejo continente” con ese plantel, pero no lo hizo debido a que no podía ausentarse más de tres meses de su trabajo, como lo exigía el ajetreado itinerario.

“Él me hablaba de lo jodido que era jugar en aquella época: decía que a veces estaba solo frente al arco para embocarla y no se la pasaban. Estamos hablando de 1920, cuando todavía no había cámaras de televisión, publicidad ni nada. Describía el egoísmo de algunos que en vez de pasársela al compañero mejor ubicado y beneficiar al equipo, querían sobresalir. Eso me lo acuerdo como si fuera ayer. También me contó que en una oportunidad cabeceó una de estas pelotas de tiento mojada y lo tuvieron que sacar de la cancha desmayado”, se envalentona Alejandro, en otro pasaje de la charla.

 

En ese entonces, Ángel Tazza vivía en Mar del Plata pero viajaba todos los fines de semana a Buenos Aires para vestir la casaca azul y oro. “Él entrenaba corriendo, subiendo la loma de Colón con la pelota, para lograr un mejor dominio, y haciendo paredes en la costa o en las casas de Los Troncos. Era pintor de obra, por lo que pintaba muchas en esa zona. Y además se cargaba una escalera en la bicicleta e iba por toda la ciudad. Le destacaban que estaba muy bien físicamente. Tenía muy buenas piernas por todo eso”, refleja Andrés, quien recuerda haber escuchado esas anécdotas de la boca de su padre Osvaldo.

Entonces, la vida del jugador se desarrollaba más o menos así: de lunes a viernes trabajaba en su ciudad, donde además se ejercitaba para mantenerse en forma, y los sábados por la noche, con un pase gratuito que le había dado Boca, tomaba un tren a la Capital Federal. Una vez allí, se dirigía al viejo estadio de Brandsen y Del Crucero, el antecesor de la Bombonera.

“Se iba en la bicicleta desde la casa hasta la estación del ferrocarril, viajaba a Buenos Aires, comía un plato de fideos que les daban en el club, y salía a la cancha… ¡Y el domingo a la noche volvía porque el lunes tenía que estar laburando acá!”, describe Alejandro, con una mueca de incredulidad propia de quienes vivieron una vida algo más cómoda, pero sin ocultar su admiración por semejantes proezas.

La información recopilada en la página web de la subcomisión de Historia de Boca, perteneciente a los miembros del Departamento de Cultura del club, arroja más datos: Ángel Tazza jugó 20 partidos en su primer equipo, todos como titular, y en ninguno fue reemplazado ni expulsado. Marcó 19 goles (casi uno por encuentro) y celebró tres títulos: la Copa Ibarguren, la Copa Competencia y el campeonato oficial de 1926, cuyo mayor artillero fue Cherro, con 22 tantos.

En una nota publicada por LA CAPITAL en 1935, cuando la carrera del crack local ya había finalizado, se explica que Ángel Tazza pasó de Mitre de Mar del Plata a Banfield. Luego representó una temporada a Boca y más tarde recaló en Estudiantes de Buenos Aires, hasta que se cansó de viajar y sus obligaciones en su hogar fueron en aumento.

 

Cuando empezaba el profesionalismo (1931) dejó, porque él decía que al fútbol se jugaba gratis. Además tenía que estar acá: ya había nacido mi viejo, el trabajo, mi abuela Fulvia… Otra cosa que me acuerdo es que me contó que su madre lo fue a ver una vez sola, en una cancha de acá, y quedó sorprendida con un compañero suyo que la tenía atada y no se la podían sacar, pero que después no trascendió”, finaliza Alejandro.

Luego de retirarse de la práctica deportiva, Ángel Tazza fue director técnico del seleccionado marplatense que disputó el campeonato argentino. Y al fundarse el Casino Central, en 1939, consiguió allí un puesto y, entonces sí, sus días de fútbol se acabaron definitivamente.

“Él era como los tanos de antes. Tuvo un ACV y seguía trabajando, hacía cosas de pinturería con mi viejo… Cuatro meses antes de fallecer, en 1977, lo entrevistaron para el diario por última vez”, sostiene Andrés, mientras muestra una fotografía en la que su abuelo luce desmejorado, ante el grabador de un joven Julio Héctor Macías.

La última nota que Ángel Tazza dio a LA CAPITAL, en 1977.

La última nota que Ángel Tazza dio a LA CAPITAL, en 1977.

 

Herencia de sangre

La reunión concluye con un último diálogo, entre Veiga y los hermanos Tazza.

-¿Ustedes se hicieron de Boca por él?
-Y… Era imposible que fuéramos de otro club. Lo llevamos en la sangre, porque él era de Boca. Siempre nos hablaba de Boca, nosotros lo conocimos así.
-Me imagino lo que sentirán cuando van a la Bombonera, sabiendo que su abuelo representó al club adentro de la cancha.
-¿¡Sabés que nunca pudimos ir!? Nos encantaría hacerlo.

De más está decir que la próxima vez que se verán los tres será en la Bombonera, donde los Tazza serán recibidos directamente por el presidente Jorge Ameal, una vez que pase la pandemia y las actividades vuelvan a la normalidad. Como agradecimiento, la idea de los hermanos es que la mítica camiseta de su abuelo, esa que la familia guarda como un tesoro desde hace casi 100 años, sea exhibida a todos los hinchas en el museo del club de sus amores.

En la tapa de El Gráfico.

En la tapa de El Gráfico.