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Opinión 22 de agosto de 2020

La comunicación audiovisual de la ciencia: claves para los nuevos tiempos y el desafiante mundo de lo breve

Por Alberto Fabián Rodríguez (*)

Al abordar el fenómeno de la ciencia y su divulgación, partimos de una premisa fundante: la finalidad de la investigación científica es la creación y producción de nuevos conocimientos.

En sus distintas fases del proceso, la difusión de resultados deviene necesaria e insoslayable. El conocimiento científico es comunicable, hace a una de sus condiciones, no obstante ello, queda sujeto a protocolos que en ocasiones construye su propio encierro.

Claridad, rigor, exposición metódica, adecuación a las convenciones, pertinencia, le son requeridas. Tampoco está exenta de ritos y tradiciones. Se le habla fundamentalmente a la comunidad que la anida.

Este escenario se ha ido construyendo desde lo escrito. La grafía ha sido la moneda común en el campo de la propalación del saber doctrinal. Compartimos con Yuni y Urgano (2006) en aquello que tal vez el carácter escriturario del conocimiento científico y la regulación formal de la comunicación, sean dos factores claves para entender como en poco más de tres siglos, la ciencia ha extendido su dominio explicando hallazgos y sus propias realizaciones.

Cuando todo se movía bajo esas premisas, irrumpe y llama a intervenir el fascinante universo audiovisual. De las serenas aguas de la escritura a la turbulencia de la imagen en movimiento, la voz, el sonido.

¿Cómo conjugamos esos universos? ¿Adónde arrojamos al saber científico? La monacal consistencia del argumento se ve invadida e integrada por una interrelación plena entre lo auditivo y lo visual para producir una nueva realidad o lenguaje. De la comunidad de expertos al público profano. Lo simultáneo como novedad, realidades que llaman a otros sentidos. La producción del conocimiento se muestra y robustece su autoridad. Aquello que es altamente valorado por el conjunto de la sociedad, que ve en las instituciones del saber, una ventana de credibilidad.

Nos toca vivir un tiempo en el que se produce saberes y ciencia a una escala no conocida en otro período de la humanidad. Las agencias científicas compiten, avanzan, se contradicen a una velocidad que tampoco era común en otros momentos históricos.

Hacemos propia las palabras de Golombek (2012) y partimos de la necesidad que la ciencia sea correcta, que el rigor esté asegurado y luego localizar el instrumento adecuado para su narrativa.

El contenido que se presenta debe ser entendido perfectamente por la mayor cantidad de gente dispuesto a consumirlo. Una expresión diáfana es aquella fácil de comprender, vinculada tanto al tono de voz y a la pronunciación, como a la forma de organizar los pensamientos para ponerlos en conocimiento de los demás.

Hasta aquí rigor y claridad, es hora de la búsqueda de la creatividad. En este sentido, la difusión es una tarea artística en la que se combinan la sencillez, la diversión y los contenidos. Se requiere la capacidad para transmitir la belleza de un resultado, las características del pensamiento científico dirigida no sólo al especialista sino al gran público. Frente a este desafío la síntesis visual debe ganar en analogías y contextos, características que debe desarrollar un buen equipo de divulgación científica.

No puede resumirse como una mera traducción o interpretación de saberes. Lo que tal vez puede decirse es que el concepto de difusión del conocimiento evoluciona con el tiempo, en el mismo sentido en que lo hace la ciencia, de ahí la riqueza de esta generosa disciplina que cada vez cobra mayor fuerza.

La construcción del video científico, al contrario de la visión magisterial propia del mundo educativo en el que gana la rigidez y la seriedad, debe tener como referencia la visión de Gee (2003) cuando sostiene que “aprender no debe costar trabajo sino satisfacción”. El componente de seducción propio del video juego debe trasladarse al ámbito del audiovisual sobre ciencia. La gratificación para el público que dispone su tiempo y lo consume.

No se trata exclusivamente de buena factura en los contenidos, frescura y recursos de animación digital. Hay que ganar espacio en una cultura gobernada por lo inmediato y fugaz. Aquí el factor tiempo hace el resto. La irrupción del streaming cambió el mapa. Los canales especializados con youtubers rompieron el molde. Allí gana el ingenio, el carisma y la concepción del producto pensada para un público digital.

“La ciencia es sexy, lo que pasa es que no lo hemos sabido vender bien”. Así provoca al entrevistador José Luis Crespo, físico español de 23 años, quien se ha convertido en uno de los ‘youtubers’ de ciencia más seguidos de España. Estilo personal, clara dosis de entretenimiento y saberes. Carga para sí casi medio millón de seguidores en su canal, QuantumFracture, y clips que superan el millón de visualizaciones. La potencia de las animaciones y un lenguaje compenetrado en el mundo joven, coronan los contenidos.

Deviene imprescindible trabajar en la complementariedad. De no ser así intuyo que hay algo que nos estamos perdiendo quienes provenimos del campo de la academia. Es necesario establecer un puente de comunicación entre la población y las industrias científico-tecnológicas.

Es hora de asumir esta realidad y achicar la brecha. Referentes jóvenes formados y un público masivo, inquieto, familiarizado con otros lenguajes quienes además no dudan en interactuar. Estamos en la era del prosumidor. ¿Cómo fusionamos ambas velocidades sobre tópicos que navegan los mismos mares? La reunión de la ciencia y el canal del joven con ingenio y encanto para comunicar. Se los presenta como aristas claramente contradictorias ¿Es así? Me resisto a creer que estamos en presencia de mundos paralelos. Calidad y rigor, emoción y entretenimiento, saber y placer, de manera rápida y fugaz; cabalgar sobre la instantáneo para sumergirnos en lo profundo.

Hoy no se puede producir sin tener en cuenta los entornos de internet, el video online representa en la actualidad más del 70% de todo el tráfico de datos de la red; desde esta perspectiva el audiovisual científico se convierte en un instrumento clave para comunicar la ciencia para el gran público.

La transmisión del conocimiento sigue siendo un objetivo vigente, es de vital relevancia para el futuro de la ciencia, se abren puertas donde el entretenimiento y la calidad van de la mano. Las plataformas presentan otros ángulos hasta hace poco desconocidos y subestimados por las agencias de producción científica. Hoy todo es más informal, cercano y ameno. Esta tarea la llevan especialmente nuevo productores acompañados por los usuarios. Otras lógicas, otros tiempos, donde cobra especial importancia el viejo refrán: lo bueno si breve dos veces bueno.

Los tiempos de red y sus usuarios no toleran otras demoras. El desafío está, manos a la obra.

(*) Secretario de Comunicación y Relaciones Públicas de la Universidad Nacional de Mar del Plata.