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Cultura 21 de octubre de 2023

La intensa obra poética de Mabel Fontau: un filosofar con fuertes iluminaciones

Un análisis de "Alquimia de sueños", "Oasis en el poniente" y "Huapi, ¿quién soy?", tres libros de la escritora y artista plástica Mabel Fontau, quien ha obtenido importantes distinciones en su trayectoria.

Mabel Fontau.

Por Sebastián Jorgi

 

Alquimia de sueños

Recuerdo su libro Luz y Sombra, (Prueba de Galera, 2003), es más, siempre lo tengo a mano. Lo experimental, lo lúdico, la poesía de verso libre, ya tenía una genuina representante de una generación intermedia de poetisas, cuando se estaba dando el tránsito secular, el paso marcado por una Posmodernidad controvertida. Ha incursionado en la narrativa con su inolvidable Huapi ¿quién soy? (Marymar, 1996) y en 1997 integró una antología de cuentos La tierra de los espejos. En el cruce de los siglos, publicó su primer poemario, Bajo la piel (Prueba de Galera,2000). Estoy tratando de dar una orientación introductoria con respecto a los géneros en los que Mabel Fontau evoluciona su obra. Hay un punto, arriesgo, en el que nuestra autora, parece haber tomado una decisión, escribir sonetos en Espacios sin tiempo, editado por Georges Zanún en 2011.

La conversión se ha producido. Desde aquella fecha el soneto, ha invadido, digamos, se ha apropiado con semántica fortísima, del espíritu, en despliegue creativo, original, un arco abarcador, excluyente, hasta el presente.

Alquimia del sueño, tal el título del libro que Mabel Fontau ha confiado a mi lectura. El arte de la composición no tiene secretos para ella, rima abrazada o alternada, siempre consonante (coincidencia de vocales y consonantes en la sílaba final de cada verso), la poeta se ha lanzado a un desafío realmente nada fácil. La historia de la poesía tiene exponentes virtuosos, Quevedo, Garcilaso, por nombrar clásicos o de los nuestros, Francisco Luis Bernárdez o Enrique Banchs. Por esto pienso, reitero, es admirable el desafío emprendido, no solo por lo complejo de la composición rítmica, “rimar”, sino que a la música de los dos cuartetos y los dos tercetos, hay que contar una historia, en 14 versos conformar un todo.

Precisamente, Mabel Fontau sabe de qué se trata y con notable maestría, se lanza a la Odisea: “A veces me despierto a la mañana/con versos ronda un poema en mi cabeza,/ lo escribo en un papel con ligereza, pienso verlo después. Pero me gana,/me secuestra su ser, que se desgrana/como un rosario azul que mi alma reza/ y me lleva a su espacio, sin certeza/ del tiempo, sin mi vida cotidiana”. Dos cuartetos que encabalgados magistralmente, despliegan un arte poética, un constante hacer, un siempre (modesta dice “a veces”), entregada a esa “urdimbre silenciosa”, a sumergirse en un “mar de palabras, la asombrosa odisea y el riesgo insoslayable”.

Sabe que es un enorme desafío, un riesgo, porque el soneto es una caja, valga la redundancia, para encajar palabras, y al mismo tiempo, reflexionar, filosofar sobre ese “cosmos” para abordarlo extraviada en “retornos abismales”, trabajar “en la noche infinita de los sueños”. Y ya estamos en la propuesta estética : Alquimia de sueños, el título de un libro que me conmueve, me abstrae del mundo tremendamente en crisis, “los lugares de ayer, hoy son brumas de avatares” escribe la autora en el soneto “Borrasca”. Y sí, estimada poeta, cruzas los mares” montada en tus versos, como una “navegante del tiempo y la constancia”. ¡Qué letra! Me digo al avance de la lectura de esta nueva serie de sonetos, ¿lectura?, me cuestiono, no, “no es fácil el camino”, me contesto, con esta sentencia de” Inalcanzable”, otra pieza sonetística (si se me permite este neologismo) de notable composición.

Su viaje a la India, la tierra de Tagore, inspira a Mabel Fontau para escribir algunos sonetos. Las inflexiones éticas, el alma que “sueña con mundos sin extremos” en “esta vida que nunca entenderemos” (“La voz”). La ensoñación nos pone en estado de alma naciente, cita de Gastón Bachelard, que enmarca el soneto “Un camino”, propone una postura estética, esa obstinación por buscar “las palabras que se pierden sobre el muro”, una pieza a la que remito a los lectores. “Me entrego a la emoción”…/”la ensoñación en mi universo oscuro”, una confesión, una especie de agón para encontrar “la luz, la huella viva”, de ese camino incierto que es la poesía, la vida misma, donde “el mundo sigue igual, nadie ve nada” (“Oscuridad”) : cuánta profundidad se infiere en este poemario, Alquimia del sueño, un filosofar de movimiento continuo, que despliega una creatividad sostenida, en un mundo pleno en antítesis, pero donde cabe la esperanza para apelar “al milagro de estrellas”, después “todo puede ser posible” (“Después”).

Y sí, queridísima poeta, tras “tu profundo cielo subjetivo” puedo constatar, “tu odisea es un sueño que persiste”, felizmente para la poesía argentina contemporánea. Gracias por este regalo personal, en el que pude aproximarme a tu mundo poético, original, plasmado con voz propia, reveladora.  Convocada por fuertes iluminaciones.

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Oasis en el poniente

Un nuevo libro de sonetos de Mabel Fontau. Fiel a una íntima consigna, la de seguir escribiendo poemas en esta composición de dos cuartetos y dos tercetos. Lo que no deja de ser un desafío en estos tiempos, en los que prolifera la versificación libre. Y también debemos reconocer el riesgo que adopta nuestra poeta de no repetirse, ya que viene acumulando una serie de obras en esta forma, claro, con total destreza eslabonando rimas, métrica y musicalidad.

Oasis en el poniente, tal el título de esta nueva entrega de sonetos, no deja de ser sugestivo. Una y otra vez la lectura, no con la idea de interpretar o descifrar el mundo semántico, pleno de significancias. Ida y vuelta para el goce de su lectura, detenerse y volver página, llegar al final y de pronto darse cuenta que el libro sigue dando lucha. Porque uno tiene el rol de lector, simplemente, que busca en la suma de sonetos un goce estético. Y Mabel Fontau nos lo brinda, pero cuidado: el sustrato o mensaje hay que desmadejarlo. Asimilarlo, como quien dice, para que después el sedimento en nuestro pensar siga marchando, navegando en ese mar de imágenes, esos envíos de elegante sutileza.

Pero, ¿cómo le llegan a Mabel Fontau los pensamientos-imágenes que luego despliega en sus versos? Me he preguntado si hay un campus onírico latente para tal despliegue. He consultado El mundo de los sueños, el clásico de Evelyne Weilenmann: “Los sueños no son sino el discurrir de vivencias y se transforman en expresiones verbales al despertar”. Si bien esto no es terminante, lo asocio al tema de la revelación, el impacto iluminado en Mabel Fontau. Se me disculpará este aparte, que no es más que una especulación que corre por mi cuenta por el entusiasmo que me depara la lectura de los intensos poemas de nuestra poeta.

Entrar primero y transitar después senderos de inmensidad vibrante, merodear por el acaso de un destino misterioso que está escrito en las almas, palpar la llama votiva que alumbra nuestro día de existencia, atisbar ese amor lejano, imaginar como el otoño se deshoja en emociones, constituyen líneas contundentes de versos convocantes.

Realmente, Mabel Fontau nos brinda imágenes desplegadas en desdoblamientos existenciales, íntimos, que nos remiten a una pluma excelsa en la poesía contemporánea: me lleva el mar. “Mi espíritu se duerme/ sobre la espuma.No podré volverme./Me he quedado en su verde lejanía”. Es el último terceto de su soneto Otro tiempo.

Las puntuaciones y los encabalgamientos lucen una destreza en el lenguaje realmente ponderable. No parece haber secretos para el numen creativo de nuestra poeta, que confiesa en otro de sus sonetos, vivir el amor una y mil veces,/este amor donde siempre permaneces./El amor, en un círculo infinito, para rememorar aquel beso derretido con dulzura (Círculo).

Un corpus neorromántico, conjeturo en mi modesta aproximación a Oasis en el poniente, recorre esta suma de elegantes sonetos, donde impera la presencia sagrada del amor. Imagino que en esos instantes creativos, iluminados de Mabel Fontau, estoy seguro que vibra su vida.

Haupi, ¿quién soy? Una proyección de didaxis de vida

Con sugestivos dibujos propios, Mabel Fontau nos entrega esta segunda edición de Huapi, ¿quién soy?, en una bella publicación de Georges Zanun Editores. Bien lo expresa Andrés Melgarejo en el prólogo: “La lectura de este libro nos lleva, de manera directa y muy sencilla, a las profundidades de la existencia del ser humano”.

Y claro: es dable y paralelamente cierta esta aseveración, por cuanto ella apela a la reflexión, ya que torna fluida la comunicación entre Huapi y el lector. Quiero decir: el comunicarse es “llegar hasta ese escondido mundo interior”—cito idea explicita de la propia autora-.¿Las profundidades del Ser? El Ser, sí, como categoría ontológica y el ser humano, vital y transeúnte, que es el indiecito Huapi.

Y con las tradicionales fórmulas de la literatura infantil (“Había una vez en un bosque frondoso”) es que catapulta esta serie de cuentos, este trayecto aventurero que protagoniza Huapi. A través de esta serie, es admirable la consustanciación del personaje con la Naturaleza: los animales, el Rey del Bosque, el aire, el fuego y la tierra:

“—Si quieres alcanzar el poder del aire, la fuerza del fuego, deberás tener antes la humildad de la tierra”.

Los tres elementos le dan pie a Mabel Fontau para filosofar (cursus narratio que también se da en su poesía, especialmente en sus exquisitos, finos sonetos). Establecer una dialéctica con el lector, acuciado, apelado, convocado a lo largo de un entramado de peripecias y encuentros que suscitan a la moraleja, a la reflexión, a la conciencia ética colectiva. Al fin y al cabo, cada lector de Huapi sumará su individualidad, estoy pensando en los niños de una clase de primaria o principios de secundaria, como potenciales “co-protagonistas” de las experiencias de este indiecito viajero.

Acaso es la misma ruta de aquel clásico ya Siddartha de Herman Hesse, cargado de existencia en el capítulo Ser, donde Huapi pretende ser río. Es una asociación que me permito arriesgar, más adherida al recuerdo de aquellas lecturas que nos marcaron en la mitad del siglo XX. Conjeturo en este tramo un clímax en el discurso del árbol(cuento dentro de otro cuento): un meta-mensaje poético donde primará “el orden vital de la naturaleza”. Es que la letra en los cuentos envía una serie de señales que traducen la cosmogonía del planeta. La meta de la felicidad íntima es “estar en armonía con todo el universo”, le explicará el árbol al indiecito Huapi. Marta de París con perspicacia denomina a Huapi como ”protagonista ingenuo” El episodio del búho que le dice que Huapi quiere decir “isla” y le dice también “Tú eliges”, para que el diálogo socrático en los porqués concluya con el aserto de Huapi: ”Quiero ser río”.

Una especie de mayéutica socrática para indagar e indagarse en los porqués, a lo que suma una personificación: “Los árboles comprenden entonces que lo único que habían logrado con su equivocada actitud era desequilibrar el orden vital de la naturaleza” (véase el cap. Ser). Y el síndrome poético: “Todos los Huapi son en cierto modo, como el lago, todos guardan en el centro de su corazón el reflejo de una estrella”. O de pronto, aparece el árbol más anciano del bosque, el cohiué que equivale a la sabiduría y ternura: “Recuerda a tu amigo con todo el amor que sientes en tu corazón”. Y así, en cada capítulo, Mabel Fontau filosofa: “No pretendas cambiar la esencia de las cosas. Tampoco te sientas dueño de ellas”(Amor).”Debes saber que en al Amor las cosas no son siempre fáciles”.

Sin duda, uno de los capítulos más sabrosos es el que Huapi busca un sueño, le dice a la oruga: “aquello que siempre busco pero yo sé que es un imposible”. Pero la oruga le explica al indiecito “algún día tendré alas y podré volar, ése es mi deseo”. Después de un tiempo, Huapi se encuentra con una mariposa de hermosas alas azules. Se trataba de aquella oruga, ahora con alas.

El indiecito le pregunta, sorprendido, cómo consiguió las alas. “Ya estaban dentro de mí”, le responde. “Es como un milagro”, dice Huapi. “Toda la vida es un milagro” será la respuesta de la mariposa.

Mabel Fontau, de reconocida vocación poética, sobre todo en la composición del soneto, da muestra de una faceta en el género narrativo que es ponderable, tanto en sus cuentos dispersos en antologías como en esta obra, Huapi, ¿quién soy? . Una interrogación identitaria, una busca de sí mismo en una travesía existencial, como expresaría Gabriel Marcel,” lo que en mí y lo que delante de mí” en la serie capitular de encuentros que tiene Huapi. Asociándome a esta idea, Mabel Fontau, despliega el tema de la esperanza más allá de la muerte, si nos detenemos en el cap. Muerte, donde Huapi se encuentra con el puma moribundo y la única asistencia será la luna:

“—Mi mejor amigo, el puma, ha muerto. Ya nunca más volveré a verlo, a jugar con él —Y Huapi rompió a llorar.
Entonces la luna, rozando la cabeza de Huapi con un rayo de luz, dulcemente, le dijo:
—Escúchame, Huapi, sé que separarse de un amigo es muy doloroso. Pero no debes pensar que jamás volverás a verlo. Eso no lo puedes saber con absoluta certeza.
—¡Pero cómo no lo voy a saber! —dijo el indiecito— ¡No ves que está muerto, que ha dejado de vivir!
—Si, veo que ha dejado de vivir—respondió la luna-, pero tú no eras amigo solamente de su cuerpo, ¿verdad?…su alma podría seguir viviendo en alguna otra dimensión…
—¿Quieres decir que algún día volveré a reunirme con él? —dijo esperanzado Huapi”.

La fidelidad surge “como valor ontológico y como criterio del amor real” (vuelvo a Gabriel Marcel, Aproximaciones al misterio del ser, Ediciones Encuentro, Madrid,1987), es decir, por amor y entrañado en el seno de la fidelidad, escapa el hombre a la soledad y a la desesperación y penetra en el misterio de la esperanza.

Confieso que he retomado después de casi 10 años, una segunda lectura de este libro, para reencontrarme con el personaje Huapi. Y toda nueva lectura depara, además del repaso, agregados que hacen a una suma interpretativa con la resultante de reflexiones más fidedignas en cuanto al texto. Temas como la soledad, la contemplación, la razón, ciertas conclusiones sobre la muerte y la felicidad, son emergentes y apelarán, sin duda, al lector, sea modelo (como propone Umberto Eco, léase Lector in fabula) o menos avisado, dispuesto al placer de la lectura simplemente.

Pero siempre la palabra “existencia” recorrerá varios tramos y secuencias de Huapi,¿quién soy? “Esa chispa debe crecer e intensificar su fuerza a lo largo de toda la existencia, es decir, si tú vives y actúas de acuerdo con tu ser original”—el subrayado me pertenece—“la chispa que te anima podrá crecer en plena libertad y se fortaleceré cada vez más. Serás libre.” Como puede apreciarse, el caro tema de la libertad también eslabona es novela emotiva, estructurada en capítulos independientes.

Al retomar esta nueva lectura, Mabel Fontau –que no había sabido nunca de mi trabajo—me acercó un escrito, “Concepción del Personaje Huapi”, del que extraigo algún que otro párrafo: “Antes que el personaje, naturalmente surgió en mí la idea del libro, de escribir cuentos que despertaran en la mente y el corazón de los niños, y también de los adultos, por qué no, el reconocimiento y la valorización de principios fundamentales como paz, amor y respeto por el prójimo, que son las bases de la buena convivencia”.

Y en estos tiempos de Posmodernidad conflictiva, donde los estamentos de la Paz mundial se ven jaqueados por intereses y cuestiones geopolíticas, el uso indiscriminado de las armas nucleares, cataclismos y tormentas… ¡vaya si este escrito no resulta teleológico! Y más adelante se corrobora el título de mi trabajo, de mi idea (Huapi, hacia una didaxis de vida): “Aunque es muy común que los niños tiendan a identificarse con los personajes centrales, y quieran ser los héroes de sus relatos, tuve muy en cuenta que en este libro, en especial por su carácter didáctico, esa era una condición que no podía dejarse librada al azar, porque era completamente indispensable” . Y otra vez los subrayados los suscribo, para certificarme de que cuando escribí hace diez años sobre Huapi, estaba en la pista, al menos, en concordancia con la concepción didáctica de la autora.

Y saber que el libro ha sido traducido al francés y al inglés, que tiene una continuación (Huapi, El viaje), que ha sido objeto de estudio en Universidades y en Colegios nacionales y extranjeros, digamos cierta llegada masiva incluyendo simposios y congresos de literatura, me empuja a felicitar a la autora, dotada de una fuerza expresiva contundente, tanto para delinear el personaje humano de Huapi, como los personajes “naturales” que acompañan al héroe. Y conjugar el sustrato poético que conlleva en sí misma Mabel Fontau, durante el acontecer del cerco narrativo.

Y si nos detenemos en el Prólogo, escrito por Andrés Melgarejo, confirmamos la óptica existencial: “La lectura de este ejemplar nos lleva de manera directa y muy sencilla, a las profundidades de la existencia del ser humano, en especial a los valores éticos universales que, paso a paso, el indiecito protagonista va descubriendo”. Observemos, a la categoría ontológica el prologuista suma lo axiológico, cuando enuncia los valores éticos que deslinda la obra. En esta nueva lectura, en esta intromisión en el mundo de Huapi, diez años después, puede constatarse que el libro conserva aquella frescura.

Uno lee y relee y se encuentra con otro hallazgo: la calidad de la autora para ir deslizando la estructura, en un increscendo en el devenir de la obra, logrando clímax, como por ejemplo en el capítulo Muerte, donde la Reina de la Noche, la Luna, filosofa sobre el tiempo del “después de la muerte”, al ver llorar al indiecito por la muerte del pequeño puma. En verdad, Mabel Fontau, mediante el diálogo entre la Luna y Huapi, es la que inserta su filosofar sobre el tema de la muerte.

No es poca cosa que varios de los capítulos-cuentos que integran Huapi, ¿quién soy?, han sido difundidos por radioemisoras de Guatemala, Argentina y varios países de habla latina. Ha participado del Premio Unesco de Literatura infantil y Juvenil en Pro de la Tolerancia y figura como libro de texto en el Departamento de Español de la Universidad de Texas. También ha participado en Ferias Internacionales como la de Guadalajara y de Buenos Aires y ha sido recibido con mucho interés por elencos profesorales en Simposios realizados en nuestro país, en Madrid, Guatemala, Perú, Paraguay y Chile. Confirmaciones insoslayables de un libro imperecedero, por el alto contenido poético—no olvidemos a la fina poeta que es Mabel Fontau—y por, reiteramos, por su proyección didáctica.

En cuanto a la discusión si Huapi ¿quién soy? Podría catalogarse en el género de la literatura infantojuvenil, ¿por qué no?. Resulta obvio, pero apelo al aporte de Andrés Melgarejo nuevamente: “Para un adulto, en una época dominada por el estrés, la lectura de Huapi le permitirá sumergirse en un oasis de pureza y humildad, un baño de pureza…”.

Un libro para todos, sin exclusiones. Un adolescente sería el cruce hacia una lectura sin fronteras de género, pues la letra ofrece cuadros e interrogaciones inherentes a cuestiones universales, adaptables para los más adultos. Quiero decir, para el asombro, que es lo que me produjo cada peripecia de Huapi.

La autora

Poeta, narradora y artista plástica, Mabel Fontau ha obtenido importantes distinciones en su trayectoria. Egresada de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Realizó estudios de Música, Psicología y Filosofía. Miembro de la Asociación Hastinapura. Integró la Antología Poetas de Fin de Siglo, editado por la Fundación Argentina para la Poesía, que tuvo amplia difusión internacional en los 90. Es secretaria de Arte y Cultura en el Instituto Literario y Cultural Hispánico con sede en California. Integra la Comisión de Gente de Letras. Ha expuesto sus dibujos y pinturas en la Asociación Correntina General San Martín. Su libro Huapi, ¿quién soy? es utilizado como texto en la Universidad de Texas. Es jefa de Prensa en el Grupo Marta de París. Ha incursionado en el ensayo con Bitácora del Lector, analizando cuentos de Poe, Cortázar, Borges, Monterroso, Piglia y García Márquez. Su obra en gran parte ha sido traducida al inglés y al francés. Sus sonetos y haikus han tenido opiniones celebrantes de grandes poetas y críticos como Antonio Requeni, Rubén Vela y Alfredo De Cicco.



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