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Cultura 12 de junio de 2018

“La poesía es hija de la ausencia, no de la presencia”

Raúl Alonso se detiene en los detalles para escribir poesías y textos cortos que están relacionados con la música, el miedo y el amor.

Raúl Alonso recupera detalles en "Lo amargo por miel".

por Paola Galano
@paolagalano

En su primer poemario, “Urbano”, narró la experiencia de la ciudad a través de la poesía. En su segundo libro, Raúl Alonso -54 años- vincula la música, el amor, el miedo y la definición política en contra de las dictaduras con descripciones, poesías y relatos cortos que nunca dejan afuera al lector o a la lectora. Lo tituló “Lo amargo por miel” (Gogol Ediciones), célebre frase de unas las canciones más bellas del rock en castellano, “Viernes 3AM”, de Charly García.

Este “hijo” de la generación de Malvinas, que coquetea con la música, que nació con “Kennedy a la cabeza”, cursó su secundaria en plenos años de plomo y luego, ya en plena democracia, tuvo que emigrar a España por falta de trabajo, elabora textos sencillos, nostálgicos a veces, con humor otras, pero siempre cercanos a la experiencia del mismo autor, que a toda velocidad también da forma a una novela que espera terminar este año.

“Emigré a España por falta de trabajo aquí y la experiencia fue muy enriquecedora para mí. Conseguí trabajo en el área financiera de una empresa muy reconocida y logré establecer relaciones muy valiosas. Me hicieron sentir uno más”, repasa. “Si bien en ese momento no participé de la movida literaria de allá, (Madrid) fue el puntapié para lo que luego intenté transmitir, ya de regreso. La influencia de esa experiencia creo que se nota en el aspecto nostálgico de ciertos textos, la distancia suele ser benévola con las personas y con los recuerdos”, agrega a LA CAPITAL.

– El primer verso del libro es “Creo que deberíamos cuidar los detalles”. Al leerlo parece una declaración de principios, como si dijeras “La poesía se trata de detalles”. ¿Coincidís?

– Coincido. Te diría que la literatura se trata de detalles. Es más, creo que el arte en general se trata de detalles. A veces me gusta equiparar al hacedor de poesía con un fotógrafo, esa persona que observa lo que todos, pero que logra visualizar el detalle mínimo, el que termina transformando el hecho o el objeto, diríamos trivial, en un producto emocional. Por supuesto que existen situaciones en las que el detalle se transforma en un arma de la estética, diría. Un plato de comida que le falta a un chico no es un detalle, no debe ser tomado así. El detalle en este caso es sólo dialéctico, una forma, desde el arte, de rebelarse, de intentar embellecer un mundo que no sólo permite sino que desarrolla ese tipo de situaciones dramáticas.

– El poemario está imbuido de música, desde la cita inicial que da título al libro, a referencias como Satie, la música clásica, la necesidad de cantar, decís en otro poema que se perdió una música, sumado a tu cercanía con la música. ¿La música es una presencia importante en el poemario?

– Absolutamente. En principio te confieso que lo mío es ejecutar algún que otro instrumento y cantar, no soy un músico tal como yo lo considero. La palabra “músico” se me ocurre que, como la palabra “amigo”, está bastante bastardeada. El posmodernismo arrasa con todo, ¿no? Si igualamos a un tipo que tiene años de conservatorio, que se capacitó en armonía, en composición o lo que sea, con otro que sabe treinta acordes, estamos mal. Con respecto a la presencia musical, sí, es visible porque también lo es en mi vida. Creo que la música es una de las pocas cosas en el mundo que iguala, que derriba fronteras, que vence al tiempo, te diría. Dos personas que no se conocen escuchan una melodía común y se produce entre ellos una corriente de energía muy particular, una estricta comunión. Por otro lado nos amiga con el pasado, muchas veces tan hostil.

– Escribís: “Escribo porque me duele el mundo”. ¿Se trata de una poesía existencialista la tuya? ¿Te animás a ponerle algún adjetivo a tus escritos?

– Puede ser que contenga rasgos existencialistas, sobre todo en lo que respecta a mi postura pesimista ante ciertas manifestaciones de la naturaleza del hombre, que lamentablemente son las que preponderan. El mundo también tiene cosas maravillosas, a qué decirlo, pero me temo que también somos lo peor de él. Prefiero que cada uno forme su propia opinión sobre lo que está leyendo, pero sí que sepa el lector que no adhiero a la “poesía feliz”. Si bien suelo utilizar la ironía, y mi poesía puede llegar a producir alguna sonrisa, escribo desde el dolor. La poesía es hija de la ausencia, no de la presencia. Es hija del dolor, no del goce.

– El miedo y el terror son sustratos que aparecen en tus poemas, incluso hablás del temblor. ¿Por qué?

– Mi idea (o mejor, mi sentimiento) de lo que es el miedo o el terror tiene que ver con los finales. En el fondo debe ser miedo a la muerte, como todo el mundo, supongo. Y hablo de los finales como pérdida. Somos bichos raros, sabemos que absolutamente todo lo que encaremos en esta vida se va a terminar en algún momento. Es una mochila muy pesada la que llevamos, cada uno la acomoda a su forma. A mí, ciertas situaciones de pérdida, real o potencial, me generan miedo y no puedo evitar que eso se evidencie en lo que escribo.

– La política, la necesidad de manifestarte en contra de las dictaduras también se advierte. ¿Te parece que ese es un mensaje generacional?

– Inevitablemente. Pertenezco a la generación de Malvinas. Toda mi secundaria la realicé en dictadura. Es una generación muy maltrecha, con efectos siniestros en nuestra propia construcción, de los que nos fuimos dando verdadera cuenta con el paso del tiempo. A partir de ahí cada uno se posiciona en un lugar, como en todas las cosas. Yo intenté ahondar en esa historia, vincularla con la mía propia, con mis recuerdos y también, por qué no, con mis sueños. Es dolorosísimo revelar el negativo de esa película, visualizar personajes que, de alguna u otra forma, aún siguen dando vueltas. No para bien, precisamente.

– En tu otro libro trabajabas la urbanidad, la ciudad, como eje. En este otro poemario aparece pero más deslucida, como telón de fondo. ¿No podés despegarte de la experiencia de vivir o haber vivido en la gran ciudad?

– Es que soy lisa y llanamente un bicho de ciudad. Puedo disfrutar de ciertos intervalos de tranquilidad en el campo, pero nunca más de dos o tres días. Admito que no soy un militante del aire puro, ni de la relación con los animales, ni nada de eso. La ciudad es mi lugar, para bien o para mal.

– ¿Qué importancia le das a la rima? ¿Cuándo decidís usar rima y cuándo no?

– No le doy mucha importancia, ahora mucho menos que cuando comencé a escribir. Me gusta el desafío y cada tanto lo encaro, pero no me desvivo por eso. La poesía que más me llega es de autores que, en general, no desarrollaban la rima como bandera. Es una técnica que debemos manejar con cuidado, se corre el riesgo de quedar sometidos a ella, de tal modo que a veces la rima apaga lo que verdaderamente queremos expresar y, otras tantas le obsequia al texto un brillo que nos deslumbra y que nos damos cuenta, no mucho después, de que es una soberana estupidez, pero rimada. Por supuesto están los fuera de serie que, además de rimar, me estremecen como Miguel Hernández o el propio Borges.

– ¿Cómo armás un poemario?

– No lo elaboro demasiado. Intento que haya una idea rectora, un concepto, pero no fuerzo la situación. Me conformo con que del grupo final de poesías elegidas existan dos o tres que me hagan valorar el hecho de haberme sentado con un lápiz y un papel.

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Rumores

Por Raúl Alonso

Estoy aquí dicen que sí
que permanezco inmóvil
o lucho contra el viento
o hago muchas otras cosas
que no vienen al caso
pero existen tantos testigos
que me veo en la obligación de creerles
algunos me ven delgado
y otros no tanto
un grupito asegura mi blancura
y otro describe sin pudor mis ojeras
pero todos coinciden
en que de un instante para otro
lloré y reí y me perdí
dentro de una gran lata de granos de choclo
con una bufanda negra un libro de Borges
y tu foto hecha trizas.

Nombre

Dos luces paralelas
apuñalan el poder del sordo negro
provienen del mismo foco
cruzando la calle imagino
clausuro mis párpados
pero mis ojos siguen
tozudos abiertos
debajo
intento respirar como aconseja
el curso de fugaz yoga
lo abandono
apuesto a un gitane
y un añoso cinzano
sólo allí al sentir esa lágrima
salada y sola
sabés
descubrí que la ausencia
se llama como vos.

Mi propio Gran Bonete

A mí (a mí) se me ha perdido un lucero
y lo tiene el cielo negro de mi ayer y el tuyo
yo señor
no señor
pues entonces quién lo tiene
la sábana celeste con aroma a tabaco negro
yo señor
no señor
pues entonces quién lo tiene
el golpe de la puerta que sonó a disparo
a bala sin código
a futuro sin ganas
a mí ( a mí) se me ha perdido una música
y la tiene la avenida con lluvia
tu abrigo de oferta mi grito cobarde
yo señor
no señor
pues entonces quién lo tiene
la muerte de cara lavada falsa y pedante
y no me digas que no
porque te vi.