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Opinión 1 de diciembre de 2019

La pregunta sobre el mando

Claudia Ledesma Abdala.

Por Jorge Raventos

Alberto Fernández prometió que recién a mediados de la próxima semana, menos de siete días antes de asumir la presidencia, anunciará la composición de su gabinete. Aunque el lunes 18, después de su visita a Cristina Kirchner, el presidente electo anticipó que su equipo estaba virtualmente definido, los hechos están dibujando otro escenario: tanto él como la señora de Kirchner se ven forzados a hacer ajustes para mantener los equilibrios que demanda una coalición de gobierno tan matizada como la que se dispone a gobernar.

Por qué cambian los nombres

Las interpretaciones convencionales explican los ajustes desde una simplificadora lógica binaria (Cristina le impone o le veta figuras al presidente electo: ¿manda ella o manda él?) que, más que a comprender los hechos, tiende a confirmar una conjetura (manda ella).

Esa lectura omite detalles sustanciales: por ejemplo, que la propia señora de Kirchner ha debido retroceder en algunas intenciones suyas que habían trascendido. Por ejemplo: convertir a su servicial ladero, el senador Oscar Parrilli, en presidente provisional de la Cámara Alta y a la camporista mendocina Anabel Fernández Sagasti en presidenta del bloque peronista de senadores. Había que tender puentes a los gobernadores de la coalición y así, Parrilli fue desplazado en beneficio de la santiagueña Claudia Ledesma Abdala, ex gobernadora de su provincia y esposa del mandatario y jefe político del distrito, Gerardo Zamora. Y a encabezar el bloque fue convocado el formoseño José Mayans, hombre de confianza del gobernador Gildo Insfrán, con lo que Fernández Sagasti quedó postergada. Se trata de compensaciones razonables: Formosa y Santiago del Estero fueron provincias en las que el Frente de Todos se impuso de manera contundente.

“Si bien Alberto Fernández tiene planes y muchas certezas sobre la grilla de sus colaboradores, el gabinete no está totalmente cerrado aún”

Se asignó a influencia de la señora de Kirchner haber corrido al diputado tucumano Pablo Yedlin de la candidatura a ministro de Salud, un lugar que ahora se asigna a un ex titular de esa misma cartera, el sanitarista Ginés González García. Conviene mirar el tema más de cerca. En primer lugar el nombre de Yedlin no había llegado a los medios desde el círculo próximo a Alberto Fernández, sino más bien desde la Cámara de Diputados. La precipitada difusión de esa candidatura al gabinete seguramente dañó a Yedlin. No sólo porque el presidente electo advirtió a tiempo que esos temas debían manejarse con discreción (“El que suena… suena”), sino porque esa exposición lo ubicó a tiro de importantes objeciones. Se le adjudicó al diputado una proximidad importante con el influyente dirigente sindical Héctor Daer, del gremio de la Sanidad y principal representante del grupo de “Los Gordos” en la conducción de CGT.

Desde el resto del arco gremial se le hizo saber a Fernández que no querían un ministro tan parcializado en una cartera que, por tener incidencia sobre las obras sociales sindicales, es de interés común.

Fue entonces que surgió el nombre de Ginés González García, bien vinculado con el conjunto de los sectores sindicales, respetado y tan conectado con la industria de los medicamentos (otra pata interesada) como podía estar Yedlin.

José Mayans.

José Mayans.

Otro campo en el que la arquitectura del gabinete fue intervenida ha sido la cartera de Transporte. Los rumores aseguran que la señora de Kirchner le habría puesto oportunamente bolilla negra a Florencio Randazzo, un candidato obvio (pero en rigor nunca mencionado desde la usina de Alberto). El presidente electo le ofreció el puesto públicamente al senador Carlos Caserio. Lo hizo en buena medida para facilitar la unificación de los bloques de senadores peronistas, un paso que al que Caserio, hasta entonces líder del bloque “de los gobernadores”, se mostraba renuente y que se concretó con la coronación de Mayans. Pero desde el gremio de Camioneros y desde la poderosa Confederación de Trabajadores del Transporte (que agrupa desde colectiveros a trabajadores del transporte fluvial, portuarios y ferroviarios y conduce Juan Carlos Schmid) hicieron saber que querían participar en la elección del ministro adecuado. Fue entonces que Fernández conversó con la señora de Kirchner para poder compensar una marcha atrás que devolviera a Caserio al Senado. A través de un tuit, el presidente electo informó que la señora de Kirchner quería ofrecerle al cordobés la presidencia de la estratégica Comisión de Presupuesto y Hacienda de la Cámara Alta. Una manera de mantener abierta la cartera de Transporte a las conversaciones con el sector sindical.
Como se ve, si bien Alberto Fernández tiene planes y muchas certezas sobre la grilla de sus colaboradores, el gabinete no está totalmente cerrado aún.

La deuda con los gobernadores

Entre los sectores que no parecen tener adecuada compensación todavía están los gobernadores.

Hace más de cuatro décadas, en un ensayo de interpretación del peronismo, Manuel Mora y Araujo distinguió lo que llamaba “potencial laborista” (que ubicaba sobre todo en las grandes urbes industrializadas), de “potencial populista”, propio de las zonas más periféricas, rurales y de menor desarrollo industrial. Con las compensaciones políticas ofrecidas hasta aquí a Insfrán y Zamora el próximo gobierno ha tomado en cuenta a provincias del, digamos, “potencial populista”, pero todavía no se observa el cumplimiento del compromiso de Fernández (“un gobierno del Presidente y 24 gobernadores”), con el conjunto de las provincias y, particularmente, con las que tienen mayor potencialidad exportadora, empezando por la decisiva Región Centro. Hay allí una asignatura pendiente que no necesariamente se completará en la composición del gabinete de Fernández (aunque también allí debería notarse alguna señal) pero deberá tener expresión manifiesta en las políticas que ofrezca el nuevo gobierno y en los instrumentos de participación (¿un Consejo Federal conectado al planeado Consejo Económico-Social que quizás finalmente acepte coordinar Roberto Lavagna?).

Por motivos muy razonables el presidente electo demora algunas decisiones y definiciones hasta el momento en que su poder esté más próximo a formalizarse. Hay muchas expectativas y muchos sectores que necesitan respuestas. Fernández es consciente de que en esa amplitud sus adversarios tantean puntos vulnerables: “Quieren dividirnos y hacernos pelear porque saben que nuestro éxito es nuestra unión -declaró esta semana-. Pero nosotros tenemos en claro eso y aunque nos duelan las cosas que dicen, sabemos que es parte del juego”.

En cualquier caso, ya falta muy poco para que las definiciones estén a la vista. La función está por comenzar.