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Arte y Espectáculos 17 de febrero de 2019

“Les dije a los actores que traspasen el escenario, que entren adentro del público”

Mariana Bustinza propone un espectáculo de danza-teatro y cumbia ambientado en una villa de emergencia, con personajes que empatizan con el público. Logra así un teatro social que pone el foco en lo que urge y en lo que pocas veces se muestra.

Escena de "Menea para mi", una obra de teatro independiente que impacta y sensibiliza.

“Soy lo más fiel posible a lo que conozco de la vida de muchos pibes y pibas que no la pasan tan bien”, asegura Mariana “Cumbi” Bustinza, directora y dramaturga de la obra “Menea para mí” (sábados en el Teatro Melany y jueves en El club del teatro), que acaba de ganarse un Estrella de Mar en el rubro Mejor Espectáculo Alternativo.

Bustina es integrante del grupo Improvisa2 junto a Gabriel Gávila y Tomás Cutler. Y en paralelo propone en Mar del Plata esta obra que gira en torno a la problemática de los chicos y de las chicas de una villa de emergencia.

También guionista y directora, además de actriz, “Cumbi” ya estrenó “Gorila” en Buenos Aires y se encuentra en proceso de ensayo de “Lo que quieren las wachas”, vinculada al aborto. Y ahora, en “Menea para mi”, apuesta a generar una empatía con el espectador y la espectadora que los lleve a comprender el mundo villero: su música, sus personajes, su entorno, sus desamores y complicidades. Todo contado con humor, canciones y movimiento.

Desea que el elenco “meta una mano adentro del cuerpo de cada espectador, lo arranque de la butaca y lo lleve hacia adentro del escenario”. Cumple el deseo al finalizar la función. “Desde las primeras ideas hasta el estreno y las siguientes cuatro temporadas (en Capital Federal) no dejo de sorprenderme con el resultado escénico y el impacto que genera la propuesta en el público y la prensa. Hacemos teatro independiente; eso genera estrés y requiere mucho esfuerzo, pero son muchísimas más las satisfacciones”, analiza para LA CAPITAL.

Integran el elenco Luciano Crispi, Ezequiel Baquero, Catalina Jure, Natalia Gatto, Ornella Fazio, Germán Matías, Vanina Cavallito y Mercedes Hazaña.

– ¿Cómo aparece esta historia?

– Durante varios años tuve en la mente muchas imágenes y sensaciones que fueron madurando, hasta que en el año 2014 empecé a plasmar todo eso en la dramaturgia. Ese material surge de algunas experiencias personales que transité de más joven y quería compartirlas. Comencé un proceso de investigación con las actrices y actores hasta encontrar la puesta en escena final.

– ¿Cómo elegiste al elenco?

– Confío mucho en la percepción que tengo sobre las personas con las que deseo trabajar. Realmente no fue difícil armar el elenco. Convoqué a una audición bastante cerrada a varios actores y bailarines que conocía de distintos lugares de entrenamiento. Luciano (Crispi) es amigo mío; lo conozco de la Emad (Escuela Municipal de Arte Dramático de Buenos Aires), de donde ambos egresamos. Es un excelente actor y sabía que podía llevar adelante un personaje tan complejo como El Maxi. Su trabajo y entrega fueron muy reconocidos.

– Es muy destacado el manejo corporal del elenco, ¿por qué desarrollar ese aspecto?

– Desde el principio tenía la idea de que “Menea…” iba a ser una obra de danza-teatro con mucho apoyo en el movimiento, pero durante el proceso de ensayos me di cuenta de que la obra requería un texto sólido para contar una realidad tan cruda y un trabajo físico que tuviera la tensión y el desgaste de los cuerpos que viven en el margen de la sociedad. Por eso necesitaba un elenco que pudiera acceder a esa investigación actoral y física. Catalina Jure, además de actuar, es nuestra entrenadora corporal: antes de cada función pone a tono a todo el elenco.

– ¿Por qué es necesario hablar de la villa?

– Porque todos saben que existe; saben dónde se encuentra pero muy pocos la ven. Es necesario hablar de la villa porque para comprender, primero hay que conocer. Las villas y barrios bajos son consecuencia de la pobreza y de los modelos socioeconómicos que generan exclusión; y no un peligro en sí mismo.

– La propuesta de la obra es conocer el desamor que sigue a todos los personajes. ¿Quisiste lograr empatía con el público?

– Sí, me propuse que la gente que vea la obra intente ponerse en el lugar de esos personajes, y que en la vida real son personas: una obviedad que, a veces, olvidamos. Que los espectadores puedan sentir lo que ellos sienten, y abandonar la mirada desde “la vereda de enfrente”, no hablar livianamente de inseguridad, de pobreza, de drogas; deseo que vean esta historia e invitarlos a que reflexionemos juntos y, quizás, nos acerquemos al porqué de algunas de las cosas que nos pasan como sociedad.

– La obra impacta por su realismo: eso que contás pasa muy cerca de nuestras casas. ¿Buscaste que los espectadores y las espectadoras se involucren, se movilicen?

– Lo primero que les dije a los actores, y que después de ciento cincuenta funciones les sigo diciendo antes de cada función, es que “traspasen el escenario”, que “entren adentro del público”. La realidad la vivimos cada uno desde el lugar que nos toca todos los días; pero llevar a escena lo que no se suele contar en el teatro, eso a lo que se culpa y se estigmatiza, necesita que tenga el impacto al que estamos acostumbrados en la calle. La imagen que tengo es como si les metieran una mano adentro del cuerpo de cada espectador, lo arrancaran de la butaca y lo llevaran hacia adentro del escenario. Soy lo más fiel posible a lo que conozco de la vida de muchos pibes y pibas que no la pasan tan bien. Que el público se conmueva y se quede pensando es parte de la magia del teatro.

– Hay dos frases que impactan: “Tu naciste para sobrevivir” y “No quiero tu lástima, quiero tu respeto”. ¿La obra busca tender un puente con el mundo fuera de la villa?

– Sí, porque cada uno percibe la realidad que tiene más cerca, y eso no tiene nada de malo. La obra, sin embargo, busca que la gente que menos conocimiento tiene acerca de la marginalidad abandone los prejuicios y deje de pensar que el culpable es el pibe chorro. Yo opino que ningún pibe nace chorro. Necesitamos entender como sociedad que la delincuencia es una consecuencia de la pobreza. Ir a la raíz de las situaciones, un paso más allá. Sino las vidas de los más vulnerables nunca van a estar mejor. La estigmatización de las personas no es para nada buena.

– ¿Por qué ponés el acento sobre lo sexual?

– Por dos razones: por un lado, el instinto sexual es inherente al ser humano y desconoce estatus sociales y de orden. Tiene que ver con el impulso y el deseo. Y con eso todos nos identificamos, porque lo comprendemos no sólo con la razón. Hasta sentir rechazo por algo es identificarse desde la oposición. A los personajes les pasan las mismas cosas (hablando de este aspecto) que al pobre que tiene al lado, al ciudadano de clase media o al rico que lo ve por televisión en un noticiero. Y por otro lado, porque es donde mayormente recaen las críticas y donde se gestan los fantasmas aparentemente propios de la marginalidad: los abusos, el embarazo adolescente, los desbordes y los engaños.

– ¿Qué clase de teatro es el que te gusta desarrollar, en soledad, por fuera de Improvisa2?

– Me gusta mucho el teatro que tiene que ver con lo social: profundizar la mirada en cómo nos organizamos como sociedad, la diferencia de clases, la desigualdad de oportunidades y qué pasa con eso que no se quiere mostrar. Me interesa indagar con todo lo que tenga que ver y refleje el egoísmo humano.