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Cultura 9 de octubre de 2021

Lladós: “Maradona se convirtió, sin darse cuenta, en el jugador más utilizado de la historia”

El periodista que trabajó 18 años en el diario La Nación y hoy es el gerente de relaciones institucionales de TyC Sports relata e informa con abultada bibliografía y documentación el vínculo entre el fútbol y el poder.

Por Carlos Aletto

En el libro “El circo de los pueblos” el periodista e investigador José Ignacio Lladós demuestra con documentación e información precisa cómo con el fútbol, “el mayor entretenimiento del planeta”, los poderosos muchas veces buscan usar a su favor ese “rectángulo de juego con veintidós personas y una pelota para crear un líder nacional, frenar una guerra civil o hasta convertir en un personaje simpático a un narcotraficante”.

En el transcurso de las 330 páginas del libro editado por Aguilar, el experimentado periodista que trabajó 18 años en el diario La Nación y hoy es el gerente de relaciones institucionales de TyC Sports relata e informa con abultada bibliografía y documentación el vínculo entre el fútbol y el poder.

“En este momento, el presidente de Liberia es George Weah, un ex futbolista que en 1995 fue elegido como el mejor jugador del mundo”, manifiesta el periodista en una charla con Télam. Lo que hoy es Messi, en 1995 fue Weah. Y se pregunta: “¿Hubiera sido presidente de Liberia de no haberse convertido en un ídolo por su calidad futbolística?”.

Lladós también revisa “el caso de Silvio Berlusconi”, que ya era una figura del jet set italiano cuando en la década del 80 compró el Milan. Berlusconi solo pudo pensar en tener una carrera política a partir de una gestión brillante como dueño de un equipo de fútbol: “Antes, a pesar de que era millonario, tenía un imperio televisivo, una constructora, una financiera y muchos negocios más, no lograba trascender la imagen de frialdad que generalmente se les asigna a los empresarios”. El periodista explica como el Milan y el fútbol le dieron contenido para convertirse en un líder de masas y para ser primer ministro de Italia.

“Algo similar ocurrió en nuestra región: (Mauricio) Macri tuvo una gestión exitosa en Boca antes de saltar a la política, Piñera compró el Colo-Colo pensando en ser presidente de Chile y Horacio Cartes condujo al Libertad antes de ganar las elecciones en Paraguay”, especifica. Es muy probable que el camino político de Berlusconi, Macri, Piñera y Cartes hubiera sido diferente sin un paso previo por el deporte.

Lladós explica que otro caso que muestra el poder del fútbol se dio en 1969, en Nigeria, durante una gira del Santos de Pelé. Nigeria estaba en guerra civil y más de uno les recomendó a los jugadores evitar viajar a ese país, pero Pelé y sus compañeros respondieron que querían ir igual: “Había un riesgo grande de que quedaran en medio del fuego cruzado, pero, increíblemente, la guerra entró esos días en un alto el fuego porque ambos bandos prefirieron ver a Pelé en lugar de seguir combatiendo. Cuando el Santos terminó el partido y se fue de Nigeria, la guerra se reinició”, recuerda.

– Entonces ¿se puede pensar que no siempre la relación entre fútbol y poder es negativa?

– Cuando se habla de utilización la primera connotación que surge es negativa, pero no creo que necesariamente deba considerarse así y me remito al caso de Pelé. Por supuesto que cuando Mussolini se aprovechó del fútbol o cuando quiso hacerlo Hitler el fin no parecía positivo. En todo caso, me resulta llamativo todo lo que ocurre alrededor de una actividad que entretiene y distrae a buena parte de la población mundial.

– ¿Cómo resumirías las diferencias y los puntos en común según las “zonas” continentales en las que se divide el libro?

– En principio, me parece que el fútbol genera atracción en todos lados y provoca reacciones más o menos similares en la región que sea. Después, el modo en que el poder usa el deporte y la reacción de la sociedad ante eso pueden depender un poco de culturas y tradiciones.

Cuando Arabia Saudita e Irán, que son tal vez las dos potencias más grandes de Medio Oriente, rompieron relaciones diplomáticas, el rey de Arabia decidió que ningún elenco de su país tenía permiso para viajar a Irán y que ningún iraní podría entrar en Arabia. Eso hizo que los partidos entre equipos sauditas e iraníes debieran jugarse en los terceros países que aceptaran recibirlos. Bueno, en Arabia no se quejó nadie porque la palabra del rey no se discute. En Irán, en cambio, hubo revuelo y el gobierno (no la Federación de Fútbol) fue a pedirle a la FIFA que intercediera porque los hinchas estaban indignados ante la posibilidad de no ver a sus equipos en una instancia decisiva de un torneo continental. La FIFA rechazó el pedido, pero ese es otro tema. La cuestión es que el fútbol fue un tema de Estado para sauditas e iraníes, que reaccionaron diferente.

En África hubo dictadores que cambiaron la fecha de nacimiento de jugadores juveniles para violar la edad máxima permitida en un Mundial Sub 20 o Sub 17 y así tener alguna ventaja deportiva. Si una selección de fútbol gana, la gente está feliz y el gobernante de turno lo aprovecha. Los medios, en estos casos, parecerían irrelevantes.

En Europa, Mussolini organizó el Mundial de 1934 para mostrarle al mundo que Italia era una potencia y que él era un líder de la misma estatura política que el de Francia, Gran Bretaña y Alemania. Y Hitler, que odiaba el fútbol, vio el éxito de Mussolini y reclamó la organización del Mundial de 1942, que finalmente no se disputó por la Segunda Guerra Mundial.

En todos lados el poder ve lo que el fútbol genera en la sociedad y que hay muy pocas sociedades inmunes a ese fanatismo. Hasta en India o en Estados Unidos, donde el deporte principal es otro, el fútbol moviliza multitudes.

– ¿Cómo se puede evitar la utilización del fútbol?

– Me parece que es inevitable, o al menos eso es lo que nos muestra la historia. El fútbol nació en las universidades británicas como una actividad recreativa, completamente alejada del poder, pero en cuanto empezó a generar atracción masiva los poderosos intentaron manipularlo para sí. Uno de los primeros que lo vio fue Stalin, que obligó a los jugadores soviéticos a estudiar su biografía y la ideología del marxismo-leninismo. Y no lo hizo porque le gustara el fútbol, sino porque detectó que los jugadores, en aquella época, ya se habían convertido en actores sociales, y los quiso usar a su favor.

Esto mismo se potenció con la tecnología. A más TV, más redes sociales, más internet y, por ende, más acceso universal, el interés crece y la penetración y la influencia del fútbol son mayores. No veo una curva descendente, sino todo lo contrario.

– ¿Cómo podemos pensar la figura transversal de Maradona?

– Maradona generó tal atracción popular que se convirtió, sin darse cuenta, en el jugador más utilizado de la historia. Su caso, además, nos muestra que no es solo el poder político el que busca tomar los valores del deporte para beneficio propio.

Primero lo usó la dictadura militar, que no lo dejó irse en 1978, cuando lo vino a buscar Barcelona, ni en los años subsiguientes, cuando lo quisieron Juventus y Sheffield United. Y eso ocurrió porque Maradona entretenía a la gente, tenía carisma y para el Proceso era mejor tenerlo en el país. Recordemos que en 1978 no se veían en Argentina las ligas europeas, con lo que la partida de Maradona a España le hubiera quitado al gobierno algo así como un instrumento de distracción cotidiano. Maradona solo pudo irse a Barcelona en 1982, cuando ya fue imposible retenerlo.

En el caso de la Camorra, el jefe de la mafia napolitana, Carmine Giuliano, lo invitaba a fiestas y lo llevaba a los barrios populosos de Nápoles para mostrarle a la gente que el gran ídolo de la ciudad le respondía a él. Maradona fue allí, sin quererlo y seguramente sin tener opción, una pieza en el ajedrez de la mafia.

También los presidentes democráticos de la Argentina se le acercaron. Menem, por ejemplo, le inventó un “pasaporte deportivo”, algo que no existía antes en el mundo y que tampoco existió después, y se lo entregó un día antes del debut de la Argentina en el Mundial de Italia 90, en una ceremonia televisada a todo el planeta. Luego, en 1995, Maradona lo acompañó en la campaña por la reelección presidencial. Diego, además, estuvo en la Casa Rosada con Alfonsín, Menem, De la Rúa, Néstor Kirchner, Cristina Kirchner y Alberto Fernández. A todos les vino bien la foto con él.

Varios líderes mundiales se aprovecharon también de su poder mediático. A Fidel Castro le sirvió que Maradona viajara a Cuba a curarse de su adicción a las drogas, porque pudo promocionar ante el mundo el sistema de salud cubano, que el régimen tanto elogiaba. Hugo Chávez lo sentó a su lado y lo invitó a hablar ante 25.000 personas en Mar del Plata, durante la Cumbre de las Américas, para denostar a George W. Bush y dinamitar un acuerdo de Libre Comercio entre la región y Estados Unidos (el ALCA). También tuvo relación con Evo Morales, Putin, Khadafi y otros.

Maradona provocó en la gente sentimientos y emociones que el poder quiso tomar prestado. Y fue tan grande que quisieron aprovecharse de él desde que debutó en Primera hasta su último día.

Télam.



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