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Cultura 26 de diciembre de 2019

Mar del Plata y la democratización del ocio

"Mar del Plata un sueño de los argentinos" es el libro escrito por Elisa Pastoriza y Juan Carlos Torre en el que se analiza el proceso de crecimiento y transformación de Mar del Plata. Presenta un gran despliegue de imágenes.

Por Melina Piglia (*)

La historiadora Elisa Pastoriza y el sociólogo Juan Carlos Torre vienen pensando a Mar del Plata desde hace más de dos décadas. Su interés en el “gran balneario de los argentinos” excede por mucho la historia local: Mar del Plata funciona como laboratorio para pensar los procesos sociales, culturales y políticos que atravesaron al país. Uno les resulta especialmente clave: la democratización del bienestar, que entre otras cosas acabó transformando al ocio en derecho.

El libro recorre la ampliación incesante de los visitantes del balneario desde su fundación a finales del siglo XIX, por la que se fueron sumando a los veraneantes de la oligarquía sectores cada vez menos encumbrados, hasta llegar, en los años sesenta, a la Mar del Plata “de todos”.

Con una escritura amable y atractiva, a lo largo de sus páginas Pastoriza y Torre enlazan esa evolución con las transformaciones en la materialidad de la ciudad, los cambios en las prácticas del ocio y la sociabilidad, las mutaciones culturales, los avatares de la política local y, sobre todo, con la construcción de un imaginario nacional que puso a Mar del Plata en el centro del deseo.

“Durante los años 1960, Mar del Plata fue una de las ciudades de mayor crecimiento del país. Los casi 120.000 residentes de 1947 se convirtieron en 220.000 en 1960, para alcanzar diez años después la suma de 320.000. (…) El crecimiento de la ciudad fue a su vez el motor de su propia expansión: el aumento de la población permanente incrementó también sus demandas y, con ellas, se multiplicaron las oportunidades para poner un negocio, abrir un consultorio, crear una empresa o, más en general, tentar fortuna. Mar del Plata se transformó, así, en un centro receptor de comerciantes, profesionales, cuentapropistas en busca de un porcentaje en el apogeo del balneario. Y todos ellos se sumaron a la población permanente ligada al turismo, la construcción, la industria pesquera. Durante estos años no solamente se agrandó el casco urbano para recibir más habitantes; con la profusión de edificios de altura también se consolidó su flamante perfil arquitectónico. Podría decirse que Mar del Plata se hizo de nuevo. (…)

“En la vanguardia del boom edilicio estuvo un número de empresas formadas por familias de inmigrantes, de origen italiano en su mayoría, que habían hecho sus primeras armas antes de 1948 en la construcción de obras públicas, hoteles y chalets californianos de estilo Mar del Plata. Entre ellas, la de Nicolás Dazeo tuvo una participación sobresaliente, según nos cuenta su hijo en una entrevista en LA CAPITAL: En 1967 la empresa fundada por mi padre tenía en construcción 6.200 departamentos. Fue el año en que a través de estadísticas de una importante estación de televisión de New York Mar del Plata ocupaba el primer lugar en el mundo en materia de construcciones edilicias. Y esa estadística destacaba que Dazeo había hecho el 63% de las obras de ese año”.

Otro testimonio subraya ese protagonismo: La avenida Colón fue la elegida por todos los que hacíamos horizontal, desde la costa hasta la calle Córdoba, y era un río de bicicletas que bajan de la loma… ¡todos obreros de la construcción! Dazeo llegó a tener treinta, cuarenta obras simultáneas en construcción, era terrible. A mí me encargaron tres obras un día sábado! tres obras juntas!”, de acuerdo a un fragmento del capítulo VI “El balneario de masas”.
(*) Historiadora e investigadora de la UNMdP-Conicet.



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