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Margarita Di Tullio, el tramo final de una vida intensa y cinematográfica

Tras caer presa en Comodoro Rivadavia por drogas regresó a Mar del Plata y un tiempo después se vio involucrada en el caso Cabezas y en la destitución del juez García Collins. La vida de Margarita Di Tullio, que ya tenía algo olvidado a su otro yo, Pepita La Pistolera, volvió a exponerse para toda la sociedad. Las muertes de un amor único y de su primer hijo marcaron sus años finales.

Policiales 24 de marzo de 2023

Por Fernando del Rio

 

Parte 4 y final

 

Era verano y en 1996 Margarita Di Tullio rumbeaba hacia sus 50 años con sobrepeso, sin poder salir de las relaciones con el hampa, con problemas de consumo de cocaína y consagrada como madama de prostíbulos de mal ambiente. Tampoco pretendía que fueran el Moulin Rouge, con coristas parisinas montando un show de can can. Su fuerza comercial se atesoraba en los clientes de toda la vida: gente del puerto, trabajadores de la pesca, hombres mayores huidizos de sus aburridos hogares. También quedaba una reserva para personas influyentes, como algún operario judicial que requiriera los servicios de “una chica de Marga”.

Los cabarets en zonas portuarias habían sido siempre una tradición y, aunque estaban prohibidos por ley, los propietarios se las arreglaban para eludir controles o simplemente pagar el precio suficiente para que la policía o los inspectores municipales no molestaran. Pasaba en Quequén, en Bahía Blanca, en puertos sureños y en Mar del Plata. Ese negocio se emparentaba, naturalmente, con delitos intermedios que tiempo después serían penados como la captación de mujeres y su explotación sexual. El dinero fresco de los marineros y esa costumbre de “un amor en cada puerto” cerraba el círculo ideal. Hasta que la matriz de la pesca en los ‘90 cambió y todo empezó a cambiar.

Por eso Margarita Di Tullio pensó en reconvertirse. Al viejo Neisis lo transformó en un karaoke para que disfrutaran los coreanos y chinos; a Rumba lo unificó con El Gran Chaparral y pasó a llamarlo Play Girls. Y creó el Neisis II, que funcionaba debajo de un hotel en la calle 12 de Octubre, hotel que también vinculaba comercialmente al prostíbulo. Villegas seguía siendo importante en su vida allá por el año 1997 y se involucraba en negocios de compra venta de autos, a la vez que evitaba nuevos conflictos por drogas. Buscaba la calma en un ámbito donde la calma se pesaba en onzas y valía tanto o más que el oro.

Sin embargo, en la madrugada del 25 de enero de 1997, a más de 100 kilómetros del Puerto de Mar del Plata, se produciría el hecho policial más impactante de la historia moderna en Argentina. El fotógrafo José Luis Cabezas, que cubría la temporada de verano en Pinamar, era asesinado y su cuerpo calcinado en una cava de Madariaga. A la conmoción por el horrendo crimen se le agregó la interferencia política y el entonces gobernador bonaerense Eduardo Duhalde ordenó un rápido esclarecimiento. Lo que se desconocía entonces era que la policía estaba involucrada y siempre que eso sucede los tentáculos del encubrimiento, la falsificación de pruebas y la aparición de “perejiles” están a la orden del día.

El auto incendiado y la policía. Una perturbadora imagen.

El auto incendiado y la policía. Una perturbadora imagen.

En ese afán por aplacar el clamor social que exigía justicia irrumpió en la escena Carlos Redruello, un informante de la policía que estaba preso en Punta Alta. Este convicto aseguró que a fines de 1996 había estado como agente “infiltrado” en el círculo íntimo de Margarita Di Tullio en una supuesta investigación por narcotráfico y que en ese contexto había escuchado que “había que sacar del medio al chabón de Noticias”. Que a esa banda liderada por Di Tullio y Villegas también la componía Flavio Steck y se relacionaban con el uruguayo Luis Martínez Maidana y Domingo Dominicetti.

El 11 de febrero de 1997 un megaoperativo policial se desplegó en Mar del Plata y todos fueron detenidos. Pero además se secuestraron tres armas. Peritajes posteriores comprobaron que un arma en poder de Martínez Maidana había sido usada para matar a Cabezas. En verdad al fotógrafo le habían disparado primero con una pistola y ya muerto utilizado otra para, más adelante, poder plantársela a alguien.

Margarita Di Tullio volvió a ser Pepita La Pistolera e incluso a la banda se los apodó como “Los Pepitos”. Se los acusaba directamente de matar a Cabezas para eliminar un obstáculo en su plan de narcotizar toda la costa atlántica. Un papelón vergonzante que se revelaría recién el 29 de abril cuando la Cámara de Apelaciones dictaminó que todo aquello era un montaje de la Policía y que, probablemente, el arma de Martínez Maidana había sido “plantada” durante los allanamientos.

Margarita quedó en libertad e inició un desfile por distintos canales de televisión ya en un rol de estrella del hampa, alimentado ese perfil por su verborragia al aire junto a Chiche Gelblung o Mirtha Legrand.

Con Chiche

Margarita en el programa de Chiche Gelblung.

Los meses en los que estuvo en prisión en Dolores, la misma en la que había sido alojada tras aquellos asaltos de 1969, los prostíbulos a punto estuvieron de quebrar, pero pese a eso pudo reactivarlos, con muchas mujeres proviniendo de distintos puntos del país a “trabajar”.

La historia familiar de Margarita Di Tullio tendría en la Navidad de ese 1997 un hecho doloroso. Antonio, su padre, con el que había recompuesto la relación años atrás y que vivía con ella sufrió una caída. Las lesiones y la edad atentaron contra su recuperación y una semana después, poco antes del Año Nuevo, murió.

Por esos años ya acechaba el mundo de la prostitución un frankestein abstracto ensamblado con partes de corrupción policial, otras de trata de personas y rematada por la venta de drogas. No solo ponía las reglas sino también las sanciones. Las chicas que ofrecían servicio sexual comenzaron a desaparecer y algunas aparecieron muertas, desmembradas. Empezó a conocerse el caso como “El loco de la Ruta” y el 20 de octubre de 1998 fue hallado el cuerpo descuartizado de María del Carmen Leguizamón. Esta mujer, que era trabajadora sexual, había estado haciendo algunas “copas” en los bares de Margarita las noches previas a su desaparición. Aunque no estaba involucrada, el eco del apellido Di Tullio resonaba en la causa, siempre de manera lateral.

Unos meses más tarde, ya en 1999, Margarita se ofreció al fiscal Carlos Pelliza, a cargo de la investigación, a “colaborar” para poder atrapar al “Loco de la Ruta”. Así fue como se iniciaron algunas tareas conjuntas que consistían en una recorrida por la ciudad, en el auto de Pelliza, para que Margarita le marcara domicilios de interés y otros datos.

Lo que ignoraba Margarita era que Pelliza había advertido algunas inconsistencias y que había empezado a desconfiar sobre las verdaderas intenciones de la “colaboración”. Por eso, junto al director policial de la investigación, Néstor Suhit, entendieron que intervenirle el teléfono podía aportar algún dato mayor.

Margarita al ser detenida por las comunicaciones con García Collins.

Margarita al ser detenida por las comunicaciones con García Collins.

Una noche, en esas recorridas, Margarita le pidió a Pelliza que detuviera el auto frente al club Jara. Ella llevaba un fajo de billetes por una suma importante y dijo que bajaba un segundo a entregárselo a alguien. Ese alguien se asomó a la vereda y Pelliza quedó asombrado: era el reputadísimo camarista Jorge García Collins.

Frente a esta situación, Pelliza analizó las llamadas del teléfono de Margarita Di Tullio y las escuchas fueron impactantes: en muchas charlas con el juez se hablaba de dinero y de pedido de excarcelaciones.

Allí se acabó la carrera judicial de García Collins (fue destituido y la causa penal en su contra aún está abierta y radica en Bahía Blanca ya que todo el Poder Judicial de Mar del Plata desde entonces se excusó). El 7 de octubre de 1999 Di Tullio cayó presa por cohecho, pero solo por 5 días y en julio de 2005 en un juicio abreviado recibió la misma pena que por el triple homicidio:  tres años de prisión en suspenso.

Sus vínculos con el poder judicial estaban comprobados y con la policía ella misma se encargaba de recordarlos. Como cuando habló con el encargado de uno de sus bares y le dijo: “Si no le pagás, van a venir todos los días, por más que tengas todo en regla, y van a espantar a los clientes. Así que vas a la comisaría todas las semanas y le llevas la colaboración para que puedan comprarle la nafta al patrullero…ponele”.

Versión leída del artículo

Para el año 2000 la relación amorosa con Villegas había terminado -algunos aseguran que a los tiros- y Marga Di Tullio creyó no volver a enamorarse. Era ya una mujer de más de 50 y seguía siendo vital, pero su propia historia la había golpeado en términos sentimentales. En sus negocios trabajaban sus hijos y ella no dejaba de ser la madama fuerte, la que era querida por algunas de las “chicas” y no tanto por otras.

El amor de pareja parecía una etapa cerrada hasta que apareció quien, para muchos, fue alguien inigualable en su vida. Se llamó Rubén Darío Cortés, a quien Margarita le llevaba 15 años de diferencia. Vivieron una relación intensa y muchos asegurarían tiempo después que jamás la habían visto así. Estaba rejuvenecida, con ganas de hacer y emprender. Así estaba, viva como nunca, cuando la sorprendió la muerte en la Navidad del año 2002. No su muerte, la de Cortés. Una llamada le comunicó que Cortés se había estrellado con su CBR Honda 900 en la Costa y Bernardo de Irigoyen contra una Renault Express. Y que había fallecido en el acto. No fue su muerte, pero allí Margarita Di Tullio empezó a morir un poco.

A comienzos del nuevo siglo, My Dary fue el anhelo cumplido de Margarita.

A comienzos del nuevo siglo, My Dary fue el anhelo cumplido de Margarita.

Meses después Margarita pudo cumplir aquel anhelo de quedarse con los tres locales de la Casa Francesa y a Play Girls le adosó lo que había sido alguna vez Quo Vadis. En recuerdo y tributo a Cortés llamó a es tríptico “My Dary”.

La vida le reservaría otro gran dolor en 2007 al fallecer en San Juan su primer hijo Fabián Cabrera y de allí hasta su propia muerte terrenal no pasó mucho tiempo. En el período en el que Cabrera había empeorado de salud, Margarita viajaba a San Juan, donde se involucró en algunas relaciones sin demasiada profundidad sentimental. Su último “novio” fue un tal “Duraznito”.

En 2009, con los excesos de los últimos tiempos haciendo mella en su cuerpo, Margarita Di Tullio sufrió un colapso cerebral en San Juan. Fue el 6 de julio y no hubo posibilidad clínica de recuperación. Así y todo, pudo ser trasladada a Mar del Plata. Cuando la ambulancia que la traía por la Autovía pasó frente a la entrada de Dolores, quienes estaban acompañándola hoy lo aseguran, Margarita Di Tullio perdió todos sus signos vitales. La pudieron revivir y llegó a la ciudad donde permaneció internada en el Hospital Privado de Comunidad hasta su fallecimiento el 30 de noviembre de 2009 a la edad de 61 años.

El cortejo fúnebre paseó por el Puerto. Muchas personas salían a aplaudir. Algunos trabajadores portuarios de más de 60 años se congregaron frente a “My Dary”, donde el auto fúnebre se detuvo unos instantes. El entierro fue como ella había querido, con risas, anécdotas, música fuerte de Sandro y champagne. Nadie se atrevió a mencionar la palabra Pepita. A ella no le gustaba.

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FINAL

Pepita La Pistolera, el personaje que se devoró a Margarita Di Tullio

 

La mañana de 1985 en la que tres muertes parieron a Pepita La Pistolera

 

Margarita Di Tullio y aquella intacta destreza de escapar de la Justicia