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Cultura 8 de julio de 2019

María José Sánchez: “No escribo poesía feliz, no escribo poesía contenta”

En su nuevo poemario están expresados los dilemas que la preocupan y los dolores que vivió recientemente: enfermedades, pérdidas y angustias. En esta entrevista, cuenta por qué no puede olvidar su origen humilde y dice que su poesía es catártica y autobiográfica.

María José Sánchez en la redacción de LA CAPITAL.

por Paola Galano
@paolagalano

El dolor físico, las ausencias, el hambre y la angustia por el profundo descalabro social se tejen con una sencillez cotidiana y sin rebusques en “Que venga”, el tercer libro de poesías de la escritora marplatense María José Sánchez. Editado por el sello “Azulfrancia”, el libro es una invitación a conocer el estilo de la autora, que de manera simple y en textos cortos logra convertirse en verdadera boxeadora: golpea ahí, en ese lugar que esquivamos por miedo, para huir de lo inexorable.

En la poesía que titula “Abismo”, escribe con las heridas abiertas: “Lo que hice/ desde que no están./ Lo que me lastimó./ Cada vez que me reí./ Lo que vi,/ qué comí./ Ese lugar que visité./ Cada vez que aguanté./ Cuando prefiero/ hablar de otras cosas/ porque ya no puedo hablar./ Lo que soy/ quien fui./ Todo el tiempo/ ahí./ Desconocida es la profundidad/ de la desesperación/ con la que podemos/ extrañar a alguien”.

Entrevistada por LA CAPITAL, Sánchez, que también es autora de una novela editada en España y es candidata a concejal por Frente de Todos, no elude hablar de la tristeza y la bronca que la mueven a escribir y que, a veces, se traslada a sus poesías: “No escribo poesía feliz, no escribo poesía contenta, no sé cómo escribirán otros y otras, en particular a la poesía la escribo porque necesito canalizar un malestar, una angustia o un sentimiento frustrante y, por eso, creo yo que mis libros tienen ciertas cargas”.

La autora contó que en “Que venga” logró vincular, al menos, dos sentimientos dolorosos. “Si bien me parece que es un libro centralizado en la enfermedad que tuve o tengo todavía, que es cáncer, y hablo desde ahí, al mismo tiempo me atravesaron otras cuestiones sociales, políticas, yo soy militante política y (algunas situaciones) me atravesaron el cuerpo de la misma forma en que me atravesaba la enfermedad”, señaló.

En ese sentido, entran al poemario textos que indagan en la pobreza actual y en la propia pobreza que padeció en su infancia. Y desde esa perspectiva aparece una poesía sobre Santiago Maldonado y otros textos que clavan su mirada sensible en el padecer social. “Otra vez/, las suyas serán cacerolas./ Y las nuestras, ollas”, escribe en la poesía “Causas naturales”.

En la reseña que escribió el periodista y poeta Reynaldo Sietecase, dijo que la autora “dibuja papeles en la certeza de que lo peor está por venir. Y donde cualquiera elegiría escapar, ella dice qué venga. Su poesía es antídoto y condena”.

“Reynaldo vino al Festival Azabache. El dice que la poesía salva, cuando está todo destruido a tu alrededor tirate a un libro de poesía o sentate a escribirla porque hace bien. Generó buena relación con casi todos los que lo conocimos. Armamos un verano un ciclo de poesía y ahí le pregunté si se copaba con un texto. Fue muy generoso, ha dicho cosas exageradas sobre mi poesía”, indicó.

“Me resulta más cómodo”

– ¿Entendés a la poesía únicamente desde un lugar autobiográfico?

– No necesariamente tiene que ser autobiográfica o referencial. A mí particularmente me resulta más cómodo escribir así. Es un lugar cómodo especialmente en la poesía, porque es un lugar donde está el nervio más expuesto, la cosa sentimental más concisa. Incluso porque es más breve, breve en el tamaño del texto y cuando quiero expresar algo que me está pasando tiene que ser directa y, agresiva… agresiva no es la palabra, es precisa, contundente. A mi me gusta ese tipo de poesía. Y escribo el tipo de poesía que me gusta leer también, que te pueda contar una pequeña historia o que sepas a donde va el texto.

– Toda una declaración de principios que tus poesías vayan al grano, para que puedan ser leídas en una escuela, o por personas no acostumbradas al género. ¿Va por ese lado el libro?

– A mí me gusta que se entienda, me gusta entender, más allá de usar palabras que puedan tener algún ribete más romántico. Uso las palabras que se me ocurren en ese momento, es como me expreso yo, por lo menos en esto, en la poesía, quizás en otras cosas que escribo puedo llegar a utilizar un lenguaje más complejo, entre comillas. En poesía uso un lenguaje más llano por lo menos para hablar de lo más elemental, que son los sentimientos.

Que Venga

– En una de tus poesías decís “la pobreza te moldea”. ¿Es una manera de ver el mundo, como si tuvieras puestos una anteojos que no te podés sacar?

– No es que no me los puedo sacar, no me los quiero sacar. Me parece que es una perspectiva que quiero tener siempre, quiero tenerlo claro. Uno de los graves problemas de las personas es olvidarse de dónde vienen, para lo que sea. En este momento soy clase media, no tengo carencias, mis necesidades básicas están totalmente satisfechas, incluso superadas, puedo ir a un cine, puedo tomarme una cerveza, no soy millonaria, pero vivo bien. Me puedo comprar un libro si tengo ganas. Estoy hablando de lujos. Hay gente que no tiene ni para el colectivo y yo estoy diciendo que me puedo ir al cine. Para mí sería una traición irrecuperable, imperdonable no tener en cuenta que cuando era chica me faltó para comer, más allá del esfuerzo inconmensurable de mi mamá. En los ’90 nosotros no éramos de los que podían comprar dos electrodomésticos, nosotros éramos los del otro lado, los que no tenían para comer. Y literalmente te ibas a dormir con la panza llena de agua, tenías hambre. Eso lo viví y no me voy a olvidar porque no me quiero olvidar, no tengo ganas de hacer terapia para borrarlo, no, en absoluto. No lo expongo como una victimización, al contrario. En este momento vivo una realidad absolutamente opuesta, lo digo como perspectiva, todo lo que hago y todo lo que pienso lo digo desde ahí, de la nena que se iba a dormir con la panza vacía. Empecé a militar porque sabía lo que era tener hambre, en el 2001 empecé a militar porque después de unos años volvíamos a tener hambre. No quiero cambiar. No es solo el recuerdo de un pasado austero, es la pobreza como perspectiva, como orgullo.

– En la poesía “El horror y el miedo” te preguntás, “¿A cuánto estamos de naturalizarlo todo?”, en relación a la falta de sensibilidad social.

– Sí, claro, cada vez pasan cosas más terribles, el monstruo es cada vez más grande y te acostumbrás a verlo, cuando te acostumbrás es la primera gran derrota. Me parece fundamental no acostumbrarse nunca a que la gente tenga hambre, para empezar, aunque vos comas todos los días nos acostumbrarse a que la gente duerma en la calle, aunque duermas en tu cama calentito, eso me parece fundamental, yo lo veo como una cuestión elemental de supervivencia humana, no puedo ser feliz entre infelices. Esto lo siento por una cuestión de militancia, para mi es cotidiano y es frecuente, la realidad no es una cosa de la que te enterás cuando alguien te la cuenta, lo vivimos,

– ¿Considerás que tu escritura es catártica?

– Sí, totalmente, absolutamente, escribir en general me resulta totalmente catártico, es opinar, es ganas de decir cosas.

– ¿Hacés una poesía militante?

– Creo que sí, que me he permitido una expresión más abarcativa de todos mis sentimientos, en todas mis disciplinas, no solo en lo que me pasaba a un nivel íntimo y personal, como enfermedades y pérdidas personales. Si bien en este libro puedo decir más cabalmente que estoy mejor expresada desde ahí, es como pienso en mi vida cotidiana. Las cosas que me pasaron, a mi me pasaron así.