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Cultura 9 de noviembre de 2025

Mercedes Funes y una novela que invita a reflexionar sobre salud mental: “Estamos en una era en que la locura manda”

La periodista y politóloga debuta en la ficción con una obra que da voz a una mujer que decide internarse en un neuropsiquiátrico. En entrevista con LA CAPITAL, analiza la locura que domina el presente y el modo en que los mandatos sociales impactan en la vida emocional de las mujeres.

Funes publicó “Feminista en falta: conversaciones, relatos y preguntas de una revolución en marcha” (2019) y, en coautoría con Sonsoles Rey, “De nuevo sale el sol” (2024). Fotos: Marcela Golfredi.

Por Rocío Ibarlucía

“Víctima de soledad, víctima de un mal extraño. Mi corazón se ha partido en dos. ¿Quién te ha visto y quién te ve? Quien te ama te hace daño”. Estos versos de la canción “Víctima” de Charly García fueron el punto de partida de “Adentro”, la novela publicada por Planeta en la que Mercedes Funes se sumerge en el territorio de la salud mental sin estereotipos ni moralejas.

La historia nos adentra en la cabeza de Isabel, una mujer que decide internarse por voluntad propia en una clínica psiquiátrica para “volver a empezar”, tras recibir el diagnóstico de “depresión aguda con ideación suicida”. Lo que imagina como una pausa reparadora termina siendo un descenso a una conciencia perturbada y a la vida cotidiana en un neuropsiquiátrico. Sin embargo, incluso en medio de esa caída, como sugiere la imagen de tapa, Isabel logra reírse de sí misma y de las tragedias ajenas. “Como hacemos todos: yo misma creo que en la vida lo denso se transita desde el humor, porque el humor es una herramienta para decir verdades”, explica Funes.


“A veces la cabeza de uno puede ser un lugar mucho más hostil que el exterior”


Además de la música de Charly, banda sonora que acompaña la novela, hubo otro disparador para empezar a escribirla. “Me rondaba una pregunta –cuenta la autora–: si uno puede volverse loco, si yo podía volverme loca o si realmente estaba loca. Con el tiempo entendí que esa pregunta no era solo mía y que también tenía que ver con las veces en que nos dicen locas a las mujeres y la carga que tiene eso para nosotras”.

Tras su exitosa presentación en la 20ª Feria del Libro de Mar del Plata, donde vivió un cálido encuentro con sus lectores –quienes, contó, le hicieron “devoluciones muy gratas, con preguntas que yo no me había hecho y análisis nuevos y mejores”–, Funes habló con este medio sobre esta historia feroz e íntima que destierra la imagen caricaturizada del loco para acercarla a una figura más humana y cotidiana. Periodista, politóloga y una de las impulsoras del movimiento Ni Una Menos en 2015, la autora reflexiona así sobre un tema que nos aqueja como sociedad, sobre todo desde la pandemia, y expone cómo se acentúa en las mujeres a causa de los mandatos de género y las presiones sociales.

Adentro

—¿Cómo fue encontrar esa voz que narra, meterse adentro de la cabeza de Isabel, que piensa sin ningún tipo de filtro social y moral?

—Me interesaba contar una cabeza por dentro, sin corrección, porque la manera en que pensamos nunca lo es, y que esa incorrección podía volver querible a Isabel. Esta cabeza de una mujer atormentada, fragmentada, tiene humor, y me interesaba que generara cercanía y que se pudiera reír de ella, de su tragedia y de la de los demás, como hacemos todos, pero no nos animamos a decir. Entonces, ese recurso también me permitía mostrar la asfixia que significa a veces la cabeza de uno, que puede ser un lugar mucho más hostil que lo que le achacamos al exterior.

—¿Hubo alguna lectura que te haya ayudado a narrar el “adentro” de su cabeza?

—Yo creo que leer siempre suma, no se puede escribir en el vacío. Entonces uno está influido por un montón de autores, pero sí reconozco que me interesó mucho la manera en que Santiago Loza, Siri Hustvedt o Amélie Nothomb abordan la locura desde voces fragmentadas y vulnerables y la locura inteligente de sus personajes, que es mucho más común de lo que nos atrevemos a decir. Estamos muy acostumbrados a leer personajes disfuncionales desde la caricatura: el loco que usa un sombrero de Napoleón o que tiene los ojitos en espiral de los dibujitos animados. En cambio, a mí me interesaba en este libro jugar con ese terror de qué pasa si la locura es mucho más cercana de lo que yo pienso.

Mercedes Funes fue redactora y editora del diario La Nación y de la revista Gente, y columnista de Infobae. 

Mercedes Funes fue redactora y editora del diario La Nación y de la revista Gente, y columnista de Infobae.

—¿Sentís que la locura es, de algún modo, un síntoma de nuestra época?

—Sí, hay estadísticas que lo dicen. Los padecimientos de salud mental, sobre todo después de la pandemia, se volvieron exponenciales. Casi el 30 % de la población vive con trastornos de salud mental diagnosticados, imaginate los que están sin diagnosticar. Vivimos medicados, compartiendo como si nada clonazepam con nuestros amigos o familia. Es algo habitual, naturalizado. Y sí, estamos en una era en que la locura manda, la crispación manda, la agresividad en las redes sociales y en la vía pública gobierna. La locura está en todos lados hoy. En el mundo, no estoy hablando en particular de la Argentina, hay algo muy pscicotizante. Creo que la pandemia fue un catalizador y a mí me terminó de dar la pauta de que este libro tenía sentido, que no era una pregunta que era solo mía, sino que era una pregunta que nos estábamos haciendo cada vez más personas.

—Y a pesar de ser más visible, ¿por qué todavía nos incomoda tanto hablar de salud mental sin caer en estigmatizaciones?

—Creo que hoy, por un lado, se estigmatiza y, por otro, se pone en una cajita segura el problema. Por la cultura de la inmediatez, el padecimiento de salud mental se vuelve un posteo de Instagram que se resuelve en ese mismo posteo que dice “Yo sufrí ataques de pánico pero gracias a la terapia alternativa y al reiki logré superarlo”. Y ya está, la gente pone corazones y se sigue adelante. Es un poco parte de esta cultura en la que todo viene resumido. Entonces, pasamos de la estigmatización a una versión pasteurizada del sufrimiento, como si el dolor pudiera resolverse con un posteo.

“Ese olor a tinta me lleva a un lugar de felicidad, a una época en que los medios pensaban de otra manera”, recuerda Mercedes Funes sus tiempos de periodista durante su visita a las rotativas de LA CAPITAL.

“Ese olor a tinta me lleva a un lugar de felicidad, a una época en que los medios pensaban de otra manera”, recuerda Mercedes Funes sus tiempos de periodista durante su visita a las rotativas de LA CAPITAL.


—¿Cómo fue el cruce entre la música de Charly García y tu novela? 

—Charly es el gran ídolo de mi vida, el único, te diría. No soy original en eso, creo que la mayoría de la gente de mi generación siente esto que dice uno de los personajes, que es que todas nuestras vidas se pueden contar y cantar con canciones de Charly García. Lo que Isabel agrega a eso es que hace falta cortar en el fragmento correcto. Eso es lo que empecé a trabajar en un momento, a ver cuál era el fragmento correcto que coincidía con cada día del diario.

—Cabezón Cámara señala que tu novela hace cantar. ¿Buscaste que tu novela tenga su musicalidad?

—Yo busco la música del texto, que no tiene que ser tan redonda, pero tiene que tener una cadencia. Y como es mi primera novela, le di muchas vueltas hasta que confié en que el sonido estaba lo suficientemente afinado. Soy periodista y editora, así que lo que más hice sobre este libro fue edición y relectura. En ese proceso, siempre estuve buscando la música en los textos propios y ajenos. Es un defecto profesional. 

No puedo escindirme de la profesión. Sí siento que la ficción es un camino de mucha más libertad. Pero hice la trampa también de poner a una narradora que es periodista con una nostalgia por la mística perdida del periodismo, que es la mía. Recién paseábamos por las máquinas de LA CAPITAL y a mí ese olor a tinta me lleva a un lugar de felicidad, a una época en que los medios pensaban de otra manera. Y no es casual que Isabel intente recuperar ese espíritu de la redacción en la clínica. 


“Estamos en una sociedad que nos enloquece mucho y sobre todo a las mujeres”


—Históricamente, se ha asociado a la mujer con “la loca” o “la histérica”, muchas veces porque se salieron de los mandatos y roles de género impuestos. ¿Pensabas en este vínculo entre las mujeres y la locura cuando escribiste el libro?

—Sí, algunas cosas no son tan conscientes, pero mi mirada siempre tiene perspectiva de género, que es algo que una vez que uno abre los ojos es muy difícil volver atrás. La pregunta que me rondaba antes de escribir esta novela de si estaré loca tiene mucho más que ver con las veces en que nos dicen locas a las mujeres y la carga que tiene eso para nosotras. Porque el varón loco es el canchero que va por más, el que se va a animar a hacer las cosas mejor, que es un vivo bárbaro, que es un genio loco. La mujer loca es una mujer desacreditada, decirte loca te pone fuera de juego.

Estamos en una sociedad que nos enloquece mucho y sobre todo a las mujeres. Isabel tiene un fantasma, una obsesión que recorre también la novela, que su propia mirada sobre su cuerpo. En ese sentido, pensaba en “El mito de la belleza” (de Naomi Wolf): hay una encuesta muy conocida que pregunta a mujeres en cualquier momento de su situación corporal cómo se sienten con ellas mismas y la mayoría responde que debería bajar cinco kilos.

Otro estudio reciente de The Economist, tiene unos dos años, dice que en el mundo corporativo bajar cinco kilos para una mujer es equivalente a tener un posgrado, en términos de lo que va a ganar de su sueldo. Realmente, esto es una locura, ¿o es simplemente una reacción de cuidado frente al mundo en el que tenemos que trabajar, enamorarnos, vivir…? No es algo que está en el interno nada más. El interno es duro, pero la sociedad te pone ante eso.

Funes.

Funes, en la planta editora de LA CAPITAL, luego de la presentación de su primera novela en la 20° Feria del Libro de Mar del Plata.


—La novela pone en evidencia cómo las exigencias sociales que pesan sobre las mujeres (ser bella, flaca, buena madre, buena hija, buena profesional) también enferman.

—Vos pensá que Isabel está en momentos dramáticos y de repente está pensando si el jean le hace el culo muy grande. Es verdad que las mujeres estamos expuestas a todo eso. También es cierto y yo intenté mostrarlo en la novela que las mujeres igual aprendimos o sabemos hacer red. Isabel en el peor de sus momentos siempre tiene amigas dispuestas a acompañarla, una hermana que aunque ella la trata pésimo está ahí para sostenerla, exparejas y una madre que de la manera que sea quiere estar también. Los varones de la novela son personajes que están mucho más solos, a la deriva, quizá porque a los tipos se les exige que se la banquen solos y nosotras entendimos que si estamos solas, somos muy débiles. Juntas somos fuertes.


“Muchas feministas sentimos que tuvimos que retroceder, pero aunque haya retrocesos, algo siempre queda”


—Considerando tu activismo militante y que la perspectiva de género también atraviesa tu ficción, ¿sentís que la literatura te ayuda a (re)pensar estos tiempos en que los discursos antifeministas ganan espacio?

—Sí, la literatura es un lugar para decir de otra manera, con más pausa y sin bajadas de línea, para que los lectores saquen sus propias conclusiones. Eso me interesa también de los feminismos: llegar a acuerdos sin nuevos mandatos, que sean lo más equitativos posible, entendiendo que hay que compensar desigualdades.

Este es un momento difícil; muchas feministas sentimos que tuvimos que retroceder. Sin embargo, aunque haya retrocesos, algo siempre queda. La frustración que sentimos hoy las mujeres –no solo de mi generación, sino las viejas y las niñas– ya la vivieron otras feministas que también se ilusionaron con que iban a cambiarlo todo. Esa ilusión la tuve el 3 de junio de 2015, en la marcha del Ni Una Menos, pero después retrocedimos.

Los procesos son pendulares: avanzamos tres pasos y retrocedemos dos y medio. Ese medio que queda significa que una chica hoy pueda subirse a un colectivo sin que le toquen el culo, y si pasa, alguien la va a defender; que hoy pueda hablar con su madre sobre sexo o sobre un aborto sin esconderse, porque ya no es un tema secreto solo accesible para determinada clase social. Entonces, más allá de los retrocesos, hoy hay conversaciones que se dan de otro modo. La sociedad, a su ritmo, avanza un poco. Tengo esperanza de que en la próxima revolución se dé otro medio paso más, y así, de a poco, sigamos corriendo la línea.



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