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Cultura 4 de agosto de 2023

Mirta Venezia y “Bosque de Helenas”: intensa travesía poética

Reseña del libro de poemas publicado en 2021.

Imagen elegida para la tapa de "Bosque de Helenas" de Mirta Venezia.

Por Sebastián Jorgi

Conocí hace poco tiempo a Mirta Venezia y la primera lectura fue su libro “Bosque de Helenas” (El mono armado, 2021). Voy y vengo transitando un poemario impactante, casi imposible de clasificar. Me fue placentero entrar en las zonas prohibidas, atravesando esos recodos de citas generadoras, sobre todo las de Alejandra Pizarnik, la gran poeta, la triste muchacha de Sarandí. Y el Eros golpea con dureza, “si la única luz lleva a la fogata /de tus muslos y uno de pronto también se queda varado, más allá de cualquier zona prohibida/ando y desando/ y no hallo/la senda del regreso”. No hay eterno retorno, uno tropieza con un fraseo empujado por un desdoblamiento fuerte, de entrega total, ya que los pecados de la carne han estallado y caramba, me digo y me sigo diciendo, ese estadio sufriente, que se confiesa ante el cuadro de la Naturaleza, en ese poema antológico “Amar en círculo”, donde “natura eleva el canto de la existencia”, atento me atraviesa esa gradación anafórica “oye-amor clandestino/oye niña/oye amante”, apelaciones provocativas, vibraciones íntimas.

Un estado de ánimo hasta excitar, anhelante del “sudor de la alegría” y escuchar la imagen paralela, “el tic tac de los grillos/haciendo el amor”. Se da el lujo nuestra poeta de dibujarnos dos versos en una lúdica aliteración ingeniosa: “ráptame de un soplido/réptame entera”.

Ni adentro ni afuera el yo poético: “ella no quiere verse, en esta hora que empaña/el silicio de la ausencia, claro, imagen anticipada porque resiste el embate del cristal”. El poema sucede mientras llueve, con lo que el lector podrá sopesar el juego compositivo de Mirta Venezia. Otro poema, “Lo que no puede decirse”, es una réplica de contra-arte poética, pues no hay consuelo para esa “carne/lapidada hasta el fondo”, ni siquiera “pudiendo llorar”, no, no hay bálsamo posible ni con “el pan de la palabra”.

Mirta Venezia.

Mirta Venezia.

A veces uno, en el papel de lector, arriesga presupuestos sobre la poesía de los pares, siempre digo que uno puede acercarse, atisbar ese mundo interior de la poeta, más cuando la narratio es audaz, con un acopio almacenado de lenguaje, portadora de fuertes pautas líricas. “La imaginación es el deseo en movimiento”, decía Octavio Paz. En este “Bosque de Helenas” puede vislumbrarse el agón, la lucha dirimida entre la soledad y el amor vedado. Nuestra autora embala un mundo poético desembarazado de trilladas ortodoxias, creo, en mi entender modesto, es uno de los hallazgos digno de apreciar en su producción que la caracteriza. No apela a fórmulas recitativas, eso.

Voy y vengo, no puedo ya soltar el libro, ahí está, apartado, en una mesita. “Mariposa de Amazonía”, cómo decir la muerte de la mariposa, en ese cuadro de la cocina (“el mantel a cuadros-una taza de café derramada-las migas de la panera-la última tostada”), lo cotidiano, rodando hasta parar en “mi cabeza loca”, fuerte anagnórisis donde se reconoce en el fraseo “destello de amor/terreno/que no fue”. Y uno asocia, trata de buscar parámetros y pensé en Mallarmé. Al respecto intento justificar mi asociación, lejos de pretender ensamblar planos comparativos. Veamos lo que escribe Hugo Friedrich: “La lírica de Mallarmé recurre a objetos sencillos, jarros, consolas, cacerolas, abanicos, espejos. Cierto es que aparecen des-objetivados, alejados, pero son portadores de una corriente invisible de tensión” (Estructura de la lírica moderna, Seix Barral, 1974).

Tensión, eso, estirar esa cuerda hasta lo imposible para lograr el efecto poético, la contundencia que esgrime Mirta Venezia. Psicóloga social, con estudios avanzados en Profesorado en Letras, animadora de importantes eventos literarios y varios libros publicados vive entregada al quehacer poético en forma denodada y sin pausas.

Y precisamente, tales objetos cotidianos son capitalizados en la mirada de nuestra poeta, que tiene bien claro no perder la esencia de lo misterioso. Bueno, se me disculpará este aparte (devenido de manías profesorales) en verdad lo que importa es la letra, el desenfado, “a espasmo y beso/uno por uno los dedos/ los huecos los huecos”, vaya, cómo golpea y retumba ese poema-fogonazo que enciende la imaginación…

Bosque de Helenas

Y quería preguntarme o preguntarle a la poeta: ¿cómo salir de tu “Bosque de Helenas”?

Porque entrar lo hice, digamos, con cierta comodidad al ver la cita de Nietzsche, con sumo placer. Admirador del autor de Zaratustra, desempolvé las Obras Completas de Aguilar, porque uno, en el afán de buscar soportes críticos, trata de apoyarse, de hacer pie, sobre todo cuando se trata de Poesía.

Y debe “gotear en la cuerda floja del dolor” en una vida íntima que en gradaciones verbales “se construye/se rompe/se zurce/se acuna” en los Bosques I y II donde Ella, la misteriosa cazadora-poeta, deslinda a un costado lo impenetrable.

Y las enumeraciones verbales, escritas con grafía cursiva, golpean, y será el lector que deberá apelar a un plan de contingencia para ir transitando el bosque, mientras “hay que tener/hay que llenar/hay que esconderse/hay que beber/hay que desnudarse”, para no terminar a lo bonzo. ¡Caramba!, me dije y me sigo diciendo al gozar de esas imágenes creacionistas cuando eras otra abrazando con brazos de naranjas, aquella otra, la lujuriosa, envuelta en metamorfosis porque tanto he mudado que no me reconozco, enfrentando a los buitres que picotean tu luz.

Mientras tanto, el escenario alado de los pájaros azules y tardíos, continuará con los secretos, enigma íntimo, de lo que no puede contarse y al final del camino esperar el consuelo, con esa bella imagen, el pan de la palabra.

Ese flash, esa instantánea, esa fotito cuánto expresa, cuánto deslinda, querida Mirta. Y qué decirte de esos viajes de Ulises, esa Helena. Ese ramillete blanco que remite a la ensimismada Alejandra, ay, esos dos cuerpos, los de Ella y los de la poeta que no caerá al Purgatorio y que habrá un puerto al fin, una marea para entrar como sirena-Diosa que eres, al Paraíso.

Este “Bosque de Helenas” se da en el escenario de una “Troya” que arde muy íntimamente adentro de Mirta Venezia. Y no hay lluvia que valga para apagar ese fuego. Enhorabuena.



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