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Cultura 27 de noviembre de 2018

Oportuna reedición de un libro sobre la revolución rusa

La revolución rusa, Sheila Fitzpatrick. Siglo XXI Editores.Traducción de Agustín Pico Estrada.

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por Sebastián Jorgi

“Escribí el primer borrador de este libro en el verano de 1979, cuando visitaba como becaria la Escuela de Investigación de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Australia en Canberra”, nos advierte la autora Sheila Fitzpatrick en la primera página de los agradecimientos.

Como es dable observarse, la mirada retrospectiva debe ser amplia y teniendo en cuenta la sumatoria de acontecimientos, en el período pre-revolucionario desde 1890 a 1917 y en el lapso posrevolucionario desde la muerte de Lenin en 1924 hasta, pongamos por caso hasta mediados de los años 50, el trabajo de Sheila Fitzpatrick ha sido de un esmero y ponderación destacable.

El libro está estructurado en Introducción y seis capítulos: El escenario, La revolución de febrero y octubre, La guerra civil, El futuro de la revolución, La revolución de Stalin y Finalizar la revolución.

El libro en esta segunda edición va coincidiendo con la etapa de la disolución de la Unión Soviética a fines de 1991, en que se decide abrir archivos que estaban cerrados en forma hermética, sacando a la luz recuerdos que estaban escondidos en cajones. La inserción de Gorbachov hizo cambiar la mirada sobre el aspecto tradicional de que la revolución rusa era “el nacimiento de una nación”: ahora, esa nación nacida en 1917 parecía haber muerto y la revolución debe ser reclasificada, o sea, repensada, en el contexto general y global de la historia rusa. La nueva intelectualidad propone un análisis de “borrar” esas siete décadas de revolución y el periodismo acuña el término “aberración” referida a estas décadas. Se vuelve a hablar de “la verdadera Rusia”.

Pero nuestra autora pone la cuestión en verdaderas mesas de análisis, de disecación y dice que la historia debe ser aceptada, no puede borrarse. Y en este sentido, acota que Lenin, hasta su muerte acaecida en 1924, promovía una revolución hacia el socialismo en forma gradual mediante la elevación cultural de la población. La autora destaca una oposición a esta idea de Lenin: la revolución desde arriba, instaurada por Stalin, que terminó con la NEP (Nueva Política Económica) y ahora en esta década de los años 20 ya no es lo mismo. Fitzpatrick aclara que muchos no están de acuerdo con esta acusación a Stalin.

Como puede advertir el lector, la polémica sigue abierta a ciertas adhesiones. A comienzos del siglo XX Rusia era una de las grandes potencias de Europa -atrasada con respecto a Alemania, Gran Bretaña y Francia-. Pese a esta diferencia, el crecimiento económico de Rusia en los últimos treinta años hasta 1917 había sido importante. Ironía aparte, la revolución se vio beneficiada por la clase obrera urbana provista intelectualmente. Aunque debió acceder a la intervención de un tradicional campesinado ruso, a su incorporación, digamos, para activar el protagonismo revolucionario. “Uno de cada dos hogares campesinos de la Rusia europea tenía un integrante que había dejado la aldea en busca de trabajo, la impresión de que todo seguía inmutable en las aldeas era a la postre engañosa”, nos explica Fitzpatrick.

A medida que uno avanza en la lectura, necesariamente hay que tomar apuntes, porque el tema aparte de ser intrincado, de pronto nos asalta la impresión que está muy lejos. Por esto es destacable que la investigación observa paciencia y decantación temporal por parte de la escritora. Es que estamos pasando apenas el Centenario de aquel 1917 y bastante más allá de los prolegómenos del siglo XIX ruso, escindido entre la tradición de un campesinado hermético y una clase obrera urbana en Moscú atravesada por los aires del marxismo.

Esta reedición, actualizada, también oportuna, ya que hay toda una corriente adversa contra el populismo o los populismos, según quién o quiénes hacen consideraciones en contra de los movimientos de masas. Claro que esta tendencia viene de posturas neo-liberales, que utilizan el término “populismo” en sentido peyorativo, para descalificar revoluciones o cambios en el devenir histórico.

Si bien después de la revolución rusa de 1917 no todo fue oro reluciente, ya que vino el período stalinista, las colectivizaciones, las delaciones y los fusilamientos, como bien lo describe Sheila Fitzpatrick.

Un libro que no esquiva polémicas, minucioso en el describir los acontecimientos, antes y después de 1917.



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