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Cultura 24 de octubre de 2016

Para matar la poesía: Visiones de la muerte III

Por Odda Schumann

www.paramatarlapoesia.com

Fui yo quien llamó a la ambulancia. ¿Quién más? Si el pobre Norberto está tan solo… Sé todo sobre él, hace años que lo espío por la ventana. Cuando Martín no está, porque se pone violento. No conmigo, al menos no físicamente. Me insulta mucho y siento que me va a pegar, pero si se entera que también estoy espiando al viejo Pocho lo va a ir a buscar a la casa y Dios sabe qué le va a hacer.

Porque Pocho cada dos por tres deja la puerta mal cerrada, y Martín, entre la televisión y los chicos esos que viven a la vuelta de la casa… ¡ay! ya no sé qué pensar. Yo también me siento sola, pero fui la única del barrio que fue al velorio de Norberto. ¡Estamos tan grandes! En cualquier momento se va cualquiera y el día siguiente todo amanece como si nada hubiera pasado… Pero es que no somos tan importantes, eso está claro. Me apena decir esto, pero hay dos bandos: el joven y nosotros.

Y como madre de un hijo adolescente puedo entender cómo se nos ríen en la cara. Perdieron todo respeto por los mayores. Incluso por mí, que soy su propia madre. No me atrevo ni a llamar a la policía. La última vez que vino la había llamado Martita, otra buena señora que vive en el primer piso en diagonal a casa. No sabemos nada de ella desde entonces.

La mujer que estaba yendo a ayudarle con los mandados ya no habla, parece resentida. Solo sé que hay movimiento en su casa porque la persiana se sube a las seis de la mañana y se baja doce horas más tarde. Eso siempre fue propio de Martita. Quizá esté muerta y esta señora continúe con el ritual para no levantar sospechas. Lo cierto es que a nadie le importa, y me incluyo.

No tengo la fuerza para pelear por la vida de alguien más; demasiado con tener que sobrevivir en mi propia casa… Pero ver a Pocho así, a mí Pocho… me parte el alma. Siento terror, tanto que tengo las piernas entumecidas y no puedo moverme. Lo lamento Pocho, fui una eterna tonta, una eterna niña tonta. Como siempre digo, a mí también me falta poco. Espero volver a enamorarme de vos donde sea que nos volvamos a encontrar… adiós.



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