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Cultura 13 de noviembre de 2016

Qué graciosa que sos, vida…

Por Agustín Busefi

…qué reverenda hija de mil… que sos, vida. Ponés tus horas, tus calles, tus monumentos, y un cielo bellísimo con su cúmulo de estrellas. Sos capaz de mostrarme el rostro más bello de alguna mujer y la mano peluda de algún gorila.
Sos tan simpática vida, que me llevaste en barco, me mostraste el encanto de un puerto y saboreaste conmigo una copa de vino.Y sos tan turra que te vi sonreír cuando tirabas los cuerpos al río (esos sí que pusieron el cuerpo).

Y sigo del brazo con vos, insolente vida y hasta puedo abrazar tus árboles para recuperar mis energías. Puedo cruzar con vos cualquier esquina soportando el resquemor y la ironía y ver el arrebato de alguna cartera.

Ahora te pido que no me jodas más con tus “twitters” y tus “facebooks” y el desparpajo de algunos periodistas. No me rompas con el boludismo de esa mina “que reclama por su país…”, que grita “Dios, a dónde fue a parar mi país…”.

Qué ganas vida de explicarle que “su país, está en los escombros de la plaza bombardeada, en las persecuciones y los fusilamientos, en la tiza con que escribió ¡Viva el cáncer! Hacerle entender que “su país, está en la sangre de los gauchos para abonar la tierra, está en el aire de la soga con que colgaron al padre de Alem, y en los exilios amargos de San Martín, de Rosas y Perón.

Por eso y por muchas cosas más, puedo decirte y hasta puedo gritarte, si se me antoja, hermosa vida, que vos pusiste les Espejos del rey Sol donde contemplé mi pinta que fileteaste de oro los Palacios y hasta pusiste -qué crueldad- gente mala también en los suburbios. Que mezclaste a los buenos con los malos, que a los genios los juntaste con los necios y a los poetas con hombres y mujeres infieles. Vos pusiste a todos en la misma olla a fuego lento. Por eso, a mí, mal parida vida, no me engrupís.

Yo te veo sonreír por un gol y luego llorar en la cama de algún hospital, puedo verte echar palomas al aire y al otro día llenar los bolsos con guita. Vos armás y desarmás los quilombos para que nos matemos entre todos. Vos le das un cacho de pan al ciruja, una frazada raída al que duerme en la calle y le das cargos, pilchas y caviar a los engreídos.

Entonces, qué querés que te diga vida. Sos perversa y encantadora, a veces solidaria pero en el fondo te ponés la camiseta del cuadro del otro barrio. Siempre hiciste lo mismo, desde hace diez mil años. Vos jugás para el equipo de los ricos.

Pero ocurre que el tipo de la Barba, el de arriba está con los de abajo y la pelota la tenemos atada nosotros, que sabemos jugar, que sabemos disfrutar y que siempre nos tomamos tiempo para pensar en la próxima jugada. Por último quiero decirte algo que tengo atragantado en la garganta y que oprime mi corazón.

Cuándo vas a apagar tus atroces televisores, alcahuetes como tus radios, cuándo vas a borrar tus alarmantes titulares y vas a encender la vieja fonola para escuchar la Novena Sinfonía de Beethoven o al Gordo Troilo, estremeciendo mi alma con “Quejas de bandoneón”.



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