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Policiales 29 de julio de 2019

Robos de cuerpos de bebés: ya son cuatro los casos y crece el misterio en una población conmocionada

Si bien se realizaron investigaciones a fondo para determinar culpables en estos aberrantes hechos, catalogados como contravención y no como un delito, ninguno pudo resolverse. Sólo fue encontrado el cuerpo mutilado de Matías Fernández Tejerina (1), en inmediaciones de un arroyo de la ruta 11 hacia Mar del Sud. Una situación misteriosa y aberrante.

A la derecha y a la izquierda de la imagen pueden observarse las tumbas de donde fueron robados los cuerpos de los bebés en Miramar. Foto: Gentileza Pablo Funes (@dronmardelplata).

MIRAMAR (Corresponsal). En poco más de dos años, son cuatro ya los cadáveres de niños robados de cementerios del Partido de General Alvarado, una secuencia que sigue generando misterio e indignación en familiares y el resto de la comunidad.

A los de Ciro Lescano (4 meses) y Liam Rodríguez (2), ocurridos en la necrópolis de Miramar hay que sumarles, los dos anteriores que se sucedieron en Otamendi, donde la Justicia intentó encontrar responsables y hasta aprehendió al entonces sepulturero de esa necrópolis,  aunque la falta de pruebas firmes terminaron diluyendo la investigación y todo quedó en la nada.

Es importante recordar, que la sustracción de cadáveres no está penada como un delito en el sino que se encuadra como una contravención, algo que hasta hoy genera polémica.

El comienzo de toda esta serie de hechos aberrantes comenzó durante  marzo de 2017 cuando el cadáver de Matías Fernández Tejerina (1) fue encontrado mutilado, sin órganos ni dientes, durante la madrugada del día 21 por un ciclista a la vera del arroyo “La Totora”, sobre la ruta interbalnearia 11 entre Miramar y Mar del Sud.

Posteriormente, la investigación y cortejos de ADN, corroboraron la identidad del menor que había fallecido al ahogarse con una “bombucha”.

El cementerio de Otamendi, donde se produjeron los primeros dos robos de cadáveres de niños.

El cementerio de Otamendi, donde se produjeron los primeros dos robos de cadáveres de niños.

Meses después, durante el 24 de diciembre de ese año, los papás de Ciro Aranda (1 año y dos meses), quien había fallecido el 10 de ese mes a causa de una neumonía, decidieron ir al cementerio de Otamendi a dejarle flores.

Como no había cupos en los nichos, el ataúd  se encontraba en un depósito del predio que teóricamente estaba cerrado con candado hasta que hubiese lugar para la sepultura. Allí se encontraron con la terrible imagen, cuando un movimiento de la mamá determinó que la tapa del cajón cediera y comprobaron que el cuerpo no estaba.

Los cañones apuntaron a ritos de tipo Umbanda y la fiscalía intentó avanzar sobre pistas que parecieron firmes pero luego no avanzaron por falta de mérito.

El misterio y la indignación se conjugan en una comunidad alvaradense que no sale de su asombro ni entiende como este tipo de acciones se repitieron durante los dos últimos años sin que por el momento, tres de los cuerpos no aparezcan y el otro haya sido encontrado de casualidad sin sus extremidades y órganos en la lejanía de un arroyo.



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