CERRAR

La Capital - Logo

× El País El Mundo La Zona Cultura Tecnología Gastronomía Salud Interés General La Ciudad Deportes Arte y Espectáculos Policiales Cartelera Fotos de Familia Clasificados Fúnebres
Cultura 11 de junio de 2017

Samanta Schweblin, una argentina a las puertas del Man Booker International

Está nominada por "Distancia de rescate" (Literatura Random House, 2014), publicada en inglés como "Fever Dream".

Samanta Schweblin. Foto: Facebook.

por Nerea González

“Distancia de rescate” es el margen que calcula un padre o una madre dentro del cual está seguro de proteger a su hijo y la premisa con la que la argentina Samanta Schweblin se ha metido entre los finalistas del prestigioso premio literario Man Booker International, que se desvelará el 14 de junio.

En su casa de Berlín, Schweblin (Buenos Aires, 1978) espera el veredicto “muy feliz” pero también algo “aterrada” por verse nominada a un galardón que ha distinguido a figuras como el estadounidense Philip Roth y la canadiense Alice Munro (Nobel 2013), según contó en una entrevista con EFE.

La noticia de su nominación por “Distancia de rescate” (Literatura Random House, 2014), publicada en inglés como “Fever Dream”, la sorprendió mientras impartía uno de sus cursos literarios en español.

“Mis editores ingleses llamaron por teléfono para darme la noticia. Me acuerdo que en el taller se armó un gran revuelo así que para hablar tranquila me encerré en la cocina y que cuando quise compartir la noticia en mi Twitter no podía escribir de cómo temblaba. Fue todo un shock”, rememoró.

Aunque hasta ahora había destacado en el cuento con libros como “Pájaros en la boca” (2009), fue esta obra, su primera publicación en forma de relato largo, la que acabó de señalarla internacionalmente como una de las figuras a seguir de la literatura latinoamericana contemporánea.

“Creo que está a medio camino entre el cuento y la novela”, explicó Schweblin sobre “Distancia de rescate”.

Como escritora se siente más cercana a la forma del cuento pero no se pone restricciones. Rechaza de plano, eso sí, la idea de que el relato corto sea una etapa de “aprendizaje” para los escritores.

“Me gustan las buenas historias. Si se cuentan en veinte páginas o en doscientas me parece algo menor”, recalcó.

“Distancia de rescate” ha sido traducido a más de una veintena de idiomas, algunos de ellos tan “inesperados” para la propia Schweblin como el macedonio o el árabe. Pero fue el salto al inglés, “la gran lengua que regula el mercado”, el que dio el gran impulso a la obra, especialmente si se tiene en cuenta “lo difícil que es para un autor latinoamericano”, indicó.

La autora, que vivió toda su infancia en Hurlingham, se define como una exploradora de “lo extraño, lo anormal, es decir, todo aquello factible de suceder, que en general ignoramos o preferimos no ver, pero que forma parte de nuestra vida cotidiana”.

“Me atrae esa cercanía con lo desconocido. Por eso, aunque busco siempre lo oscuro y lo extraordinario, el realismo es el registro que me interesa, es el lugar desde el que siento que es más efectivo pensar lo extraño”, detalló.

Se cruzan en ella influencias tanto estadounidenses como latinoamericanas. No en vano, su tierra es cuna de grandes “cuentistas” como Jorge Luis Borges o Adolfo Bioy Casares.

“Me enamoré de la literatura con los latinoamericanos, escuchando a mi abuelo leerme a Alfonsina Storni y a Gabriela Mistral”, evocó.

Y es que la afición por las historias le viene desde muy pequeña, tanto para leerlas como para fabricarlas.

“Se las contaba desde chiquita a mi mamá. Sabía que, si ponía suficiente empeño en generar tensión, lograba que se me escuchara de una manera distinta, realmente atenta, y supongo que siempre me gustó esa suerte de poder de fascinar al otro”, compartió.

Esa necesidad de expresarse bien llevó a una de las anécdotas que más tiene que repetir hoy cuando le hacen entrevistas: a los doce años dejó de hablar una temporada porque “sentía que era imposible decir exactamente lo que quería”.

“Ni siquiera le contestaba a los profesores. A tal punto que la directora del colegio le aclaró a mi mamá que, si no me mandaba al psicoanalista durante el verano y certificaban que yo era una persona ‘normal’, no podría pasar al secundario al año siguiente. Estaba peleada con el lenguaje”, precisó.

“En cierto punto, creo que sigo estándolo. Creo que me dediqué a la literatura porque era una guerra demasiado importante para mí, y era la única manera de llegar algún día a hacerme entender. De hecho, todavía me siento en plena lucha”, concluyó.

EFE.