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Cultura 13 de junio de 2023

Tío Mario Antonio

Mario Trucco.

 

“El vaso de mi juventud
yo lo levanto a tu salud,
rey del país del sueño y la quimera”.
Joan Manuel Serrat, “Tío Alberto”

Por Juan Pablo Neyret

 

 
Era un buen tipo mi viejo, Omar Horacio Neyret (Firmat, 1928 – Mar del Plata, 1969). Si los hombres han de medirse por sus amistades, él gozaba de la íntima y leal del sagitariano Mario Antonio Trucco (Mar del Plata: 20 de diciembre de 1930 – 13 de marzo de 2023), y entre sus tantísimos legados me concedió el de ser un sobrino más que putativo de su adlátere periodista.

Repartir fotos y telegramas y otras tareas por el estilo para aportar a su familia precedieron al inicio de mi tío Mario en la gráfica en el diario “La Mañana” en 1948, a sus apenas 17 años, y en el éter tres años después en LU9 Radio Mar del Plata –luego LU9 Emisora Mar del Plata, aquel “puente hasta su casa” con la dirección artística de Marcelo Frías donde asimismo se inició periodísticamente en 1975 quien escribe estas líneas hasta que en 1977 la clausuró la dictadura-, bien se sabe que integró la mítica Cabalgata Deportiva Gillette, fue incluso conductor del noticiero de Canal 11 y comentarista de relatores futbolísticos como Fioravanti. Se convirtió en el marplatense más trascendente del periodismo deportivo nacional e internacional a través de sus coberturas de los Juegos Olímpicos de Roma 1960 y la Copa Mundial de Fútbol 1962 en Chile, con la presencia de un Edson Arantes do Nascimento “Pelé” que contaba sólo 21 años. Entre los innumerables medios en que se desempeñó, suele omitirse aquella revista semanal de enorme formato y excepcionales fotografías, la “Códex Deportiva”, que llegó a ser bibliografía obligatoria junto a las tradicionales “Goles” y “El Gráfico”.

Los premios han de entregarse en vida, so pena de que se cumpla la aserción de Julio Florencio Cortázar acerca de que un muerto acaba por devenir en el nombre de una calle o la imagen de una estampilla. Lo que sigue no es una mera enumeración sino la talla de un hombre viviente con su sangre bullendo y coleante como un cometa: “Lobo de Mar al Deporte y la Cultura” como comunicador social (1993), “Al Maestro con Cariño” del Instituto Superior DeporTEA (1997), Ciudadano Ilustre de Mar del Plata (1998), “Manuel Álvarez Argüelles” (2004, primer distinguido), otra vez “Lobo de Mar” como periodista deportivo (2016) y “Comunicar MdP” del Círculo de Periodistas Deportivos y el Sindicato de Empleados de Comercio marplatenses (2022). Asimismo desde 2019 llevan su nombre sendas cabinas de transmisión del Estadio “José María Minella” y el del Club Nación. (Aunque, pensándolo bien, la calle y la estampilla Trucco no estarían nada mal. Quedan notificadas las reparticiones pertinentes.)

La bohemia

Inherente al periodismo hasta principios de los 1990 fue esta errancia de los profesionales del oficio, ese (di)vagar como en la canción de Charles Aznavour, particularmente durante los años de soltería. Por ejemplo, junto a un factótum del fútbol de nuestra ciudad con incidencia en cuanto club se le presentara –especialmente Alvarado y Kimberley, además de haber compartido equipo como jugador con compañeros que brillarían a nivel nacional-, Marcelo “Pelado” Scafati, según cuenta la hija de éste, Marcela, frecuentaban un boliche en Colón y Guido al que llamaban “El Aguante”, no por ninguna hinchada sino por la carencia de baño en el lugar, donde terminaban conteniéndose urinariamente con desesperación como Peter Sellers en “La fiesta inolvidable”.

El propio Mario me contó una de las anécdotas que vivió con papá, otro calvo. “Había ido a bailar con una chica que empezó a fijarse en él. No solamente a mirarlo, sino que al final ella se fue con tu viejo”, lo cual no lo molestó en absoluto merced a esa lealtad fraterna que es el sello de los amigos verdaderos. Se cruzaron también, ya en ejercicio del periodismo deportivo, en las célebres “Charlas y Recuerdos en la Mesa de Café” que se emitían desde la parrilla “El Rey del Bife” de la familia Morales, programa que rondaba con avidez de aprendiz un joven de nombre Juan Carlos, quien –y hay fotos que lo testimonian, aunque usted no lo crea- alguna vez tuvo cabello. Mi padre era por ese entonces corresponsal del diario “El Mundo” y de LS5 Radio Rivadavia.

Ilustre, Mario, ilustre

Como se ha dicho, en 1998 mi tío fue condecorado Ciudadano Ilustre por el Concejo Deliberante de General Pueyrredon, distinción que recibió de manos de su mujer e hija. El Artículo 1° de la Ordenanza 11.859 reza: “Declárase ciudadano ilustre de Mar del Plata al señor Mario Trucco, por su rica trayectoria periodística de 50 años, la ética en su formación profesional y la excelencia con que ha difundido la historia de Mar del Plata y honrado a esta ciudad en su diaria actividad”.

Cuando le tocó hacer uso de la palabra, Mario limitó el haber recibido el galardón al “solo mérito de haber estado contactado mucho tiempo con cosas populares en función de trabajo, (…) el hecho de haber abordado temas que no son de auténtica trascendencia, más allá de la importancia que uno pueda asignarle al deporte dentro de la actividad de la comunidad”. Se remontó a aquellos primeros pasos de “un chiquilín que ya lleva cincuenta años en este trabajo” y, detallista al máximo como lo era, sorprendió al auditorio destacando “las condiciones ciclistas del concejal (Gustavo) Pulti”.

Aunque no consta en actas, mi tío dejó un concepto rector para todo periodista que se pueda preciar de tal: se puede y se debe estar en el ring-side, observar los movimientos que allí ocurren, ver la pelea minuciosamente, analizarla, pero con un límite insalvable: jamás pretender subirse al ring. En tiempos en que, como escribió Tomás Eloy Martínez acerca del enardecimiento de las facciones de la hoy llamada grieta, el periodismo debería mirarse a sí mismo para no enardecerse también, resaltan las palabras del reconocido periodista y actualmente concejal Vito Hugo Amalfitano cuando calificó a Trucco como “el que nos enseñó a todos”.

Periodismo y literatura

La crónica se instauró como género literario con aquellas “Escenas norteamericanas” del Siglo XIX escritas en New York por el prócer cubano José Martí. Influido en su caso por otros grandes como Raúl González Tuñón, Nicolás Olivari y César Tiempo, Mario Trucco publicó dos libros: “Mi pueblo se llama Mar del Plata” (2015) y “El deporte y la vida: 70 años de periodismo con identidad marplatense” (2018).

Hechos y personajes, “pasos y voces” al decir de Victoria Ocampo, se suceden en ellos, con la reaparición recurrente, entre otros, del antedicho Pelado Scafati y Armando López Cristóbal, a quien mi tío tributaba como “mi mojón, mi consejero”. Ambos volúmenes editados por Casa de Madera, el primero fue definido por Mario como “narraciones que no tienen una temática fija ni pretenden historias puntuales, sino expresiones y vivencias de personajes que hacían al pueblo”.

Dado que las casualidades no existen, “Mi pueblo…” fue presentado, ya que de escritores marplatenses se trata, en el Centro Cultural Osvaldo Soriano, por quienes lo animaron a la aventura literaria: sus colegas Andrés Soto –también su editor- y, si de calvicies venimos hablando, Julio César Petrarca, exjefe de Espectáculos de LA CAPITAL y a la vez mi maestro en esta vertiente a mis propios 17. El prólogo es de otra institución periodística de la ciudad, Oscar Gastiarena. Allí, “Coki” advierte que “quienes lo descubran (a Trucco) por este libro conocerán una Mar del Plata que desapareció, pero quedó grabada, como una fotografía, en la mente de un escritor que aprendió a quererla recorriendo desde los andurriales al brillo de los grandes hoteles y residencias que albergaron a los turistas ricos”.

La pasión según Mario

Una regla áurea del periodismo deportivo declara que, si bien la objetividad no existe, el profesional especializado nunca debe declarar públicamente su (a)filiación a ninguna divisa, aunque desde luego la posee. Un día, Trucco pudo al fin gritar a la rosa de los vientos su pasión por el Club Atlético Boca Juniors. Su casa, en efecto, es una cornucopia de memorabilia bostera que ya envidiaría el Museo del propio cuadro de la Ribera (el mismo de mi viejo, el mismo de mí). De hecho, y sin bromear en absoluto, cuando lo acometió la ceguera total le preguntaron en qué lo afectaba más su nueva condición y al instante respondió: “No poder ver los partidos de Boca”.

Mario centraba entonces su pasión, sin dejar de lado el deporte, en narrar por FM aquellas “cosas populares”, esos “temas que no son de auténtica trascendencia” pero que cualquiera con dos dedos de frente (y lo dice otro pelado) constituyen la esencia de Mar del Plata, esta ciudad con la que a tantos no nos une el amor sino el espanto pero en cuyo mar queremos ver esparcidas nuestras cenizas, este lugar supuestamente sin historia pero lleno de historias que mi tío se deleitaba en transmitirnos. A principios de los 1980 el entonces Director de Cultura, Luis Alberto “Betto” Melograno Lecuna (QEPD), postuló la creación del Archivo de la Memoria, con la grabación de las voces que mejor expresaran en palabras a Mar del Plata. El proyecto no logró llevarse a cabo y es también por ello que desde esta nota clamo por la conservación de las columnas radiales de Mario Antonio Trucco antes de que, como ha sucedido con grabaciones incluso de The Beatles, sean borradas, arrojadas a un cesto de basura o un contenedor a la vera de las emisoras.

Parte ineluctable de la pasión de mi tío fue su cruzada al frente de la Asociación Amigos de la Hemeroteca Municipal. Todavía en conflicto legal con la comuna por el reclamo de la asignación de una sede acorde para evitar la pérdida de la colección encuadernada de diarios locales y nacionales que por el momento se conservan, nobleza obliga, con buena voluntad pero precariamente en el Archivo Museo Histórico Municipal (Villa Mitre), Trucco puso el gancho hasta el último suspiro defendiendo a capa y espada el periodismo escrito, bien llamado la primera versión de la historia.

La ceremonia del adiós

Ya fallecidos tiempo atrás periodistas deportivos emblemáticos como Rodolfo “Pocho” Hidalgo, Letfala Abraham “Pivot”, Helmer Uranga, José Raúl Ramírez o Segundo César Cheppi, entre otros que mi recuerdo abriga, así como el también historiador Roberto Tomás Barili, puede decirse que con la sola excepción de Vicente Luis Ciano, el Cholo de Mar del Plata, la partida física de Trucco clausuró un ciclo irrepetible del oficio en nuestra ciudad. La última vez que nos reunimos con Mario fue cuando lo vi sentado en el hall de entrada del Ente Municipal de Turismo, al que él había sido convocado y donde entonces yo trabajaba en el área de Prensa. Fue lo justo y necesario con la máxima intensidad, el mundo contenido en una esfera como el Aleph de Borges, las palabras, el abrazo mutuo y el beso desbordante de emoción del discípulo.

Mucha tinta ha corrido por estos párrafos signados en gran parte por la Gloriosa y, como no podía ser de otra manera, el último superclásico se jugó el domingo 7 de mayo, además del de Evita, día del cumpleaños 95 del “Negro Neyret”. El resultado obviamente no fue el que ni él ni Mario hubieran deseado pero aun así los veo, como en aquella década de los 1960 en El Rey del Bife, discutiendo el penal, compartiendo ahora “Charlas y Recuerdos en la Nube de Café”, en un diáfano cielo Azul y Oro, padre y tío definitivamente juntos.