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Cultura 2 de agosto de 2021

Un cuento-herramienta para romper el tabú y hablar de abuso sexual infantil

"Sola en el bosque", de Magela Demarco, ilustrado por Caru Grossi llegó recientemente a España. "El abuso sexual infantil sigue siendo tabú porque la mayoría de las veces se da en el ámbito familiar", advierten.

“Vivimos en carne propia el silencio nuestro y ajeno, las cicatrices que quedan en el cuerpo y en la psiquis”, reconocieron la periodista y escritora Magela Demarco y la ilustradora Caru Grossi, quienes decidieron contar su historia y la de muchas otras personas, con la intención de aportar su granito de arena para romper con el círculo de silencio y sus consecuencias y, a la vez, dotar de una herramienta para que los grandes estén receptivos y atentos a lo que las infancias tienen para decir o callar. Luego de un proceso intenso y meticuloso, en el que contaron con el asesoramiento del Servicio de Salud Mental del Hospital Materno Infantil San Roque de Paraná, el resultado es “Sola en el bosque”, un cuento que aborda el abuso sexual infantil y que además brinda herramientas de trabajo y ayuda para docentes y familias.

El libro, que fue editado por La Brujita de Papel en 2020, este año llegó a España y sus autoras han sido convocadas para dar charlas y talleres. “Estamos muy contentas de que se vaya quebrando el silencio aquí y allá, que el viento vaya esparciendo el mensaje a todas partes y atravesando fronteras, porque es una problemática mundial”, reflexionó Demarco en una charla con LA CAPITAL en la que se volvió a sumergir en esta problemática ríspida, fuerte, que incomoda, enoja y duele, pero que debe ser abordada porque “poder poner en palabras lo que ocurrió es el primer paso necesario para comenzar un proceso de sanación”.

“Pasar por una situación de abuso te atraviesa, te modifica, te tuerce la vida. Las consecuencias duran en el tiempo, y muchas veces las arrastrás durante toda tu existencia. Yo llevo muchos años de análisis, de rezos y distintas terapias y siempre voy descubriendo, trabajando, limpiando restos que quedaron de aquel suceso que además, te marca la personalidad y uno va repitiendo conductas. A mí no me volvieron a abusar físicamente, pero sí tal vez tuve relaciones en donde mis parejas o jefes eran personas abusivas en otros aspectos. Y por eso es necesario volver y trabajar mucho sobre lo que nos ocurrió. Y yo ‘la saqué barata’, por decirlo de alguna forma y ponerle algo de humor. Tengo amigas y conocidas que han pasado cosas horrendas para la psiquis de una niña o un niño y cuyas secuelas continúan. Ataques de pánico, desmayos en plena calle, ataques de histeria… es muy duro”, confió la autora.

Magela y Caru se embarcaron en este proyecto, también, porque “la realidad supera en gran número a los datos estadísticos que, por el tipo de problemática son escasos y poco certeros, ya que el abuso sexual infantil sigue siendo tabú porque la mayoría de las veces se da en el ámbito familiar. Siempre digo que si en una reunión de diez mujeres, preguntás quiénes sufrieron situaciones de abuso sexual, si todas se animan a decirlo, 6 de 10 van a revelarlo. Y también nos decidimos a hacerlo, más allá de nuestras historias personales, por la cantidad de compañeras con las que nos fuimos cruzando por el camino de la vida, cuyas historias nos continúan helando la sangre”.

Y agregó: “En su mayoría los abusadores son hombres. Esto, en una sociedad patriarcal como la nuestra, donde todavía tenemos tanto por andar en materia de igualdad y equidad de género, no es menor y tiene mucho que ver con que se sigan escondiendo y tapando los abusos”.

Romper el círculo de silencio “significa el cese de este abuso, o debería”, apuntó Demarco, aunque aclaró que “a veces las personas que están disponibles para escuchar y colaborar no siempre son familiares, puede ser una maestra, una amiga o amigo de la familia, una vecina, alguien con quien poder abrir el alma y sacar eso que está enquistado es el primer paso para comenzar un proceso sanador. Luego viene un camino largo que recorrer, pero poder sacarlo afuera es muy importante”.

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-¿Cuánto de libro está orientado a las niñas y niños y cuánto a las personas adultas?

-Tiene distintas capas. Lo pensamos para las niñas y los niños, pero también para los padres y las personas adultas encargadas de cuidarlos y resguardar su integridad. Siempre hay indicios, siempre hay ‘huellas’, ‘marcas del lobo’. A veces se tiende a pensar que para que una niña o un niño sufra algún tipo de abuso, tiene que haber madres y padres abandónicos detrás. Y esto no es así. Tanto mi mamá como mi papá –mi papá falleció a mis 27– fueron dos personas muy presentes, amorosas y cuidadosas, y sin embargo ocurrió. Por eso siempre tenemos que estar muy atentos y perceptivos. Y en estas épocas de alienación tecnológica y mediática, más.

“Sola en el bosque” cuenta con una guía de lectura y de trabajo para madres, padres, docentes y demás personas adultas. Lo ideal es que lo lean acompañados de una persona adulta a cargo para que puedan orientarlos e ir evacuando sus dudas, inquietudes o preguntas que les vayan surgiendo.

Además, se encuentran algunos conceptos importantes para transmitirles a las niñas y niños, como el cuidado de sus partes íntimas; que el amor hace bien, que si algo no les hace bien o los hace sentir mal, eso no es amor; que aprendan a respetar lo que sienten, y si sienten que algo no les gusta, que si sienten que no quieren hacer algo, que no lo hagan. Que puedan decir: “No”; el tema de los secretos: los secretos que se pueden guardar y los que no.

-La protagonista no tiene nombre. ¿Por qué lo decidiste así?

-La protagonista es una niña –y no un niño– en principio porque Caru y yo somos mujeres y ambas pasamos por esto y, en segundo lugar, porque la mayoría de l@s niñ@s y adolescentes abusados son de sexo femenino. Según la OMS, 1 de cada 5 niñas y 1 de cada 13 niños son abusados sexualmente antes de los 18 años. Y por otro lado, no tiene nombre para que quienes lean el libro se puedan identificar con mayor facilidad con la protagonista.

-En este caso, el “bosque” del cuento clásico es, en realidad la casa y ‘el lobo’, como paradigma del malvado, es una persona. ¿Podés contar sobre eso?

-Busqué hacer alusión a la figura del lobo presente en los cuentos clásicos. Fundamentalmente, en el de “Caperucita”, donde el lobo personifica la figura de alguien peligroso, embaucador, traicionero, que se muestra de una manera pero en realidad es de otra. El lobo en los cuentos clásicos siempre es sinónimo de peligro. La diferencia que quise remarcar es que en este caso este lobo no está afuera de la casa, está adentro del propio hogar de la niña y, por eso, es la misma casa la que se convierte en un bosque. La nena no toma ningún camino “peligroso”, el peligro lo corre estando en la propia casa con ese hombre-lobo que se disfraza de otra cosa. De ahí que el comienzo del cuento sea: “Cuando todos se van a trabajar, la casa se transforma en un bosque oscuro y peligroso. Y el lobo… está”.
La figura del lobo –literal– en el libro les permite a las niñas y los niños, según la edad, hacer diferentes lecturas. Y cada uno llega a distintas capas. Mi hijo se quedó con el lobo animal. Y el mensaje que le quedó claro fue que si alguien nos hace mal o nos genera temor, hay que salir a contárselo a alguna persona en quien confiemos, hay que salir a pedir ayuda.

– ¿Qué desafíos les llevó trabajar lo que se cuenta con palabras y lo que se cuenta con las ilustraciones?

– Caru tuvo un trabajo muy grande, ya que por la crudeza y complejidad de la temática había palabras, conceptos, sensaciones y sentimientos que no podían estar por escrito y, entonces, tenían que aparecer en las imágenes. Caru es una maga dibujando. Para ella fue una catarsis muy grande el haber podido volcar al papel sus propias vivencias y padecimientos personales, su camino de sanación y sus aprendizajes.

– ¿Cómo ha sido el impacto de la historia? ¿Qué te han contado? ¿Te ha sorprendido?

– Me contactan muchas mujeres que sufrieron abuso. Incluso señoras de 60, 70 años que recién se animan a contarlo. Toda una vida de silencio, guardando eso atascado en la garganta, en el cuerpo y en el corazón. Periodistas que me dicen en off que ellas también sufrieron abuso. Psicopedagogas que nos agradecen la herramienta para trabajar en sus consultorios, maestras que nos llaman para dar charlas -vía zoom por el momento- con sus alumnas y alumnos adolescentes, en donde varias se animan a contar que fueron abusadas -por suerte las escuelas desde donde nos convocan tienen gabinetes psicopedagógicos que les dan contención y guía a estas chicas-. Que el libro haya conseguido todo eso para mí ya es un montón. Y si sirve para haber prevenido posibles casos de abusos, es muy importante. Debemos cuidar las infancias porque es ahí donde comienza todo.