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Opinión 17 de septiembre de 2019

Una brújula para el presupuesto

por José Ignacio de Mendiguren

Se le atribuye a Séneca una figura retórica que puede aplicarse a la Argentina que el presidente Macri conduce hace cuatro años: ningún viento es favorable para quien no sabe a dónde va. Y en el Presupuesto 2020 que está enviando al Parlamento, el gobierno insiste en repetir un error cuya consecuencia es la crisis económica actual.

Los diagnósticos, estimaciones y recetas de la administración Cambiemos han constituido un combo dramático. El Presupuesto 2019 tuvo una obsesión fatal: corregir el déficit fiscal con la única estrategia del ajuste. Así, nos dijeron que el “déficit cero” iba -como por arte de magia- a bajar el riesgo país, disminuir la tasa de interés y aumentan las inversiones. Nada de esto sucedió, sino todo lo contrario.

Para salir de esta crisis, el Presupuesto 2020 debería asentar sus bases sobre una certeza: el déficit fiscal es la emergencia del subdesarrollo y la falta de proyecto productivo, nunca la causa de todos los males como el Gobierno entendió a lo largo de su gestión. El ajuste que se propuso en el presupuesto del año pasado no corrigió los errores, los agravó con más recesión, descenso de la producción, desaliento a la inversión, volatilidad macroeconómica, aumento la desconfianza en Argentina y suba del riesgo país.

Los números son más que evidentes. El Gobierno preveía caída del 0,5% de la economía para 2019, hoy el desplome interanual del PBI llega al 2,6%, sin contabilizar aún el impacto de la nueva crisis cambiaria post-PASO.

La administración Cambiemos confunde mapa con territorio, y sigue negando, cuatro años después, lo que la realidad le devuelve sistemáticamente. Y la realidad dice que el próximo Presupuesto tiene que realizarse sobre la base del país que entrega Macri: un PBI por habitante 8,5% menor al que recibió; 93% de crecimiento en términos reales del gasto destinado a pagar deuda entre 2015 y 2019; y reducción en partidas criticas -21% al gasto en salud, 34% el gasto en educación y cultura, y 38% en ciencia y tecnología. ¿Alguien puede creer que las mismas recetas que nos trajeron hasta acá pueden servir para conseguir algo diferente?.

La discusión sobre los objetivos del año que viene debe darse una vez que se haya completado el proceso electoral, y una nueva mayoría política tenga la legitimidad para delinear los trazos gruesos del camino que viene, que no será fácil. Diputados y senadores de la Nación tenemos que consensuar en función de un reflejo fidedigno de lo que la administración actual deja en materia económica. Y más importante aún, proyectar el desarrollo a partir de un acuerdo entre todas las fuerzas políticas y quiénes vayan a conducir los destinos del país los próximos cuatro años.

El Gobierno, afecto a desplegar metáforas fluviales, condenó a los argentinos a cruzar un río sin orillas, cuya corriente hundió el potencial productivo del país hacia el fondo. Es hora de entender las aguas que navegamos y utilizar la brújula para que un presupuesto sensato nos permita fijar un rumbo realista hacia el desarrollo.

(*): Diputado nacional por el Frente Renovador. Presidente de la Comisión de Industria de la Cámara de Diputados.



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