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Cultura 10 de febrero de 2024

Viviana Rivero: “Ya es tiempo de que las mujeres escribamos lo que nosotras queramos”

La reconocida autora cordobesa visitó Mar del Plata para presentar "Apia de Roma". La novela narra la vida de una joven que desafió las normas del Imperio Romano al ocupar espacios tradicionalmente reservados a los hombres. La investigación sobre las mujeres pioneras de la historia antigua, su mirada sobre la novela romántica y una respuesta a las etiquetas sexistas impuestas a las escritoras del género, en esta charla con LA CAPITAL.

Viviana Rivero, en la charla de Verano Planeta. El próximo encuentro del ciclo será el lunes 12 a las 21 con Jorge Liotti sobre "La última encrucijada".

Por Rocío Ibarlucía

Antes de presentarse en el ciclo Verano Planeta 2024, Viviana Rivero conversó con LA CAPITAL sobre “Apia de Roma”, la novela más vendida en el stand de la editorial Planeta en la última Feria del Libro de Buenos Aires y que sigue siendo un éxito de público.

Si bien ya ha situado sus novelas en diversos episodios de la historia más reciente, como la Revolución cubana en “Los colores de la felicidad” o la guerra de Siria en “Una luz fuerte y brillante”, esta vez la autora propone un viaje a los inicios del Imperio Romano, una época que ha llamado su atención desde que era estudiante en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Córdoba.

Una investigación meticulosa le permitió hallar a mujeres en la antigua Roma que desafiaron las convenciones sociales al ocupar espacios tradicionalmente reservados a los hombres. Por eso, decidió crear a Apia Pópulus, la protagonista de su novela, una figura excepcional que, a pesar de enfrentar múltiples abusos e imposiciones, como tener que casarse a las 14 años con un hombre mayor, logra trabajar en el comercio de perlas, participar en reuniones de hombres, forjar una amistad con su esclava y elegir finalmente a quién amar.

La historia de Apia, aunque extraordinaria, se inspira en mujeres pioneras de la antigua Roma de las que poco se ha narrado en las ficciones históricas, como revela Rivero en esta charla con LA CAPITAL.

Apia de Roma

-¿Cómo surgió la idea de situar esta novela en el nacimiento del Imperio Romano? ¿Qué te llamó la atención de la antigua Roma?

-Yo tenía ganas hace mucho de escribir algo bien atrás, me quería ir a Roma. Recuerdo haber estudiado en la facultad Derecho Romano y desde ese momento me interesaron sus costumbres. Y cuando empecé a investigar para escribir esta novela, descubrí que había muchas cosas muy interesantes que no me las habían contado nunca los libros de ficción de Roma, que se detienen más en las guerras, pero no me contaban la historia de las pioneras que querían comerciar, que fundaron un banco, que hubo abogadas, que si bien Octavio sacó todas las principales leyes para la mujer, no fue pro defensor de las mujeres porque por otro lado él pedía a los senadores que una vez a la semana le prestaran la esposa para ir a su cama. Veía muchos datos que nos interesan al día de hoy no solo sobre las mujeres, sino como sociedad y me preguntaba: ¿las mujeres romanas ya trataban de saltar los límites que les imponían? ¿Hubo pioneras? ¿Cuáles fueron las primeras cosas que empezaron a hacer? Entonces, decidí incluir en esta novela las cosas que no están en todos los libros, porque estos grandes libros de Roma antigua lo escribían los hombres y nos ponían las cosas que ellos querían. Ahora, ya es tiempo de que las mujeres escribamos lo que nosotras queramos. Me propuse así incluir todos estos datos que fui encontrando y contar la historia de alguien del pueblo que sea mujer, que no sea una famosa y que me permita mostrar cómo ella vivía todo lo que pasaba con los personajes históricos, con Octavio, el paso de la república al imperio, la esclavitud, para narrar cómo vivían y sentían.

-Se nota que hay un trabajo de investigación muy riguroso detrás de tu escritura, sobre las costumbres, las leyes, los vocablos. ¿Cuáles fueron los materiales con los que trabajaste?

-Siempre leo muchos libros para escribir mis novelas, pero esta vez con Roma fue diferente. Cuando yo termino de escribir “Apia de Roma”, cuento todos los libros que había leído y eran 32, pasé mucho tiempo leyendo, me acuerdo que mi marido me preguntaba si había empezado a escribir y yo le respondía que todavía no, siempre tenía que leer uno más. No me sentía tranquila, ni segura, quería más, más, más, para poder sentir que conocía todo, cómo era caminar por las calles, qué problemas tenían, cómo se hablaban, cómo pensaban. De ese modo, noté que el amor no estaba tan valorado, se valoraban otras cosas, el amor iba por un lado y la familia iba por otro. En el mejor de los casos, se casaban con la o el que les gustaba o después de un tiempo de casados se enamoraban, pero no a todos les pasaba eso, tenían el amor en otra parte. Descubrir eso me llevó bastante lectura.

-La novela es sobre todo una historia de amistad entre Apia y su esclava Furnilla, se centra más en ese vínculo que en el de la protagonista con un hombre. ¿Lo ves así?

-La novela es la vida de ellas, es la vida de Apia y cuán importante era para ella su esclava. Se conocen cuando ambas tenían 14 años y descubren que realmente van a poder apoyarse la una en la otra y llegar a ser incondicionales en ese mundo de hombres, a ellas las salva esa amistad. Y llegan a ser amigas, no podían darle ese nombre porque era imposible pensar en una amistad entre un ama y una esclava, pero eran amigas.

-¿Buscaste distanciarte de las novelas románticas tradicionales al poner el foco más en la amistad que en el amor?

-Yo quise contar la vida de una mujer de esa época, una mujer joven que tenía 23 años cuando quedó viuda, pero ya hacía nueve años que estaba casada, ella conoce el amor después. En la vida de una mujer pasan muchas cosas, el amor ocupa un papel, pero también la amistad. Por eso empecé a indagar su vida, a preguntarme qué papel cumplían otras mujeres que estaban cerca de Apia, como Furnilla o la mujer del banco que le presta dinero para ayudarla a trabajar. Las decisiones fueron porque quería contar la historia de una mujer en Roma. Y descubrí que tenía que haber alguien que la ayudara, que fuera incondicional, una amistad, también un esclavo, en este caso Liam, que le era incondicional y que cuando es liberto llega a ser su tutor. También aparece Manius, de quien se enamora, pero en un momento tiene que elegir salvar o a Furnilla o a Manius, y piensa que él se las va a arreglar solo porque es hombre. En cambio, a la esclava no la va a ayudar nadie. Entonces, voy contando el entorno de la mujer y dentro de su vida, el amor es importante, pero también los hijos, las amistades, el trabajo y la vocación. Cuando una persona encuentra lo que le gusta, muchas cosas van a desaparecer alrededor y eso quería contar.

Rivero (4)

-La novela establece un paralelismo entre Apia y Cleopatra. ¿Qué las une y qué las distancia?

-Me encantó encontrar a Cleopatra mientras estudiaba. Es impresionante su vida, sabía siete idiomas, manejaba todas las tácticas militares, las tácticas económicas. Roma avasalló a toda Europa y, sin embargo, el reino de Egipto, que estaba pegadito a Roma, nunca fue atacado porque estaba Cleopatra. ¿Y qué hacía Cleopatra? Su estrategia fue buscar un marido romano, pero no era una amante más. Sus dos grandes amores fueron con quienes ella tuvo hijos: Julio César y Marco Antonio. Cuando yo miro esto, pienso que fue una mujer como Apia. Ambas fueron criadas por otra mujer: Apia, por su mamá; Cleopatra, por la nana. Ambas fueron criadas para ser fuertes, le decían “nunca te quiebres por nada”. Pero la diferencia está en que Apia en un momento descubre que si ella no siente nada de dolor, tampoco siente lo bueno de la vida. Entonces en un momento que ella le sirve como excusa decide darse el permiso de sentir. En cambio, Cleopatra nunca se dio ese permiso. Yo muestro cómo dos actitudes distintas ante la vida llevan a dos destinos distintos. Apia logra un destino que no lo logró Cleopatra, que era tan dura, tan dura que no fue flexible.

-Hasta su muerte.

-Hay una escena que me encantó escribir que es cuando Cleopatra descubre que Marco Antonio la ama más que a Roma. Él se maquilla como egipcio, venera a los dioses egipcios, ha pedido ser enterrado en Alejandría y no en Roma. Esto ella lo ve como algo bueno hasta que de repente nota que ha dejado de ser romano y ahora ya no tiene protección, se da cuenta de que la van a atacar, o sea, eso la lleva a la ruina. Empieza a pensar alternativas porque tiene que seguir gobernando. Por eso, piensa en conquistar a Octavio pero él no quería saber nada, además ya era una mujer más grande, ya tenía hijos con Julio César y Marco Antonio. Entonces, decide hacer desaparecer a Marco Antonio para que Octavio la mire y hace que se suicide, eso es tremendo. Ella nunca se flexibiliza, es decir, no dice perdí y no se pregunta qué tenemos que hacer.

Los capítulos de Cleopatra tienen mucha investigación detrás, o sea, todo lo que podamos leer en el libro de Cleopatra es verdad. Tanto me gustó su vida que quisiera escribir una novela de Cleopatra, pero ya está muy contada en este libro.

Este paralelismo con Cleopatra me permitió mostrar que Apia aprende a vivir en el presente, a olvidarse del pasado tenebroso y aceptar lo que le toca vivir. Eso también es una diferencia entre ambas y me gustó porque me permitió tocar otros temas en el libro, que es que cuando una puerta se cierra, no hay que ensañarse con que esa puerta se abra, sino mirar al lado y ver otras posibilidades.

-La novela narra varias escenas de violaciones. ¿Cómo fue para vos escribirlas, te afectaron personalmente?

-Son escenas donde yo entro y salgo rápido, ya me ha pasado en otro libro que era “Una luz fuerte y brillante” en el que la chica es violada en medio de la guerra de Siria. Tengo que contar lo justo y lo necesario porque duele, duele para mí que la escribo y supongo que duele al lector. Entonces, hay que entrar, contar, salir y lograr que de una u otra manera la novela se vuelva esperanzadora porque en la vida siempre hay momentos feos y uno tiene que salir adelante. En “El alma de las flores”, en la que muere un niño, que es terrible, también tuve que salir de ese dolor y tratar de que sea una novela esperanzada.

Me pasó que cuando mi editora leyó el libro, me dijo que por los tiempos que se están viviendo, deberíamos poner que Apia diga que se siente violada, necesitamos aclarar eso. Me lo comentó porque en España no habían querido publicar un libro porque no se hacía esa aclaración.

“Tener los reflectores puestos sobre nosotras todo el tiempo cansa, porque hay que demostrar que somos iguales que los hombres. Ojalá algún día ya esté claro que todos somos iguales”.

-¿Por eso realizan una aclaración al comienzo del libro de que las situaciones narradas no reflejan el pensamiento de la autora ni de la editorial?

-Tiene todo que ver. Yo le dije a la editora que el personaje no iba a decirlo porque es una mujer de esa época y, por ende, ella sabía que una de las cosas del matrimonio era que iba a haber relaciones sexuales, era el precio que ellas pagaban porque querían ser matronas, tener familia, veía que algunas evidentemente se terminaban enamorando de su marido y les gustaba criar hijos. Ni siquiera les entraba en la mente pensar eso, ni con Octavio y mucho menos con el esposo, era parte de la vida de ellas. Entonces me dijo de solucionarlo con ese escrito que pusimos al comienzo del libro. Porque podrían pensar que no estamos defendiendo a la mujer o que estamos pensando que está dentro de lo normal que una mujer sea violada.

-Además de estas vejaciones sobre el cuerpo de Apia, también está el sexo consentido y es el espacio donde ella descubre el deseo y la liberación. ¿Se puede pensar el sexo como otro campo de batalla?

-Sí, ¿por qué no? Se ganaban batallas, se decidían cosas, Salvio se sentía vencido cuando le tocaron a la esposa, si bien estaba orgulloso de que Octavio le hubiera pedido a su mujer para conseguir beneficios en sus negocios, también le molestaba, de hecho la culpaba a ella de que le gustara y ella dice “pero si vos me obligaste, ¿por qué estás pensando que yo quiero ir con Octavio si vos me llevás?”. Siempre la culpa la tenía la mujer y eso es un poco lo que ha ido cambiando con los años, que hemos podido dejar claro que no tenemos la culpa de las cosas que hacen mal los hombres. Siempre digo que esta es una época en la que han puesto los reflectores por primera vez sobre las mujeres, que tal vez ni mi mamá ni mi abuela tuvieron los reflectores para que le pregunten qué necesitás, qué ley, qué sentís, qué te pone mal, como nos preguntan ahora. Está bueno, porque eso nos ha llevado a que nos escuchen por primera vez, por supuesto que falta mucho todavía. Por otro lado, tener los reflectores puestos todo el tiempo cansa, estresa porque hay que demostrar todo el tiempo que somos iguales que los hombres. Ojalá que algún día ya esté claro que todos somos iguales y no necesitemos estar nosotras con los reflectores, porque al hombre no lo están mirando a ver si es igual o mejor que una mujer. Somos nosotras las que tenemos el reflector.

“Descubrí que había muchas cosas que no me las habían contado nunca los libros de ficción de Roma, que se detienen más en las guerras, pero no me contaban la historia de las pioneras que querían comerciar, que fundaron un banco, que hubo abogadas”.

-Con los avances de los estudios de género, ¿sentís que la novela romántica ha cambiado sus formas, sus temáticas?

-Yo pienso que sí, o sea, es imposible si en el ambiente hay un clima lila que no te termine tiñendo un poco. A veces me preguntan si yo escribo sobre mujeres fuertes porque es lo que está de moda, pero yo también les digo que escribí mi primera novela en el 2009, “Secreto bien guardado”. En ese tiempo se usaba más una novela histórica con una protagonista virginal y un machote experimentado. En cambio, “Secreto bien guardado” era diferente porque la protagonista, Amalia, era una mujer fuerte que salía adelante, que se quedaba con los negocios del marido. Pero en mis libros han sido sobre mujeres fuertes siempre.

-Luz Gabás dijo en una entrevista que “cuando un hombre escribe una historia de amor es algo sublime. Cuando es una mujer la que escribe, automáticamente aparece una etiqueta de que es algo menor”, ¿estás de acuerdo?

-Sí, es más, yo la escuché en la Feria del Libro de Buenos Aires que le habían preguntado a (Santiago) Posteguillo, escritor español de novela histórica, si él le ponía amor a sus libros y dijo “claro, yo le pongo amor, pero como soy hombre, dicen que escribo novela histórica. Ahora, si una mujer escribe novela histórica y le pone amor, dicen que es novela histórica romántica”. Eso es un rótulo sexista, ¿por qué tenemos que explicar si los libros pueden hablar por sí solos? ¿Por qué poner esa etiqueta a una mujer y a un hombre no? La cita que vos leías creo que tiene que ver con esto que estábamos hablando recién, que tenemos los reflectores y siempre tenemos que estar demostrando. Yo no veo que ningún hombre quiera demostrar que es mejor que nosotras. Creo que ellos sienten que son iguales en el mejor de los casos y que son superiores en el peor. Pero nosotras siempre estamos tratando de demostrar, ahora nuestras madres y abuelas ni siquiera tenían acceso a demostrar, ni siquiera competían, estaban afuera.

-Sos abogada, conductora de televisión, docente, autora de numerosos libros de ficción que fueron un éxito en ventas y llevaron uno de tus libros a una serie. ¿Te queda algo pendiente por hacer?

-Quiero seguir escribiendo, tengo pendientes muchas cosas, no solo una novela creciendo sobre el Camino de Santiago, también hay dos o tres que están ahí. A veces con mi marido filosofamos sobre el futuro, hacia dónde vamos y yo imagino toda una historia de lo que va a pasar en este mundo. Entonces, él me preguntó por qué no escribir una novela de ciencia ficción, así que me encantaría escribirla. Después, me gustaría que más libros sean series.

-¿Y te gustaría participar de la adaptación del guion?

-Sí, esta vez sí. Me pasó que unos mexicanos compraron los derechos de “Zafiros en la piel” y cuando leí el guion, no me gustó, fue durísimo. Cambiaban algunas cosas que para mí eran importantes, que tienen que ver con lo que yo pienso. Le dije que no me gustaba y le puse condiciones, ellos se tomaron tres días y después me respondieron que no lo iban a hacer. Ya había sufrido mucho con la adaptación a serie de “Secreto bien guardado” y no quería volver a pasar por lo mismo, porque el lector se queja. Cuando voy a dar charlas, siempre me preguntan si me gustó esa serie, yo sé que ellos quieren que diga que no. Ahora quiero que se respete la historia. Me gustaría que a “Apia de Roma” la compre alguna multinacional para hacer una producción audiovisual, sería genial…