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Cultura 21 de septiembre de 2019

Van Gogh, un hombre de pocos amigos que vivió rodeado de gente

Iglesia Van Gogh en Etten Leur. La religión fue parte importante de la vida del artista y supuso grandes tensiones entre él y su padre. Foto: EFE | Imane Rachidi.

por Imane Rachidi

BOLDEQUE, Holanda.- El pintor holandés Vincent van Gogh es conocido, erróneamente, como un hombre solitario. En realidad, y como muestra una exposición sobre su círculo más intimo que abre este sábado sus puertas en Bolduque, estaba siempre rodeado de parientes, amigos y admiradores.

Vivió como un excéntrico solitario, marginado y poco apreciado, y murió solo y atormentado, de un tiro con su propia pistola. Esta es la fama mundial con la que el postimpresionista holandés pasó a la historia, pero este mito borra de su vida a sus hermanos, sus amigos, sus novias, sus modelos y todos sus admiradores.

La exposición, que acoge el Museo Noordbrabants hasta el 26 de enero, confirma que el artista fue una persona complicada, obsesiva, exigente consigo mismo, pero también sensible a todo lo que le rodeaba, incluida la propia naturaleza que tanto reflejó en sus cuadros.

“Por supuesto que tuvo amigos y relaciones largas, siempre se le ha situado en una esquina como un artista solitario y eso tuvo mucho que ver con los libros y películas que aparecieron después de su muerte, después del siglo XX”, añade a EFE la curadora Helwise Berger, experta en arte del siglo XIX y principios del XX.

Un total de 99 pinturas, cartas, fotos, cuadernos de poesía y dibujos muestran un recorrido gráfico de las personas más importantes para él, desde su época en Brabante y La Haya, hasta París y el sur de Francia, para terminar con su muerte en Auvers-Sur-Oise, donde la sífilis y las enfermedades mentales acabaron con su vida.

Van Gogh (1853-1890) vivió en veinticuatro lugares diferentes durante sus 37 años. “Se movía con mucha frecuencia, algo que estaba relacionado con su carrera, pero también con sus padres, que se mudaban a diferentes pueblos”, explica Berger.

Uno de los lugares especiales para el artista es lo que hoy se conoce como La Iglesia Van Gogh, parroquia protestante ubicada en el corazón de Etten Leur.

Este edificio, con nueve ventanas coloridas y aspecto moderno, ofrece una visión fascinante del periodo menos conocido, pero quizás más importante, de la vida de Van Gogh: el lugar donde, en 1881, decidió empezar su carrera.

En un pequeño balcón dentro de la iglesia, el octogenario Michel Gottmerj toca con pasión un órgano de madera, construido en Breda 1699, mientras relata a EFE algunas anécdotas de Van Gogh y explica que el artista y su padre tocaron este instrumento cuando acudían a la parroquia, y por eso hoy forma parte del patrimonio de la ciudad.

A pesar de su mala relación con ellos, sus padres lo apoyaron hasta su muerte, siempre le ofrecieron alojamiento en Holanda, dinero y positivismo para perseguir su ambición de ser el artista que fue.

Su tío Cent le consiguió su primer trabajo en La Haya, y su primo Anton Mauve -un famoso artista en esos tiempos- le dio lecciones de dibujo y pintura, clases de las que salió el famoso cuadro “Bodegón con sombrero de paja” (1881).

Cuando abandonó su país natal, siguió escribiéndose misivas con toda la familia, y solo se volvió a ver varias veces con su hermano Theo, la persona más cercana a él.

Su vida amorosa nunca fue fácil: su amor imposible por su prima Kee Vos le persiguió toda la vida, su relación con su vecina Margot Begemann duró poco, la presión social le llevó a poner fin a su convivencia con la exprostituta Sien Hoornik, y se enamoró por última vez de Agostina Segatori, propietaria del café Le Tambourin en París, donde exhibió sus piezas.

Vistos sus fracasos en los asuntos del corazón y los efectos emocionales que eso tenía en un solitario Van Gogh, su hermano Theo le aconsejó dedicarse solo al arte.

Pero por falta de dinero nunca pudo contratar grandes modelos, lo que le llevó a recurrir a voluntarios como la familia Roulins en Arles (sur de Francia), los Groot-van Rooij en Nuenen (Holanda) y Adrianus Zuyderland, que vivía en un centro de mayores, y lo reflejó en varios cuadros, como “En la puerta de la eternidad” (La Haya, 1890).

Van Gogh dejó un legado de su vida personal en imágenes: se autorretrataba como no lo haría hoy ninguna cámara de fotos, pero también pintaba a sus amigos, familiares, admiradores y a otros artistas compañeros, como Anthon van Rappard, Anton Mauve, Emile Bernard, Paul Gauguin y Paul Signac, cuyos cuadros se exponen en Den Bosch (Bolduque, en neerlandés).

EFE